Voces

Monday 27 Nov 2023 | Actualizado a 10:51 AM

Primarias y la primera vuelta en Argentina

/ 18 de junio de 2023 / 00:44

No siempre una comparación simplificadora con el pasado es útil para entender una situación compleja en el presente. Este tipo de atajo sin matices es muy mal consejero para realizar cualquier análisis de la realidad política.

Según la Real Academia Española, la episteme es el conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo en determinadas épocas. Y por tanto si se obvia este contexto estaríamos cometiendo una suerte de epistemicidio a la hora de comprender un concepto, una idea o una herramienta.

En el caso argentino, con las elecciones PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) que tendrán lugar este 13 de agosto, estaríamos cayendo precisamente en este tipo de error por querer compararlas “frívolamente” con lo que pasó en 2019.

Cada contexto es diferente.

Así que de ninguna manera deberíamos afirmar que, como sí ocurriera hace cuatro años, las PASO 2023 fungirán como primera vuelta. En esta ocasión, esta elección primaria es una etapa previa a la primera vuelta y tendrá otro sentido.

Para defender esta tesis, fundamentalmente hay dos razones de peso que tienen como factor común el alto grado de fragmentación política e incertidumbre que atraviesa el país. En primer lugar, en esta cita electoral no hay dos opciones competitivas sino tres. En la última encuesta CELAG (2.000 casos, presencial en todo el país) advertíamos que existía un empate técnico entre tres fuerzas políticas, que además experimentan estadios y desafíos muy distintos entre sí. Seguramente, el electorado llegará a las PASO aún auscultando cada una de ellas, sin tener una opinión formada definitiva, y en consecuencia, no será hasta la primera vuelta real cuando vayan a votar en un modo más categórico.

En segundo lugar, en esta ocasión, las PASO sí que ostentan la función de elegir candidato al interior de Unión por la Patria (ex Frente de Todos) y Juntos por el Cambio. En 2019 no fue así porque no hubo alternativas al interior de cada espacio. Ahora sí las hay.

Y no solo existen candidaturas diferentes, sino que también se observa un creciente grado de heterogeneidad, con fuertes tensiones y disputas internas.

Este rasgo de época en Argentina determina el carácter propio y genuino de estas PASO. La ciudadanía no pensará en la elección nacional hasta que se despejen las dudas al interior de cada bloque.

También puede leer: ¿Cómo entender a Milei en Argentina?

Justamente, esta falta de certezas, que acaece en la política y que también tiene lugar en la vida cotidiana en lo económico, marca un contexto determinante que condiciona las PASO de este año y no las hace comparables a las de 2019. En aquella ocasión, la contienda se circunscribía nítidamente a una confrontación de dos modelos, lo que hizo el macrismo y lo que podría hacer el kirchnerismo ampliado.

Nada que ver con lo que sucede hoy. Apareció Milei, defendiendo un nuevo proyecto político. Al interior de Juntos por el Cambio se abren dos vías, la que tiende a ultraderechizarse y la que busca pescar en un centro inexistente. Por su parte, el radicalismo está envuelto en un mar de ambigüedades: el peronismo antikirchnerismo sin saber cómo jugar. Y en el otro lado, lo que era el Frente de Todos buscando ordenarse sin Cristina como candidata pero sí como centralidad, con el massismo adentro sin estar claro cuál es su rol y con un sector peronista queriendo tener su propio lugar.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).

Temas Relacionados

Comparte y opina:

¿Qué pasó y qué pasará en Argentina?

Alfredo Serrano Mancilla

/ 28 de octubre de 2023 / 07:22

I) El Techo de Milei. Una gran parte de la sociedad argentina le dijo “hasta aquí”. Según datos de las últimas encuestas CELAG, la mayoría no comparte su idea de dolarizar; no comulga con el término casta; le considera un violento, chanta y machista; cree que es inestable; y no está de acuerdo con el resto de sus propuestas. En definitiva, políticamente tiene un límite, y electoralmente también. De las PASO a la primera vuelta bajó su intención de voto en porcentajes (31,6% a 29,98%, sobre votos afirmativos), a pesar de que aumentó su caudal de votos en 651.345 (esto se explica por el aumento de la participación en 8 puntos).

II) Bullrich, del piso al sótano. Perdió 533.996 votos entre PASO y primera vuelta; casi 6 puntos porcentuales. Juntos por el Cambio regresó a la casilla de salida. Su resultado actual es similar al obtenido en las PASO de 2015 (23,8% vs. 24,5%). Están en caída libre y aún no han terminado de caer. Las derrotas hacen mucho daño y, si son dos consecutivas, mucho más. Están en un laberinto sin salida. No supieron qué hacer con la aparición de la ultraderecha libertaria y siguen anclados en el pasado.

III) La escalera de Massa. Fue de menos a más. Creció en más de 3 millones de votos, casi 8 puntos porcentuales. Logró convencer a una buena parte de los votantes del Frente de Todos de 2019 que se quedaron en casa en las PASO de 2023. ¿Cómo lo hizo? No fue ni con spots publicitarios ni con jingles. Fue con decisiones concretas en materia económica (devolución del IVA, por ejemplo) y explicando con sinceridad la alta responsabilidad que tiene el FMI en todo este entuerto; y, además, pidiendo disculpas por todo lo que no se ha hecho bien. Si sigue así, con acciones precisas que mejoren la cotidianeidad, seguirá subiendo escalones.

IV) La fórmula de Axel: Ideas + Gestión – Rosca. Es el triunfo de la Política en mayúsculas. Obtuvo casi el 45% de los votos en la elección para Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Ganó por goleada. Y lo consiguió gobernando y creyendo en principios. Sin distraerse lo más mínimo de lo verdaderamente importante. Se convierte, así, en un proyecto político presente que vino para quedarse.

V) La impotencia de los grandes medios de comunicación. Desde hace años venimos demostrando, gracias a las encuestas CELAG, que los medios en América Latina tienen su importancia, porque son muy consumidos masivamente a modo de entretenimiento, pero no son creíbles. Pueden crear marcos, sí, pero no llegan a tener el alcance y la fuerza que se les atribuye. Y en Argentina volvieron a fallar en su intento. Su candidata quedó en tercer lugar.

VI) Los cisnes no siempre son negros. Se exagera —y mucho— cada acontecimiento coyuntural (se llame Insaurralde o Chocolate), ignorando que la ciudadanía “está en otra”. Hemos caído en la trampa de la houseofcardización de la política, creyendo que todo tiene una lógica lineal y simple. Y a veces nos olvidamos que los sentidos comunes y los surcos profundos no cambian tan rápidamente. 

VII) La segunda vuelta está abierta. Si la participación y los votos blancos/nulos se mantuvieran tal como en la primera vuelta (como fue en 2015, última vez que hubo segunda vuelta), entonces tendríamos que: a) Milei necesitaría crecer en 5,5 millones de votos para ganar, por ejemplo, captar el 90% de los votos de Bullrich; b) Massa necesitaría 3,8 millones para ganar, por ejemplo: todo el voto de Bregman más el 80% de Schiaretti más el 60% de los votantes de Larreta (suponiendo que éstos fueron a votar Bullrich en primera vuelta, que sería lo más probable según nuestros estudios).

A día de hoy, es muy complicado saber qué es lo más probable: si lo primero o lo segundo. Pero hay algo que está muy claro: la solución a esta ecuación electoral no se encontrará haciendo sumas y restas como si los votantes de cada candidato fuesen todos idénticos entre sí. La aritmética (rampante y simplona) en política tiene sus límites.

El resultado final dependerá de la capacidad de convicción que tenga Massa o Milei en medio de una disputa de época entre dos visiones contrapuestas sobre el futuro del país en materia de justicia, democracia, soberanía, libertad, igualdad, derechos.

Se abre a partir de ahora una batalla política y electoral que tendrá su lado propositivo y que, por supuesto, también estará acompañada de una “guerra de miedos”. Veremos quién gana.

Alfredo Serrano Mancilla
es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).

Comparte y opina:

El dilema ecuatoriano

El correísmo es la principal identidad política del país, pero no es suficiente para alcanzar una mayoría en segunda vuelta

Alfredo Serrano Mancilla

/ 19 de octubre de 2023 / 09:38

Salvo excepciones, el resultado de una elección presidencial se explica mucho más por la política que por la campaña. Y sin embargo, casi siempre caemos en la tentación de marearnos ante la coyuntura, perdiendo de vista los surcos profundos que verdaderamente nos permiten entender por qué se produce una victoria o una derrota electoral.

Lo sucedido en Ecuador no fue una excepción. Daniel Noboa será el próximo presidente del país. Ganó por 52% a 48% a Luisa González en la segunda vuelta. Unos porcentajes muy similares a los que obtuvieron Lasso y Arauz en 2021 (52,3 a 47,6%).

Y también hay mucho parecido entre sendas primeras vueltas. Es decir, Arauz sacó 32,7% en el 2021 y Luisa, 33,6% en 2023; y por su parte, Lasso obtuvo casi 20 puntos, y Noboa ahora 23.

Lea también: El techo de Milei

Además, hay un alto grado de similitud en la conformación tan fragmentada de la Asamblea entre 2021 y 2023. Y lo mismo con el porcentaje de atomización del resto de candidatos que quedaron por afuera de la segunda vuelta.

¿Podríamos decir que tanta semejanza es pura coincidencia? No. De ninguna manera.

A pesar de las múltiples diferencias circunstanciales entre un momento y otro, la similitud de los resultados electorales tiene que ver muchísimo más con el proceso político que vive el Ecuador en los últimos tiempos.

Dicho de otro modo: cometeríamos un grave error analítico al asumir que lo que ha ocurrido en esta cita electoral se debe a las diferencias entre los perfiles de los candidatos (Noboa no se parece a Lasso, ni Luisa a Arauz). Ni tampoco deberíamos considerar que los votos de ambos obedecen a sus performance en el debate presidencial. Ni a los jingle ni a los spots. Ni a las redes sociales. Ni siquiera al contexto de creciente inseguridad. Ni a la muerte de Villavicencio. Ni a las offshore de Noboa.

Esta tesis no contradice en absoluto que estas situaciones no hayan tenido una importancia relativa en cómo la ciudadanía decidió. La tuvo, sí, pero su influencia fue marginal si la comparamos con otro conjunto de variables de índole política duraderas en el tiempo.

Algunas de estas razones estructurales que explican el resultado electoral son las siguientes:

1) El correísmo es la principal identidad política del país, pero no es suficiente para alcanzar una mayoría en segunda vuelta. Sigue siendo centralidad, tanto a favor como en su contra.

2) La fragmentación partidaria y la alta volatilidad vino para quedarse. El fenómeno de la Democracia Spotify también llegó al Ecuador. Esto se advierte nítidamente al radiografiar todo lo que está por afuera del correísmo: no importa quién sea el candidato ni el partido. Se acaban juntando en segunda vuelta, en modo táctico a pesar de las heterogeneidades políticas.

3) La población que más sufre y con menos ingresos es un sujeto clave en el nuevo (des)orden social y político. Una buena parte dejó de creer en las instituciones. Ecuador atraviesa una profunda crisis de representatividad. Las soluciones no se encontrarán mirando por el retrovisor. La única vía es repensar todo hacia delante, identificando las nuevas demandas sin prejuicios y encontrando respuestas precisas y certeras, y planteando nuevos horizontes en sintonía con la nueva época.

4) El Bloque Indígena es un actor fundamental en Ecuador. No solo cuantitativamente sino también por su relevancia política. En estos últimos años, aunque no vota homogéneamente, su conflicto no resuelto con el correísmo es un obstáculo para la construcción de una mayoría progresista que se imponga en segunda vuelta.

Estos dos últimos puntos constituyen conjuntamente el principal desafío histórico, y a la vez el mayor dilema, que tiene una buena parte de la sociedad ecuatoriana para ganar política y electoramente al neoliberalismo. Solo con una alianza programática, sólida y generosa por todas sus partes, se podrá afrontar la próxima cita electoral (que está a la vuelta de la esquina, en febrero de 2025).

(*) Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag)

Temas Relacionados

Comparte y opina:

El techo de Milei

La única certeza es que no debemos olvidar que Milei tiene un techo político muy firme a pesar de sus fortalezas

Alfredo Serrano Mancilla

/ 5 de octubre de 2023 / 09:59

Mi papá siempre me insistía con el mismo refrán: “El vaso puede verse medio lleno y medio vacío”. Y, a continuación, me aclaraba: “Te dije medio lleno y medio vacío, son las dos cosas a la vez”.

Esta era su manera de explicarme que cualquier hecho debe ser observado desde múltiples perspectivas. Y no de forma excluyente. O sea, hay que verlo así y asá, desde aquí y desde allá, con este enfoque y con el otro.

Este consejo es muy útil para no pecar de una mirada parcial y sesgada de los acontecimientos en cualquier momento de la vida. Y, por supuesto, también es aconsejable para realizar cualquier análisis político.

Lea también: La ilusión del cambio en Colombia

En Argentina, la irrupción de Milei en estos últimos dos años ha sido tan colosal que ha causado un eclipse de perspectiva. Dicho de otro modo: el “Shock Milei” ha provocado que su fenómeno se explique en modo totalizador. Lo que al inicio era subestimación, ahora es sobreestimación; lo que en los primeros meses se ridiculizaba y ninguneaba, en estas últimas semanas se magnifica.

El último estudio de Celag (encuesta presencial, 2.500 casos, todo el país) nos demuestra que no es ni lo uno ni lo otro.

Milei tiene políticamente un piso sólido y un techo firme.

Esto significa algo tan sencillo como que existe una parte de la ciudadanía argentina que lo apoya (30%-40%) y otra parte que no lo apoya (60%-70%). Es decir: no toda la sociedad es homogénea en relación a este fenómeno político. Como ocurre en cualquier familia, encontraremos unos a favor y otros en contra.

Por su meteórica aparición, mucho se ha puesto el foco en su fortaleza, pero muy poco en su imposibilidad para crecer más en lo político.

¿Por qué aseveramos en el Celag que Milei tiene un techo político rígido e innegociable?

Lo más interesante de una encuesta es toda su letra pequeña escondida detrás de la intención de voto. He aquí algunos hallazgos que abonan nuestra tesis:

1) Al ser consultados por su mayor debilidad, el 30,4% responde que es violento; el 21,2% que es chanta; el 19,7%, machista; solo el 28,7% no dice nada en su contra.

2) El 40% considera que sus ideas son interesantes y originales; el resto cree que son propuestas imposibles de realizar.

3) El 37,7% piensa que Milei es una persona valiente y auténtica; el resto cree que él es inestable emocionalmente.

4) El 59,1% tiene una opinión negativa del líder libertario.

5) El 33,2% sintoniza con que estamos en un momento muy similar a 2001 (que es lo que defiende Milei).

6) El 37,2% concuerda con la idea de que todos los políticos son una casta (el resto, no).

7) Aproximadamente, el 60% de la sociedad está a favor de: a) la estatización de litio, b) mantener Aerolíneas Argentinas como empresa pública, c) poner impuestos a los más ricos, d) sostener los planes sociales a favor de los más necesitados, e) disponer de un Estado más activo en el reparto de tierras para vivienda propias, f) Edenor y Edesur deben dejar de ser privadas.

Son datos robustos que, sumados a la intención de voto de la encuesta Celag (33,2%) y al último dato real que tenemos en las PASO (29%), nos permiten afirmar que una buena parte de la sociedad argentina no comulga con el proyecto político de Milei. No le dan cabida. Le dicen “hasta aquí”.

¿Esto implicaría que este techo político sea su techo electoral? No. Porque, como bien sabemos, en algunas situaciones, cuando hay tres rivales y uno se descuelga, entonces, podría ocurrir que aparezca el “voto útil”. Y en esta coyuntura electoral argentina, si Bullrich se queda atrás, es probable que un determinado porcentaje de sus votantes, que ya no creen que será presidenta, votaría útilmente a favor de Milei con el objetivo de que Massa no pase a la segunda vuelta. O sea, se trataría de un voto táctico de última hora. Si eso ocurriera, el techo electoral de Milei estaría por encima de su techo político.

Pero esto no es un hecho seguro. Es un escenario posible, que está por verse. Todo dependerá de la evolución de muchas variables desde hoy hasta la última semana electoral.

Por ahora, la única certeza es que no debemos olvidar que Milei tiene un techo político muy firme a pesar de sus fortalezas.

(*) Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag)

Temas Relacionados

Comparte y opina:

La ilusión del cambio en Colombia

Alfredo Serrano Mancilla

/ 14 de septiembre de 2023 / 08:35

¿Cuál es el tiempo de la luna de miel entre el electorado y su gobierno? Esta es una cuestión vital para la política y los políticos: saber cuál es el grado de sintonía que aún sostienen los votantes de una determinada fuerza política luego de un tiempo de constituirse como Ejecutivo tras la victoria electoral.

Para ello, en Celag (Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica) hemos realizado un sondeo dirigido exclusivamente a los votantes más activos del Pacto Histórico en Colombia. No es una encuesta ni tiene ninguna capacidad estadística para inferir conclusiones a nivel poblacional, pero sí permite disponer de un termómetro para conocer cómo piensa un determinado sector de la población, más militante, más afín, más “intenso políticamente”.

Lea también: Presidenciales Ecuador 2023

En base a 5.023 respuestas obtenidas entre los días 5 y 8 de septiembre de este año, podemos destacar los siguientes hallazgos:

— La ilusión por el cambio continúa entre los que votaron por Gustavo Petro y Francia Márquez luego de más de un año de gobierno: El 91,5% considera que Colombia está cambiando (frente al 6,9% que piensa que está igual que antes). El 88,5% considera que la ilusión es la mejor palabra que describe su sensación respecto al gobierno (la decepción es del 7,7%).

— Perduran las altas expectativas en el presidente Petro para resolver la economía (91,8%) y el conflicto armado (72%).

— Existe un compromiso muy fuerte de salir a movilizarse a las calles en caso de que se intentara un golpe de Estado contra Petro (84,1%).

— Casi tres cuartas partes (73,8%) está de acuerdo en que el gobierno debería arriesgar todo para que se apruebe la reforma laboral porque considera que es imprescindible para mejorar las condiciones de trabajo.

— En cuanto al rol de la vicepresidenta Márquez, casi dos tercios (63,6%) considera que está aportando positivamente a este gobierno (apenas el 6,1% cree que tiene un rol negativo).

— Existe más división respecto a la mejor vía para seguir gobernando hacia delante: el 54,8% cree que hay que ampliar para obtener consensos, mientras que el 41,6% cree que es mejor gobernar con los propios para hacer las reformas prometidas.

— En relación al caso Nicolás Petro, casi dos tercios (65,3%) piensa que no afecta a la credibilidad del presidente Petro porque es un tema ajeno a su persona (el 30,8% sí piensa que está afectando su credibilidad).

— Los grandes medios de comunicación y el poder económico son considerados mayoritariamente como los principales opositores de este gobierno (36,2% y 33,4%, respectivamente). Más lejos queda el uribismo (12,8%), el poder judicial (8,8%) y algunos aliados del propio gobierno (7,8%).

En definitiva, los datos de nuestro sondeo Celag al interior de este espacio más afín al Pacto Histórico en Colombia reflejan claramente que la luna de miel continúa a pesar de las dificultades.

(*) Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Celag 

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Presidenciales Ecuador 2023

Alfredo Serrano Mancilla

/ 26 de agosto de 2023 / 07:35

Primero, la ciudadanía no tuvo miedo de salir a votar a pesar del clima de violencia e inseguridad. La participación (82,26%) es la más alta en primera vuelta de las dos últimas décadas.

Segundo, el correísmo sigue siendo la principal identidad política del país. Y, por supuesto, este fenómeno tiene su correlato electoral. Cada vez que se vota en Ecuador, cualquier fórmula avalada por Rafael Correa siempre sale victoriosa en la primera vuelta. En esta ocasión, obtuvo casi el 34%; en 2021 casi el 33%, y en 2017, 39%.

Tercero, no hay que extrapolar con tanto maniqueísmo el resultado de una elección seccional a una elección presidencial. Hace pocos meses el correísmo ganó en las provincias más pobladas del país (Pichincha, Guayas, Manabí, etc.) y en las principales capitales (Quito, Guayaquil, etc.), pero hay que recordar que en esta instancia no existe la segunda vuelta. Y por tanto le fue suficiente alcanzar el 27% de voto válido a nivel nacional para este enorme éxito electoral.

Cuarto, hay que tomarse en serio la idea de Democracia Spotify en países donde estamos ante un Estado fallido y con alto grado de inestabilidad y fragmentación política. O sea: Ecuador. O Perú. En estos casos, un alto porcentaje del electorado no politizado cambia de candidato como de canción. Y seguramente esto explica que el segundo candidato más votado podría haber sido cualquiera. El domingo le tocó a Noboa (el hijo del multimillonario Noboa). Si la elección hubiese sido el pasado domingo, tal vez habría sido Topic. Y si fuese la próxima semana, quizás, resultaría Zurita. Dicho de otro modo: no hay un candidato alternativo al correísmo con voto propio. Y lo mismo pasó en 2021: en esa ocasión fueron Yaku y Hervas, que sumaron 35%; esta vez, la suma de ambos no llega al 5%.

Quinto, la campaña electoral explica parte del resultado, pero no su totalidad. En esta época de atajos y alta velocidad, se exagera el poder de la coyuntura y, en consecuencia, se eclipsan los surcos profundos. El TikTok jamás le ganará la batalla a la cotidianeidad.

Sexto, la inseguridad importa muchísimo, pero la ciudadanía ecuatoriana no optó por la vía Bukele. Topic solo logró el apoyo de uno de cada 10 electores (pasado a voto válido, 14,67%). ¿Por qué? Seguramente porque también importan otros temas, como el empleo y salario, la educación y sanidad, las políticas sociales, etc.

Séptimo, el bloque indígena se quedó sin candidato; Yaku Pérez no llegó ni al 4% de los votos. Y a partir de ahora, Leónidas Iza, el presidente de la CONAIE, se queda como único líder sólido, con un papel protagónico hacia delante, tanto en lo electoral como en lo político.

Octavo, a falta de resultados definitivos, la Asamblea Legislativa estará nuevamente atomizada. El correísmo será la primera mayoría (aproximadamente 50-55 curules de un total de 137). Y el resto, todos con muy poco. Por ejemplo, el partido de Noboa contará con una bancada muy débil (12).

Noveno, por último: de cara a la segunda vuelta, no todo es igual a 2021. Las principales diferencias son las siguientes: a) el correísmo podrá criticar al gobierno de Lasso de cara a la ciudadanía de una de manera más eficaz de lo que pudo hacer con Lenín Moreno (porque éste era considerado por una parte de la población como “hijo” de Correa); b) el correísmo cuenta con un poder institucional mayor ahora que antes (hoy gobierna prefecturas y capitales importantes); c) Luisa González es una candidata con una biografía muy diferente a la de Andrés Arauz; d) Noboa buscará confrontar más contra Lasso que contra el correísmo; e) estamos ante una disputa entre dos candidatos jóvenes (45 y 35 años) y; f) el contexto también ha cambiado: hay más violencia, más inseguridad, más pobreza, más narcotráfico, más hartazgo.

Alfredo Serrano Mancilla
es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).

Comparte y opina:

Últimas Noticias