Los zombis de la tierra prometida
No hay luz en sus ojos, duermen de pie, deambulan por las calles sin saber hacia dónde se dirigen, son las víctimas de una nueva peste que arrasa al país de la libertad y la democracia. Según el presidente de Colombia, Gustavo Petro, el fentanilo, llamado también apache, ha desplazado a la cocaína. Si el polvo de la muerte se llevaba cada año las vidas de 3.000 personas, apache se lleva las almas de más de 100.000 cada año.
Según Noam Chomsky, intelectual norteamericano, la mayoría de los estadounidenses creen en los zombis y en Santa Claus, sin embargo, les cuesta creer en el cambio climático que ha enloquecido los termómetros de los cinco mares y la tierra.
Una vez que el fentanilo entra en el torrente sanguíneo y de allí al cerebro, controla el dolor y las emociones, todo cambia rápidamente: genera primero una sensación de euforia, bienestar, optimismo; posteriormente, surgen sentimientos de apatía, molestia, desazón, tristeza, pena difícil de soportar, alteración de la capacidad de juicio, somnolencia y estados de coma.
Según Chomsky, la población estadounidense vive en una constante sensación de miedo, por lo que “la gente urde tramas en las cosas horribles que suceden, tal vez por escape o por alivio». Quizá por eso desde hace unos años, los zombis acometieron masivamente en todos los formatos y géneros visuales, llegando incluso a hacerse tangibles en calles y avenidas de las ciudades de Estados Unidos.
“A diferencia de la marihuana y la cocaína, el fentanilo no fue creado para vivir la vida intensamente, sino para morir”, señaló Petro.
Es altamente adictivo, tiene la capacidad de ser letal en cuestión de segundos, una ínfima dosis es capaz de enviar rápidamente a las almas al paraíso, y de allí al purgatorio.
Mientras el poderoso país del norte financia una guerra a miles de kilómetros de la Casa Blanca, una nueva invasión amenaza sus fronteras, no son los desheredados de todas las latitudes del planeta, sino que éstos tienen los documentos en regla, creen en la democracia, van a misa cada domingo y pagan puntualmente sus impuestos. A diferencia de quienes bregan por entrar a Estados Unidos, éstos forcejean por salir de la vida a como dé lugar.
Como salidos de una pesadilla de Jason Voorhees y Freddy Krueger (juntos), han perdido toda motivación, no tienen aspiraciones, no le temen a la muerte porque ya están sumergidos en ella. El Estado los ha olvidado en la acera de las angustias, ninguna palabra los conmueve o reflexiona.
Para ellos, Dios es un ser distraído, desatento.
Como si quedase espacio para más desventuras; según el periódico Los Ángeles Times, aproximadamente 49.500 personas se quitaron la vida el año pasado en Estados Unidos, la cifra más alta jamás registrada, de acuerdo con los datos del gobierno.
Estados Unidos cierra sus puertas con siete llaves, pero los demonios están adentro. Ya no es la marihuana, ni la cocaína ni sus promeses de conocer el cielo y regresar a la vida para contarlo.
Esta vez no hay promesas de felicidad infinita ni sueños de éxtasis, quien entra en el fentanilo sabe que no hay manera de regresar a quien fue uno, antes de conocer el infierno.
Willy Maydana Esprella es comunicador.