Voces

Thursday 5 Dec 2024 | Actualizado a 05:14 AM

La muñeca y el General

/ 11 de febrero de 2024 / 00:25

Difícil saber cómo llegamos a esa conversación. Lo cierto es que mi mamá recordó con ternura, con nostalgia, con un poco de pena, que cobraban diez centavos. ¿Qué cobraban diez centavos?

Era una de esas casas del centro paceño, en la calle Sucre, que podía cobijar a varias familias. Los patios y la ausencia de televisión e internet reunían a los chicos que, para ejercer su niñez, hacían un círculo alrededor de una choca que pasaba de mano en mano clavando su ruido en la mente de todos ellos. Sin embargo, no era tan fácil llegar a uno de esos patios comunes donde reinaban el juego y la chacota porque había primero que burlar la mirada vigilante de doña María que, detrás de su máquina de coser, tenía la misión de, además de terminar camisas para la marca Manhattan, controlar que esos pequeños del vecindario no se disparen sin ton ni son, como le encargaban las madres que tenían que salir. No quedaba otra que arrastrarse debajo de la cámara de sus ojos para llegar al piso de abajo, donde había una carpintería que al final de la tarde, terminada la jornada de trabajo de los obreros, quedaba vacía. Y así se convertía en el gran escenario donde se presentaba el teatro de títeres. Mi madre, a sus siete u ocho años, era ya la asistente. Llevaba las sábanas para dar forma a la carpa que dejaba una ventana hacia el público; la ventana donde se desplegaba el espectáculo. La muy joven asistente seguramente ayudaba a armar el teatro y recuerda con claridad que pasaba los muñecos a su hermano mayor, Pepe, y a su amigo Pepe también, quienes estaban a cargo de manipular los títeres e interpretar las múltiples voces de los personajes de las historias. ¿Qué historias? Los cuentos que leíamos, las historias que circulaban un poco en todo lado. Cuentos de hadas, leyendas y, con seguridad, improvisaciones de los pequeños artistas. «Había un pastor que buscaba a su llamita: ¿Dónde está mi llamitaaaa…?» recuerda la asistente imitando las voces; con esta escena llegan también al presente las risas explosivas del público. ¿Qué público? ¿Quiénes eran? “Los chicos que vivían allí, los chicos que entraban de la calle, los niños de todas partes…” A todos ellos se les cobraba los diez centavos para asistir al teatro de títeres. La asistente cobraba la entrada. ¿Y de dónde compraban los títeres? Los hacía su hermano mayor, Pepe y su tocayo amigo de la vida. Juntaban papel periódico, harina. ¿Había periódico en esa casa? Había, gracias al papá de Pepe Aguilar, que trabajada en la Alcaldía: de allí llegaban los ejemplares para convertirse en materia prima. Harina, había en cualquier casa. Con un poco de agua, Pepe moldeaba los personajes. Con los pedazos de tela que sobraban de los trabajos de costura de mi abuelita, como por arte de magia, aparecían los trajes de Drácula, de la Caperucita Roja, del lobo, de la bruja, de la llama, del pato, de la gallina que escapaba del lobo, del pastor que buscaba su llamita… Sábado y domingo eran días privilegiados para ocupar más tiempo la enorme carpintería de don Martín, el judío que fabricaba muebles. Así, esa vieja casa se convertía, en minutos, en el gran teatro donde se reía y se esculpía la niñez de mi madre, de sus hermanos y los amigos del barrio.

El talento, la voluntad y la rigurosidad de mi tío Pepe para montar una representación con títeres al poco tiempo se tradujo en interpretar Los pollitos dicen o composiciones españolas en una vieja guitarra con una sola cuerda. ¿Se puede? Después él se las arregló para conseguir las cuerdas faltantes y dedicar todos sus años a tocar la guitarra; después se las arregló para entrar a la Academia de Policías; se las arregló para obtener las mejores notas con su compañero Oroza y recibir una beca para completar su formación policial en Buenos Aires; después se las arregló para concluir su carrera como General verde olivo; se las arregló para ser uno de los comandantes de la institución; se las arregló para estudiar derecho paralelamente y ejercer más tarde como abogado; se las arregló para ser el alma de las reuniones de amigos de la infancia, amigos de la Policía, amigos de todos los planetas. Son esos mismos amigos que vimos llegar al velatorio de mi tío José Manuel Parada Grandi esta semana. Este General quedó hace un tiempo debiendo a mi papá una botella de whisky, una apuesta, claro. Se la pagará allá. Y volverán a reír allá los dos. Volverán a vivir allá los dos. Esta dulce alegría y el recuerdo de una muñeca de cabello negro y vestido a cuadros que mi tío me regaló en una plaza de Potosí son los que han dictado este íntimo sentimiento que no puedo dejar de compartir con ustedes en este domingo de carnaval triste.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista. 

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Ser joven en la Bolivia de las filas

/ 17 de noviembre de 2024 / 06:00

Mujeres, indígenas y jóvenes son las tres categorías política y académicamente más rentables por lo menos en el vecindario latinoamericano. Son palabras mágicas para proyectos oenegeros y llaves poderosas cuando se busca algún tipo de financiamiento. Estas líneas para decirle que esta A cedió a la tentación de mirar las juventudes bolivianas. Créame que hay datos no menores en este tiempo de incertidumbre política, crisis económica y desmoronamiento institucional.

La Fundación Friedrich Ebert (FES) acaba de publicar un trabajo sobre las juventudes en América Latina y el Caribe que nos incluye como país. Caso por demás interesante solo por el hecho de ser un territorio con un enorme porcentaje de jóvenes: tres de cada cinco bolivianos tienen menos de 35 años. Es un valioso nicho que ya está siendo estudiado por políticos que buscarán ganar poder en la ecuación electoral de la juventud. Tendrán que incluir en sus propuestas una creíble promesa para un universo muy fragmentado, con poca confianza en la política, con la piel herida por el desempleo y con derechos ciudadanos en creciente riesgo.

Sin embargo, resulta que para este pedazo de la población el voto sigue siendo una herramienta para articular el cambio en los países, según el estudio de la FES. Esta percepción se ha instalado a pesar de que las olas políticas a momentos le dieron a la juventud protagonismo y a momentos (más frecuentes) la dejaron en los márgenes de las decisiones.

Mientras cuestionamos en la sociedad “adulta” la vitalidad o el ocaso de ciclos políticos y modelos económicos, una gran mayoría de los jóvenes bolivianos reafirma su creencia de que la democracia es la mejor forma de gobierno, aunque no está satisfecha con su actual funcionamiento. No deja de ser una mirada lógica en una región que hasta hoy no logra salir de la cárcel de obscenas desigualdades ni del fango de la corrupción. Son, al mismo tiempo, estas mismas coordenadas económicas las que dibujaron el mapa de una juventud desigual y con enormes carencias.

¿Con qué lentes miran las juventudes el paisaje político boliviano? Se demostró ampliamente que nuestra valoración del sistema democrático está vinculada a nuestra situación económica particular, así que no hay sorpresa en el hecho de que la juventud nuestra exprese su insatisfacción con la democracia, con la actual situación del país y su economía personal. Esta insatisfacción va de la mano, a su vez, de la desconfianza en las principales instituciones democráticas y un decreciente interés en la dinámica de la política. No podemos repartir culpas en ellas y ellos cuando el espectáculo/país de este último tiempo se ha mostrado tan decadente.  En todo caso, en el plano ideológico es interesante saber que, de cinco jóvenes encuestados, tres son de centro, uno de derecha y uno de izquierda. Hagan sus cálculos.

Y para los bien intencionados que se preguntan: ¿cómo se impulsa mayor participación y capacidad decisoria de este bloque demográfico? Con leyes. De hecho, el estudio citado subraya avances legislativos en cuanto a participación y representación y, en un carril paralelo, un amplio período de inclusión social en lo económico que dio luz a reducciones en las tasas de pobreza y desigualdad en el ingreso, hoy en riesgo debido a la actual tormenta macroeconómica. Un paso “p’alante” y un paso “p’atrás”.

Por ahora, son las relaciones familiares la principal fuente de satisfacción, seguida de la educación (sobre todo cuando pertenecen a las clases más favorecidas), mientras que más de la mitad de los jóvenes no está contenta con su vida en lo económico. Sin sorpresa, ya que un 48% de los jóvenes mayores de 18 años está buscando un empleo. No acaba aquí: el 54% busca migrar a otro país. Así los datos.

En pocas: los trazos que deja este estudio para el ámbito político abren un desafío no menor a pocas vueltas del reloj electoral, pero, sobre todo, nos deja inquietantes pistas de dónde sufren más las y los jóvenes bolivianos. Son nuestras nietas, nuestros sobrinos, nuestras hermanas, nuestros hijos.

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Entre la vida y la vida

Este viernes, en casa se sirvió para un pequeño puñado de familiares un imponente fricasé mixto (o sea, con derecho a un par de pedazos de chicharrón con cuerito y todo), cerveza fría, vino, Coca Cola, agua y singani que tomamos pensando en las ramas del árbol de nuestra esencia.

/ 3 de noviembre de 2024 / 00:39

El viernes, después de un divertido preludio de Halloween, se abrieron las puertas de esa otra dimensión de donde vienen cada año los seres entrañables que despedimos con enorme tristeza. Antes de volar hacia ese lado de la presencia humana, el artista y columnista de La Razón, Édgar Arandia, lo explicó en una de las últimas entrevistas que le hicimos: “Las personas que partieron ayudan a que las semillas crezcan en el ciclo de cada año. La muerte gira, nadie se muere para siempre”. Con él entendí que todo lo del mundo de arriba tiene su correspondencia con el mundo de abajo. Por lo mismo, armamos la mesa el 1 de noviembre para que los nuestros coman y beban a través de nuestros cuerpos: en estas mesas/homenaje servimos los platos que les gustaban, el pan, las masitas, las bebidas, los dulces… Los abrazamos con muchas flores. Los abrazamos con tanto sentimiento.

Este viernes, en casa se sirvió para un pequeño puñado de familiares un imponente fricasé mixto (o sea, con derecho a un par de pedazos de chicharrón con cuerito y todo), cerveza fría, vino, Coca Cola, agua y singani que tomamos pensando en las ramas del árbol de nuestra esencia. Llegaron a las doce en punto. Recibí a mi papá imprescindible; Elena, Julio César, Adela y Roberto, mis cuatro abuelos que con su amor hicieron posible el encuentro de mi mamá y mi papá. ¿Cómo no voy a recibirlos en este día? ¿Cómo no voy a agradecerles a estas mujeres y hombres haberme dado vida y el milagro de concebir en mi cuerpo a mi hijo Julián, clave de todos los sentidos y las alegrías? ¿Cómo, después de tanta energía amorosa, puedo atreverme a no creer en la eternidad y la belleza de la vida que solo se transforma? En mi mesa no faltó el pan que abre noviembre en forma de caballos, escaleras y personas; sobró la fruta; compitieron en colores los dulces y las flores. Las velas fueron el marco a medida para las fotos de los míos: mis tíos Pepe, Vicky y Pachi; mis siempre presentes amigos Sandra Aliaga y el Chino Arandia; la imágenes fotografiadas o dibujadas o simplemente los nombres de los animales que me sostuvieron desde la niñez hasta esta niñez actual que sigue necesitando la ternura perru/gatuna. La mesa de del 1 de noviembre, más que una mesa, es un puente. Uno que se hace corto a punta de recuerdos, de lágrimas, de canciones, de risas, de emociones vueltas a nacer. Es la certeza de que una sola línea nos separa: la piel (reinterpretando al poeta Rubén Vargas). Es la certeza de la fuerza de la existencia: estamos aquí continuando sus latidos, su respiración, sus luchas. Aquí estamos, para completar sus sueños, para preservar el maravilloso hilo de la vida.

Puede leer: La selfi del país

El hilo de la vida. Édgar, en ese hilo, siempre quiso ser colibrí. No es solo por la belleza indiscutible de este animalito. Es porque dicen que cuando va de flor en flor se encarga de llevar las almas al “alma mundo”. Lo dice quien transitó, mientras vivió, con particular apego por el 1 de noviembre porque, como él mismo confirmó, esta fecha es su “no cumpleaños”: un día como éste fue herido de bala en la masacre de Todos Santos. Los últimos 44 años de su tiempo en esta vida lo sintió con dolor. “Parece que el cuerpo tiene una memoria genética porque siempre en esta época vienen mis achaques con virulencia”. Sus obras lo mostraron hasta el final: las heridas de las balas que no se borran como no se borraron las heridas del accidente de tranvía que atravesó la vida de la Frida Kahlo.

El hilo de la vida. En este día en el que ponemos en el espejo la vida y la muerte, nos tocó ver, con angustia, cómo la violencia sobrevolaba la tensión con epicentro en Cochabamba, con los polos evista y arcista jalando con bronca, con la sociedad boliviana sufriendo a izquierda y derecha la falta de alimentos, las insufribles colas por gasolina, los precios maltratando el valor de nuestro trabajo, los temores taladrando nuestro bienestar y nuestro futuro. Armamos nuestras mesas temiendo caer en los pasillos ciegos de la violencia, de las balas, de las piedras, de los odios. Armamos mesas caseras deseando desarmarnos como sociedad, deseando que se emborrache la ciudad, que se alegre el campo, que amanezca y ganen las buenas intenciones.

*Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista

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La selfi del país

/ 20 de octubre de 2024 / 06:00

Lo dijeron aquí, en La Razón. Lo dijeron en un coro de distintos tonos. Eso sí, un coro de voces femeninas. No hay de qué sorprenderse, ya verá.

Lo dijo Drina Ergueta, columnista de La Razón: para atacar a Evo Morales se recuperó un caso de estupro de 2020, iniciado en el gobierno de Añez, caso cerrado o paralizado que hoy los adversarios masistas y no masistas de Morales le sacan brillo con un objetivo político claro: la anulación del candidato. Al frente, y sin esperar mucho, los evistas respondieron con la acusación de otra joven que apuntó a Luis Arce: lo acusó de abuso de poder para lograr favores sexuales de la joven masista. Detrás de esto, sigue Drina, solo hay hipocresía y vigencia de un sistema patriarcal que insiste en tratar a las mujeres como trofeos. Las fuerzas políticas, concluye, “utilizan a las mujeres para lanzarse porquería unos a otros (…) sobre la dignidad de las supuestas víctimas”.

Lo dijo Lourdes Montero, columnista de La Razón: los bandos masistas disparan, sin límites, las balas políticas que se fabrican con el manoseo de los cuerpos de las mujeres. Se olvidaron, continúa Lourdes, que el proceso que da impulso al MAS nace de una histórica marcha de mujeres cocaleras que en 1995 llegó a La Paz para pedir respeto a la vida. Luis Arce y Evo Morales, dice la columnista, no tienen “ninguna consideración a esa historia del MAS forjada de polleras”. “Están tan ciegos de odio y venganza que ya nada les importa, y siguen arrojándose historias indignas incluso si ello contribuye a ganarles el desprecio de las y los electores”. La reflexión desemboca en un escenario catastrófico para la lucha intramasista. Lourdes percibe que aquí, lejos de discrepancias ideológicas, hay una lucha de egos machistas. Terminarán todos debilitados, predice, adelantando que habrá un pedazo que se arrastrará hasta la tumba política, dejando un peor escenario todavía para el que sobreviva.

Lo dijo Verónica Rocha, columnista de La Razón: el proyecto del Estado Plurinacional que el MAS encabezó estuvo conformado por muchas mujeres. “Fueron años en los que, proceso constituyente mediante, el MAS estuvo a la cabeza del heterogéneo bloque popular que alzaba las banderas del progresismo y la igualdad. Y dentro de ellos, las de la prevalencia de los derechos de las mujeres y poblaciones indígenas.” No quiere decir con esto que el MAS compró la vacuna contra el machismo ni mucho menos. Para Verónica, los jerarcas masistas “han decidido batallar su poder sobre los cuerpos de quienes militaron por ellos”. Rocha anticipa, al igual que Lourdes, que esta violencia política “tendrá el rostro de ellos cuando la destrucción que hacen encima de lo que sus seguidoras forjaron, toque fondo, llevándose todo por delante”.

Esta A puso en su canasta dominical parte de las reflexiones de estas tres columnistas de la casa, publicadas en estas últimas semanas, para poner en evidencia que el quiebre masista ha sido sordo del alma y ciego del corazón cuando ha visto la oportunidad de destruir al que fue su hermano valiéndose, entre otras miserias políticas, de los cuerpos de las mujeres. Es más: la sordera y la ceguera han trasminado el tejido oficialista para corroer todas las fuerzas políticas hoy en juego, dejando un campo público minado de malas intenciones. El delirio se enroscó y fue más allá de los casos que danzan como sombras sin rumbo en los obscuros pasillos judiciales; la espiral de la miseria política terminó envolviendo la vida privada de una periodista, la de una abogada, la de tantas mujeres que están siendo despiadadamente involucradas en la más pobre de las batallas. Bajo este triste espectáculo agoniza el debate nacional, carente de propuestas económicas en tiempos de crisis, carente de visiones de país en tiempos de desencuentros, polarizaciones, odios y bajos instintos.

Mientras tanto, un hombre ingresa en un aula donde estudia quien fue su pareja para apuñalarla una y otra vez hasta arrebatarle la vida delante de todos. Solo quedan los gritos impotentes y el recuerdo de otra sangrienta pesadilla.

Mientras tanto, una mujer ingresa en una cárcel para visitar al padre de su hija y minutos más tarde y durante horas es violada, golpeada, torturada por la bronca de un hombre que quiere arrancarle los ojos y quemarla en pleno centro penitenciario donde comete la más salvaje agresión a metros de otros reclusos, bajo la vigilancia de policías, bajo la responsabilidad de autoridades. Mientras tanto, los precios de nuestros alimentos se sueltan de control. Mientras tanto, vuelven como serpientes las colas en los surtidores de combustible. Mientras tanto, se bloquean los caminos. Mientras tanto, se cierran las esperanzas. Sonrían para la foto.

Claudia Benavente
es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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La Mafalda de 62 años

/ 6 de octubre de 2024 / 06:00

Hace una semana, la creación más célebre del humorista gráfico e historietista argentino Quino, Mafalda, cumplió 60 años. Hoy, esta niña tan crítica de las contradicciones, desigualdades y absurdos del mundo sopla una vela sin la presencia de su padre, Joaquín Salvador Lavado, y eso le debe doler en todo el cuerpo. Sin embargo, como la pequeña está hecha de papel, tinta y talento, vivirá por siempre y mediante ella vivirá quien le dio vida. Mafalda, su familia y sus amiguitos ya tienen su lugar en este pequeño planeta. Todos los personajes de esta historieta tan argentina, tan universal, se han instalado en mente y corazón porque son un abanico de identidades que cierran en un perfecto círculo. En ellos se dibuja la ecuación de la sociedad. ¿Quién no lleva adentro el bichito del chisme de Susanita o la inseguridad infundada de Felipe o la distracción de Miguelito o la tentación por la guita de Manolito o la frontalidad de Libertad o la ternura piola de Guille o las ganas de cambiar el mundo de Mafalda? Estos son los niños que nos habitan y nos permiten la juventud eterna. Será por eso que Quino prefirió dejar de dibujarlos antes que verlos crecer. Otras manos artistas los sacaron de la hoja de papel para poder palparlos o verlos en movimiento, como anunció el cineasta argentino Juan José Campanella, el ganador de un Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2010 por El secreto de sus ojos, basada en la novela de otro argentino, Eduardo Sacheri. El mayor desafío para Campanella, que tiene también una niñez amarrada a esta tira cómica y se ha comprometido con la compleja traducción del humor gráfico al lenguaje audiovisual en estos tiempos de abandono del papel y parafernalia digital. Pareciera que se autoriza todo menos el paso del tiempo.

Sin embargo, circuló el dibujo de una Mafalda crecida del ilustrador Dan Mora: la visualizó de adulta como una activista del medio ambiente, con un micrófono en la mano y una credencial de Naciones Unidas. Admitamos que nos duele la idea de que Mafalda dejó de ser la niña que nos acompañó e inspiró. Duele pensar que creció, que tomó decisiones, que se equivocó, que no piensa necesariamente como uno. Aterra pensar que no se apuró en cambiar el mundo y que, como ella misma anticipó, el mundo terminó por cambiarla a ella y a nosotros.

A propósito de tiempos y de fechas, la tira cómica se publicó por primera vez en 1964, pero en verdad Quino la concibió el 15 de marzo de 1962. O sea, Mafaldita tiene hoy 62 años. Pensemos que sigue buscando un mundo de paz, pensemos que sigue preocupada por la salud de la tierra, pensemos que sigue persiguiendo valores democráticos, pensemos que la política no la abandonó y que la chica persiguió una carrera universitaria y su espíritu crítico la persiguió a ella. ¿Dónde estaría?

Permítanme imaginar que Mafalda ha logrado penetrar la piel de muchas niñas y después mujeres en todo este pequeño mundo. Por lo tanto, permítanme imaginar que esta semana ha florecido en la voz de la flamante presidenta Claudia Sheinbaum, como Mafalda, de 62 años. Permítanme imaginar nuevamente la imagen de esa Claudia niña ejecutando con rigurosidad su charango, consciente de la perseverancia y la disciplina como insumos indispensables para hacer música y para tomar decisiones individuales y colectivas. Solo desde estas imágenes se puede creer la generosidad de Claudia con Andrés Manuel López Obrador al declararlo el mejor presidente mexicano. Solo desde estas imágenes es creíble el gesto de lealtad con su compañero político.

“No llego sola, llegamos todas”, dijo la niña de 62 años. Y sí, con esta Claudia llegan otras mafaldas como la revolucionaria Guadalupe, la independentista Josefa, las rebeldes Margarita y Adela, la pintora Frida, la primera mujer matemática Enriqueta. La presidenta con “A”, corto y claro, criticó al neoliberalismo y volvió a dar su voto por el nuevo modelo de desarrollo mexicano. No importa tanto si posee la verdad. Importa que piensa, dice y actúa con la fuerza de sus principios. Su humanismo mexicano la empujó esta semana a repetir: “por el bien de todos, primero los pobres”. Y así, la vimos entrar al Congreso y después al Zócalo con un hermoso vestido blanco bordado de muchos colores: honestidad, amor por la naturaleza, libertad, pueblo, austeridad, igualdad sustantiva, insubordinación, política con amor, amor a secas. Con ella entraron las mafaldas indígenas, profesionales, estudiantes, artistas, migrantes, amas de casa, académicas, madres, abuelas, mexicanas y no mexicanas. “Llegamos todas”.

Claudia Benavente
es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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¿Cómo se llama la obra?

/ 22 de septiembre de 2024 / 07:13

Escena 1: José Luis Exeni, en su última columna de La Razón, lanza, como socio alejado, cuatro desafíos al nuevo presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP). Uno: elecciones competitivas que den fin a “una suerte de pasanaku”. Dos: el desafío de la participación para que el directorio de la APLP pase la frontera de los 83 votos y gane en legitimidad. Tres: el reto de dejar de ser un “barco exclusivo de una parcela, con pensamiento único” y así salir de la caricatura que han taladrado: el mundo periodístico dividido entre los autoproclamados “independentes” y los, bautizados por ellos, “paraestatales”. Cuatro: el desafío deliberativo en medio de la crisis del periodismo; contribuir mejor en la conversación pública.

Escena 2: el programa de La Razón Piedra, Papel y Tinta invita al autor de la columna y al nuevo presidente de la APLP para dialogar sobre los cuatro desafíos. Raúl Novillo acepta y participa de un diálogo respetuoso, abierto y propositivo. Para qué…

Escena 3: El presidente saliente, Raúl Peñaranda, promotor de la caricatura “independientes versus paraestales”, corre a su teclado para coser, una a una, sus malintenciones contra el autor de la columna en cuestión. ¿Qué le dice? ¡Qué no le dice! Que hay dos argumentos fácilmente rebatibles pero que no los rebatirá. Como lo acaba de leer. Y que Exeni, cuando fue parte del Tribunal Supremo Electoral (TSE), promovió un reglamento “que ordenaba la realización de las elecciones primarias con un solo candidato por partido”. Suena rarísimo pero se puede debatir al respecto. Lo que ya no entra en debate es acusar a Exeni de no respetar la institucionalidad por plantear un cambio de estatuto en una asociación que celebra elecciones con ochenta y pico votos. Le dice que “así ha actuado en su vida”, le recuerda al socio alejado que no paga sus cuotas hace 15 años, que seguramente busca que voten los que no pagan sus aportes, que no ha participado de las asambleas o reuniones, que no apareció en las actividades organizadas bajo el reinado Peñaranda. Le reclama con tono amargo atreverse a hablar de la APLP.

Lo peor no es la bronca de que alguien externo a los ochenta y pico bien comportados tome la palabra. Lo peor es que no pierde un tic presente en sus “investigaciones” publicadas, en sus columnas y sus participaciones mediáticas. El tic que lo pinta de cuerpo entero: “hay quien dice”. Y con eso dispara sin ton ni son. Con ese tic acusa ahora a Exeni de haber coordinado el reglamento con los masistas. Perdón, solo sugiere “es muy probable”. Lo probable es que no puede demostrarlo, como tantas acusaciones que lanzó contra colegas periodistas y medios. Después, afirma que Exeni fue parte de una “maniobra para para fortalecer la candidatura de Evo Morales”. Lo acusa de dañar el prestigio del TSE, de “alentar la interferencia del Gobierno en el TSE”.

Luego se mete con la salud del columnista atrevido: “adujo estar gravemente enfermo y renunció al TSE” (…) tras sanar rápidamente (…) llegó a la Fundación Fredrich Ebert. Y remata: “Parece que en Berlín no siguen mucho las noticias de Bolivia”. Sí, ataca su actual fuente laboral. Raúl Peñaranda está para casarse con él.

Escena 4: Esta elegancia y estatura ética para debatir ideas me recordó a Diego Ayo que escribió, horas después de Peñaranda, en el mismo medio. Él también tiene adorables tics: “me tomé el trabajo de ver el programa de la señora Claudia Benavente” con “innombrables invitados”. A Diego Ayo no le gusta el tiempo que tomé la palabra en el programa, no le gustan mis invitados y menos le gusta que recuerde que La Razón nunca superó el 20 por ciento de publicidad estatal (lo que no quiere decir que siempre alcanzó ese porcentaje, claro). Me describe “deseosa” de aclarar el cierre de la versión impresa de La Razón con una “lacrimógena justificación”. Lo que despierta mi deseo es más bien comprender por qué a Ayo le interesa tanto el 20 ciento de la torta publicitaria de La Razón y lamentarse que Página Siete no haya recibido el dinero necesario para evitar su cierre impreso y digital. Se pregunta por el dinero que llegó a La Razón, se pregunta por qué “cerró” y concluye: ¿dónde está esa plata? ¿en los bolsillos de quién está?(recontraarchisic). Termina llamando a este medio “prensa gubernamental” y lo acusa de “este escenario de descomposición mediática”. Ver el programa de La Razón le costó tanto esfuerzo a Diego Ayo que, como sanación, me llamó tres o cuatro veces “señora”. Sana, sana, colita de rana…

¿Cómo se llama la obra? A ver: en pocos días, una columna y dos programas de La Razón despertaron los mejores modales en Brújula Digital. Algo incomodó. Algo no gustó. Algo dolió en el estómago. La obra se podría llamar: “Y respondieron con las uñas.”

Claudia Benavente
es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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