Hitchcock
Un ‘biopic’ —una biografía con elementos de ficción— del gran maestro del suspenso, el señor Alfred Hitchcock
Bien se sabe: una cosa son los genios apreciados estrictamente a través de sus creaciones y otra, a menudo muy distinta, los seres humanos geniales, pero humanos al fin, frecuentados en zapatillas de entrecasa. Es más, en términos generales resulta aconsejable no atravesar la frontera, pues uno suele llevarse chascos de bulto, que luego complican el regreso a la apreciación virginal de las obras sin sentir trabado el juicio a consecuencia de los desencantos experimentados.
Por otra parte, los “biopics” dedicados a celebridades circulan inevitablemente por la cornisa del morbo que es, al fin y al cabo, el gancho —en ocasiones el mero pretexto— para convocar el interés de los espectadores. Estas películas les permiten asomarse por la vía de la intimidad a los periplos existenciales de gente fuera de lo común, para atestar muy a menudo—para eso sirven las aproximaciones a la intimidad justamente— que a pesar de todo son comunes nomás. Sin embargo, entre caminar por la cornisa y precipitarse de cabeza media esa distancia que Hitchcock, la película del hasta ahora ignoto Sacha Gervasi, no supo, no pudo, o no quiso mantener.
El Alfred Hichtcock de Gervasi —un malhumorado sesentón con más de 40 largometrajes sobre las espaldas que se queja de manera insistente por no ser debidamente tratado por la industria y por los ambientes del cine en general— podía haber sumado a la lista de agravios esta película. Gervasi se empecinada en mostrar un personaje inmaduro, pusilánime, egoísta, urgido de recibir a cada momento instrucciones, órdenes mejor, acerca de cómo obrar frente a las decisiones más elementales. El director enfunda a su aniñada criatura en el cuerpo de un adulto mayor poco dotado para la vida. Tal torsión le resulta necesaria para actualizar la vieja y algo estúpida sentencia según la cual “detrás de cada gran hombre hay una mujer”. Para el caso, quien se halla detrás, en medio, delante, omnipresente en suma, es Alma Reville, la esposa de Alfred, sin cuyo consejo —machaca Gervasi— no tomaba determinación alguna.
LIBROS. A fin de dar forma a ese retrato, se basa en parte en el libro de Stephen Rebello Así se hizo Psicósis (1990) y en la biografía de Donald Spoto La cara oculta del genio (1983). De este último toma la supuesta fijación de Hitchcock por las actrices rubias y voluptuosas —Grace Kelly, Tippi Hedren, Kim Novak, Janeth Leigh, et al.
El relato se focaliza en la preproducción de Psicósis (1960), uno de los títulos fundamentales y más controvertidos en la filmografía del biografiado. Harta del embeleso de su marido por la actriz Janeth Leigh, Alma le aconseja matarla —en la ficción— antes de transcurrida la primera media hora del film. Además, sólo para provocar sus celos, consiente el flirteo de un guionista amigo. Así, la vulnerabilidad emocional de Alfred resulta descarnadamente expuesta en un tramado narrativo que simplifica en extremo las cosas, con la misma torpeza con la cual los encargados del maquillaje intentan asemejar a Anthony Hopkins al original mediante una sobrecarga protésica. Fruto de ello, el siempre versátil actor no sólo resulta obligado a forcejear con las precariedades del libreto y del personaje, sino también con la notoria incomodidad provocada por tantas adherencias postizas. Tan artificiosas como las imaginarias conversaciones del protagonista con el fantasma de Ed Gein, el granjero de Plainfield cuyos crímenes estuvieron en la base de la novela de Robert Bloch en la cual se inspiró el libreto de Psicósis.
Esta película, a juicio de múltiples autores, franqueo, por sus modalidades narrativas y de puesta en imagen, el acceso a la segunda modernidad cinematográfica plasmada en la obra de las nuevas olas europeas de los 60. “Hitch” fue uno de los autores-icono de esa generación, en particular de los directores franceses, y entre éstos especialmente de Truffaut. Éste sistematizó para los interesados las estrategias discursivas del maestro del suspenso en el libro El cine según Hitchcock (1966). Allí encontramos las sabrosas anécdotas de las cuales estuvo plagada la relación del director británico con los productores siempre desconfiados de sus imprevisibles decisiones a la hora del rodaje. De hecho, la Paramount se negó a financiar Psicósis. En el texto de Truffaut figuran asimismo las fórmulas a las que se atenía de Hitchcock, fórmulas sencillas como son casi siempre las genialidades. Esta por ejemplo: “Imagínese a un hombre sentado en el sofá favorito de su casa. Debajo tiene una bomba a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe. Eso es el suspense”.
HOPKINS. Volviendo a Hopkins, queda muy poco en esta laboriosa faena de la admirable versatilidad con la cual supo componer al aterrador Hannibal Lecter y casi nada del convincente desequilibrado que encarnaba Anthony Perkins en la versión original de Psicósis. El juego de espejos propuesto por Gervasi para fundir los roles del director y de su criatura naufraga en la chatura de un tratamiento lastrado por la simplificación del relato. Éste, por lo demás, se reduce a una serie de momentos articulados sin la menor ambición creativa ni resquicio para la sugerencia o el equívoco, ingredientes esenciales del suspenso que el retratado supo provocar como pocos otros directores, rehuyendo precisamente la obviedad que Gervasi cultiva del primer al último fotograma.
Una suerte de ensayo psicoanalítico en formato de manual para principiantes travesea con el postulado del peso aplastante de la relación materno-filial en los desequilibrios homicidas de Gain y, por forzada simetría, en los de “Hitch”. Su dependencia de Alma vendría a ser el percutor de su obsesión por las tendencias criminales latentes en cada sujeto, capaces de transformar a cualquier ciudadano en un asesino no bien las circunstancias activan tales pulsiones. La ligereza y la superficialidad del guión, acentuadas por la impostura de la realización, resultan, sin embargo, incompatibles con la densidad de semejante hipótesis.
De ser un bodrio integral salvan a Hitchcock algunos valores de producción, en particular la recreación de época y ambientes. Hitchcock no sólo era un maestro incuestionable del cine, era también todo un personaje. La película nos ofrece un monigote atribulado por las desavenencias matrimoniales en un psicodrama plano que es casi un compendio de todo cuanto no debiera hacerse en la materia.
Ficha técnica
Título original: Hitchcock. Dirección: Sacha Gervasi. Guión: John J. McLaughlin sobre la novela de Stephen Rebello (Alfred Hitchcock and the Making of Psycho). Fotografía: Jeff Cronenweth. Montaje: Pamela Martin. Música: Danny Elfman. Producción: Alan Barnette, Ali Bell, Joe Medjuck. Intérpretes: Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson, Danny Huston, Toni Collette, Michael Stuhlbarg, Michael Wincott. USA/2012.