El péndulo boliviano
El país no va a ganar nada (más que nuevas tormentas) si se empeña en hacer oscilar el péndulo hasta el extremo.
A fines de los 80 y mediados de los 90, las élites neoliberales se beneficiaban de la precedente derrota de la izquierda. Imponían, entonces, su propia concepción del país: mercados abiertos, Estado reducido, privatizaciones y atracción de inversión extranjera a cualquier costo. En ese momento, los intelectuales que veíamos con buenos ojos estas opciones opinábamos que el orden vigente sería perdurable, porque finalmente había superado los viejos problemas del país. Las “reformas estructurales” nos conducirían a la institucionalización, al crecimiento y a la transformación de la población —con indiferencia por su identidad étnica y social— en individuos libres, consumistas y moderados.
Al final, estos principios quedaron desprestigiados, porque su ejecución escondió, sin demasiado disimulo, el aprovechamiento, por parte de las élites neoliberales, de las ventajas del poder y de las múltiples oportunidades de negocio que el “modelo” ofrecía a los que poseían capitales económicos y educativos, tenían contactos con el mundo y formaban el estatus superior de la sociedad.
A principios de siglo, estas élites fueron reemplazadas, por medio de un proceso que incluyó insurrecciones, detenciones, uso político de la Justicia, etc., por unas élites estatistas o “nacional-populares”, que impusieron una concepción completamente inversa: mercados intervenidos por un gran Estado, nacionalizaciones, redistribución de la riqueza y aumento de la agencia los indígenas, que hasta entonces no habían conocido el poder.
Los intelectuales del “proceso de cambio” suponían que este sería perdurable, toda vez que ya había resuelto los viejos problemas del país, al incorporar a las mayorías excluidas y al devolverle a la nación el control de sus recursos naturales, generando una prosperidad sin precedentes. No necesito decir, en este momento, cuán gravemente desprestigiados quedaron estos principios al aplicarse de forma rígida y sectaria; y en la medida en que estas élites, gracias su capacidad de organización política —y, por eso, de acceso al Estado— encontraron en ellos cómo favorecerse de mil maneras.
Hoy, el péndulo se ha movido nuevamente. Con insurrección, detenciones y uso político de la Justicia se está erradicando a las élites del pasado, y se están entronizando nuevas élites que todavía resultan algo misteriosas. ¿Qué será lo que irán a hacer? Hay indicios, sin embargo, de lo que quieren: el retorno revanchista al pasado; es decir, al dominio —sin cuestionamientos impertinentes del pueblo— a “los más capaces”. Esto es, a quienes tienen educación, contactos con el mundo, etc. ¿Dejará el electorado que lo hagan, o las detendrá la clase política que, habiendo vivido la experiencia de los tres remezones que hemos descrito, sabe que el país no va a ganar nada —más que nuevas tormentas— si se empeña en hacer oscilar el péndulo hasta el extremo?
Por supuesto, los intelectuales asociados a estas nuevas élites triunfantes van a creer, igual que creímos en los 90 (y como también creyeron los intelectuales masistas), que el péndulo no va a oscilar nunca más, pues el nuevo “modelo” (que no está completamente desplegado, pero sin duda tiene como una de sus características la meritocracia) va a resolver todos los viejos problemas del país.
Dirán esto mucho en estos días, pero no debemos dejarnos engañar. Este flamante “modelo” también se va a desprestigiar, sea en un lustro o en tres, porque las élites que lo están intentando construir, como es usual en nuestro país, no reconocen a las élites rivales y están intentando sacarle partido de clase y personal. Así lo indican los anuncios de que se renegociará con las empresas petroleras, cerrarán empresas estatales, “liberalizarán la economía”. Y lo indica, de forma más tintineante que todo lo anterior, el que Mario Renato Nava Morales, gerente tributario de la empresa de seguros del líder cívico Luis Fernando Camacho, haya sido nombrado presidente del Servicio de Impuestos Nacionales (SIN) de Bolivia.
* Periodista.