El Tigre no tiene gol
Introducción: el Tigre se concentra en el torneo local para olvidar los sinsabores de la Libertadores. Oriente, también. Los verdolagas de “Platiní” necesitan los puntos para meterse entre los cuatro primeros. Díaz coloca un dibujo de 4-4-1-1 en el “Tahuichi” y Sánchez, un 4-2-3-1. Los gualdinegros juegan con Aponte y Ribera de laterales; Castillo y Jusino, de centrales; Wayar y Ursino, en el doble cinco; Esparza y Chura, por los costados; Amaral, de enganche; y Prost, de nueve. Un centenar de hinchas stronguistas alienta al equipo de sus amores, vaya donde vaya.
Nudo: el Tigre tiene/quiere la pelota. Es el Díaz ofensivo que la hinchada quiere ver; en contraposición al Díaz timorato que de rato en rato domina su ser. Cuando el técnico gualdinegro reacciona, los problemas en el lateral siguen ahí, como el dinosaurio. El experimento de Ribera (¿hace cuánto que no juega?) no funciona; el de Chura, a pie cambiado, tampoco. A pesar de ello, es un Tigre más intenso, más decidido a traerse los tres puntos. Los horrores en defensa tampoco desaparecen: un error de Castillo en salida trae una falta, un atajadón de Viscarra (de los muchos que va a tener toda la noche) y el gol de Oriente (del central Caire). Los refineros defienden en bloque bajo y salen como flechas ante un Tigre que retrocede mal. Amaral luce lento, pesado, sin ritmo. Y Esparza se borra otra vez. En el cuarto disparo al arco, aparece un gol de otro torneo: Amaral la clava en el ángulo. Aplaudo de pie.
Desenlace: la segunda parte es fotocopia idéntica de la primera. Ribera se queda en el vestuario para que Wayar se coloque como lateral (como en la Copa) y Saucedo haga pareja en el medio con Ursino. El Tigre tiene la pelota pero apenas crea peligro. A Prost no le llega una pelota decente (cuando tiene la única, la cruza hasta el río Piraí). No hay jugadores que rompen líneas, ni filtren pelotas, no hay volumen. A la hora, Oriente se queda con uno menos. Ni así, llegan las chances de gol. Cuando Amaral se lesiona (no puede jugar más de una hora y su peso comienza a preocupar), el Tigre pierde la esperanza y se mete en un ida y vuelta absurdo (con penal fallado de Oriente, de yapa). Los cambios no aportan y Reinoso vuelve a fallar a un metro del arquero. El gol es un dolor de cabeza.
Post-scriptum: el Tigre mostró su mejor rostro, el del coraje. La cara del buen fútbol y los goles siguen en el lado oscuro de la luna.