¿Política a medias?
¿Son las clases medias un nuevo sujeto político? La respuesta a esta pregunta es incierta. Por una parte, dada su marcada heterogeneidad interna, no actúan como un colectivo unificado por demandas e interés comunes. El sujeto político no se constituye automáticamente por formar parte del mismo estrato de ingresos, es necesario que un grupo de personas se organice y comparta una plataforma de demandas. Además, según algunos sociólogos, requiere de una narrativa e incluso de un adversario.
De hecho, en Bolivia esa diferenciación interna incluye las categorías de clases medias emergentes o populares; vulnerables y tradicionales; las que provienen del mercado y las que viven del Estado; las informales y las formales; las indígenas, criollas y mestizas; las que poseen capitales educativas y los que carecen de ellos… Considerados desde el punto de vista sociológico, estos grupos tienen intereses y habitus políticos muy diferentes, e incluso están confrontados entre sí, pues disputan los mismos espacios sociales.
Por otra parte, la respuesta es afirmativa en la medida en que algunos sectores de clases medias que tienen demandas e intereses corporativos sí pueden actuar como sujetos políticos. Así, a fines de los 70, los universitarios, que en su gran mayoría provenían de colegios particulares de las ciudades capitales, constituyeron un movimiento democrático que logró recuperar la autonomía de las universidades, conculcada por el banzerato. Este es también el caso de los médicos que actuaron recientemente como una corporación (defendieron privilegios y fueros de su sector), pero potenciaron su movilización y discurso cuando asumieron la defensa del 21F. Las clases medias se convierten en actores políticos cuando desarrollan una “conciencia corporativa” y participan en el campo político como sujetos organizados, cuando hacen alianzas e interpelan a los poderes. De hecho, en 2012 los médicos impulsaron un paro de casi 50 días en contra de la decisión del Gobierno de imponerles la jornada laboral de ocho horas.
Las tradiciones sociológicas estructuralistas han planteado que los comportamientos políticos de las clases sociales derivan de su colocación en la estructura económica, particularmente de sus relaciones respecto a la propiedad y al tipo de trabajo. En el caso de las clases medias, estas relaciones de causa-efecto resultan en extremo problemáticas por las distintas “posiciones” estructurales que ocupan los distintos segmentos o capas que la conforman.
En suma, el comportamiento político de las clases medias en Bolivia está marcado por la ambivalencia. En determinados momentos pueden aliarse con las élites; y en otros, cuando sus intereses y su seguridad están amenazados, pueden apoyar acciones emprendidas por sectores populares.