Árboles por autos
Todos podemos contribuir a reducir la contaminación y la pobreza con pequeñas acciones
Leo Grand era un indigente de 37 años que sobrevivía en las calles de Nueva York pidiendo limosnas y escarbando basureros. Un día como cualquier otro se cruzó con Patrick McConlogue, un ingeniero de sistemas que, ante el brazo extendido del mendigo, le hizo una interesante oferta: le dio a elegir entre una limosna de 100 dólares o 16 clases de programación de una hora.
La tentación de optar por el dinero debió haber sido bastante fuerte para Grand, tanto más grande por cuanto con el estómago vacío las dimensiones y preocupaciones suelen ser mayores de lo normal. No obstante, el mendigo no dejó pasar la oportunidad que el destino —o la Providencia— le abrían, y eligió las clases. Ante el entusiasmo y buen desempeño de su pupilo, McConlogue, de 23 años, además de las clases decidió regalarle una notebook y libros sobre programación.
¿El resultado? Grand acaba de lanzar su primera aplicación para celulares inteligentes, según informó la multinacional de multimedia CNET. Y no se trata de cualquier aplicación, sino una que puede contribuir a hacer del planeta un lugar un poco menos contaminado. Se llama Trees for cars (Árboles por autos), figura entre las 100 apps más exitosas de todas las categorías y sirve para reunir a gente que quiere compartir un vehículo en trayectos comunes, como por ejemplo rumbo a la universidad o al trabajo.
Esta historia nos recuerda principios sencillos que solemos olvidar. Por ejemplo, que no hace falta emprender una revolución para luchar contra la pobreza. Basta la predisposición de compartir lo que uno sabe, y mejor si se trata de un oficio práctico. En suma, aplicar aquel viejo adagio que aconseja enseñar a pescar a los pobres en vez de regalarles un pescado.
También nos recuerda que la mayoría de la gente atraviesa por problemas financieros no por flojera o indolencia, sino por falta de oportunidades; y que por tanto la mejor manera de romper el ciclo de la miseria, que se transmite de padres a hijos, es a través de políticas sociales (y acciones como la de McConlogue) orientadas a mejorar la salud y educación de la gente. Y es que como todo el mundo bien sabe, el verdadero progreso viene siempre de la mano de una buena educación, acompañada con oportunidades reales. Una ecuación obvia para todos, menos para quienes la pobreza puede resultar un buen negocio.
Por último, este relato nos recuerda que todos podemos contribuir a reducir la contaminación con pequeñas acciones, compartiendo por ejemplo un vehículo, utilizando más el transporte público o medios como la bicicleta, desconectando los aparatos eléctricos y las luces que no se necesita mantener prendidas, reduciendo el uso de bolsas nailon… En suma, dar un uso más eficiente a la tierra, el agua y la energía, y eso pasa por educar a la ciudadanía para que actúe de manera considerada y racional.