Voces

Friday 17 May 2024 | Actualizado a 08:41 AM

Por qué creer en el fútbol

Rubén Atahuichi

Por Rubén Atahuichi

/ 2 de febrero de 2022 / 02:54

Díganme ustedes, ¿qué manifestación, qué acontecimiento o que actividad es capaz de unir a los bolivianos más que la selección de fútbol? La religión, no; la política, no; el carnaval, no; la bandera, no; la wiphala, no… Quizás la patria.

“¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”, decía Eduardo Galeano.

“El fútbol es la única religión que no tiene ateos”, insistía el escritor uruguayo.

Muchas frases más para hacerle homenaje a ese deporte inventado en Inglaterra, como aquella poesía que nos plantea un dilema: “¿Usted cree en el fútbol? Nosotros cono toda el alma”. Sí, con toda el alma.

Admito que nunca fui un buen jugador de fútbol, por más que mi papá —otrora considerado uno de los mejores exponentes de este deporte en mi pueblo, Turco— porfiara siquiera por que sea un arquero o mi ímpetu fallido.

Aprendí a querer el fútbol leyendo El Gráfico del Mundial Argentina 1978, que me prestaba el hijo del tío Justo, Sergio, a quien ayudaba a “surfilar” pantalones en su sastrería, y la revista de Tahuichi dedicada a su equipo campeón del Sudamericano de 1980, cuyos tres ejemplares ¡del mismo número! fueron mi “salario” de mesero en la pensión de don Gilberto, adonde me había confinado mi padre.

¡Cómo disfrutaba de esas lecturas siendo un mala pata y pequeño!

Fue el fútbol que me llevó a mis primeras armas en el periodismo, coincidente con los años de gloria de San José campeón en 1991 y 1995, cuando recalé en el programa de radio San José, ¡la gran emisora de los mineros en Oruro!, de mis grandes amigos y colegas periodistas Alberto Pereira y Saúl Gutiérrez.

Un cuñado mío, otro gran futbolista, Portugal (acabamos de llorar con él, mi hermana, sus hijos y nuestra familia la partida de Laurita), se sorprendió cuando le comenté que iba a estudiar Comunicación Social y dedicarme al periodismo. Pero —dice— se quedó con la boca tapada cuando me escuchó como comentarista de la radio en los partidos de mi querido San José.

Era el fútbol que me inspiraba. Y, cierto, no voy a jactarme de haberme codeado con las estrellas del deporte mundial, pero tuve la suerte de hablar con Bochini, Pasarella, Galarza, Quinteros, Borja… y tantos otros.

Ahora que San José quedó fuera de los torneos de la División Profesional, no por su mal desempeño sino por la desastrosa administración de su dirigencia, el fútbol sigue en mí. Igual sigo a Bolívar, Always Ready, París Saint Germain o Barcelona. Es el aire que respiramos muchos de los mortales del planeta, a pesar de las decepciones que hacen trizas los sueños de cada previa de los partidos.

Hace unos días, ante la posibilidad lejana de que Bolivia llegue al Mundial Qatar 2022, confiaba en que la selección le gane o le empate a Venezuela en Barinas; ni imaginaba la goleada que nos trajeron el ídolo Martins y sus compañeros. Ayer, cuando esperamos que los nuestros se sacudan de la vergonzosa derrota del viernes, tropezamos igual ante Chile, al que debimos ganarle por orgullo geopolítico.

Quizás nos quedemos con la bronca de la eliminación en estas Eliminatorias, pero el fútbol sigue: hay Messi, hay Enoumba o hay Haaland. Hay Brasil, Argentina, España, Manchester City Tomayapo u Oruro Royal. Hay fútbol.

Siempre estaremos ilusionados con nuestro equipo, siempre creeremos que Bolivia puede llegar —otra vez— a un Mundial. Nos toca ver el torneo por televisión y, en mi caso, apoyar a mi San José en el fútbol de la Asociación de Oruro. Creer que volveremos a intentarlo.

Eso sí, hay que pensarlo desde abajo para estar algún día arriba. Y en esto tienen mucha responsabilidad los dirigentes. Que la pelota no se mancha, diría D10S.

Hay que creer en el fútbol, y en nuestra selección; no hay algo más que nos una.

Rubén Atahuichi es periodista.

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Pedrajas: Una muerte sin orden ni compañeros

En octubre de 2008, ‘Pica’ se quejaba por que se le ‘amontonaban’ los males

El sacerdote Alfonso Pedrajas fue entrevistado por La Razón antes de su muerte en 2009

Por Rubén Atahuichi

/ 15 de mayo de 2024 / 07:11

“No tengo tesoro ni perla, no tengo compañeros ni orden, no tengo fuerzas para correr por los cerros y buscar el viento y la luz; no tengo paciencia para soportar estupideces de los jóvenes, solo tengo madrugadas largas y solitarias”. Así comenzaba a despedirse Alfonso Pedrajas en Valencia, España, el 27 de julio de 2008; molesto incluso con la Compañía de Jesús, que lo había acogido desde sus 17 años de edad. “Quizás mañana mismo ya nadie hablará de mí. Habré dejado de existir”.

Lea: Diario de Pedrajas: la niña del Villegas que adoptó junto su novio

Pedrajas

Murió en su ley. Página 382 de Historia, las memorias del sacerdote jesuita pederasta. Es el último capítulo. Su crisis existencial no se resuelve, pero cuestiona a Dios sobre cómo se le están “amontonando” las enfermedades.

La Paz, 11 de octubre de 2008. “Se me metió otra enfermedad: litiasis renal. Pasé momentos muy dolorosos, médicos, análisis, clínica, calmantes, urografía excretoria, TAC…”, dice el jesuita. 

El 12 de abril de 2004 había develado su enfermedad. “Pues parece que llegó el momento. Llegó el acontecimiento, la enfermedad. ¡Tengo cáncer! Dentro de unos días, con la cirugía radical de la próstata, los ganglios y las vesículas seminales, voy a quedar impotente”, cuenta en el diario.

En Historia, Pedrajas escribe sobre su muerte en la primera página y en la última. El 2 de noviembre de 1960, en Raymat (España), quiso morir como los viejos jesuitas, tenía “un inmenso deseo de morir así, entre himnos y alabanza, habiéndolo dado también todo por Cristo”.

En su último escrito, su sentimiento cambió: “Mi pequeñez no da para más. No puedo cambiar mi pasado. Tampoco puedo cambiar mi presente. Ya no tengo fuerzas síquicas ni espirituales para montarme al caballo de la santidad, ser bueno”. Así fue.

(15/05/2024)

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Diario de Pedrajas: la niña del Villegas que adoptó junto a su novio

Un año y siete meses tenía la beba cuando J. C. la adoptó en 2008

A finales de agosto de 2008, La Razón conversó con Alfonso Pedrajas; el contenido de la charla difería de los antecedentes

Por Rubén Atahuichi

/ 15 de mayo de 2024 / 07:05

En los pasajes oscuros de la vida del cura pederasta Alfonso Pedrajas aparece una niña, Alejandra, que adoptó su novio, J. C., en el Hogar Carlos de Villegas de La Paz. Era el sueño que maduraron ambos, un año antes de la muerte del jesuita español.

A su vuelta de Valencia, España, en mayo de 2008, ‘Pica’, como se llamaba, trajo varias cosas a su amante, entre ellas mosaicos, que ambos colocaron en la sala.

“Me gusta mucho estar con él, decorar la casa, casi como si fuera mi casa. Ahora, JC habla de nuevo de su ilusión de adoptar un niño”, dice Pedrajas en sus memorias —Historia— de 383 páginas a las que accedió La Razón, cuyos extractos fueron publicados por primera vez el 30 de abril de 2023 en el reportaje Diario de un cura pederasta de El País de España.

Revise: De tetas, playa, mamá y celibato

Pedrajas

El sacerdote dice dudar mucho sobre la decisión de su novio, aunque afirma tener la necesidad de respaldarlo y “lanzarse” juntos. En tanto, cuenta que la mamá de J. C. insiste en que su hijo se case.

“Él le dice que no se haga la más pequeña ilusión, que no lo hará, pero que sí quisiera adoptar un hijo”, recuerda Pedrajas.

Devela que, finalmente, la madre de J. C. sugiere una niña, para que se apegue el papá y éste la cuide más. “Lo hablaremos. Creo que le voy a animar”, dice el cura.

“No es bueno que esté solo, ni que quede solo toda su vida. Quizás así evitará la promiscuidad cuando yo desaparezca”, cuenta el sacerdote, resignado a aceptar a la niña y convivir con ella.

Sin embargo, Pedrajas tiene peros, y muy relativos a sus sentimientos con el hombre. “Hay que crecer en el amor y centrar la vida, aunque yo tenga ciertos celos o me sienta un tanto desplazado. Pero es un sentimiento mediocre, no debo alimentarlo de ningún modo”, admite el jesuita.

Dato

El 24 de mayo de 2008, los trámites comienzan a fluir. Ese día, J. C. habla con Rosario (Pedrajas no escribe su apellido y La Razón se lo reserva). “Mañana lunes tiene fijada una entrevista con la abogada recomendada por Rosario para recibir más información e iniciar quizás el proceso de adopción”, cuenta de la cita.

Entre el 24 y 27 de junio de ese año, Pedrajas asiste a la Asamblea de Provincia, de la Compañía de Jesús, en El Paso, la localidad más antigua de Quillacollo. Se pregunta por qué Ramón (Alaix) lo puso como primer panelista. ¿Lo hizo a propósito? Él sabe la enorme dificultad que tengo de creer, y ni siquiera aceptar, a la Iglesia. Aún no sé cómo reaccionar ni qué decir”.

Sin embargo, tiene algo que contar íntimamente. “Con JC hubo grandes novedades. ¡Adoptó a Alejandrita! Una niña campesina (Natalia) de un año y siete meses”, cuenta Pedrajas en Historia.

Desde soñarlo hasta concretarlo, al menos un mes de papeleos. Pedrajas se siente feliz. “Me encanta. Parece muy viva, cariñosa, juguetona”, escribe.

“No sé si ahora soy padre, tío, abuelo, compadre… o simplemente Pica. En verdad, no sé lo que soy para ella. Pero me gustaría quererla mucho, jugar, hacerla feliz, verla crecer…”, cuenta.

Pero cambia sus sentimientos. “No son celos lo que siento, creo que JC me seguirá queriendo igual, pero cambiará mucho nuestro estilo de vida”, supone.

Y J. C. no lo inspira, aunque lo complace. “No disfruto nada, incluso me repugna a veces”.

Un mes después, Pedrajas se encuentra en Valencia, y desde las playas de la Malvarrosa tiene un dejo de nostalgia. “Algo me lleva a decir y sentir muy dentro que quiero a JC, que no puede ausentarse de mi vida. Que amo, sobre todo a su hijita. ¡Nuestra hijita! ¡Mi amor, tan pequeño, tan risueño!”.

Presiente su partida. “Me iré yendo, poco a poco, quizás muy lentamente, pero amando. Soñando con los ojos de esa niña que llena mi corazón”.

 Y se despide. “Me pierdo en mi futuro, en el túnel de un sinsentido que se me echa encima: ¡la muerte! Veo a mi niña. Parece que solo ella está presente dándome vida con sus dientecillos Y solo blancos y su pícara sonrisa. Esos ojitos coquetos y negros…”.

(15/05/2024)

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Cartas de Pedrajas a Pérez Iribarne: de tetas, playa, mamá y celibato

Alfonso Pedrajas solía visitar también ‘La Profesa’ de ancianos

Confesión. Alfonso Pedrajas en entrevista con La Razón en 2007

Por Rubén Atahuichi

/ 13 de mayo de 2024 / 11:04

Desde Valencia (España), el 21 de septiembre de 2002, Alfonso Pedrajas recopila una serie de cartas dirigidas a su colega en La Paz Eduardo Pérez Iribarne, hasta hace un tiempo director de radio Fides en Bolivia.

En muchos fragmentos, “Pica” le cuenta sobre el estado de salud de su madre. “Mi mami está muy complicada. Siempre fue mujer difícil (porque fue genial, y quizás todos los genios son difíciles), fue —¡y es!— mujer posesiva, manipuladora, mandona”, dice el sacerdote.

“Posiblemente, con los años, se agudizaron las aristas y resulta frecuentemente una mujer bastante insoportable. Mis hermanos están hartos. Ésa es la palabra. No hacen más que renegar conmigo acerca de la mamá. Una pena, pero así es”, relata Pedrajas en el texto Historia, que en 383 páginas cuenta su misión en Latinoamérica y sus confesiones sexuales.

“Sabrás que me traje a doña Consuelo, la señora que nos atendía en la Yanacocha. Tiene 57 años y podría ser la solución para acompañar a la mamá”, cuenta de la mujer, aunque también le dice que ésta se encuentra contrariada por la actitud de su madre. Antes, una ecuatoriana había escapado de casa.

Lea también: El cáncer me hizo el favor de sacarme de la promiscuidad

Pedrajas

“Pero sufro por la mamá y sufro por doña Consuelo, de la que de algún modo me siento responsable”, lamenta Pedrajas.

También describe sus paseos y su visita a hogares de ancianos, muy cerca de su casa en Valencia: “La Profesa”. “Son 25, entre hermanos y padres. Promedio de edad: 72 años”, detalla.

También le habla de la playa, de la que le dice que le encanta desde cuando era niño. “En un par de horitas te llenas de sol, de sal, de tetas, de arena… y de soledad”, le cuenta a EPI, como describe en sus memorias íntimas a Pérez Iribarne.

En sus relatos, Pedrajas cuenta en recurrentes ocasiones sobre “reflexiones” sobre el celibato con sus pares y algunos provinciales de la Compañía de Jesús. A Pérez Iribarne también le plantea el urticante asunto.

“La soledad en una playa llena de gente no me gusta. Lo he pensado muchas veces, el celibato es soledad. A ratos, una soledad profunda, honda, repleta, sosegada; otras veces, vacía, lerda, inquieta, casi estúpida”.

Hay más nombres de sacerdotes conocidos en el texto.

(13/05/2024)

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Abrazar a El Papirri, rodear el patrimonio tangible de La Paz

Sentido ‘Homenaje póstumo en vida’ para el músico

Las voces y el elenco se toman una fotografía con Manuel

Por Rubén Atahuichi

/ 13 de mayo de 2024 / 07:05

Por dónde comenzar. Por el final. El asistir a un concierto de “El Papirri”, Manuel Monroy Chazarreta, y no escuchar ‘Metafísica popular’ es como comerse una sajta sin llajua o una marraqueta sin queso. Algo falta, se reclama.

Pasó el jueves, y el viernes, en el Homenaje póstumo en vida al cantautor paceño de los rulos rubios y la camiseta de The Strongest. Ya casi había terminado el concierto en el Teatro Nuna, abarrotado de amigos y público de principio a fin, no había metafísica, aunque química en las canciones.

Aunque la canción llegó al final, cada quien le hizo un juego de cintura a las palabras en el homenaje. “Abrazar a El Papirri es rodear el patrimonio tangible de La Paz”, se rindió Tere Morales, que fue parte de las cuatro voces que acompañaron la celebración de los 45 años de música de Manuel.

“Debe ser la única canción del universo que se ha multiplicado”, describió el escritor Javier Jordán en la lectura de homenajes que hizo el actor Sergio Caballero, quien recordó que hace varias décadas, cuando coincidió con Monroy Chazarreta en el Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez, su “amor a primera vista” y para quien actuó en sus crónicas.

El Papirri “es su propia metafísica, porque él solito se acompaña”, dijo en su texto Jordán, para quien Metafísica popular superó el rango de canción para asumir el rango de concepto. 

Es un “artificio verbal”, resumió el poeta chuquisaqueño Gabriel Chávez Casazola, siempre en la lectura de Caballero. “El Papirri es el poeta urbano por excelencia, al menos en la época que le tocó vivir, ver y beber”, dijo en serio.

Una silla vacía, con una camiseta vieja del Tigre esperaba al cantautor. El piano de Luis García y la batería de Mauricio Cardona adornaban el ambiente. ¡Qué vientos de ‘Kicho’ Jiménez!

Abajo, unas mesas numeradas y pizzas, sándwiches, agua, gaseosas y cerveza a la carta completaban la noche. En el pasillo, un DVD inédito de un concierto y ejemplares de Crónicas de El Papirri cerraban el qhatu.

El concierto había comenzado con las piezas cantadas por Segalez, que también acompañó a todos con la guitarra y su voz.

Luego se prendió Christian Benitez, de Negro & Blanco. Comenzó con Hoy es domingo para agradecerle a Manuel la vez que en Vallegrande lo invitó a pisar por primera vez el Teatro Municipal de La Paz. Estrenó En Trinidad, de la composición de El Papirri.

«Hoy es domingo», canta Christian Benítez

Público

Y El Papirri es un pago de risa. “Harta gente no ha venido”, observó, e invitó a comprar sus obras puestas a la venta.

A Vero Pérez, gran voz y casera de Monroy Chazarreta le tocó interpretar Migración y Ego. Suaves melodías que calzaban con su voz. Que “no haya homenajes póstumos sin vida”, auguró, y Manuel la ensalzó con una ensalada de halagos y mimos. “A la Vero”.

Tere Morales le dio voz al Sacudite y a Ingratitud. E improvisó con el músico Alasita. Esta “canción que no estaba en el programa, pero que todos los eneros me pone de moda”, dijo El Papirri.

No faltó la Wakataya y el Bilo Viscarra (Los Bolitas) estuvo para acompañarlo en el extásis.

En el epílogo de la noche sobria del cantautor, el público coreó Ch’utis, de la pandemia. 

Ganaba The Strongest (a Estudiantes). Los tigres aparecieron para recordar al ‘Chupa’ Riveros, cuyas hijas estaban también.

Otro tigre, Ricardo Bajo, dejó unos escritos del imaginario año 2354: “Todos estamos de acuerdo, nos hace falta El Papirri”. 

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El 62,3% de encuestados cree que, cuando la oposición es derrotada, convulsiona el país

Las últimas elecciones generales en el país se desarrollaron el 18 de octubre de 2020, luego de casi un año de régimen de la autoproclamada Jeanine Áñez. Entonces ganó los comicios el actual presidente Luis Arce, del Movimiento Al Socialismo (MAS), con el 55,1% de los votos.

Activistas de oposición protestan en los cuarteles contra el 'fraude' de 2020.

Por Rubén Atahuichi

/ 12 de mayo de 2024 / 19:44

Según una encuesta desarrollada entre el 11 de abril y 11 de mayo recientes, el 62,3% de los bolivianos cree que, al ser derrotada en elecciones, la oposición apela a la convulsión.

Con una muestra de 2.000 personas mayores de 18 años en todo el país, el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) puso la pregunta del caso a dos bandas: Cuando la oposición pierde elecciones, no reconoce su derrota y está dispuesta a general violencia o cuando la oposición pierde elecciones, reconoce resultado y respeta la institucionalidad.

En el primer caso, el 62,3% respondió que sí y, en el segundo, el 29,7% afirmó que, al contrario, la oposición reconoce los resultados y respeta la institucionalidad. El 8,0% se mantuvo al centro de las posiciones encontradas.

La encuesta de Celag tiene un margen de error de entre +/- 0,9% y +/- 2,2% de acuerdo a la dispersión de distribución.

Las últimas elecciones generales en el país se desarrollaron el 18 de octubre de 2020, luego de casi un año de régimen de la autoproclamada Jeanine Áñez. Entonces ganó los comicios el actual presidente Luis Arce, del Movimiento Al Socialismo (MAS), con el 55,1% de los votos.

El entonces presidente del Comité pro Santa Cruz, Rómulo Calvo, desconoció los resultados y consideró que el candidato del MAS ganó los comicios con fraude. Arce “no ganó con 55%, hubo más un millón y medio de votos que han hecho fraude”, afirmó.

Una semana después de las elecciones, un grupo de activistas de oposición se apostó en el atrio de la Octava División de Ejército, en Santa Cruz, para reclamar una “junta militar” de gobierno. También denunciaban fraude.

Las elecciones generales del 20 de octubre de 2019 también fueron consideradas fraudulentas a raíz de la observación de la Organización de Estados Americanos (OEA), que encontró irregularidades en el sistema informático.

Entonces candidato de Comunidad Ciudadana (CC), Carlos Mesa tildó al proceso de “fraude monumental” y validó la sucesión de Áñez, ante la renuncia del presidente Evo Morales, como una “sucesión impecable”.

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