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Thursday 7 Nov 2024 | Actualizado a 19:06 PM

El gato trabaja solo

Cuando se trata de gatos es necesaria una postura. Un animal tan magnético está destinado al amor o al odio.

/ 6 de noviembre de 2019 / 00:48

Tengo dos gatas. Se llaman Tania y Filomena. El gato es el más inteligente, libre, fascinante y noble de todos los animales. Son extremadamente sensibles, nerviosos y limpios (para estar desprovistos de olor y así poder cazar ratones, cuyo sentido del olfato es superior). Tienen un respeto sagrado por el sueño. Es el mismo instinto que impide a los tigres atacar a presas dormidas. Poseen buena memoria y carácter.

El gato es anarquista, mientras que el perro es socialista. Es el único animal que vive entre nosotros en términos de igualdad, si no de superioridad. Nunca renuncian a su libertad y preservarán su independencia incluso a costa de su propia muerte. Se comportan igual en la casa que fuera de ella. No son doble cara. El gato te amará profundamente, pero éste será un proceso lento y podrá interrumpirse en cualquier momento. La gata rara vez comete errores y nunca el mismo dos veces. Pueden ser muy crueles, incluso pueden torturar a sus víctimas simplemente por el placer de verlas sufrir.

¿A dónde van los gatos? No lo sé. Dicen que forman una gran sociedad secreta alrededor del mundo. Van donde les da la gana y vuelven cuando quieren. Los “conquistadores” europeos consideraron a los pueblos indígenas seres inferiores, el gato tiene la misma opinión de nosotros.

Decía mi paisano bilbaíno Miguel de Unamuno que el gato nunca se ríe, nunca se lamenta, siempre está pensando. La gata obliga al ser humano a aceptarla en sus propios términos. Por eso es superior al perro. Demuestra su inteligencia unas 50 veces al día. Un doctor de Oxford asegura que las personas admiramos a los gatos o a los perros según si somos de naturaleza platónica o aristotélica. Los visionarios, los locos, los marineros, los poetas y las mujeres optamos por los felinos. Reconocemos su exquisita delicadeza, su ingenio, su valentía. Son tigres en miniatura; son tigres que comen de nuestra mano.

Uno puede ser indiferente al discurso fascista del señor Camacho, o a los gritos de la curva norte, o a los cánticos fanáticos que salen de las iglesias evangélicas, pero cuando se trata de gatos es necesario adoptar una postura. Un animal tan magnético está destinado al amor o al odio. O te fascinan o te repelen. O eres felinófilo o ailurofóbico (del griego “ailuros”, gato). ¿Son dioses o demonios? No lo sé. Mis dos gatas tienen más cosas en la cabeza que yo. Nunca llegaré a conocerla a Tania y Filomena de verdad.

El origen de los gatos también es un misterio, como su familiaridad con las brujas. Algunos hablan de Egipto, otros de Persia. Ni siquiera nos ponemos de acuerdo en el origen etimológico de la palabra gato o cat. Es impresionante averiguar que usamos vocablos parecidos en multitud de lenguas. Cattare es mirar, en referencia a la actitud siempre vigilante del gato. En euskera (vasco), la lengua más antigua de Europa, gato es katu. En el antiguo Egipto, asesinar mininos se castigaba con la muerte. En el teatro son un buen presagio.

Una gata nunca es vulgar, su belleza es extrema y sus movimientos siempre elegantes. Muchos grandes escritores y escritoras han tenido gato. Uno de los más grandes, Baudelaire, les dedicó tres poemas en Las flores del mal. Ningún lugar es más propicio para ellos que el estudio de un hombre o una mujer de letras. Su lado nocturno es seductor para todos los poetas. Y si hablamos de los críticos, esa raza maldita, sus garras afiladas pero encubiertas, su pupila contráctil que permite solo la luz necesaria y su independencia a prueba de balas son el mejor espejo.

El gato (también) trabaja solo. Tenemos que aprender de ellos, no de los hábitos esclavizantes del perro. El día en que nos volvamos más felinos salvaremos a la naturaleza. Las gatas no pierden el tiempo en sonseras. No escriben gratis para el periódico, no van al cine ni al fútbol. Ni siquiera votan. Tania y Filomena ya están cansadas de esta columna. Me lo han dicho más de una vez.

Post-data: todas las ideas de este escrito han sido fusiladas de un hermoso libro de Carl Van Vechten llamado El tigre en casa: una historia cultural del gato, publicado por mi amigo chapaco Fernando Barrientos en la editorial El Cuervo. Si tienes gata, ya tienes un libro divertido, talentoso y erudito para leer y gozar.

* Periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique. Twitter: @RicardoBajo.

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Trump, oda a un idiota (peligroso)

La “peli” dirigida por el iraní/danés Ali Abbasi es una hagiografía. Y esto tampoco es una casualidad. Es una operación de limpieza, de glamourización de un personaje patético/siniestro. El expresidente es retratado como un audaz y visionario empresario capaz de todo, incluso de salvar a su país del “infierno totalitario”.

/ 6 de noviembre de 2024 / 06:01

En la recta final de las elecciones gringas se estrenó —a nivel mundial— una película biográfica de Donald Trump. El filme The Apprentice-El Aprendiz ha pasado sin pena ni gloria por nuestra cartelera. ¿Fue esto una casualidad? En política, nada lo es. El Aprendiz narra la carrera de Trump como exitoso/tramposo empresario inmobiliario en las décadas del 70 y 80 del siglo pasado.

La “peli” dirigida por el iraní/danés Ali Abbasi es una hagiografía. Y esto tampoco es una casualidad. Es una operación de limpieza, de glamourización de un personaje patético/siniestro. El expresidente es retratado como un audaz y visionario empresario capaz de todo, incluso de salvar a su país del “infierno totalitario”. Trump cree fervientemente en los genes y el destino; cree que ha nacido para una misión.

El Aprendiz no se ruboriza en pintar al personaje como misógino, homófobo y racista; como esperpento. Eso da votos. Y si no, miren a Milei. No se averguenza en exhibir su ideario resumido en tres reglas: ataca, ataca, ataca; no admitas nada/niega todo; nunca jamás aceptes una derrota/afirma tu victoria. La verdad es lo que uno/Trump dice.

Estas “simples” creencias —dignas de novelas distópicas de Orwell y de la propaganda nazi de Goebbels— son transmitidas por el otro gran personaje del filme: el abogado anticomunista y homófobo Roy Cohn, el verdadero padre político de Trump. Nota mental: Cohn murió de sida en 1986.

Por la hagiografía también pululan secundarios como su padre Fred que cree que no es racista porque tiene un chofer negro; su hermano, abandonado por todos por ser un piloto “looser”; su esposa Melania, víctima de abusos sexuales y violencia; y un Andy Warhol convertido al “trumpismo” soltando aquello de “ganar dinero es un arte”. El filme (y su vida) es una oda a la corrupción; un canto a la avaricia/codicia.

El Aprendiz es también un brutal retrato de una sociedad y un país podrido, de un imperio que se cae a pedazos. “Somos una nación de hombres, no de leyes, no existe ni el bien ni el mal; somos una ficción, una construcción; no hay moral, solo sirve ganar, ganar, ganar”. No son palabras de Trump, son palabras de Roy Cohn, que el ¿próximo? presidente de Estados Unidos hace suyas.

Trump se ve a sí mismo como un purasangre amoral. Crea su propia realidad. Se hace amigo del empresario mediático Murdoch y de él roba (otra vez) una frase: “Hay que mantener siempre tu nombre en los medios”. Inspira/provoca miedo. Para Trump existe dos tipos de personas en el mundo: los “killers” (asesinos) y los perdedores. Para Trump, asesino es sinónimo de ganador.

La película dibuja también sus obsesiones personales: la apariencia física y la vejez. En eso se parece a otros millonarios, como Marcelo Claure. “Envejecer apesta” llega a decir. Las operaciones de cirugía estética y otras técnicas carísimas para parecer “eternamente joven” atraviesan el modo de vida de una elite de opulentos consumida por esa paranoia/neura. Pobrecitos.

“Todos quieren ser ricos y que se la chupen”, llega a decir, el personaje Trump “¿Te imaginas tener sexo oral en el Air Force One?”. Así es y así gusta de ser retratado el (posiblemente) próximo presidente del país que lidera el “mundo libre”.

The Apprentice no es una comedia ni una farsa. Está rodada/pensada como un documental; de ahí su peligrosidad. Como cine, es una película/producto mediocre y decepcionante; repleto de caricaturas narcisistas cuyo fin/objetivo político es algo más elevado/sutil. Es definitivamente cine menor.

Solo se salvan las dos salvajes interpretaciones actorales de Sebastian Stan y Jeremy Strong (como Trump y su “abogado del diablo” en duelo actoral). El segundo es candidato seguro para el Óscar a actor secundario. En eso (la brillante dupla interpretativa), la película se parece a Mano Propia.

The Apprentice exhibe un descaro ambivalente (juega a ser imparcial y/o crítico pero su evidente efecto banalizante del mal lo tapa todo). Es una oda a un idiota. Un idiota peligroso, como todos los idiotas.

*Ricardo Bajo hace crítica de cine y teatro

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Bolívar no tiene técnico

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo

/ 23 de agosto de 2024 / 09:04

Introducción: los dos mejores años del club Bolívar en competiciones internacionales hacen un guiño. En 2004, hace dos décadas, los celestes se plantaron en la final de la Sudamericana frente a Boca Juniors (presidía el club Mauro Cuéllar Caballero y dirigía el incombustible Vladimir Soria). Nota mental: todavía me acuerdo como vi desde las cabinas de radio de la Bombonera aquel palo de Tufiño en el arco del “Pato” Abbondanzieri delante de la “Doce”. En 2014, hace diez, la “Academia” llegaba a “semis” de la Libertadores (presidía don Guido Loayza Mariaca; entrenaba el vasco Azkargorta).

El rival de hoy es Flamengo. Llega con una ventaja de dos goles. Toca rematar. Tite tiene seis bajas importantes (entre ellas “cracks” como Everton, Pedro, Arrascaeta y “Gabigol”. El Siles luce casi repleto. Reina un entusiasmo desmedido. La hinchada “académica” regala una gran previa y grita “sí se puede”. Veo chalinas conmemorativas con el escudo de ambos clubes, como si fuera una final.

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Nudo: Robatto coloca otra vez a los hermanos Sagredo en los laterales. Ni José ni Jesús van a cruzar la mitad de cancha. El fútbol boliviano carece de jugadores en esa posición clave en el fútbol moderno. Las mejores ocasiones de la primera parte son para el “Mengao”. Carlinhos falla por tres veces. El partido, a ratos, es un ida y vuelta apasionante. Tite no ha montado una línea de cinco; ha metido un 4-4-2 ambicioso. Hace presión alta y complica la línea más endeble de Bolívar, la zaga. Nicolás de la Cruz juega a otra cosa.
Los celestes lucen ansiosos, quieren meter el segundo antes que el primero. Solo Bruno está a la altura del “match”; sus desbordes por izquierda se hacen reiterativos. Se acabará abusando del centro a la olla.

Desenlace: Robatto no mete los cambios que todo el mundo pide en el descanso. El argentino es tozudo. Y “lenteja”. El gol de Bruno a provoca que las arengas del “sí se puede” arrecien con más fuerza. Los celestes necesitan desequilibrio pero Robatto tarda una eternidad en meter a Henry Vaca y Yomar Rocha. Solo lo hace cuando extrañamente se acerca hasta su posición José María Antezana, mano derecha de Claure y le dice algo. ¿Quién dirige a Bolívar? Cuando el cruceño comienza a gambetear, desbordar y patear, tiembla el arco de Rossi. Tarde.

Post-scriptum: la falta de gol y la ausencia de eficacia lastran el envión anímico de la recta final. Claure vendió a su hombre gol, “Chico” Da Costa, por unos pesos a un club donde no juega de titular. Bolívar no tiene técnico, tampoco un presidente a la altura de un club (casi) centenario. El 2024 no quedará en el recuerdo. Ni Robatto ni Claure escribirán la historia.

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El rugby cruceño domina la Liga Mayor

En La Paz RC brilló y sorprendió (por su velocidad) el debutante “wing” italiano Giulio Carraro

El partido entre La Paz Rugby Club y Santa Cruz Rugby Club ante La Paz Rugby en alto Irpavi

Por Ricardo Bajo

/ 23 de junio de 2024 / 09:13

La flamante Liga Mayor Nacional de Rugby XV cerró su primera fecha este sábado en Alto Irpavi con la victoria de Santa Cruz Rugby Club ante La Paz Rugby Club por 17 a 71 (dos «tries» contra once).

De esta manera vencieron los tres equipos representativos del rugby cruceño: Jenecherú ante Halcones por 25 a 0 y Tigres ante Universitario de Cochabamba por 25 a 17. El cuarto representativo de la capital oriental -Aranjuez- descansó.

El quince de La Paz RC -liderado por su entrenador-jugador Francisco “Paqui” Leñero y el ex Universitario (y capitán) Diego Sabat- volvió después de seis años de ausencia a los torneos nacionales. El equipo (en formación) acusó su inexperiencia pero demostró con sus tres “tries” el potencial de su joven plantel. Sueña con volver -en unos años- a ser campeón nacional como en 2009.

La abultada victoria de Santa Cruz RC se asentó en el contundente dominio de las formaciones fijas: “line” y “scrum” donde los delanteros cruceños impusieron su ley (y su mayor peso) sin contemplaciones. En esa tarea destacó sobre manera Carmelo Salazar, autor de cinco “tries” de los once de su equipo. Los otros seis fueron obra de Mario Bazán (2), Willy Vaca, Nilo Severiche, Guillermo Zambrana y Marco Antonio Chávez. El ex capitán de Supay, Pablo Orías, fue el “referee” del partido.

Santa Cruz RC es uno de los dos serios candidatos al título (el otro es el vigente campeón Jenecherú) en este nuevo torneo nacional denominado Liga Mayor debido al buen pie de su inagotable “medio-scrum” Marco Antonio Chávez, uno de los veteranos del equipo junto al capitán Nilo Severiche.

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En La Paz RC brilló y sorprendió (por su velocidad) el debutante “wing” italiano Giulio Carraro, autor de dos “tries”. El otro “try” de los locales fue obra de Héctor Otálora Sanz. El “forward” local Rolly Armando Espejo sufrió -en el primer “scrum” del partido- una dislocación de su rodilla siendo atendido por el personal médico de la ambulancia presente en la cancha.

El partido entre paceños y cruceños terminó -como es tradicional en este deporte- con el tercer tiempo donde ambos equipos compartieron en camaradería empanadas, sándwiches, helados y una parrillada con chorizos.

La Liga Mayor Nacional de Rugby XV -en modalidad de todos contra todos- está formada este año por los citados cuatro equipos cruceños, dos de Cochabamba (Universitario y Halcones) y uno de La Paz. Esta temporada no se cuenta con la participación de tres clubes animadores de torneos pasados como Brangus, Tarija y Supay.

(23/06/2024)

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Soñar y correr

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo

/ 13 de junio de 2024 / 00:37

Introducción: es el penúltimo amistoso rumbo a la Copa América. Zago usará el torneo para consolidar una idea de juego, más ofensiva. Baraja dos dibujos: una línea de cinco para hacerse fuerte atrás ante rivales (muy) superiores; y el clásico 4-2-3-1 para tener más la pelota y atacar más.

Ante Ecuador, el brasileño opta por el segundo esquema. En el onceno elige improvisar con un extraño doble cinco.

La Verde suena así: Viscarra; Medina-Sagredo-Jusino-Suárez; Céspedes-Villamil; Cuéllar-Vaca-Fernández; y Algarañaz. El catalán, Félix Sánchez Bas, formado en la Masía del Barsa, ha colocado a Ecuador en zona de clasificación (quinta posición de las eliminatorias) pero su fútbol deja muchas dudas por falta de gol.

El partido se juega en Chester/Filadelfia, en la cancha del equipo local de fútbol que se llama Union (justo lo que no tenemos en el fútbol boliviano). El árbitro se llama Lukasz Szpala, gringo con apellido polaco. Bolivia estrena uniforme verde menta.

Nudo: Bolivia arranca con presión alta e intensidad física. Van a durar -ambas- lo que duran dos peces de hielo en un “whisky on the rocks”.

El “pressing” alto no es una solución, es nuestro primer problema: lo hace el delantero centro y detrás de él cuatro hombres (se suma a esa idea Villamil). Cuando Ecuador salta líneas, queda Céspedes solito en la contención.

Por cierto, Céspedes no es cinco y no siente la marca. Resultado: Bolivia se desnuda sola, se hace daño. Somos una enfermedad autoinmune.

En apenas media hora, caemos por dos goles a cero. El segundo problema es la salida de pelota. Se ha puesto de moda (es casi una obligación para todos) salir jugando. Pero no tenemos hombres para salir jugando. El tercer problema es la defensa/los laterales: Suárez no lo es y Medina sufre cuando tiene que defender. Ambos serán sustituidos. El cuarto es el nueve. Algarañaz no tiene gol y en su equipo no juega en ese puesto. 

Desenlace: al descanso Zago hace tres cambios. ¿Rectifica o se asusta? Mete a un cinco puro como Justiniano (por Céspedes), a Saucedo (por Vaca) y a Miranda (por Algarañaz). La cosa mejora; la actitud, también. Luego entran Ramallo, Cuéllar y Terceros. Zago toca teclas. Lo que no cambia es el retroceso. Así llega el tercero de Ecuador. Se corre (mucho y mal) para atrás. El partido será recordado por el primer gol de Miguelito Terceros.

Post-scriptum: “Corro hacia mi perdición. Cuando deje de correr, esa será mi perdición”, dijo el el filósofo italiano Norberto Bobbio. Corremos hacia nuestra perdición en la Copa América (la clasificación en un grupo que compartimos con Uruguay, EE UU y Panamá es una quimera). Pero si dejamos de soñar, esa será nuestra perdición.

(13/06/2024)

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Indagación de un padre

Ricardo Bajo

/ 1 de mayo de 2024 / 07:38

Ser (un buen) hijo no es fácil. Ser (un buen) padre, tampoco. Uno se castiga en favor del otro. Esta columna podría haberse titulado: Carta a un mal padre. Un hijo, escritor, publica un libro sobre su padre muerto, filósofo. El escritor es Juan Villoro y el padre, don Luis Villoro Toranzo, filósofo zapatista/epicúreo. El libro se llama La figura del mundo: el orden secreto de las cosas (Random House, 2023). El cronista dedica la obra a su madre. En la página siguiente coloca un poema de Jaime Sabines titulado: Yo no lo sé de cierto. Lo supongo. El poema habla de dos personas que se quieren, de soledades y de silencios.

Villoro, hijo, escribe una (larga) carta a su padre. Es un padre singular y contradictorio. Es una carta llena de preguntas: ¿deben tener hijos los intelectuales? El hijo piensa que no, pues son —la gran mayoría— egoístas y tóxicos. Los hijos, para muchos intelectuales, son un estorbo. Nota mental: levanto la mirada del libro (la mejor señal) y pienso en el destino de los hijos de muchos intelectuales/artistas bolivianos: suicidio, infelicidad, trastornos mentales, drogas y engreimiento. No voy a citar nombres. Villoro también tiene respuestas: “no reproché a mi padre lo que no pudo ser y encontré una vía para quererlo a mi manera”.

La figura del mundo es un libro sobre la memoria (ajena). Sobre el pasado que siempre retorna de forma diferente. Sobre el distanciamiento (técnica de Bertolt Brecht) y los olvidos. En el teatro de la memoria, ésta tiene doble vida: bucea en lo olvidado y una vez allí, revive de otra manera. Son memorias familiares y memorias de México. A ratos, parecen cuentos inventados con personajes secundarios de lujo: hombres y mujeres que se perdieron en el olvido de la Revolución Mexicana, la Guerra Civil española, la hermosa insurgencia del e-zeta-ele-ene. “No escapa al pasado quien lo olvida”, dispara el hijo, citando a un personaje “brechtiano”.

Villoro recuerda gestos de su padre, recuerda que solo una vez le dio un beso. Recuerda su hábito de leer periódicos (el Excélsior —donde nuestro querido Coco Manto fuera jefe de redacción— y La Jornada). Recuerda sus guantes de piloto y sus anteojos de economista soviético; su costumbre de ir al mismo cine de manera religiosa; su amor (enfermizo) por los libros. “Si un padre no llora, el hijo llorará por todo”. 

Villoro, el hijo, habla de paternidad, la de ayer y la de hoy. La paternidad, como enigma insoluble. “¿Cuándo perdió la brújula la paternidad?” No lo sé, el que esto escribe no es padre. Bastante tengo con ser hijo, trabajo complicado donde los haya. “¿Cuándo perdonamos a nuestros padres por sus ausencias? ¿Es posible entender lo que un padre ha sido sin nosotros? ¿Se puede enseñar a querer?” Son las preguntas de Villoro.

Hay muchos padres e hijos que solo hablan de fútbol, “sitio ideal de la convivencia”. Algunos que no comparten esa pasión, ni siquiera de eso hablan. Los Villoro hincharon por equipos diferentes. Eso siempre calienta/alarga la charla. “Elegir un equipo significa elegir un futuro”, dice el hijo que le va al Necaxa. El padre le iba (por razones académicas) al equipo de la universidad, los Pumas de la UNAM. Ambos compartían, sin embargo, el sentimiento liberador del fútbol, la expresión de libertad, gozo y fascinación colectiva que despierta la pelota sobre la cancha. “Mi padre no me habló del fatalismo ni de la condición trágica del ser pero me llevó a los principales escenarios de la derrota: los estadios de fútbol”. Los dos eran/son de un país —como Bolivia— “donde los hinchas siempre hacen más esfuerzos que los jugadores”.

Los Villoro, padre e hijo, también hablaban de libros. Y de cómo deshacerse de ellos tras una larga vida. He visto con mis propios ojos hermosos ejemplares de tapa dura botados en la basura, abandonados con nocturnidad y alevosía. Nadie los quiere. Luis Villoro los donó a la Universidad de San Nicolás de Hidalgo en Morelia. La biblioteca de un padre a veces habla más que el propio padre.

Villoro, el hijo, se da cuenta al final de la crónica paterna que en realidad está escribiendo sobre su madre. “Mi padre es buen tema para un escritor que prefiere escribir de lo que ignora”. La dedicatoria inicial era una pista para lectores/detectives. Advierte que no es discípulo del filósofo, sino de su madre, Estela. De ella conoce casi todo (la infelicidad de los 10 años de matrimonio, el deseo de querer sinónimo de amor, la posibilidad de aquel idilio en la India con Octavio Paz). Ambos, madre e hijo, hijo y madre, decidieron amar por su cuenta a su “figura del mundo”. Todos deberíamos encontrar esa vía para querer a nuestros viejos. No es fácil ser padre. No es fácil ser hijo.

Ricardo Bajo es hijo

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