Tradición, identidad y memoria
Hoy la identidad de las ciudades está siendo afianzada desde distintos ámbitos, y uno de ellos es la arquitectura.
En los últimos tiempos, no solo en Bolivia sino también en otros países, como los europeos, ha renacido o se busca el renacimiento de la tradición, fenómeno que en varios casos ha venido acompañado con un marcado carácter ideológico, político y hasta racista. Esto, sin embargo, no está relacionado con la idea de desplazar a un segundo plano el avance del tiempo. Todo lo contrario, se basa en destacar el plano cultural y social para que estén dirigidos a la revalorización del pasado y, por ende, a sus tradiciones.
Esa mirada, empero, en ningún momento rechaza la contemporaneidad, pues para ella el avance tecnológico es parte fundamental del camino hacia el futuro, ya que también produce riqueza. Y aunque esto pareciera algo contradictorio, porque la búsqueda de conservación de la tradición o de un futuro progresista tiene su valor e importancia, no se puede negar que la primera reaparece en el presente como parte del reforzamiento de la identidad.
En esa línea, las costumbres luchan por no dejar de existir y menos liberarse de la fuerza que conllevan. Esto no es entendido como la recuperación de tradiciones verticales, sino más bien horizontales, ya que son el resultado del aprendizaje y de la reconstrucción permanente de la memoria colectiva. Por tanto, dicha recuperación pareciera buscar una identidad sólida, una especie de asociación entre la tradición y la identidad, pero que formen parte del debate cultural.
Hoy la identidad está siendo afianzada, cada vez más, desde distintos ámbitos, y uno de ellos es la arquitectura, con la revalorización de obras del pasado, como el Coliseo romano en Italia o la Catedral de Notre Dame en París, entre otros casos, que tienden a ser cada vez más mitologizadas. Por tanto, la identidad no solo se encarna en costumbres o tradiciones, sino también en obras que son representativas por su significación (en los ejemplos mencionados, por su valor arquitectónico).
También resulta relevante que la tradición sea entendida como el convencimiento de que el pasado se va “configurando de nuevo”, y que ello implica que sea concebido como la reconstrucción de la memoria. Bajo esa premisa, es importante considerar, como opinan los estudiosos del tema, que la tradición no es la que emerge de la tierra, sino la que surge del trabajo continuo, sin el cual podría extinguirse en el tiempo.
Lo singular es que hoy países como los mencionados eligen las obras tradicionales y las intervienen con transformaciones en las que la tecnología forma parte de ellas, lo que contribuye a engrandecerlas y convertirlas en mitos. De esa manera se logra enriquecer el abanico cultural con ideas actuales, y se plasma una especie de reconstrucción de la memoria particular para producir prestigio y economía.
Se infiere así que las futuras generaciones serán propensas a elegir aquellas tradiciones que sean sostenibles en el tiempo y que, consecuentemente, sus parámetros de selección serán los valores y dimensiones de impacto, y no solo la identidad de sus naciones.