La (pen)última camarilla
Si la camarilla ve afectados sus intereses particulares, la pelotita deja de entrar misteriosamente en el arco rival.
La camarilla es una vieja costumbre. En la época de los reyes, los cortesanos parieron ese antiguo hábito cuando los más próximos al monarca se reunían en una pequeña cámara cerca de las habitaciones del todo poderoso para complotar, para tramar, para cortar cabezas. Derrocado el rey, no dudaban en dar vivas al nuevo: cambiar todo para que nada cambie, excepto la camarilla.
En el diccionario de despropósitos del fútbol boliviano, la ce es la «c» de camarilla: dícese de un pequeño grupo de trabajadores (millonarios) que cree tener siempre la sartén por el mango, que cree estar por encima del escudo. Los “cortesanos” son poco proclives al trabajo (para el torneo local alcanza siempre la ley del mínimo esfuerzo). Y son muy aficionados al chantaje tanto a técnicos como a dirigentes e hinchas.
Si la camarilla ve afectados sus intereses particulares, la pelotita deja de entrar misteriosamente en el arco rival. Si los cabecillas por motivos deportivos dejan de ser titulares o son sustituidos, ídem. Si el ritmo de las prácticas sube en intensidad o aparecen las largas concentraciones, más de lo mismo. El (pen)último caso ha sido Always Ready y la patada en el culo/despido inaudito de Eduardo Villegas. Cambiar de técnico y sistema táctico con un nuevo entrenador que coloca de titulares a los “cortesanos” no es la mejor manera de afrontar la recta final de este torneo relámpago.
La camarilla no es de ahora, es tan vieja como la pelota pero su pequeño poder rosquero/simbólico/afectivo en estructuras ausentes como las de nuestro fútbol, la convierte en dañina y maligna, en parte del problema, en arista colateral de nuestro atraso. No cabe duda que hay camarillas benignas y necesarias, lo son cuando se persiguen objetivos de manera limpia y generosa apartando cuestiones personales y mezquinas.
Post-scriptum: el día que cada uno haga su trabajo en el fútbol boliviano, comenzaremos a ver el sol. Ese día el futbolista jugará/se cuidará y no hará el onceno; el entrenador planificará y no representará jugadores; el dirigente armará proyectos integrales y no soñará con prestigio social ni cargos rentados; el hincha alentará y no cambiará técnicos ni recibirá migajas de la dirigencia; y el periodista informará/opinará en libertad y conciencia sin callar ni prostituir su palabra. Ese día probablemente no llegue nunca.