Ángeles y demonios
Los seres humanos, ya quedó ampliamente demostrado, somos capaces de los actos más crueles, más obscuros y malvados, como somos capaces de transformarnos en centros de irradiación de ternura, de compasión y de bondad. Somos, en un mismo cuerpo, ángel y demonio.
Perros matados, sin piedad, salvajemente, a palos, en un botadero. La investigación en la ciudad de El Alto sobre este hecho está en curso a raíz de una denuncia de Comunidad Ciudadana pero imágenes provenientes de un celular nos han lastimado el fondo del pecho y nos avergüenzan como sociedad. Sin embargo, devuelve el aliento saber que hay mujeres y hombres (afortunadamente entre ellos muchos jóvenes) amantes de los animales y comprometidos con acabar el sufrimiento, el abandono o el maltrato tanto a perros o gatos como a tantas especies silvestres víctimas de nuestra violencia contra una naturaleza hoy tras las rejas del salvajismo capitalista y de nuestra ignorancia.
Podemos ser indolentes con otros seres vivos como podemos ser indolentes y abusivos con nuestros semejantes. Lo saben en los barrios paceños de Villa Fátima y Villa El Carmen, donde los estudiantes no pueden ir a estudiar porque las invasiones de organizaciones cocaleras siembran miedo mediante agresiones a quienes nada tienen que ver con estos obscuros conflictos del mundo cocalero; quiebran derechos ciudadanos básicos a punta de dinamitazos aun a costa de sus propias vidas. Al frente está esa otra categoría de personas que, pudiendo dedicar su vida a algo más rentable, velan genuinamente por los derechos humanos, sin permitirse exclusiones en función de sus conveniencias políticas, sin temor al poder establecido, sin utilizar la violación de derechos de los más frágiles pensando en su propio proyecto político o en una estrategia de marketing personal.
El maltrato y el abuso no solo sale de la mano con el palo en un biocidio o de la mano despiadada y odiadora del feminicida. Se puede agredir en las circunstancias menos pensadas, durante nuestros tiempos libres, por ejemplo. ¿O no lo hacen las empresas que ofrecieron conciertos de famosos que llegaron de otros países para estafar a miles de personas que pagaron su entrada sin ver nada? En la otra vereda están los artistas que sí se comprometen con su trabajo. Hace poco las Mentes Ociosas presentaron una velada maravillosa en un restaurant paceño. Como cada vez que convocan, lo hacen para transmitir una propuesta creativa, talentosa y, ante todo, cariñosa y agradecida con su público. Tan por encima de los 40 bolivianos que cobran por entregarlo todo en su escenario, un trabajo envuelto en una manta de cariño que endulza el lugar y diez cuadras a la redonda.
Así pasa donde pongamos la vista. La moneda con sus dos caras rueda por cada rincón de nuestra sociedad boliviana. La cara de esa moneda puede ser un calculador comerciante de ropa que saca a su importación un obsceno margen de ganancia mientras la cruz de la moneda está en una joven diseñadora que en un mercado de arte ambulante ofrece, bajo sol o castigada por el frío de una plaza, sus diseños de bolsos y billeteras, su trabajo cuidado, su trato empático y sus precios amistosos. La cara puede ser un grupo de autoritarios machistas que sacan al Alcalde de Viacha de un inicio de obra, a empujones, para obligarlo a “dialogar” y en acto de agravio le ponen una pollera. El otro lado de esa moneda son todas las mujeres que a diario visten esa pollera para ir a limpiar o cocinar en casas ajenas a cambio de poco; para trabajar en las construcciones pese a la discriminación o el acoso de los albañiles varones; para legislar en una Asamblea donde son mal miradas por algunos señoritos “bien”; para abrir desde temprano su puesto de fruta y enseguida instalarse arriba de las mejores frutillas, de las verdes o rojas manzanas, en la cima de imponentes chirimoyas, escoltadas por ejércitos de plátanos verdes y maduros, para mirarnos y vendernos desde ese trono, con más orgullo, con más elegancia y con mucho más derecho que la mismísima Isabel II.
Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.