Aikido, una disciplina que crece en el país
El aikido —un arte marcial japonés creado por el sensei Morihei Ueshiba, también conocido como Gran Maestro, en la década de los años 30— es una disciplina que va creciendo a grandes pasos en Bolivia, actualmente tiene cerca de 100 practicantes.
El aikido —un arte marcial japonés creado por el sensei Morihei Ueshiba, también conocido como Gran Maestro, en la década de los años 30— es una disciplina que va creciendo a grandes pasos en Bolivia, actualmente tiene cerca de 100 practicantes.
El número de alumnos va en aumento —en un principio había cerca de 30— gracias a los buenos maestros que existen en Bolivia, pero también influyó la colaboración del sensei español Guillermo Pérez, quien tiene el grado de cinturón negro Quinto Dan.
Ayer culminó el quinto curso internacional de esta práctica, en la que Pérez dictó las clases, “es un año más; desde 2006 venimos a Bolivia, vengo cada año para ver cómo va el trabajo, cómo va evolucionando —sobre todo los profesores— y para intentar promocionar el aikido a nivel nacional”.
Con la realización del primer seminario —que fue del 21 de febrero al 3 de marzo de 2006— se fundó la Escuela de Aikido Shugyo, término japonés que significa trabajo de mejoramiento y superación personal, que es manejada desde entonces por Patricio Sarmiento, quien se graduó bajo las órdenes del profesor español y ahora tiene el grado de cinturón negro Segundo Dan; es muy concurrida por los niños.
La escuela está avalada, certificada y reconocida por la Federación Europea de esa disciplina; afiliada a la Asociación Española de Técnicos de Aikido y representante del Akikai España para Bolivia.
“Los profesores han mejorado y eso se ve porque sus alumnos son extremadamente buenos. El alumno es el reflejo del profesor y eso para mí es fundamental; quizás habría que promocionar más desde los niños hasta la gente mayor”, dijo el instructor español.
Aparte del aikido en La Paz, hay escuelas dedicadas a la enseñanza en Cochabamba, Santa Cruz y Oruro, donde también existe un gran interés por practicarla.
El curso dictado por el sensei Pérez culminó con la evaluación a tres alumnos: Luciana Salinas y Samantha Chávez, ambas de nueve años, subieron del séptimo kyu (colores) al sexto kyu; mientras que Paola López, de 40 años, ascendió del cuarto al tercer kyu.
Los niños compiten en los grados de colores e inician con el cinturón blanco, luego pasan por el amarillo, naranja, verde, azul y café; después comienza el negro con grados Dan.
Hasta el momento el grado más alto lo ostentan los japoneses Nobuyoshi Tamura y Yoshimitsu Yamada, ambos cinturón negro Octavo Dan.
Para ascender de grado es requisito realizar demostraciones de conocimientos y destrezas adquiridas durante el aprendizaje.
A partir del Quinto Dan el mérito cuenta para el ascenso, como “dar cursos, seminarios, dar a conocer la disciplina; además hay que estar entre diez y 15 años con el grado de Quinto Dan y no se puede llegar a Octavo Dan sin antes haber cumplido 75 años”, explicó Pérez.
Un arte marcial cuyo propósito es evitar la confrontación
A diferencia de otras modalidades de artes marciales, el aikido es una disciplina en la que no se desarrollan competencias entre sus practicantes, ya que “evita la confrontación y está dedicada a uno mismo”, según señaló el sensei Guillermo Pérez.
“No tiene competición, no hay medallas y compites contra ti mismo; (te enseña a) ser más humilde, a no tener tanto ego, esa es una gran diferencia con respecto a las demás actividades”, explicó el instructor español.
Es ideal que desde niños comiencen el ciclo del aprendizaje para adquirir una serie de valores que les serán útiles en su vida particular como la no violencia, el amor al prójimo. “Es un complemento ideal para cualquier persona que se quiera desconectar de su vida diaria”, comentó.
El sensei Pérez dejó claro esta situación, en las clases que dio el fin de semana dijo a todos los practicantes —entre niños y adultos— que no se debe “pelear”, sino que sirve para “defenderse” utilizando las técnicas para controlar al atacante.
“Es una manera de conocernos a nosotros mismos, conocer nuestro cuerpo y ver hasta dónde podemos llegar”, afirmó.
Señaló que dentro el “tapiz” (colchoneta donde se practica) debe haber mucho “respeto” y que si quieren buscar una pelea, debe ser fuera de ella, aunque la confrontación no es aprobada.
Culminado la evaluación, se clausuró el curso y Pérez prometió volver el próximo año.