La A de Alfonso
Algún duende travieso puso el diario del difunto Alfonso Pedrajas a la vista de su sobrino Fernando en uno de los rincones de aquella casa abandonada. Esos ojos pudieron sobrevolar sin interés las más de 300 páginas del diario del cura pederasta; pero esos ojos encontraron las palabras que dibujaban la punta de un ovillo. Alfonso Pica Pedrajas confesaba sobre esas hojas los abusos sexuales a niños cometidos en Ecuador, Perú y Bolivia. Los intentos de Fernando de abrir las puertas de la Iglesia Católica no dejaron muchos resultados. Ni respuestas ni acciones claras. Terminó acudiendo al periódico español El País, donde el periodista Julio Núñez asumió la tarea de encarar uno de los horrendos relatos de abuso bajo el techo católico que ha dejado al descubierto más de 400.000 víctimas en varios países donde se iniciaron investigaciones. La publicación del 30 de abril, Diario de un cura pederasta, está soltando sus primeras hilachas: Luis María Roma, Antonio Gausset, Alejandro Mestre, Francesc Peris, Carlos Villamil, Arturo Moscoso, religiosos denunciados. Ángel Tomás García, Luis Tó, Marcos Recolons; Ramón Alix, además de otros miembros de la Iglesia Católica española, sabían ampliamente de lo que el cura Alfonso llama “meteduras de pata”, “pecados” o “enfermedad”. Luis Carrasco, director del colegio Juan XXIII, se negó a colaborar. El exprovincial Oswaldo Chirveches, lo propio. Las respuestas textuales son hilarantes. La separación de ocho provinciales posiblemente involucrados a Pica no alcanza.
“Hice daño a mucha gente. ¿85?, demasiada”, escribe el cura. Los abusadores y violadores en el Juan XXIII de Cochabamba son recordados por sus víctimas en relatos espeluznantes. La Asociación de Antiguos Alumnos pidió investigar casos desde 1972. Por lo pronto hay personas como Juana (nombre ficticio) de aproximadamente 50 años, que decidió sacar a la luz cómo fue abusada por el catalán Peris en los años 80. Cuenta que una noche sintió entre sus piernas unas manos. Levantó las colchas y se topó con los ojos claros y brillantes del jesuita abusador. “Me hizo callar con su dedo”. No era el único. Las noches podían ser el infierno en la tierra: “Esperábamos, esperábamos y esperábamos hasta que el cansancio nos hacía dormir”. En un retiro espiritual, Juana lo puso al descubierto y se ganó que el cura la abofeteara y la mandara a callar. Otra víctima relata cómo fue conducido a un gallinero para ver a Carlos Villamil, subdirector y director después del Juan XXIII, teniendo sexo con una muchacha de 17 años.
El jesuita Luis Roma abusaba de niños en Charagua, Santa Cruz. El provincial de entonces habla de un “alarmante material fotográfico”. Los delitos datan de 1994, de 2004. Salen a la luz el 2019. Hasta el 2022 la información no salió de las paredes católicas.
El jesuita Luis Tó fue sentenciado a dos años de cárcel por violar a una niña de ocho años en Barcelona. En lugar de conocer la prisión, fue enviado a Bolivia como tantos otros curas pederastas. Estaba bajo la prohibición de tener actividad pastoral, sin embargo un jesuita expulsado por denunciar estos casos dijo que el sacerdote violador fue docente de moral sexual y ética.
Ya hay un primer cura tras las rejas: Milton M., acusado por delitos sexuales. Su traslado reciente a la cárcel estuvo acompañado de rezos y cantos de católicos y católicas. Exseminaristas cuentan que Milton se acercaba para decirles que tenía que revisarles el cuerpo: “te haces revisar conmigo o con un médico”. Sigamos cantando con las manos cruzadas y mirando al cielo.
Encima tuvimos que escuchar hace días a un periodista diciendo que hay sacerdotes buenos y sacerdote malos. Que los niños ni se daban mucha cuenta de lo que pasaba. Que lo más importante no es el tema sexual sino la necesidad de ternura y cariño de estos religiosos. Que buscaban niños porque no se podían relacionar con mujeres. Madre mía.
Padre mío, líbrame de comentarios periodísticos como éste; que termine de una vez el perdón sin cárcel; que los sacerdotes asuman públicamente que no hay acto más político que el abuso de su poder religioso sobre los más débiles; que este gran escándalo revolucione el mundo católico boliviano, que las numerosas víctimas encuentren justicia y paz; que los abusados de hoy levanten su voz. María, madre de Dios, gracias por iluminar a mi mamá el momento en el que me inscribió en un colegio laico. Gracias por poder garantizar a mi hijo una educación laica. Gracias, María, por esta rabia que me provoca tanto dolor de niños, niñas y adolescentes. Gracias, Mamita, por poder escribir estas líneas con indignación profunda y sin miedo alguno. Amén.
Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.