El efecto ‘facturas’ de Argentina
Se dice que los mercados castigan a los derrochadores y premian a los austeros, pero Argentina escapa a esta lógica.
Facturas es el nombre genérico con el cual se denomina en Argentina a la variedad de masas y piezas de panadería dulce, siendo las “facturitas” más populares las famosas medialunas, similares al cruasán francés. Son más conocidas que el tango, motivo por el cual deseo designar con este nombre a la fuerte caída o shock cambiario registrado en agosto en el país vecino.
En agosto, el tipo de cambio en Argentina pasó de 28 pesos por un dólar a 38 pesos, incremento que representa una depreciación del 36% tan solo en un mes. Mientras que la depreciación acumulada hasta finales de agosto fue de más del 100%, la más alta entre los países emergentes. Por otra parte, las reservas internacionales brutas argentinas cayeron de $us 64.000 millones en enero de 2018 a $us 51.000 millones hasta septiembre de 2018. De la corrida cambiaria se pasó a la corrida de precios, con una inflación acumulada de 24,5% hasta agosto, y de 34,1% durante los últimos 12 meses. Para todo el año se estimaba una inflación del 40% y una caída del PIB del 2,4%.
El FMI debe estar muy contento con la depreciación cambiaria, ya que antes criticó la “apreciación” del peso argentino. Preocupa que la turbulencia cambiaria haya sucedido pese al respaldo financiero de $us 50.000 millones otorgado a la nación vecina por el FMI, de los cuales ya se dio un primer desembolso de $us 15.000 millones.
Los talibanes de la economía no pueden echar la culpa, como siempre, al “populismo” del presidente Mauricio Macri; al contrario, tendrían que apuntar a las medidas “antipopulistas”, como la subida de las tarifas públicas, la reducción y eliminación de algunos subsidios y la reducción del gasto social en general. Un intento por explicar esta crisis pasa por señalar que el ajuste fue gradual, y que esto no habría “convencido” a los mercados. ¿No sé cuán gradual puede ser una depreciación acumulada del 100% y una subida de la tasa de interés de referencia del 60%? Se dice que los mercados castigan a los derrochadores y premian a los austeros, pero Argentina pareciera escapar a esta lógica.
Los analistas más recalcitrantes apuntan a las “expectativas” de los agentes económicos como las responsables, al tratar de explicar que todo se debe a una crisis de credibilidad o al colapso de la confianza de los mercados; es decir, a una cuestión de fe. ¿Qué más pueden pedir los mercados a Argentina?
El sacrificio fiscal ofertado por el Gobierno federal argentino al FMI de lograr un equilibrio primario hasta el 2020 y un déficit fiscal primario de 1,3% del PIB en 2019 parece no importar a los “mercados”, puesto que recién ahora se preocupan del elevado gasto fiscal por concepto de intereses de la deuda, a pesar de haber promovido el endeudamiento desmedido, el pago a los fondos buitres, el perdonazo a la fuga de capitales y, más grave aún, la emisión de bonos y letras en dólares y en moneda nacional a gusto del cliente. Por ello, la deuda pública con relación al PIB subió de un 50% manejable a un 70% preocupante, con el consiguiente aumento del riesgo país en 200 puntos en agosto, hasta bordear los 800 puntos, superando a Turquía, que acumula 533 puntos de riesgo soberano.
En Argentina se optó por exportar o morir; pero parece que los exportadores prefieren vivir y precautelar sus dólares en países con mayor confianza, dejando que suba el tipo de cambio. Macri, que en un principio no estaba de acuerdo con los impuestos a las exportaciones y aplicó una política de cero retenciones a las ventas al exterior, tuvo que recular, aplicando impuestos no solo a la soya, sino también a todas las exportaciones.
Hace 17 años hubo una crisis asociada al fin de la paridad cambiaria (un peso argentino por un dólar); ahora la crisis está relacionada con la libre flotación. ¿Será que en el país vecino no existen buenos economistas?, ¿o a quién echarle la culpa? Bolivia, por su lado, debería estar preocupada por el pago oportuno de las facturas y la demanda de gas boliviano por parte de Argentina.