La Cumbre del Grupo de los 8
La agenda (digamos, acotada) de la Cumbre del G8 fue la crisis de Siria y los paraísos fiscales
Acaba de concluir la más reciente reunión del llamado Grupo de los 8 en la localidad de Lough Erne, Irlanda del Norte. Una reunión importante para el futuro de los mundos que caben en este mundo (el mundo desarrollado y el otro). Pero antes de continuar, valga la pregunta: qué es el Grupo de los 8? Este grupo está compuesto por EEUU, Alemania, Japón, Canadá, Italia, Francia, el Reino Unido y Rusia. O sea, el elenco completo de los protagonistas de la II Guerra Mundial.
En la prensa internacional se lo conoce como el club informal de los gobernantes de las “ocho economías más grandes del mundo” (¿y por qué no está China?, pregunta el ingenuo), que sostienen reuniones anuales desde mediados de los 70, cuando en realidad eran un grupo de cuatro (EEUU, Reino Unido, Alemania —occidental— y Francia).
Este año, la cumbre tuvo como agenda oficial los temas de intensificación del comercio internacional, el combate a la evasión fiscal y la promoción de mayor transparencia. Pero como (casi) todo en política, una cosa es lo que se ofrece en público y otra lo que se decide en privado. Así que la agenda (digamos, acotada) de la cumbre fue: la crisis de Siria y los paraísos fiscales.
Primero lo primero: la crisis de Siria. Como su columnista ya adelantó en su anterior entrega, Rusia (el octavo miembro) está en contra de una intervención en Siria, que es precisamente lo que EEUU está buscando. El ala intervencionista no argumenta a favor de una intervención directa, sino por una propuesta para el envío oficial y expreso de armas para las fuerzas sirias de oposición. Por cierto, decir “el ala intervencionista” suena a mucho. Básicamente se trata de EEUU; Gran Bretaña y Francia no han puesto la firma para esa idea; Alemania se ha negado de plano; Italia y Japón no se pronunciaron contundentemente sobre el tema.
El resultado de la discusión fue (según parece) una victoria para Putin: luego que capear la amenaza de una declaración de consenso de sólo siete miembros, excluyendo a Rusia, finalmente la palabra oficial del G-8 sobre Siria no acusa (como EEUU intentó en su momento) al Gobierno sirio de usar armas químicas; más bien “condena en los términos más fuertes cualquier uso de armas químicas en Siria”. Por otro lado, si bien Rusia se resignó a aceptar la propuesta de un gobierno de transición en Siria, la condición es que tal gobierno sea formado en consenso por los propios sirios.
Segundo: los paraísos fiscales. El acuerdo en este punto fue clarísimo entre EEUU y Rusia, al punto en que ambas potencias desearían una modificación contundente en la legislación de todos los socios del club, para impedir la fuga dinero (¡y de impuestos!) hacia los paraísos fiscales. Sin embargo, el apoyo de los seis otros miembros no fue suficiente como para realizar una declaración mandatoria sobre el tema.
Aparte de estos temas, se discutieron, por supuesto, otros problemas de incumbencia global, como la crisis económica (que no encuentra en este club una salida de consenso), el calentamiento global (que preocupa a —casi— todos pero que no moviliza a —casi— ninguno), la urgencia de apoyar a África para que logre su camino a la prosperidad (sería de mal gusto no mencionarlo) y, por supuesto, el alivio a la pobreza mundial (otra declaración enmarcada en las buenas costumbres).
¿Será esta otra muestra de una cumbre en la que se discuten los problemas del mundo, pero en la que se toman decisiones para resolver los problemas de unos cuantos? Ojalá que no.