No es cosa de niños
En Bolivia, más de 490.000 niños y niñas por debajo de los 14 años están trabajando
A Celia no le gusta planchar, tiene un mal recuerdo, quemó la manta de su madrina y eso le costó que a los seis años le quemaran las palmas de las manos con la misma plancha, para que aprenda a tener cuidado con la ropa de los demás. Estaba recién llegada del campo, donde no había electricidad ni agua potable, el agua de la lluvia se almacenaba en turriles y en época seca se sacaba del pozo, se barría con escoba de paja y su trabajo consistía en jugar con las piedras, hilar con su mamá y cuidar las ovejas junto con su hermano de diez años. Su vida cambió de la noche a la mañana el día que Rosa, su madrina, llegó a la comunidad preguntando por la ahijada, ese mismo día la llevó a la ciudad con la promesa de hacerle estudiar. A partir de ese momento la niña realizó “cursos acelerados” de lavado a mano en bañadores que le superaban en tamaño, supervisión de almuerzo, té y cena, trepada encima de ladrillos para alcanzar y ver el contenido de las ollas de aluminio donde se cocinaba para ocho personas, entre las que generalmente ella no contaba. Levantarse a las seis de la mañana, sin hora para dormir, era la regla.
Las cifras del Ministerio de Trabajo dan a conocer que 493.000 niños y niñas por debajo de los 14 años en Bolivia están trabajando. Es muy posible que Celia nunca haya formado parte de esas estadísticas, porque el trabajo doméstico es invisible, se da al interior de los hogares, no hay salario porque no se habla de trabajo, el truco está en la palabra ayuda. No se rige por un horario, sino de largas y agotadoras jornadas. El niño o niña que lo cumple vive en aislamiento, sin llorar, sin posibilidad de contar sus temores. Su trabajo implica vivir con extraños, separado de sus padres, hermanos o parientes más cercanos. Obligados a adoptar idioma, comida, comportamientos distintos a los suyos. No hay abrazos, pero sí castigos cuando algo sale mal. No hay conversación, pero hay órdenes que cumplir.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el mundo 15,5 millones de niños entre 5 y 13 años cumplen labor doméstica, remunerada o no, en el hogar de terceros. Casi el 80% son niñas. En nuestro país, esa cifra alcanza el 90%, quienes están expuestas a diferentes peligros como el uso de químicos tóxicos, manipulación de objetos peligrosos (como cuchillos, hachas u ollas calientes) y son sometidas a tratos humillantes, insultos, golpes, abuso sexual.
Para quienes se tientan con el reto de cambiar el orden injustamente establecido existen dos tareas pendientes: sacar a luz esta situación, con datos, con investigación, para incomodar a la sociedad, que pasivamente tolera e invisibiliza el trabajo doméstico infantil. La segunda tarea es exigir que las inspectorías de trabajo actúen donde tengan que actuar.