Bolivia y China ante el desafío del trato igualitario
“Todo viene de China”, hasta algunas cosas tradicionales bolivianas, se bromea. Pero no está lejos de ser cierto: el gigante asiático hoy es la segunda fuente de las importaciones bolivianas, y es el noveno país destino de nuestras exportaciones (minerales en su mayoría).
La Cancillería del Estado confirmó que esta semana, en Fortaleza, Brasil, se reunirán los presidentes de Bolivia, Evo Morales, y de China, Xi Jinping. Fue el propio Mandatario chino quien hace solo dos semanas y media (el 25 de junio) invitó a Morales a una reunión bilateral en la ciudad brasileña en ocasión de la sexta cumbre de los llamados ‘países emergentes’, miembros del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
“Nos ha invitado, yo estoy sorprendido; quiero decirles, informarles: sorpresivamente llega desde China una invitación al presidente Evo de Bolivia para una reunión bilateral”, confesó su sorpresa entonces el Mandatario boliviano.
Para Morales, la invitación es significativa porque refleja la importancia que ahora tendría el país en el ámbito internacional: “Ahora somos referencia, nos invitan, nos convocan, antes no había eso, eso es gracias a la lucha del pueblo boliviano”.
El Gobierno mantiene en reserva la agenda de la reunión, pero dada la importancia de la presencia china hoy en Bolivia (es el segundo país del origen de las importaciones bolivianas) con seguridad no es poco lo que deberán tratar ambos presidentes.
A fines de junio, la Fundación Friedrich Ebert (FES) llevó a cabo el Conversatorio Internacional “América Latina y China: ¿cooperación Sur-Sur o ‘Consenso de Beijing’” para analizar la actual relación entre los países de la región (Sudamérica) y China, el caso de Bolivia en particular. A propósito de la reunión de los presidentes en Brasil, Animal Político le ofrece algunos elementos de reflexión que surgieron en dicho conversatorio sobre la compleja relación con el “gigante asiático”.
Por ahora, con China lo primero es el intercambio comercial; la economía antes que la política. Al respecto, es significativo que en 2013 China haya llegado a ocupar el segundo lugar, después de Brasil, como país proveedor de las importaciones bolivianas: mientras que de Brasil se importó bienes por un valor de 1.591 millones de dólares, de China se hizo lo mismo por 1.251 millones de dólares (Informe de Milenio sobre la Economía, gestión 2013, sobre la base de datos del Instituto Nacional de Estadística, INE).
Ante el país, China se puso sobre Estados Unidos (1.168 millones) y Argentina (1.006 millones). Esto mientras el país exporta a China bienes por un valor de 313 millones de dólares (ocupando el asiático el noveno lugar de países de destino de la producción boliviana). China, a no olvidarlo, cuenta con la mayor población del mundo: 1.361 millones de habitantes hasta fines de 2013.
Para el año pasado, según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) el déficit de la balanza comercial con China (lo que el país importa menos lo que exporta) llegó a 938 millones de dólares, cerca de 1.000 millones. El Boletín electrónico N° 300 del IBCE, publicado el 7 de julio, revela que en cinco meses, de enero a mayo de 2014, dicho déficit o saldo comercial con China ya llegó a 475 millones de dólares.
Un dato ilustrativo de cómo la relación con China cada vez se hace más compleja es que mientras en 2011 Bolivia le vendió 66 productos, en 2013 esta cifra subió a 104; y, del lado de las importaciones, si en 2011 se compró del gigante asiático 3.922 diferentes tipos de bienes, en 2013 este volumen trepó a 4.832.
Como señaló la socióloga María Teresa Zegada en el conversatorio del FES, “en 14 años (de 2000 a 2014) ha crecido casi 20 veces el valor de las importaciones bolivianas de China, se ha pasado de 70 a 1.251 millones de dólares”.
ECONOMÍA. En el mismo debate, uno de los expositores, el economista argentino Ariel Slipak afirmó que el crecimiento de la economía china para América Latina (como para otras regiones) significó la llamada “reprimarización” de las economías, esto es, que la mayor parte de la producción para atender al mercado del gigante asiático está volviendo a la dinámica de ser países principalmente proveedores de materias primas o derivados de recursos naturales.
En el caso de Bolivia, es significativo encontrar que de los productos que se exportan a China, de los diez primeros, nueve son minerales, y que sólo estos diez significan el 93% de dicha exportación. (Ver gráfico)
En cuanto a los productos importados de China, como se ve, entre los diez primeros tipos de bienes están las motocicletas, máquinas de perforación, teléfonos celulares, herbicidas, vehículos, equipos portátiles de procesamiento de datos, entre otros. Y es que, como hizo notar Slipak, hay la coincidencia entre los expertos de que China ya es el principal “productor de bienes de alto contenido tecnológico; ya no son baratijas”.
En medio de esta relación comercial, sin embargo, Zegada (que pronto entregará una investigación respecto del tema), propone otro revelador modo de nexo entre Bolivia y China: el despegue de la relación entre cierto “empresariado popular” boliviano y una suerte de par chino.
Una cifra que da la medida del interés boliviano por China, afirma, es que si en 2012 se contabilizaban 600 empresarios importadores, en 2014 esa cifra se había incrementado a 3.000, un 500% de crecimiento de bolivianos interesados en concretar negocios con sus pares asiáticos.
“Lo que ha facilitado la exportación a la China es el reforzamiento de los sectores más bien tradicionales: mineros, el Estado, la agroindustria; en cambio, en términos de importación, el gran despegue de la economía se ha dado en el denominado empresariado popular, la ‘globalización desde abajo’, sectores económicos que han potenciado su economía a fines de los 90”.
El tema, destaca la socióloga, es que China ofrece a estos comerciantes muchas ventajas comparativas en relación con otros países: se impulsa, por ejemplo, una política para facilitar el acceso migratorio a pequeños comerciantes; las embajadas chinas emiten visas en plazos cortos, alivian los trámites burocráticos para licencias de exportación, pero además, y principalmente, los comerciantes bolivianos “han encontrado en los productores chinos una asombrosa estrategia de adaptarse a las necesidades de los comerciantes bolivianos, de generar productos a la medida de su demanda que, a su vez, responde a la demanda de los consumidores locales (bolivianos)”.
Se ha establecido, incluso, una suerte de alianza entre comerciantes bolivianos y productores chinos por el similar rasgo social y cultural de ser parte ambos de “consorcios familiares”, de un parecido origen rural, de operar en una relativa informalidad, al margen de ciertas formalidades del comercio internacional.
“Se han creado alianzas de bolivianos con sus pares chinos; existen en la China no solo los grandes empresarios o grandes fabricantes, sino consorcios familiares que ofrecen a los comerciantes populares imitaciones de grandes marcas a precios infinitamente inferiores a los originales (…), que se especializan en la producción de productos específicos, pero con la flexibilidad para adaptar rápidamente el diseño de la demanda”, destaca la socióloga Zegada.
Ya en el país, un hecho peculiar es que la relación con China se ha convertido en un signo de distinción. En la fiesta del Gran Poder, por ejemplo, se ostenta como una forma de prestigio el uso de telas y adornos y todo tipo de materiales chinos. “Nosotros somos diferentes de las otras fraternidades porque nuestros bailarines tienen tela de la China”, fue la respuesta de uno de estos comerciantes populares, relata la socióloga.
POLÍTICA. En lo relativo a la relación política con China, no deja de ser significativo que en ocho años de presidencia de Evo Morales, el Mandatario boliviano hizo tres visitas oficiales al país asiático, en enero de 2006, agosto de 2011 y diciembre de 2013. En esta última, el Jefe del Estado presenció el lanzamiento del satélite de comunicaciones Túpac Katari.
En esa ocasión La Razón desde Beijing informaba que el presidente Morales se había reunido con el mandatario chino Xi Jinping durante tres horas, una “excepción” según el protocolo del Gobierno chino, cuando habitualmente el presidente Xi dedica a sus visitantes media hora o una hora cuando más.
“El Presidente me ha recibido por tres horas. Hablamos como amigos que somos, con mucha confianza. Como hermanos hemos hablado”, dijo Morales tras la reunión con Xi.
En su Memoria Institucional 2006-2013, la Cancillería, al recordar la visita a Bolivia de Hui Liangyu, viceprimer ministro de China, destaca sus palabras respecto a Bolivia: “Contamos con una política amistosa, frecuentes contactos de alto nivel, así como la confianza mutua, lo que conforma las buenas condiciones para la cooperación bilateral, buenos amigos y socios”.
Este es, precisamente el punto de discusión que plantearon, en el conversatorio del FES, el economista profesor universitario argentino, Ariel Slipak, y el exembajador de Bolivia en la República Popular China, Fernando Rodríguez: ¿Con todo su desarrollo económico, político y militar, China cómo actúa frente a los demás países, especialmente con los latinoamericanos? o, en términos del docente argentino: ¿con China hay una efectiva cooperación Sur-Sur o, por el contrario, haciendo un paralelo con el “Consenso de Washington” (que impulsó las reformas neoliberales en la región), ahora más bien hay que hablar de un “Consenso de Beijing”, en el sentido de que el desarrollo ahora es la relación, ciertamente subordinada, con China?
China, apunta Slipak, “es la segunda economía del planeta detrás de Estados Unidos, el primer prestamista de la Reserva Federal estadounidense, el principal productor mundial de manufacturas y el quinto emisor global de inversión extranjera directa (IED). No es menos importante agregar que las altas tasas de crecimiento económico han ubicado también al país asiático como el primer consumidor global de energía eléctrica y el segundo de petróleo”. China, además, tiene un asiento en el Consejo Permanente de Seguridad, el más importante de lejos, de las Naciones Unidas.
Para el economista argentino, China tiene una “actitud dual”: cuando se reúne con las grandes potencias, Alemania o Estados Unidos, “asume que tiene una importancia creciente en el orden global”, pero en los foros como el del Grupo 77+China, “ejerce una estrategia de presentarse como un país en vías de desarrollo, simétrico con Bolivia, simétrico con Colombia, simétrico con Argentina o Venezuela y (dice) vamos a establecer relaciones de mutuo beneficio y mutua cooperación”.
Propiamente hablando, insiste Slipak, China no acoge para sí la noción de cooperación Sur-Sur, este más un término latinoamericano o de países que ciertamente se ubican en la “periferia” del mundo.
“Lo que yo sostengo es que estas relaciones no son simétricas con respecto a los países de América del Sur; en la mayoría de los casos, como con Argentina o Brasil, Colombia o Chile, los vínculos comerciales (con China) están siendo beneficiosos para las mismas élites tradicionales que se beneficiaban con la relación con las potencias tradicionales (Estados Unidos, Gran Bretaña)”.
“En general, las relaciones de China con la región vienen siendo de un bilateralismo que implica no reconocer el carácter que tiene China de gran potencia a nivel global, y que esto de presentarse como un país en vías de desarrollo, simétrico y hermano nuestro, implica una gran hipocresía comercial; no es que se quiera demonizar al Gobierno chino por querer abastecerse de hidrocarburos o querer una mejor calidad de vida para su población, pero sí lo que planteo es que establecer que las relaciones son de cooperación y de mutuo beneficio constituye una hipocresía internacional”.
Para el exembajador de Bolivia en China Fernando Rodríguez, en cambio, en primer lugar hay que partir de reconocer que China tiene la peculiar capacidad de adaptación a lo que plantean las naciones con las que tiene relaciones; “no es que tenga 193 discursos (países del mundo); sino que tiene la capacidad de seducirlos, pues plantea los cinco principios de las relaciones internacionales, la no injerencia en asuntos internos como principio; esto le lleva a no cuestionar ninguna forma de organización política, democrática o tipo de política económica; China es muy respetuosa de cualquier tipo de régimen político y económico”, destaca.
Es cierto, dice Rodríguez, en la cooperación internacional que plantea China, siempre está el interés suyo en algo. Para ellos, “cooperación es hacer un buen negocio: yo te coopero bajándote los costos, bajándote los intereses del crédito, generándote productos de mayor calidad pero a bajos precios”, reseña Rodríguez.
El mayor problema que tiene, al menos, Bolivia con China, señala el diplomático, es que el país no ha logrado formular proyectos estratégicos con el “gigante asiático”, que es lo que además quisiera China.
“En algunos sectores del Ejecutivo, hoy se plantean relaciones que están más acá de lo que podrían ser los acuerdos entre los dos Estados. No se pueden plantear proyectos pequeños que impliquen simplemente la relación de x ministerio de Bolivia con x ministerio de China; ése no es el mejor camino para entablar el estilo de relaciones que nos plantea China; con China hay que entrar a lo grande, proyectos estratégicos, eso es lo que busca China; este relacionamiento de empresas estatales, ministerios, plantea un estilo de relación que no le gusta a China, definitivamente”, concluye el diplomático.