El Mas se cohesiona, ¿cómo favorece a Arce?
El presidente Luis Arce y el MAS tendrían que convertir lo que dejó la marcha en acciones concretas de gestión pública.
El punto sobre la i
En verdad, la concentración en la plaza San Francisco y alrededores el 29 de noviembre, culminando la denominada Marcha por la Patria, debe ser, como dice el comunicador y politólogo Manuel Mercado, una de las más numerosas de los últimos 10 años. Sin embargo, hasta que no se pruebe de alguna forma el millón y medio de personas que se habría reunido, según el ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB), Juan Carlos Huarachi, será un dato todavía incierto; pero, al margen de la cifra, lo que más valora Mercado es la capacidad que tuvo el “bloque nacional-popular” (que no se reduce al Movimiento Al Socialismo, MAS, insiste) de aglutinar a los sectores más diversos. “Es algo que no tiene que pasar desapercibido”, porque si hasta hace poco se hablaba mucho de las fisuras o fracturas en ese bloque, “hoy vemos que esas fracturas o no eran tan profundas o se están cerrando”, señaló Mercado en una entrevista junto a la socióloga Luciana Jáuregui en el programa por streaming de La Razón Piedra, papel y tinta, del martes 30 de noviembre. “Vemos al Pacto de Unidad, junto a la COB, indígenas, al propio Instrumento Político y sectores urbanos” reunidos, ilustró Mercado la diversidad del MAS.
Para la socióloga Jáuregui, una de las finalidades no menores de la marcha ha sido establecer unas mínimas condiciones de gobernabilidad para el Gobierno nacional. “Materializar la fuerza electoral del gobierno de Luis Arce (el 55,1%), generar un escenario de gobernabilidad mínima para que pueda desempeñar sus funciones, frente a las amenazas de las oposiciones más radicales”, destacó la investigadora.
Calles. El MAS, coincidieron los analistas, necesitaba “recuperar las calles”, escenario que le habían arrebatado las oposiciones políticas, cívicas y de otros sectores, por lo menos desde 2019.
“Con esta marcha, el MAS recupera las calles, la marcha, la movilización, recupera la capacidad de convocatoria, y masiva”, señaló a este suplemento el politólogo Marcelo Silva.
Y he aquí el mayor reto que tiene el MAS tras la masiva marcha y concentración de la semana pasada, añadió Silva, y es el desafío de convertir esta muestra de unidad y cohesión que mostró en factores positivos para la gestión pública de su gobierno.
Ahora, si bien la Marcha por la Patria mostró capacidad de cohesión entre sectores, como apuntó Mercado en anteriores líneas, el otro problema, añadió Silva, es la cohesión y articulación, buena coordinación entre el trípode gobierno-partido-movimientos sociales, la mecánica básica de funcionamiento del MAS.
Hasta hace algunos meses parecía que estas instancias definitivamente no coordinaban.
Aquí hay un hecho clave que destacó Silva: que antes, cuando Evo Morales era presidente, esta articulación no era tanto problema, pues “Evo Morales capturaba las tres cosas, él era el Presidente, él era el jefe del partido y además era el líder nato de las organizaciones sociales”; ahora no hay ese escenario de coordinación.
Esta es la otra importancia de la marcha: al parecer es la forma de articular al gobierno, al partido y a las organizaciones sociales. Y al parecer también aquí Evo Morales puede cumplir un rol central: ser el articulador, el mediador entre esos tres ámbitos (gobierno, partido y organizaciones). Esto es una necesidad ya no solo del MAS, sino del propio país, insistió el politólogo: de cómo el actual partido en el poder logra hacerse eficiente en la gestión pública sobre la base de una productiva coordinación entre la burocracia, el partido político y los movimientos sociales.
Si el MAS logró este desafío, aseveró Silva, se verá “en el ámbito de la gestión, porque esta estructura de poder político tiene que transmitirse al ámbito de la gestión; veremos si el gobierno de Luis Arce, ahora aparentemente fortalecido, es capaz de transformar ese poder político, esa estructura de unidad en políticas públicas, en determinaciones gubernamentales”.
Ahora, si la marcha ha hecho ver cómo está la cohesión entre sectores sociales, la cohesión y coordinación entre el trípode gobierno-partido-organizaciones, también debería resolver la cohesión deseable entre tendencias políticas, de liderazgos, al interior del MAS, insistieron Mercado y Jáuregui.
MOVILIZACIONES. El lunes 29 de noviembre, en realidad hubo dos grandes marchas: la más numerosa, que venía de Caracollo (Oruro) y era encabezada por Evo Morales, y la que partió de la Cumbre del camino a los Yungas de La Paz.
Tendencias. La marcha, provocó la socióloga Jáuregui, también se la puede ver como el nuevo mecanismo de articulación, de juego, entre las tres mayores tendencias políticas hoy en el MAS: las alas lideradas por Evo Morales, David Choquehuanca y Luis Arce.
“De algún modo se ha encontrado un nuevo mecanismo de gestión de lo político al interior del MAS, que antes recaía en el liderazgo de Evo Morales, ahora no es menos cierto que sigue siendo importante, pero da la impresión de que se está construyendo una suerte de trípode, en el que el liderazgo de Choquehuanca, de Arce y de Evo se articulan a través de sus bloques sociales. El bloque de Choquehuanca, que tiene una base más campesina de Los Andes; el de Morales, que cuenta con una base cocalera fundamentalmente; y la burocracia, con Luis Arce”, describió Jáuregui la otra compleja articulación a lograr.
Luego, otro problema de la marcha es su señal “hacia afuera”, lo que puede significar para el resto, tanto de los sectores sociales como de los partidos.
Desde una perspectiva más bien crítica, la socióloga cochabambina María Teresa Zegada observó que la Marcha por la Patria, con toda la legitimidad que pueda tener, “lamentablemente se ha visto contaminada” por la mezcla y confusión en que ha caído entre los intereses partidarios (de reorganización, posicionamiento, etc.) y los intereses propiamente estatales, entre el interés partidario y el interés público.
Esta mezcla o superposición de lo estatal con lo partidario antes que un beneficio para el MAS redundará en un perjuicio, apuntó Zegada: la dinámica de organización de su base social, por ejemplo, no es autónoma, netamente partidaria, sino más bien está contaminada por el poder desde el Estado.
Aquí, Mercado llamó la atención sobre una suerte de reposicionamiento del MAS. “La señal externa que envía esta marcha no es ‘somos mayoría’ [eso lo dice el propio 55,1%], sino que dice ‘estamos movilizados’, esto es lo que la marcha le dice al país; cosa que no podía decir, por ejemplo, en 2019, cuando te encontrabas a un bloque nacional-popular desmovilizado, desmoralizado, que no tenía el control y presencia en las calles”.
Para la socióloga Jáuregui, hacia lo externo, la marcha también muestra la posibilidad del MAS de replantear su proyecto político, de “irradiarse” hacia las clases medias.
“La pregunta es de qué forma la marcha impacta entre las clases medias, porque las clases medias es donde se juega el verdadero terreno de la lucha política, y aquí el desafío del MAS está en transitar del momento de la fuerza al momento de lo político, y esto quiere decir que no se trata solamente de ocupar el espacio físico, el centro físico (de la ciudad), sino de ocupar el centro político, y esto necesariamente tiene que pasar por la reactualización de su proyecto político, por el acercamiento a las clases medias; la contundencia de la marcha no tiene que significar una clausura para el MAS, al contrario, tiene que convertirse en un nuevo momento para pensar cómo se puede irradiar el MAS hacia los sectores medios”, verdaderamente provocó Jáuregui.
Para Mercado, es un problema de ubicación ya no solo del MAS sino del sistema político en general. “Todo el sistema político está rezagado respecto a una nueva realidad cultural, social y económica”
Desafío. El MAS, en particular, dijo el comunicador, “no está pudiendo entender cuáles son los nuevos vectores sobre los cuales se está moviendo la sociedad que el mismo MAS ha ayudado a generar [la bonanza de 14 años]: el reto del MAS es leer a esta nueva sociedad”.
En cuanto al futuro de la marcha, en el curso de la misma Marcha por la Patria, entre los marchistas, contó Evo Morales, surgió la idea de marchar lo mismo a Sucre para reclamar y apurar la aplicación de la justicia en los casos de las muertes y represión durante el gobierno de Jeanine Áñez.
Al respecto, tanto Silva como Zegada ven la peor perspectiva si es que el MAS empieza a abusar del recurso marcha. “Está bien eso de haber recuperado la calle, pero puede ser contraproducente hacer una constante de ello (la permanente marcha), una calistenia”, cuestionó el politólogo; peor por la época que se vive, cuando la gente está pensando ya en otras cosas “de fin de año”, aseveró.
De persistir en marchas para cualquier demanda, como es el caso de ir a Sucre a exigir celeridad, afirmó Zegada, es el camino al desgaste, no solo del partido sino de la sociedad misma, después de haber superado la crisis de 2019 y 2020. “El país quiere estabilidad política para poder enfocarse en los verdaderos problemas que está enfrentando la gente. Todo esto no deja de resonar como polarización política, cuando realmente se necesitan otras respuestas desde el poder público”.
Ya en una perspectiva más del MAS y del bloque nacional-popular, Mercado cuestionó: está bien que se haya logrado una masiva marcha, conseguido una mejor cohesión en los distintos niveles descritos, pero ahora ¿qué debe venir?
“Y la pregunta que hoy viene es: ¿y ahora qué? Porque no puedes reunir a más de medio millón de personas, generar una marcha de siete días que recupera la épica del proceso de cambio, de movimientos, organizaciones, sectores, regiones que han llegado desde diferentes lugares del país, para decirles, ‘bueno, gracias por la visita, nos vemos en las siguientes elecciones’. Tiene que condensarse esto en un hecho político que vaya más allá de la simple demostración de fuerza”, sentenció Mercado.
(*)Iván Bustillos Z. es periodista de La Razón