Extinción masiva de animales
La ambición y voracidad del hombre moderno hacen que su forma de vida resulte insostenible.
Según advierte un reciente estudio elaborado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), al menos el 60% de las poblaciones de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces del planeta han desaparecido en los últimos 40 años. Como es de suponer, esta tragedia medioambiental deviene por la voracidad del hombre moderno, cuya forma de vida resulta insostenible.
La depredación de la fauna es especialmente intensa en países del África y Asia. Por ejemplo, en Nepal el número de tigres pasó de 100.000 a 3.000 en tan solo un siglo; mientras que en una reserva de Ghana la población de leones se redujo un 90% en las últimas cuatro décadas. Por otra parte, los responsables de esta investigación aseguran que el ser humano está talando árboles a una velocidad mayor de la que se pueden volver a plantar; pescando más peces de lo necesario y emitiendo más carbono de lo que los océanos y los bosques pueden absorber.
¿Y cómo andamos por casa? Pues no muy bien. Verbigracia, según advierte un diagnóstico de la Red Nacional de Voluntarios Ambientalistas, en el país al menos 314 especies de animales se encuentran amenazadas. De esta cifra, 68 están en peligro de extinción y la situación de tres de ellas (la paraba azul, el cóndor andino y las tortugas gigantes) es crítica, es decir que su población se ha reducido en un 90%.
Desde una perspectiva científica, la desaparición de una sola especie constituye una catástrofe medioambiental, pero también debería serlo en términos sociales. Pues, nos guste o no, los animales son esenciales para la preservación de la vida en el planeta, incluyendo la de los seres humanos: algunos constituyen la base de la alimentación de las personas, otros sirven de compañía, y la existencia de muchos más resulta esencial para conservar el equilibro natural del planeta.
Por ejemplo, a medida que la biodiversidad de cultivos y animales disminuye, el suministro de alimentos se vuelve más vulnerable e insostenible. Esto porque se reduce la capacidad de adaptación de la agricultura y la ganadería frente a los desafíos medioambientales como el calentamiento global o la escasez de agua. Por otra parte, sin los servicios ecológicos que cumplen, como el control de plagas o la polinización de las plantas, la naturaleza sufre perturbaciones irremediables que pueden acarrear terribles consecuencias.
De allí la importancia de intensificar nuestros esfuerzos para proteger y gestionar sabiamente la biodiversidad, teniendo mucho cuidado a la hora de ampliar la frontera agrícola. Pero también es tiempo de abordar las injusticias internacionales y las reglas de comercio medioambientales destructivas. De ello depende que se pueda garantizar el derecho de las futuras generaciones a vivir bien, en un entorno saludable.