Transición energética y el rol de los minerales
Con el Acuerdo de París en la COP21 del 12 de diciembre de 2015, cerca de 200 países se comprometieron reducir de forma sustancial las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y limitar el aumento global de la temperatura a 2 grados Celsius, al tiempo que buscaba limitar la subida a 1,5 grados.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) —celebrada en Glasgow el 12 de noviembre de 2021—acordaron limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 grados Celsius y, por primera vez, se pidió a los países que reduzcan progresivamente la energía del carbón y las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles.
Los análisis internacionales señalan que la descarbonización de los sistemas energéticos globales estimulará la demanda y un cambio estructural en la priorización geopolítica de las reservas de hidrocarburos hacia a los minerales críticos que sustentan la energía solar, eólica, geotérmica, así como los vehículos eléctricos, como en los casos del aluminio, cobre, plomo, zinc, estaño, plata, tierras raras, litio, tantalio y cobalto, entre otros.
Estiman que la producción mundial de algunos de estos minerales tendrá que aumentar por un factor de 3 a 44 para cumplir los objetivos de energía renovable y emisiones establecidos por el Acuerdo de París (COP 21). El FMI proyecta que, en un escenario de emisión cero de carbono, la relación entre oferta y demanda de metales será insuficiente: en el litio la oferta mundial cubriría solo un tercio de la demanda potencial, mientras que en el cobre un 60% y el 80% en los casos del cinc y la plata.
Los países exportadores de minerales jugarán un rol importante en la transición de la energía verde, pero se observa que es un mercado con alta concentración en pocos productores y pocos países. En el caso de la producción de litio, según datos del Servicio Geológico de los EEUU para 2020, cuatro países (Argentina, Australia, Chile y China) concentraban el 95% de la producción mundial y tenían el 72% de las reservas mundiales (parte de las reservas base que se podrían extraer o producirse económicamente en un momento determinado). En cambio, en lo que se entiende como la identificación de recursos de litio, el Servicio Geológico de los EEUU estima 86 millones de toneladas de las cuales Bolivia tendría identificadas 21,1 millones, Argentina 19,3 millones y Chile 9,6 millones, concentrando el 60% de los recursos mundiales de litio.
Estos minerales son claves para viabilizar la transición energética pero también son críticos para la proyección de poder militar, por lo que aumentarán tanto su importancia económica como estratégica.
Pero el problema es que a su vez los recursos minerales tienen una “naturaleza saqueable”. Su explotación genera rentas supra normales, la famosa renta ricardiana y su actividad y comercialización están sujetas a impuestos y regalías. A su vez, los depósitos de minerales se consideran parte de la herencia geológica de un país y, por tanto, los gobiernos demandan una fracción de la riqueza generada por su explotación. Por último, los recursos minerales son no renovables, son agotables en un momento del tiempo y las nuevas generaciones contarían con menos recursos o con menor calidad de ellos, por lo que debe racionalizarse su uso.
El problema de la transición energética es que la explotación de recursos minerales tiene un elevado impacto negativo ambiental directo, por lo que el cálculo de la emisión neta cero de carbono en 2050 para la transición a energías limpias debe tomar en cuenta los costos de una mayor contaminación ambiental debido a la explotación intensiva de los minerales.
Es así que ha retomado la importancia de los impuestos verdes y el de la aplicación de royalties a la minería, como en el caso del Programa de Gabriel Boric, presidente electo de Chile y, tal vez, ha llegado la hora de que la integración sea más focalizada y efectiva. Así, por ejemplo, el caso del litio entre Bolivia, Chile y Argentina puede ser muy emblemático en cuanto a la armonización de políticas tributarias a la industria extractiva y en el tratamiento a la inversión extranjera en un marco de armonía con la Madre Tierra y con una adecuada captación del excedente económico para un Buen Vivir.
Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista.