Tres momentos de la democracia boliviana
En estos 31 años se vivieron cambios en el modo de ser de la democracia dentro de tres periodos según el modelo económico: el capitalismo de Estado (UDP), la era neoliberal (MNR, MIR, ADN y otros) y un modelo mixto de los anteriores (MAS).
El jueves fue el 31 aniversario de la instauración de la democracia moderna en Bolivia. Pueden identificarse tres momentos desde el criterio del modelo económico: el de un capitalismo de Estado, con la Unidad Democrática y Popular (UDP); el inicio de la privatización con el Decreto Supremo 21060 que inaugura la etapa neoliberal, que dura 20 años (hasta 2005); y la etapa plurinacional de la democracia con un modelo mixto de los anteriores. En estas tres décadas y estos tres momentos, entre avances y retrocesos, hay una evolución que va de la democracia representativa hacia una participativa, como se notaba en este suplemento el 7 de octubre de 2012, cuando se decía que nada puede permanecer idéntico a sí mismo todo el tiempo y, por tanto, tampoco la democracia.
Así, la democracia es distinta entre sí en diferentes momentos del tiempo, incluso en periodos contemporáneos. De este modo, es posible decir que, en los últimos 30 años, no fue estática dentro de cada una de las tres etapas mencionadas arriba y propuesta por Horst Grebe (economista y director del Instituto Prisma) y también —aunque con algún matiz y otra nomenclatura— Antonio Aramayo (director de la Fundación Unir) y Omar Velásquez (coordinador de la Fundación Konrad Adenauer Stiftung, KAS).
Con el MNR del 52 rige una democracia muy distinta a la actual: la democracia popular (caracterizada por la participación y acción de las masas en las calles), la que incorporó como sujetos políticos a analfabetos y mujeres con el voto universal. La UDP (1982) fue el último reducto de este tipo de democracia. Este momento es caracterizado por Grebe como el de un capitalismo de Estado. Para Velásquez, fue el momento “más alto y deseable” de los principios democráticos. Su fracaso final, por la hiperinflación, obliga a que la primera experiencia de la democracia moderna se interrumpa y se adelante las elecciones un año antes del término del mandato constitucional.
Sorprendentemente, las elecciones de julio de 1985 son ganadas por el exdictador Hugo Banzer con el 32,8% de los votos. Sin embargo, en esos tiempos de la democracia pactada, para ser presidente no bastaba con ganar los comicios con mayoría relativa. De tal modo que en el Congreso se hace todo lo posible por impedir que el autor intelectual de desapariciones sistemáticas, torturas y diversos crímenes de lesa humanidad sea el primer mandatario, entonces se elige a Víctor Paz Estenssoro, que obtiene el 30,2% de los sufragios.
El capitalismo de Estado finaliza con el Decreto 21060 —promulgado a menos de dos meses de las elecciones— y comienza la era neoliberal, que en cuanto a democracia se caracterizará por un progresivo alejamiento del Estado y la ciudadanía.
Luego, en 1989, son las siguientes elecciones. Es elegido por pactos en el Congreso Nacional Jaime Paz Zamora, quien había obtenido el tercer lugar. Con el eufemismo del “triple empate”, la democracia pactada hace realidad la máxima que dice “los últimos serán los primeros”, quedando una mancha en la democracia.
En 1990 se da un paso hacia la inclusión democrática de los pueblos indígenas de tierras bajas. La Marcha por el Territorio y la Dignidad, ejercida por indígenas del Beni, presiona a Paz Zamora, quien no tiene otra opción que comenzar la democratización de la tierra —proceso que aún no termina— con la declaración de los territorios indígenas.
Posteriormente, viene el primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, en el que da un avance hacia el proceso de la descentralización que luego desembocará en las autonomías constitucionalizadas en 2009. El aporte de aquél fue la Ley de Participación Popular.
“La Ley de Participación Popular nos ha permitido que el Estado pueda llegar al territorio nacional, cosa que luego fue profundizada con los gobiernos autonómicos en diferente niveles, esto ha permitido acercar a la ciudadanía al Estado”, rescata Aramayo.
El 1 de junio de 1997 se realiza la cuarta elección de la democracia moderna con un hecho para el olvido, pues en el Congreso se elige como presidente a Banzer, gracias a los votos del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR).
El desmoronamiento del sistema de partidos vigente comenzaría a colapsar en esa gestión. Entre otros episodios relacionados a la debacle está la “guerra del agua” en Cochabamba, que fue el inicio de la democratización de los servicios públicos.
Después de las elecciones del 30 de junio de 2002, el Congreso elige como presidente a Gonzalo Sánchez de Lozada. Lo notable de esos comicios fue la irrupción del Movimiento Al Socialismo (MAS) en el Congreso como segunda fuerza política del país, como nunca se veían en el hemiciclo indígenas pijchando coca, algo hoy cotidiano.
2003 es el inicio del ocaso del anterior sistema de partidos. Primero, fue “febrero negro” (el anuncio del impuestazo), y luego, en octubre, la “guerra del gas”. Sánchez de Lozada renuncia y le sucede Carlos Mesa. Se enarbola una serie de consignas que se agrupan en la Agenda de Octubre, una de ellas pide una Asamblea Constituyente, precisamente, para democratizar el sistema político. En este contexto crecen sectores sociales corporativos de capacidad efectiva de movilización, mientras que los partidos políticos se debilitan y deslegitiman gradualmente.
El 18 de julio de 2004 se realiza el referendo por el gas, siendo éste el primer ejercicio de democracia participativa de la era democrática moderna.
En 2005, Evo Morales gana las elecciones por mayoría absoluta rescatando en su propuesta —con buen olfato político— la Agenda de Octubre. También se elige por primera vez a los prefectos de los nueve departamentos, anteriormente esto era prerrogativa del presidente. Se inicia el tercer periodo que en cuanto al modelo económico, Grebe califica como una mezcla de los anteriores.
El 6 de agosto de 2006, se instala la Asamblea Constituyente, cuyo producto es aprobado en 2008 en Oruro después de una convulsión social en Sucre, sede original del proceso constituyente. Este texto luego es modificado en el Congreso Nacional y aprobado por otro acto de democracia directa, el referendo constitucional de 2009. Un año antes, en agosto de 2008, tiene lugar la segunda votación del tiempo de la democracia participativa con el referendo revocatorio.
La nueva Constitución amplía a la democracia representativa con la participativa y la comunitaria. Asimismo, los partidos políticos cada vez aún siguen débiles, en una reconfiguración que da un rol importante a las organizaciones sociales y a las agrupaciones ciudadanas.