Daño al turismo
La laguna de Achocalla se ha convertido en una suerte de cantina al aire libre
Uno de los atractivos turísticos que rodean a la ciudad de La Paz es el vecino municipio de Achocalla, lugar de paseos y excursiones desde hace décadas que en los últimos años ha comenzado a sacar ventaja de su paisaje y su laguna. El problema es que la iniciativa se ve opacada por el excesivo consumo de alcohol de los visitantes, que las autoridades no saben frenar.
En efecto, un reportaje de este diario publicado el domingo último muestra cómo la laguna del pueblo, que desde hace años está rodeada de puestos de comida y kioscos de venta de refrescos y golosinas, se ha convertido en una suerte de cantina al aire libre, donde principalmente jóvenes y hasta adolescentes se entregan a las libaciones sin que nadie intente siquiera impedirlo.
Consultadas al respecto, las vendedoras afirman que tienen permiso municipal y que pagan impuestos. Respecto a la prohibición legal de vender bebidas alcohólicas a menores de edad, así como del tránsito de personas ebrias, embriagarse en vía pública o sitios de recreo, entre otros (artículos 19 al 23 de la Ley contra el Expendio y el Consumo de Alcohol), prefieren no opinar.
A su vez, el Alcalde de Achocalla asegura que se realizan controles diarios con el fin de evitar que los puestos de venta expendan bebidas alcohólicas, y que más bien son los visitantes quienes llevan los licores y “se ponen a beber a escondidas”. Afirma también que cuando detectan esos casos, decomisan las bebidas, aunque “no siempre se puede”. Sin embargo, tanto los vecinos del lugar como los propios vendedores señalan que tales controles no existen, y un vecino incluso se anima a afirmar que son los propios vendedores quienes se oponen al control porque afecta su negocio.
Por su parte la Policía, llamada por la citada ley a efectuar controles y evitar el consumo excesivo de alcohol, parece brillar por su ausencia en el lugar. Y aunque lo intentó, la periodista a cargo del reportaje no pudo contactar al oficial a cargo del retén.
Finalmente, no menos importante es la actitud y el comportamiento de los visitantes. Aunque es evidente que por la enorme oferta de bebidas en los puestos los paseantes no necesitan llevar sus bebidas a escondidas, como cree el Alcalde, tal comercio solo es posible porque hay una demanda igualmente enorme.
Años atrás se lamentaba que la laguna estaba contaminada debido a las malas prácticas de los turistas que echaban basura en ella. Hoy ese problema se ha resuelto gracias a los lancheros que limpian las aguas, pero se ha trasladado a las orillas, donde se emborrachan y siguen botando desechos. Corresponde, pues, a las autoridades locales afrontar el problema y resolverlo antes de que sea peor. Si la apuesta de Achocalla está —además de en la agricultura— en el turismo, hacer la vista gorda ante el problema es el peor camino posible.