Democracia en tiempos de crisis
Reseña del nuevo libro del sociólogo cochabambino Fernando Mayorga, ‘Transiciones’.
DIBUJO LIBRE
La interpretación de la crisis política de 2019 es hasta ahora una querella política y académica por definir las coordenadas, los sujetos y los objetos de disputa del campo político. Sobre todo porque la lucha se definió en torno al sentido de una palabra: democracia. Escudriñar esta coyuntura no puede quedarse en una lectura epidérmica, hace falta descifrar ese momento decisivo en que la lucha política se libró por articular o desarticular el significado de la democracia.
Fernando Mayorga tuvo la agudeza intelectual de leer las coordenadas reales de la lucha política y de redefinir los términos del debate en este contexto de incertidumbre y desconcierto generalizado. El libro Transiciones reúne una serie de ensayos que se elaboraron desde el golpe de Estado de 2019 hasta la recomposición del campo político tras las elecciones nacionales y subnacionales de 2020 y 2021. Si bien cada uno de ellos puede leerse por separado, aluden a una línea de tiempo común conformada por tres momentos: la reconstitución del bloque oligárquico señorial, la recuperación de la iniciativa política y reorganización del MAS-IPSP y, finalmente, el desemboque de las relaciones de fuerza tras el retorno del MAS-IPSP al gobierno un año después. Su aporte fundamental está en reconstruir los términos en que se libró la lucha hegemónica durante este periodo entre dos proyectos distintos —el oligárquico liberal y el indígena nacional-popular— desmontando la narrativa dominante que buscaba expiar el contenido social y político de una movilización orquestada “desde arriba”. Su objetividad analítica y sensibilidad política le permite identificar con precisión los bloques en conflicto, su plataforma programática, los objetos en disputa, así como las estrategias y resultados que derivaron de estas luchas sucesivas.
Particularmente, el libro desestructura tres grandes argumentos que se instalaron como marco interpretativo de este periodo: el carácter democrático de la movilización de los “pititas”, la asimilación del MASIPSP a la figura de Evo Morales, y la persistencia de una lectura en clave de polarización en el momento político actual. En el primer caso, los dos primeros ensayos desmontan la falsa dicotomía golpe-fraude y reconstruyen la trama sociopolítica que subyació realmente al relato democrático y al sujeto “ciudadano”. Se evidencia la existencia de un plan sistemático y combinado de desestabilización política, la dirección del movimiento por parte de las élites cruceñas, el carácter oligárquico de su proyecto político y, por supuesto, la centralidad de las fuerzas del orden en la definición de la salida de Evo Morales del gobierno. Este proceso derivó de la conformación de una coalición opositora unificada solo por negación al MAS-IPSP, que progresivamente cedió al ala más radical de la derecha. Sin embargo, es claro que esto no hubiera sido posible, como muestra el texto, sin la parálisis estratégica y la clausura temporal del MAS sobre sí mismo. Con todo, la verdad del golpe de 2019 trasciende la cuestión de los procedimientos, su carácter se revela en la materialidad de las masacres de Sacaba y de Senkata.
El segundo elemento que desarrolla el libro es el papel determinante de las organizaciones sociales en el MAS-IPSP, considerando que hasta entonces se tendía a encasillarlo despectivamente dentro de la categoría de populismo y a reducir las relaciones entre el gobierno y las organizaciones a la cooptación. El análisis de su desenvolvimiento durante la coyuntura crítica muestra más bien un espacio complejo y conflictivo, en el que se producen relaciones de fuerza variables entre distintos actores y lógicas de ejercicio político. De ahí que la caída de Evo Morales no implicó la extinción del MAS, sino una recomposición interna que reposicionó a las organizaciones sociales. Sin esa flexibilidad político-organizativa y vitalidad de las estructuras sindicales y comunitarias, la reapropiación de la democracia y la victoria contundente de 2020 resultaría prácticamente inexplicable. Empero, sería un error pensar que el MAS-IPSP se mantuvo indemne, la crisis política conllevó el fin de un modelo decisional y un reacomodo de las coaliciones internas, cuya deriva aún está abierta. En todo caso, estos dos elementos señalados hasta aquí resultan fundamentales para suturar el agujero explicativo que dejó la épica “pitita”, pues no hay movilización democrática sin movimiento popular ni MAS-IPSP sin organizaciones.
El tercer aspecto es el nuevo mapa político que surgió de este periodo convulso, tras los procesos electorales de 2020 y 2021. La caracterización de los bloques sociales principales en términos de campo — el campo oligárquico liberal y el campo nacional popular— mina la comprensión monolítica, homogénea y sosegada de las fuerzas políticas, que se extendió equívocamente en el debate después de la polarización. Si bien es claro que la categoría de campo aún delimita un espacio regido por sus propias lógicas y fronteras, abre la posibilidad de aprehender la compleja trama de relaciones de cooperación y de conflicto que acontece en cada uno de ellos. Sobre todo, porque el texto sostiene que actualmente el campo político transita de una lógica bipolar a una multipolar, en el que el derrotero de las fuerzas sociales depende precisamente de su capacidad para redefinir su cohesión interna: ya sea para evitar la disgregación, como sucede en el movimiento indígena nacional popular, o para unificarse más allá del antimasismo, en el caso de la oposición. Lo cierto es que la fragmentación y el recambio de liderazgos ya habla del agotamiento de determinadas articulaciones y figuras políticas que dejaron de expresar las formas subjetivas emergentes.
Finalmente, cabe situar la hipótesis que el libro desliza de modo sugerente a manera de título: Transiciones. Esto quiere decir que los acontecimientos descritos no se agotan en el tiempo, pues interfieren directamente en el proceso político general. La coyuntura política de estos años fue un punto de inflexión antes que un recorte temporal, tanto por sus efectos dislocatorios como por sus luchas por el sentido. Empero, no existe una ruptura y resultado indefectible, como avizoraban las tesis de “fin de ciclo”, se trata más bien de un momento de redefinición de los consensos ideológicos y los equilibrios políticos, que evoca, al menos por ahora, cambios en la continuidad. Quizás entonces las preguntas que el libro deja abiertas sean: ¿hasta dónde se debilitó la capacidad de articulación política del MAS-IPSP?, ¿de qué modo la coyuntura incidió en la composición y posibilidades políticas de la oposición?, ¿cuál es el significado político de la fragmentación después de la polarización?, ¿qué otras coordenadas se empiezan a delinear en el campo político? En todo caso, es claro que asistimos a un momento de apertura, cuyo derrotero dependerá de la capacidad de las fuerzas políticas de cambiar la correlación de fuerzas en una u otra dirección.
(*) Fragmento del prólogo del libro Transiciones. Ensayos sobre democracia en tiempos de crisis (Bolivia 2019-2020).
(*)Luciana Jáuregui J. es socióloga (*)