Los caminos de ‘El capullo’
La diseñadora y artista Marion Macedo exhibe la interpretación de su recorrido por ‘El capullo’.
Cuando la teatrista paceña Andrea Ibáñez diseñó El capullo, experiencia personalizada de artes vivas —que se llevó a cabo en septiembre de 2017— tenía en mente un recorrido que le permitiese al espectador tener una experiencia intensa y profunda consigo mismo (cada asistente entró solo y tuvo un camino único).
Para lograrlo, cada miembro del equipo artístico que fue parte del proyecto —compuesto por Mariana Vargas (actriz), Cynthia Díaz (narradora), María Teresa Dal Pero (actriz y cantante), Adriana Iturralde (bailarina), Alejandro Loayza (actor), Diego Pardovalle (producción) y Marion Macedo (instalación en papel)— tuvo su propia vivencia de la propuesta.
A partir de la interpretación de la artista y diseñadora Marion Macedo, El capullo se transformó en una instalación que se expone en el Espacio Simón I. Patiño (Ed. Guayaquil, Mezanine, Av. Ecuador 2503 esq. Belisario Salinas) hasta el 28 de marzo.
“El hecho de poder trabajar una obra donde no te pones límites y permites que tu imaginación fluya, sin pensar en bocetos que dirijan la experimentación; la sensación de liberación creativa que me dejó es lo esencial de mi recorrido en El capullo”, explica la artista.
Este transitar se recreó respetando la noción de recorrido de la propuesta original. Sin embargo, se propuso un nuevo orden que incorpora piezas ya utilizadas, en espacios inéditos, creados con la colaboración de Sergio López (iluminación) y Juan Manuel Rada (fotografía).
Al comenzar hay una suerte de introducción que explica el proyecto, muestra en video a los participantes de la puesta en escena y evoca la interpretación de Macedo con palabras moldeadas en papel. Luego se pueden ver dos elementos que estuvieron presentes en El capullo: Las hojas del jardín de los secretos y El libro de los secretos.
- La artista Marion Macedo, hojeando ‘El libro de los secretos’.
Las primeras son efectivamente hojas hechas de papel de las que cuelgan algunos de los mensajes que los asistentes se escribieron a sí mismos luego de su recorrido. El libro de los secretos fue una pieza interactiva, donde los asistentes podían detenerse y experimentar las sensaciones táctiles que tienen diferentes técnicas de trabajo como el trenzado, doblado y calado de papel. Macedo mantuvo la textura rugosa del material y dejó que el público evoque diferentes figuras a partir de ellas.
Luego está La naturaleza interior, sección inspirada por la intervención de la cantante y actriz María Teresa Dal Pero. La componen una serie de lámparas en forma de bustos (que están en venta), de papel traslúcido. “Diseñé distintos seres que en muchos casos tienen que ver con partes difíciles en el recorrido de la vida. Personajes de luz que reflejan varias cosas: curiosidad, juventud, expansión de la mente y la vejez”, detalla la diseñadora paceña.
La luz es una instancia donde la mariposa es la figura predominante y tiene relación con la performance de la bailarina Adriana Iturralde.
Le sigue El árbol de los recuerdos, un espacio nuevo que contiene una explosión de colores que no se ve en el resto de la muestra, que se nutre de tonos neutros. Aquí, la creatividad de Macedo se explaya y propone objetos relacionados con la naturaleza y la fantasía, en conexión con la propuesta de la actriz Mariana Vargas.
- Andrea Ibáñez, la directora de esta propuesta.
Al final dos espacios de la experiencia original están reinterpretados: El laberinto de los susurros (El templo del silencio) y El pequeño salón del trono. En el primero, Macedo relacionó el silencio del capullo con un espacio donde el blanco predomina, acompañan palabras que invitan a la reflexión.
El pequeño salón del trono es la última pieza. En el recorrido original, el público pudo descansar en un trono, construido por Macedo, y mostrar un color elegido, a partir del cual la narradora Cynthia Díaz les contó una pequeña historia al oído. Ahora, a través del susurrador —un cilindro que está colgado cerca del trono—, se pueden escuchar algunas frases que dejaron los viajeros al concluir su tránsito por el interior de El capullo, permitiendo que el visitante observe la última escultura de la instalación, que está frente al sitial.
Esta exposición pertenece a un proyecto más grande, pensado en cuatro etapas. La primera fue la experiencia escénica; la segunda, la instalación; la tercera fase será editar libros que funcionarán como herramientas para profundizar búsquedas interiores, similares a las incentivadas por El capullo. La última plantea traducir estas experiencias a la realidad virtual, explica la directora del proyecto, Andrea Ibáñez.
Esta iniciativa forma parte de las actividades de Tractúa: Transformar al actuar. Ésta es una iniciativa de la teatrista que funciona como una búsqueda emocional, intelectual y artística por fomentar transformaciones. “Mi propósito es conectar con la esencia de las personas —que para mí siempre se mantiene— y trabajar desde esa consciencia para generar propuestas de transformaciones interiores”, afirma Ibáñez.
Fotos: Crhistian Calderón.