La ‘guerra civil’ de The Strongest
GOLES SON AMORES
Uno: El club The Strongest está inmerso en un viaje sinsentido hacia la peor década de su historia, los años noventa. Aquellos fantasmas están hoy de regreso: técnicos de poca monta, dirigencias mediocres, jugadores sin garra y una larga travesía por el desierto (1993-2003) sin un título que llevarse a la boca. La situación que hoy vive el club de Achumani es peor aún: vacío de poder, falta de brújula y una hinchada dividida. El famoso adagio se cumple: el peor enemigo del Tigre es el Tigre mismo.
Dos: la barra de la curva sur y la hinchada de preferencia intercambian insultos durante largos minutos. Los gritos de “vendidos” son respondidos con epítetos racistas que van y vienen (“cholis”). Durante la práctica que sigue al “no-partido” contra Royal Pari –el enésimo ejemplo de la poca seriedad de nuestro fútbol-, los “fuera Crespo” arrecian desde la “prefe”. Mientras los jugadores entrenan, desde las gradas, bajan más agravios: “camarilleros”, “fracasados”. Las dianas preferidas de la rabia irracional son Vaca, Reynoso, Valverde, Marteli. Los únicos que se salvan son Castillo, Viscarra y la dupla española, Pastor y Mateos. Es la postal más fea, la que más entristece al pueblo stronguista. Cuando el equipo se retira y mira de frente a los que insultan, los ataques se transforman en un “Tigre, Tigre”.
Tres: en las puertas y baños de Preferencia, aparecen carteles con: “Fuera Crespo, Fuera Palenque. Elecciones ya. The Strongest se nos muere”. El Tigre, puntero en el torneo, vive preso de los intereses particulares, ajenos al club: todos los estamentos hacen alarde de fuerza para cuidar su pequeña parcela de poder. Cuando todos mandan, no manda nadie.
Cuatro: es necesario/urgente un alto el fuego para poner al club por encima de todo, para privilegiar el escudo y la camiseta, para hacer respetar la historia y la idiosincrasia. Para eso hace falta que los bandos en disputa cesen las hostilidades. El Tigre no se puede permitir una guerra de baja intensidad que dure hasta noviembre. Se necesita un pacto de caballeros.
Si los dos bandos en un abierto «guerracivilismo» stronguista, dicen amar al gualdinegro, la tregua es/será posible. De lo contrario, los insultos contra jugadores y dirigentes; las peleas entre hinchas; y la guerra sucia entre dos bandos nos devolverán a nuestra década más negra. Y a presenciar/padecer tardes tristes y feas como la del sábado.