El hombre desbordado por su imagen
Más allá de la política y de la ideología, Ernesto Che Guevara marca tendencia en el arte y otros ámbitos.
Desde hace 50 años, entonces con mayor intensidad, su figura recorre el mundo estampada en poleras, gorras, banderas y mochilas; se han hecho tatuajes y grafitis, mientras que su nombre también se repite en canciones, versos y se han escrito libros sobre su obra e ideología. Luego de una vida como revolucionario que fue segada por el Ejército boliviano hace medio siglo, Ernesto Che Guevara no solo es parte de la historia, sino que también es símbolo, leyenda, comercio y marketing.
La cineasta Verónica Córdova y el publicista Martín Díaz Meave analizan esa faceta de su legado y coinciden en que la imagen del Che rebasó a la del hombre, político e ideólogo para quedarse en un ícono sin contenido y presa de la moda.
Córdova, productora y guionista del filme Di buen día papá —“una historia de la historia” que se desarrolla en Vallegrande, donde cayó el Che—, lamenta que se haya banalizado el legado del guerrillero; sin embargo, no descarta que se pueda resignificar o rescatar la esencia de lo que fue el Che y su pensamiento político e ideológico para que su legado “vaya más allá de la figurita que recorre el mundo en objetos que reflejan una forma de pensar diferente a la que pensaba (Guevara)”.
“Mucha de la herencia, digamos intelectual, es poco conocida, por eso es bueno que se la aborde desde el ámbito académico y en seminarios en los que se analicen, no se copien, sus postulados, como son el hombre nuevo, la revolución, su visión de la economía, el trabajo y la lucha”, reflexiona la cineasta.
También propone que el arte pueda abrir puertas para rescatar el legado más allá de la imagen, por eso recomienda no dejar en mano de grandes productoras en el caso del cine, ni en las de las editoriales internacionales, en el de los libros, para impulsar visiones propias desde América Latina.
Meave es categórico al separar al Che de su imagen, dice que son cosas distintas porque esta última sucumbió al marketing y a la moda, sin mirar al hombre y sus ideales, más allá de que la sociedad esté o no de acuerdo con sus principios o si ve puntos oscuros en su paso por la vida.
Ya en 2007, cuando se recordaron los 40 años de su muerte en Bolivia, el fotógrafo Patricio Crooker advertía que la imagen del Che, principalmente la que inmortalizó Alberto Korda, es “una de las marcas más conocidas en el mundo, como Coca-Cola, Mc Donald’s o IBM”, así daba una explicación a su obra Yo maté al Che, que ese año presentó al Premio de Arte Huari.
Cejas gruesas, barba espesa, ojos grandes y mirada profunda son parte de esa imagen, que como el rostro del legendario Guy Fawkes desafía al tiempo.
El 5 de noviembre de 1605 Fawkes fue capturado mientras trataba de atentar contra el rey Jacobo I de Inglaterra. Su misión fracasó, pero su leyenda ha pervivido a través de su rostro (integrado al del Che en la imagen de la izquierda) que durante siglos fue imitado; la organización Anonymous adoptó la máscara que emula su cara para presentarse en sociedad, principalmente internet.
La imagen del Che que quedó inmortalizada en la fotografía que Korda tomó en 1960, en el malecón de La Habana, hoy es adherida a miles de productos, tapas de discos, libros, afiches y otros que recorren el mundo.
En 2000, la hija del Che Guevara, Aleida Guevara March, dijo a la agencia AFP que el uso de la imagen de su padre “no es moda. El sistema capitalista vive explotando la imagen, todo es un negocio. Cuando aparece en una botella de cerveza es una falta de respeto brutal, contra eso vamos a luchar, pero dignamente, no para que nos den dinero por explotar la figura de mi papá, sino para que no la manipulen”.
Diego Maradona siempre apostando a la rebeldía, con un habano en la boca y el rostro de Guevara tatuado en su brazo derecho.
En la misma entrevista, Aleida Guevara aclaró que “la imagen del Che es universal, no le pertenece a nadie; pero, como vivimos en este mundo de leyes, hay que hacerlas cumplir; y, en este caso, le pertenece a sus hijos, quienes dimos el poder al Centro de Estudios para controlar la situación”.
Y no son pocos los artistas que apelaron al Che para respaldar su obra, el cantante inglés David Bowie puso la foto del guerrillero muerto, como ilustración de su disco Lodger, publicado al final de los 70. En la portada de American Life, Madonna, la reina del pop, salió vestida con un atuendo y una boina militares, imitando al Che Guevara, en crítica a la política de Estados Unidos en el mundo, durante esa época.
La historia del revolucionario también es atractiva para el cine, se rodaron películas que tienen como personaje central al Che y que recaudan, como cualquier otro filme, millones. Es el caso de Diarios de Motocicleta, del brasileño Walter Salles, y que se basa en los diarios del viaje que realizó el Che por América del Sur; en los primeros 10 años de este siglo fue la película en español más vista en Estados Unidos. Otra, menos publicitada es Camisa blanca, en la que Terence Malick muestra los últimos años de la vida de Guevara. Fueron necesarios poco más de 30 millones de dólares para las producciones de Steven Soderberg Che: Argentino y Che: Guerrillero, con Benicio del Toro, que se filmó en Bolivia con actores y producción nacional.
Sin embargo, para quienes crean que la figura del Che la llevan los rebeldes, hippies o rockeros, se sorprenderán al ver la foto de la exmodelo brasileña Gisele Bundchen —que fue una de las más cotizadas del mundo, exestrella de Victoria Secret (marca de ropa interior para mujer)— desfilando por la pasarela del Fashion week de Sao Paulo de 2002 luciendo un bikini con la imagen del Che estampada en colores pastel.
Una escena promocional de la película ‘Di buen día papá’, historias en Vallegrande, con el guerrillero de telón de fondo.
El Che, imagen y semejanza
Está en un trapo del cuadro de Banfield, el equipo de la zona sur porteña, al igual que en uno de las Brigadas Amarillas del Cádiz FC. Lo lleva tatuado Maradona en un brazo y Mike Tyson en el abdomen. En 2014 un laboratorio cubano presentó el agua de colonia Che Guevara, “fragancia cítrica refrescante con un toque de madera y talco”. El Gobierno de la isla prohibió la fabricación, aduciendo que “los símbolos ayer, hoy y siempre son sagrados”.
¿Sagrados? Sí, como su altar en La Higuera, que durante un tiempo fue parte de un ciclo: sus admiradores levantaban el busto y los militares lo derribaban, solo para al otro día hallar el busto de concreto nuevamente de pie y volver a derribarlo. Pero si uno quiere pedirle favores al alma del Che, puede adquirir las estampitas en el pueblo, donde —desde luego— el cura no avala sus poderes ni quiere saber de los milagros del guerrillero comunista.
¿Comunista? Más o menos. Sería un error pensar que todo aquel que se enfunda la imagen del Che sigue su ideología: hoy el recuerdo de Ernesto Guevara de la Serna, guerrillero, está disociado de la leyenda y mito del Che, cuya representación puede connotar a veces rebeldía, a veces romanticismo, otras veces nostalgia. Mientras la icónica foto de Alberto Korda se reprodujo para ilustrar las luchas del 68 en París estaba todo bien, pero cuando llegaron los 90 y el Che se convirtió en la imagen de marca de vodka, tabaco y cerveza, su autor comenzó una lucha a destiempo por recuperar los derechos de autor de su famosa foto. Es que un ícono tan fuerte, que se vende por sí mismo para dar un significado tan arbitrario, no podía ser ignorado por el marketing. Al final, la misma cámara Leica con la que Korda tomó la instantánea terminó siendo subastada el año pasado por su hijo en 18.000 euros (unos 21.100 dólares). A estas alturas, una cosa es el Che y otra es su imagen.
- Martín Díaz Meave es publicista.