Marco van Basten fue Marco van Basten: «Vi un jugador caminando en el United, Ugarte, 50 millones. ¿Qué hace caminando? Es una idiotez, Ten Hag invirtió en jugadores que ni siquiera son buenos».
Antes de eso, el calvo y flemático técnico holandés llevó a un centrocampista de marca ya cercano a los 31 años como Casemiro por 76,76 U$S M. Obviamente el Real Madrid lo entregó envuelto en celofán y estuche de lujo. Casi al unísono hizo fichar al extremo brasileño Antony en 103,22 millones de dólares.
Ni el mismo Ten Hag lo ponía. Antony es impresentable en el máximo nivel. Su cotización se desplomó: actualmente es de 21,75 U$S M, pero nadie toca a la puerta por él. Rasmus Højlund, delantero centro danés que había hecho 10 golcitos en el Atalanta, llegó por 80,35 U$S M.
Apenas había convertido 5 veces en el Copenhague, 12 en el Sturm Graz y los mencionados 10 en el club italiano, pero Erik pensó que tenía a un nuevo fenómeno nórdico, como Haaland, y ordenó desembolsar esa montaña de millones. No suya, desde luego.
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En los dos años y tres meses que permaneció en el Manchester United, Erik ten Hag hizo contratar 21 jugadores por la suma de 714,25 millones de dólares. Sin contar los voluminosos salarios, claro. Comenzó bien Erik, pero el final de la película es que fue despedido por malos resultados.
Ganó, en ese lapso, una Copa Inglesa y una Copa de la Liga, que sabe a poco para un club acostumbrado a conquistas más gruesas.
En medio de todas las desatinadas decisiones, el United le extendió el contrato hasta junio de 2026. El cuadro de situación es el siguiente: hubo que pagarle una sustanciosa indemnización para poder echarlo, estimada en 19,4 millones, erogar otros 11,6 M U$S adicionales al Sporting de Lisboa para liberar a Rúben Amorim, quien será su nuevo entrenador y le queda todo ese ejército de obreros que llevó Ten Hag.
El holandés ha sido una tragedia económica. En lo deportivo, lo deja en el puesto 14, con escasas o nulas posibilidades de título. Liverpool, City y Arsenal van muy disparados y difícilmente le den la mínima chance de ganar la Premier League. Amorim, incluso, debería lograr una proeza para colocarlo en puestos de Champions. Dicho sea de paso, tampoco la está jugando en la actual temporada.
Ahora, el nuevo controlador del club de Old Trafford, el multimillonario británico Jim Ratcliffe, dueño de la empresa química INEOS, asumiendo “una política de austeridad”, decidió cortar el contrato de Alex Ferguson como leyenda y director de fútbol de la entidad, con lo que se ahorrará cerca de 4 millones de dólares anuales. En Inglaterra causó indignación.
Sir Alex conquistó 38 títulos con los Diablos Rojos y los llevó a la cima del mundo. Cuando llegó, en noviembre de 1986, el ManUtd tenía 80 empleados, cuando dejó su cargo de técnico y manager general llegaban a 800. Lo transformó en una corporación de alcance universal que facturaba centenares de millones.
Para empeorar el cuadro, el club manchesteriano se ve humillado por los gloriosos logros de su rival de patio, el City de Guardiola, antiguamente el vecino pobre que solía irse una y otra vez al descenso. Era como el Barcelona contra el Espanyol. Le ganaba siempre.
Pero la torta se dio vuelta. Desde el retiro de Ferguson, el United cosechó 6 títulos, aunque ninguna Premier ni tampoco Champions, en cambio el City se alzó con 21 coronas, entre ellas 7 ligas y una Copa de Europa.
La razón esencial de la honda decepción de sus hinchas en la última década es una sola: los pésimos fichajes. A enero de 2023, el club más popular de Inglaterra llevaba dilapidados 1.700 millones de dólares en fichajes tras el retiro de Ferguson del banco.
Ten Hag dijo en ese momento: «El club ha gastado una cantidad inimaginable en los últimos años en jugadores que no rindieron frutos. La mayoría de los fichajes han sido promedio. Pero en el United el promedio no es suficiente». Él le sumó 714 millones.
Este es el drama de los equipos que se van al tacho: las malas compras. Hay un aroma extraño en los pases que se realizan en estos tiempos. Jugadores que fracasan en uno o más clubes y siguen pasando en millonadas a otros.
Muchachos que no han hecho absolutamente nada, como Højlund, por los que se pagan 80 ó 100 kilos. Algo no huele bien. Y el que da el OK para ficharlos es el entrenador, en el caso que nos ocupa, Ten Hag, quien, por hacerlo mal, se embolsa una fortuna.
El Chelsea es otro escenario de estrepitosa política de refuerzos. Al comenzar este curso 2024-2025 el nuevo DT, el italiano Enzo Maresca tenía en el vestuario 42 futbolistas. Inmanejable. Y una docena más de nuevos elementos que la directiva norteamericana compra y deja cedidos en sus clubes de origen. Son pases en algunos casos inexplicables, carísimos, absurdos.
Como el de Enzo Fernández en 131,56 M U$S. A su favor hay que decir que aún es muy joven y que llegó envuelto en laureles: campeón en América, en Europa, con River, Benfica, Defensa y Justicia, campeón mundial con Argentina. Pero 131 millones es disparatado para un correcto volante, de buen manejo. Que eso es. Maresca ya lo sentó en los últimos partidos por su inexpresivo rendimiento. Y puede que Scaloni no tarde mucho en imitarlo en la Selección Argentina, donde no genera desequilibrio.
Varios años después, el FC Barcelona aún está tratando de salir de la quiebra virtual a la que lo sometió el expresidente Bartomeu cuando fichó una tripleta mortal: Coutinho (160,56 M U$S), Dembelé (160,56 M U$S) y Griezmann (130,50 M U$S). A esas cifras hay que agregarles las comisiones de los agentes, impuestos y contratos por cinco años, los que luego hay que abonarles religiosamente.
El cálculo es que al Barça le insumió, en total, cerca de 800 millones entre los tres. Luego recuperó alguito con las ventas, muy menores, claro. No hace falta decir que fueron un fiasco absoluto. Sin embargo, muchos se enriquecieron con esos traspasos. Coutinho tiene recién 32 años, pero hace al menos cinco que es un exjugador. Su valor de mercado, hoy, es de 8 millones de dólares.
Luego están esos jugadores tipo Jadon Sancho, Pogba y otros que van de un lado a otro por sumas siderales después de haber fracasado. Les va mal en un club y firman por otro en una enormidad de dinero. Y al año siguiente igual, hasta que ya no hay forma de “colocarlos”. Romelu Lukaku ha sido objeto de diez transferencias por valor de 401,50 millones en total. Y aún tiene 31 años, seguro habrá alguna más. Tiene una potencia descomunal y, aunque falla goles que son festejados bloopers, también anota. Suma casi 400 goles.
Los pases de 50 millones de dólares hoy ya ni son noticia en Europa. De esos se pueden hacer cantidades que nadie dirá nada, aunque resulten un fracaso. Hay una inflación en los valores unida a una desmesura y a manejos que no parecen claros. No existen las equivocaciones en este nivel de contrataciones, existen otras hierbas, menos inocentes. Sin ninguna duda debe haber retornos en traspasos ultramillonarios por jugadores que todos sabemos no los valen. ¿Cómo son esos retornos…? “Cómprame a fulano, vale 20 millones, pero pongamos 40, te devuelvo veinte por otro lado”. Hay gente que se encarga de todo.
Los ejemplos mencionados entran en nuestra categoría de “pases raros”. Todos sabemos qué son.