Fracturas expuestas en el MAS y Creemos
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la convivencia imposible entre bloques antagónicos
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Una conversación con Reymi Ferreira sobre la situación del oficialismo nacional y cruceño.
El punto sobre la i
La última semana ha sido particularmente intensa en la política nacional. Del lado del oficialismo, con su disputa interna pasando a ser una fractura expuesta en las carreteras, con bloqueos del ala evista de por medio. En el caso de Creemos, con el terremoto de la posesión del vicegobernador, Mario Aguilera, asumiendo la titularidad de la Gobernación cruceña de forma temporal en reemplazo de Luis Fernando Camacho. En ambos casos, las diferencias al interior de estas organizaciones políticas aparecen como irreversibles e irreconciliables. Los dos partidos comparten también la apelación de determinados sectores a tildar a sus correligionarios como traidores. Al menos en eso, se parecen coyunturalmente, con la intransigencia reinando indiscutiblemente, literalmente, como moneda común.
Conversamos sobre la situación con el abogado, exrector de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno y exministro de Defensa, Reymi Ferreira. Nuestro analista invitado conoce de cerca el funcionamiento del oficialismo nacional y es un estudioso riguroso y crítico de la realidad cruceña.
– ¿Cómo se puede caracterizar lo que está pasando actualmente con el MAS?
– Es una fractura. No se puede hablar de otra cosa, porque sí es una fractura, evidente e irreversible, además. Lamentablemente, posiciones muy egoístas están llevando a esta situación. Yo creo que ni siquiera los principales dirigentes de ambas facciones del MAS son los directos interesados. Veo que hay grupos que ha trabajado en esto muy bien y ha logrado su objetivo. Hay entornos, de uno y de otro, que han hecho lo posible e imposible por lograr el resultado al que estamos llegando. Son los entornos los que se ha encargado de agigantar las diferencias, de incentivar las acciones sectarias. Hay que asumir que hay dos posiciones que están en lucha, para ver quién tiene la mayor fuerza para arrastrar a un tercer sector de militantes, de simpatizantes, que no sabe qué hacer. Al final, aquellos que tienen en alto el tema histórico, la tradición, seguramente están con Evo Morales. Aquellos que creen en la renovación, en ese cambio, seguramente pensarán en Luis Arce. Estamos en eso. El tercer sector está desubicado, seguramente viendo cuál es el que encarna mejor la posición popular y luego tomarán partido. Por eso las luchas están tan duras. Y por eso ambas posiciones son, en muchos casos, intransigentes.
– ¿Qué es lo que está en cuestión?
– En política siempre el punto central es el poder. Primero, el poder en la administración, el poder de los ministerios, de los espacios. El poder de quién decide y quién es el que finalmente lleva adelante la gestión. La lógica es el poder. Y ahora, ya no es tanto el poder presente, sino el continuar y reproducir el poder o encaramarse al poder o subir a éste. Ahora ya es el futuro del poder, porque lo que se está discutiendo ha dejado de ser simplemente un tema coyuntural de lucha por el poder. Ya es un tema electoral.
Todo esto está activado por un tema electoral. Hay temas como la candidatura y la sigla, que son centrales. La sigla es determinante, va a influir mucho. La inhabilitación o no del expresidente Morales es otro tema. El tema de los congresos, también. Todo eso está en función ya del tema electoral.
Adicionalmente está el desgaste, porque, claro, a un sector del MAS y a la oposición tampoco le conviene que la gestión del gobierno actual termine bien. ¿Cuál es la carta que tendría este gobierno para continuar? Que finalice una gestión de forma adecuada. No digo que quieran tumbarlo, no creo en eso. No creo que tengan esos afanes de derrocar al gobierno, pero sí creo que hay mucha crítica a la gestión y a separarse de la gestión.
– ¿Cuál es la situación de los bloqueos?
– No es un bloqueo nacional, por lo que se está dando. No es en todo el país, no hay un bloqueo total, pero sí afecta al eje central, que es el sector que más pesa en la economía. No sabemos cuánto podrá durar. Lo que veo es que, por parte del gobierno, se está evitando llegar al enfrentamiento para que no haya víctimas. Si hubiera víctimas, ya empezaría un proceso muy diferente en el nivel del discurso, que sería asociarlo a otros gobiernos, que han producido represión y muertes. Fácilmente la Policía podría bloquear, pero eso podría generar decesos, heridos, y eso es lo que el gobierno no quiere. Y eso es lo que va a alargar el conflicto. No creo que el gobierno cambie táctica, porque si es que reprime, puede haber consecuencias negativas. Al final, los que bloquean son indígenas, son campesinos, y el gobierno asume un discurso campesino, un discurso indígena. Si los policías reprimen indígenas y campesinos, claro, su base discursiva se derrumba. Por eso es que este bloqueo puede durar bastante tiempo, porque no creo que el gobierno vaya a actuar. Si actúa, cometería un error clarísimo.
Lo que está por detrás, es el tema de las decisiones del Tribunal Constitucional Plurinacional, el tema de las decisiones judiciales, que no han sido del agrado de muchos.
– ¿Cuál es el escenario donde esto puede dirimirse al final de cuentas?
– Yo creo que se va a dirimir en el Tribunal Supremo Electoral. Esto no se va a dirimir en la calle, porque hay un tribunal legítimo que está en vigencia, que está en su periodo constitucional y ese es el Tribunal Supremo Electoral, al que no se le puede acusar de nada. Éste tiene en sus manos cómo interpreta esa sentencia constitucional, que algunos creen que no es vinculante, que es solo indicativa, y otros creen que sí es vinculante. Ese tribunal es quien, en última instancia, va a hacer la interpretación para ver qué hace sobre esa decisión. También en el tema del congreso, en el tema de la sigla, porque también hay la posibilidad que la sigla corra riesgo. Todos esos escenarios van a ubicar al Tribunal Supremo Electoral en una posición que, me imagino, va a tener mucha presión de uno y otro. Yo veo que ese es el escenario, porque ese es el tema de fondo, el tema electoral.
No creo que el tema que moleste sean los jueces. Se han nombrado antes jueces por decreto. Ese no es el tema. El tema es lo que han decidido y lo que van a decir después. Sólo que creo que ahí hay un error, porque en el tema central, ya sea que entre un Tribunal Constitucional que se elija o no se elija, no va a cambiar su posición. Otro que venga no va a cambiar las decisiones, porque las resoluciones no se cambian. El que lo va a interpretar finalmente va a ser el Tribunal Supremo Electoral. Todo nos lleva finalmente a esa instancia.
– Algunos han señalado que esto que se está viendo en el MAS equivale más o menos a una ruptura entre el Chapare y El Alto.
– La verdad que a mí no me cabe duda de que el Chapare, el expresidente Evo Morales tiene hegemonía. No es que sea absoluta, pero es muy grande. Eso es fácil de darse cuenta. En el tema de El Alto también es evidente que ya no tiene el apoyo que tenía antes y que el presidente Luis Arce y el vicepresidente David Choquehuanca tienen grandes sectores que les apoyan. Especialmente por lo que pasó con la Alcaldía. Fue en error terrible en la elección municipal, donde se puso un candidato que no tenía mucho y se sacó a una dirigente, que era crítica dentro del MAS, al expresidente Morales. En función de eso, se la sacó y eso generó un clima en que se lo ha venido trabajando a favor del otro sector, el más gubernamental de llamada. Yo creo que sí, en El Alto es más difícil que Evo tenga la fuerza que tenía antes, en el Chapare es difícil que alguien le dispute el liderazgo.
– Las cosas también se movieron en Creemos. ¿Cómo están las cosas en ese partido?
– Lo que está ocurriendo es que Creemos no es un bloque sólido. Originalmente incluso hasta Unión Cívica Solidaridad (UCS, el partido del alcalde Jhonny Fernández) era parte y había un grupo, por lo menos para la Gobernación, de Rubén Costas, que apoyó. Mario Aguilera era parte de eso, junto a uno o dos asambleístas. Eso es lo que explica por qué algunos legisladores departamentales ya tenían posiciones contrarias a las de Zvonko Matkovic. Además de alguna gente de Santa Cruz Para Todos (SCPT, la agrupación de Percy Fernández y Angélica Sosa). Entonces, no habría que asombrarse de esto porque ya había diferencias. Creemos no era ni es un bloque sólido. Más aún con la actitud de su líder, Luis Fernando Camacho, que ya él tenía una posición bastante errática, intransigente y tenía fracciones dentro de lo que originalmente era Creemos. No solamente está la ruptura dentro de Creemos, con la gente que lo apoyaba él directamente y la que no. Camacho se ha ido quedando solo, justamente por sus contradicciones. Se ha quedado el núcleo más duro junto él, donde están Zvonko Matkovic, Paola Aguirre y otra gente. Lo otro se ha resquebrajado por una mala conducción, que, en lugar de coordinación, en lugar de acercamiento, ha planteado la lógica de que quien no está con Camacho es un traidor, frente al gobierno, frente al departamento, ahora, dentro de su propia agrupación. Esa lógica es la consecuencia de una forma de entender la política: el matonaje, la intransigencia, el fanatismo.
– ¿Qué representa esta posesión de Mario Aguilera en un sentido más amplio dentro de dirigencia cruceña?
– Yo creo es que el sumarse de la Gobernación a una nueva tendencia que ha emergido después del desastre del paro de los 36 días. Una medida sin sentido. Después de ese desastre, la derecha cruceña, ha empezado a cambiar de posición. El Comité Pro Santa Cruz (CPSC), la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), la Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (Cainco), han visto que la salida por el desastre, que planteaba la línea ultra radical y violenta, iba a conducirnos a todos, y no sólo a la élite, al despeñadero. Yo creo que ese cambio de timón llegó primero a la Alcaldía de Santa Cruz de la Sierra, después al CPSC, a la dirigencia empresarial y ahora llega al último bastión que tenía el radicalismo, que era la Gobernación.
– ¿Cómo queda el liderazgo de Luis Fernando Camacho? – No creo que tenga mayor trascendencia.
No va a seguir siendo alguien que pueda agitar a los grupos radicales. No creo que vaya a tener posibilidad de ir más allá.
– ¿Cómo queda la idea de que Camacho era la carta a jugar por Santa Cruz en el escenario nacional?
– Hay que tener presente la asimetría que hay entre la calidad del liderazgo económico de Santa Cruz y su liderazgo político. Esto es muy evidente. De lejos, el mejor liderazgo económico de este país es el cruceño. Es decir, Santa Cruz tiene un sector empresarial muy dinámico y creo que eso es indiscutible. Pero, así como ese representa el vigor y la modernidad, en muchos sentidos, hay también algunos grupos tradicionalistas. Así como Santa Cruz es moderna en lo económico, es feudal en lo político; con discursos como el de Camacho, como el de Rubén Costas, que sólo apelan al localismo, a la intransigencia, al regionalismo. Con eso no se puede llegar al resto del país. ¿Qué tipo de incentivos puede tener un discurso para atraer a otras regiones cuando les dice “nosotros les alimentamos, les damos de comer, vienen a avasallar nuestras tierras”? Es difícil. Es decir, un discurso regional no puede fácilmente trasladarse al discurso nacional. Siempre pongo el ejemplo de Víctor Paz Estenssoro, quien era tarijeño y en ninguno de sus discursos planteó el tema regional como lo primero. Germán Busch fue un presidente cruceño y que expresaba un discurso nacional. “Yo, antes de cruceño, soy boliviano”, decía y lo afirmaba con mucho orgullo. A él le molestaba eso del regionalismo. El caso de Hugo Banzer, que para mí no es un ejemplo de líder, porque fue un dictador sangriento, pero incluso él, siendo cruceño, tuvo un discurso nacional. Los pocos políticos cruceños que han logrado ser parte de la dirección de este país, lo han sido con proyectos nacionales.
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Todos nuestros líderes vienen de logias, o de escuelas de logias, o de secuelas de logias, formados en la estrecha mentalidad regionalista sectaria, que creen nada más que en la casualidad de haber nacido en un lugar. Esto es parte de un regionalismo que no atrae al resto del país. Un discurso de ese tipo podrá calar aquí, en Santa Cruz. Podrá tener devotos aquí, pero afuera no. Y aun en Santa Cruz, cada vez menos. El discurso de la modernidad puede darle a Santa Cruz la posibilidad de ser un factor determinante, no digo hegemónico, pero que sea parte de una hegemonía, y lo puede hacer sin ningún problema, siempre y cuando tenga una clase, un sector, una élite política, que por lo menos sea equivalente a su liderazgo económico. Pero si siguen con discursos que apelan a la Edad Media, a usar la religión como forma de movilización política, a usar la identidad regional, eso no va a llegar a ninguna parte, como lo está demostrando Camacho, que yo pienso que empieza el proceso de su fin.
(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político