Voces

Monday 6 May 2024 | Actualizado a 14:59 PM

Escándalo político en La Paz, ¿falsas autoridades?

La desconfianza hacia los políticos y la percepción de corrupción en la política son problemas persistentes

César Dockweiler

/ 30 de octubre de 2023 / 10:09

En nuestra gastronomía boliviana existe un plato llamado “falso conejo”, que recibe su nombre debido a que en realidad se trata de carne de res y no de conejo. Sin embargo, el propósito de este artículo no es hablar de gastronomía, sino más bien de política y ética. Recientemente se ha revelado información documentada que indica que el Alcalde de La Paz y varios concejales habrían presentado certificados falsos ante el Órgano Electoral Plurinacional para poder ocupar sus actuales curules en el Ejecutivo y el Concejo de La Paz.

Si esto es cierto, estaríamos frente a un grupo de “falsas autoridades” que presuntamente habrían cometido el delito de “uso de instrumento falsificado” en dos oportunidades (art. 203 del Código Penal): primero, para habilitarse como candidatos, y luego para jurar como autoridades electas. De ser así, los ciudadanos paceños habríamos sido engañados, al igual que las autoridades electorales. De comprobarse el “uso de certificado falsificado” se habría burlado la buena fe del Estado generando un daño económico; pero también se habría embaucado a los electores presentando perfiles que no cumplían los requisitos. En otras palabras “nos habrían tomado el pelo” o “nos dieron gato por liebre”.

Lea también: ¿Cambios sin cambiar? Reflexiones desde el fútbol

El Órgano Electoral Plurinacional es el llamado a investigar de oficio respecto a la veracidad y legitimidad de los certificados, y de comprobarse este hecho delictivo tendría que determinar las acciones que correspondan, pues no se pueden cerrar los ojos ante tal violación de la norma y burla hacia los electores.

Más allá de las sanciones penales establecidas, la consecuencia más grave es la desconfianza que generan en la sociedad las actuaciones de estas autoridades. Si falsifican un certificado, es imposible creer en su transparencia y honestidad y, por el contrario, es más fácil creer que sus actos están envueltos en corrupción y oscuridad.

Puede ser que estas autoridades tomaron como máxima de comportamiento la frase de Maquiavelo “el fin justifica los medios”, considerando la ética como estorbo para el logro de objetivos y ambiciones personales a como dé lugar. Si estas autoridades ediles, que ejecutan, proponen y elaboran leyes municipales, no son capaces de cumplir requisitos básicos para su elección, entonces podrían estar recurriendo al engaño para aparentar algo que no es cierto.

Será que conociendo ese pecado original ¿los paceños podremos tener certeza de que los proyectos de ley no son consecuencia de la “piratería” o que sus rendiciones de cuentas no son “chutas”? ¿Podremos creer que sus promesas son verídicas o que sus informes son reales? Quizás encontremos respuesta en el refrán “en boca del mentiroso hasta lo cierto se hace dudoso”.

La palabra «político» en nuestra sociedad a menudo tiene connotaciones negativas y se asocia con el engaño y la corrupción. Este caso de autoridades que presuntamente presentaron certificados falsos solo refuerza esa creencia popular y socava aún más la confianza en la política como una actividad destinada a servir a la comunidad en lugar de a uno mismo.

Este presunto caso de las «falsas autoridades» en La Paz nos recuerda la importancia de la ética y la transparencia en la política. Si los líderes electos no pueden cumplir con los requisitos básicos para ocupar un cargo público sin recurrir al engaño, entonces ¿cómo podemos confiar en su capacidad para tomar decisiones justas y equitativas en beneficio de la comunidad?

La desconfianza hacia los políticos y la percepción de corrupción en la política son problemas persistentes en nuestra sociedad. Por ello, no podemos permitir que los casos como este sigan ocurriendo impunemente. Es esencial que se investigue a fondo este caso y que se tomen medidas para garantizar la integridad y la transparencia en nuestro sistema político.

Los ciudadanos tienen derecho a saber que sus representantes están comprometidos con servir a la comunidad de manera ética y honesta.

(*) César Dockweiler es economista especialista en Gestión del Desarrollo y Políticas Públicas

Temas Relacionados

Comparte y opina:

¿Cambios sin cambiar? Reflexiones desde el fútbol

El problema del seleccionado boliviano de fútbol es el perfecto retrato de lo que sucede en el país

César Dockweiler

/ 18 de septiembre de 2023 / 08:16

Hace unos días, los bolivianos fuimos testigos de una nueva decepción en el fútbol cuando caímos en casa frente a la selección campeona del mundo. Observamos perplejos a un equipo sin carácter, sin condición física, sin estrategia ni táctica, que sucumbía ante la amplia superioridad de un equipo que incluso estaba venciendo su pesadilla más grande de jugar a 3.600 metros de altitud.

Lea también: Nuevo ciclo de saqueo y traición

Todos los bolivianos esperábamos resultados “diferentes”. Esperábamos de nuestra selección una demostración de buen nivel de fútbol y despliegue táctico que, en complicidad con la altitud, nos diera el control en el campo y suscitara emociones. Esperábamos celebrar goles y un triunfo claro que revitalizaría nuestra ilusión de volver al Mundial después de 30 años. Pero ¿cómo podríamos alcanzar esos resultados esperados si seguimos haciendo las mismas cosas? No hemos elaborado un plan estratégico para nuestro fútbol, no hemos fortalecido nuestras divisiones juveniles, no hemos elevado el nivel competitivo de la liga profesional, no hemos trabajado en la disciplina y autoestima de los jugadores, entre otras cuestiones, ¿y esperábamos “milagrosamente” que los resultados sean diferentes?

El problema del seleccionado boliviano de fútbol es el perfecto retrato de lo que sucede en el país. Con gran ilusión esperamos resultados que sean beneficiosos para todos los bolivianos, pero no estamos haciendo cosas diferentes que puedan provocar resultados diferentes. Necesitamos que el país tenga un crecimiento económico sostenido por encima del 8% anual y por más de una década. Necesitamos que se generen múltiples empleos para fortalecer a nuestra juventud que representa el principal potencial de la patria. Necesitamos eliminar la pobreza y la inequidad a través de un acceso efectivo a las oportunidades. Necesitamos obtener resultados totalmente beneficiosos y tangibles para todos los bolivianos.

Por ello es importante hacer una reflexión muy profunda sobre nuestra situación y empezar a plantearnos programas de desarrollo que sean pragmáticos, realizables y por sobre todo eficaces en sus resultados. Así como recibimos tres goles que nos hirieron en lo más profundo, me permito proponer como punto de partida una política de desarrollo pragmática fundamentada en lo que he denominado el “1, 2 y 3”.

Bolivia necesita una (1) visión de desarrollo que unifique a todos los bolivianos. Esta visión debe aprovechar nuestro principal potencial: el bono demográfico o la capacidad productiva de nuestra población joven, así como una estrategia clara para aprovechar nuestros recursos naturales, ubicación geográfica y atractivos turísticos.

Bolivia requiere dos (2) impulsores del desarrollo que trabajen en perfecta sincronía para lograr cambios sustanciales que mejoren la calidad de vida de todos los bolivianos. Por un lado, el Estado debe llevar a cabo inversiones estratégicas y definir una política pública innovadora como el primer impulsor. Por otro lado, se debe fomentar una participación activa del sector privado en todas sus formas y tamaños, permitiéndole desempeñar un papel protagonista en la generación de empleos y recursos para el país, explorando sin temor a un mundo de oportunidades de más de 8.000 millones de habitantes.

Bolivia requiere de tres (3) acciones fundamentales para reorientar nuestros programas y provocar los resultados deseados. En primer lugar, debemos identificar todo lo que hemos hecho bien como país, y por supuesto mejorarlo para multiplicar sus buenos resultados. En segundo lugar, debemos evaluar todas las acciones que hemos realizado incorrectamente para desecharlas o reestructurarlas totalmente. Tercero, debemos detallar todo aquello que no hemos hecho, para incluirlo en la agenda con carácter prioritario.

En resumen, el fútbol, como reflejo de ilusiones y desilusiones, nos brinda una lección fundamental que se aplica de manera más amplia en nuestra sociedad. Esperar resultados diferentes mientras seguimos haciendo las mismas cosas es una utopía. Al igual que en el deporte, necesitamos un cambio estratégico en nuestra forma de abordar los desafíos nacionales. Bolivia requiere una política pragmática que se traduzca en beneficios tangibles para la población, eso implica realizar transformaciones extraordinarias, para alcanzar resultados también extraordinarios.

(*) César Dockweiler es economista especialista en Gestión del Desarrollo y Políticas Públicas

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Bolivia: Nuevo ciclo de saqueo y traición

Es hora de definir una visión de desarrollo en la que los parámetros de la geopolítica mundial sean definidos por nuestro país

César Dockweiler

/ 2 de agosto de 2023 / 08:28

Nuestra Bolivia ha sido testigo de una historia plagada de saqueo y traición desde antes de su independencia. A lo largo de los siglos, diversas fuerzas internas y externas han explotado y debilitado a nuestro país, dejando un legado de injusticia y desigualdad. La historia de Bolivia es una narrativa compleja, marcada por luchas por el poder, intereses económicos y políticos, y el predominio de un saqueo dirigido desde una geopolítica externa de ambición que encontró favores en la complicidad de traidores sin escrúpulos que rifaron nuestro destino por míseras recompensas.

La bendición que recibió nuestra tierra, con sus innumerables riquezas naturales, también se ha convertido en el factor de «maldición» provocada por la angurria de ojos externos que sin medir consecuencias realizaron la explotación de sus riquezas sin dejar nada para posibilitar su desarrollo. Potosí es el ejemplo histórico de cómo la ambición sin límites puede provocar procesos inhumanos y un saqueo delincuencial. Desde las entrañas de nuestra tierra se generó riqueza a nivel global, pero dejando a Potosí convertido en un enclave olvidado por la historia.

Lea también: La Paz, en las sombras del engaño

Desde su independencia en 1825, Bolivia enfrentó retos cruciales que provendrían de una geopolítica del saqueo y de personas que prefirieron traicionar los intereses de la patria. La explotación de recursos «estratégicos» condujo a la pérdida de territorios y debilitó su posición en la región. Cada riqueza natural considerada «estratégica» como el guano, el salitre, la siringa, el petróleo, llevaron a Bolivia a guerras provocadas por intereses foráneos y a pérdidas territoriales en desmedro de nuestra patria.

Hoy Bolivia se encuentra en una encrucijada, la historia se repite y este nuevo ciclo tiene como elemento estratégico el litio. Las ambiciones internacionales han fijado sus ojos en el mayor reservorio mundial del denominado «oro blanco» para lograr una ventaja global en el manejo de las nuevas energías renovables. Allí resurge el rol de los siempre existentes «traidores», quienes están posibilitando el avance de estrategias de explotación y acumulación estratégica para su distribución mundial desde Atacama-Chile, retrasando intencionalmente el aprovechamiento de nuestros reservorios. Hoy la historia nos conduce a un nuevo ciclo donde los intereses foráneos se repiten, donde los actores internacionales se repiten y donde aparecen algunos actores con los mismos matices de la traición. Todo pareciera que se marca una repetición de la historia.

La frase «Pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla» cobra una relevancia extraordinaria. ¿Los bolivianos estamos en condiciones de aceptar un nuevo ciclo de saqueo y traición? ¿Los bolivianos estamos dispuestos a relegar nuestro desarrollo, prolongando la pobreza y marginalidad al recibir migajas de una explotación que solo beneficie a las fuerzas de élite?

Es hora de cambiar el curso de la historia, es hora de definir una visión de desarrollo en la que los parámetros de la geopolítica mundial sean definidos por nuestro país, en la que establezcamos alianzas tecnológicas y de inversión que estén orientadas a una verdadera innovación en la industrialización mundial. Bolivia requiere una visión de desarrollo que construya un bienestar sostenible para todos los bolivianos. Es hora de cambiar el curso de la historia, buscando forjar un camino hacia una patria más justa y equitativa. Es hora de cambiar la historia de Bolivia y trabajar juntos para construir un futuro más prometedor. No podemos desperdiciar esta nueva oportunidad dejando que el destino del país sea conducido por intereses de fuerzas de élite y grupos de poder que están confabulando contra nuestra Bolivia. Es imperativo romper con esta cadena de saqueo y traición para construir un futuro en el que la verdadera prosperidad sea el horizonte de todos los bolivianos.

(*) César Dockweiler Suárez es economista y presidente de la Fundación Ciudad Humana

Temas Relacionados

Comparte y opina:

La Paz, en las sombras del engaño

La Paz merece un destino mejor, debe salir de este círculo vicioso impuesto por la gestión municipal

César Dockweiler

/ 19 de julio de 2023 / 08:13

Todos los que vivimos en la ciudad de La Paz hemos sido testigos de actos sombríos de desilusión provocados por la gestión municipal. La celebración de la gesta libertaria del 16 de julio siempre ha sido el momento propicio para mostrar los logros de la Alcaldía, pero este año La Paz ha sido engañada con títulos llamativos de «superobras» que resultaron ser simples anuncios o maquillajes.

Durante la campaña electoral, se nos prometió una «ciudad en movimiento» que entregaría «una obra por día» por “el bien común” de todos los habitantes. Nos vendieron ilusiones en un contexto ciudadano que buscaba un cambio significativo para su ciudad.

Después de casi 800 días, y ante la abrumadora evidencia, nos vemos obligados a evaluar lo que realmente se ha realizado durante la actual gestión municipal en La Paz, en base a los elementos de su propia propuesta electoral.

Lea también: ¿Hasta cuándo la desidia?

Cuando hablamos de una «ciudad en movimiento», esperábamos un progreso, avance y desarrollo. Lamentablemente, el movimiento que experimenta nuestra ciudad de La Paz es de retroceso o caída libre. No existe una visión de desarrollo ni planes que mejoren la calidad de vida de la población. Por el contrario, la ciudad está retrocediendo rápidamente, pasando del liderazgo en competitividad al cuarto lugar entre las ciudades de Bolivia.

Los avances en la eficiencia de gestión territorial han sido desactivados intencionalmente. Por ejemplo, ya no contamos con el último registro digitalizado actualizado de bienes inmuebles, ni siquiera se han finalizado los trámites de planimetría iniciados en la gestión anterior. Actualmente, solo se realizan 100 trámites de catastro al mes, mientras que antes se hacían 15 veces más.

La fiscalización ha desaparecido intencionalmente, dejando la ciudad a merced de los loteadores y constructores sin escrúpulos. Han proliferado las construcciones sin autorización y fuera de norma, invadiendo espacios de propiedad municipal y construyendo en zonas de riesgo sin considerar la vida de los vecinos. En cambio, se priorizan normas que permiten construcciones irrestrictas o la regularización de construcciones fuera de norma, beneficiando económicamente a sus socios a costa de unos centavos para la ciudad.

Se nos prometió «una obra por día», lo que significaría que deberíamos tener 800 nuevas obras en beneficio de la gente. Lamentablemente, la incapacidad de la Alcaldía ha interpretado como «superobra» el mantenimiento de aceras, repintado de paredes y arreglo de jardines. Incluso han llegado al descaro de entregar dos veces una acera repintada.

Anunciaron con bombo y platillo el inicio de trabajos de bacheo, pero solo quedaron en imágenes publicitarias, ya que no llegaron a los barrios donde las calles siguen deteriorándose con más y más huecos. Además, se ha evidenciado el escandaloso robo de asfalto y una mala calidad del mismo, demostrando que no se piensa en el asfalto sino en el “asalto” a la ciudad como una prioridad. Para empeorar las cosas, priorizaron el recapeo de vías en zonas donde están sus “preferidos” socios o amigos políticos, abandonando incluso El Prado paceño, lo que indica que los barrios y las laderas están en una situación aún peor.

Si examinamos aspectos como la salud o la educación, las referencias son similares. Los centros de salud de primer nivel están abandonados, muchos carecen de insumos y medicamentos, y la mayoría solo atiende unas pocas horas y por fichas. Por otro lado, las unidades educativas no han sido adecuadamente rehabilitadas, y cada regreso a clases se convierte en una odisea para los estudiantes, quienes deben estudiar en condiciones precarias e incluso inseguras.

Hay mucho más que se podría mencionar, la evidencia es abundante: La Paz ha sido engañada. Nada de lo prometido se ha cumplido. ¿Qué ha sucedido? Claramente, la gestión municipal ha demostrado dos características irrefutables en este vil engaño que estamos presenciando: desidia y corrupción. No les interesa hacer nada que no les reporte beneficios personales.

Por eso, nuestra hermosa ciudad maravilla está sumida en las sombras del engaño, en una espiral de deterioro urbano e institucional que socava la calidad de vida de la gente. La Paz está atrapada en las sombras del engaño de un alcalde cuya mente no ha salido de la ficción de Marvel y que intenta hacernos creer que simples arreglos son «superobras». Nuestra ciudad está sumergida en las sombras del engaño, porque algunas autoridades del Ejecutivo y el Concejo no trabajan por el bien común, sino por sus propios intereses, dispuestas a sacrificar la vida de los paceños por un puñado de monedas.

La Paz merece un destino mejor, debe salir de este círculo vicioso impuesto por la gestión municipal y proyectar nuevamente su potencial como una ciudad pujante. La Paz merece salir de las sombras del engaño.

(*) César Dockweiler Suárez es economista y presidente de la Fundación Ciudad Humana

Temas Relacionados

Comparte y opina:

‘Concejales: Bancada 046’

César Dockweiler, economista, especialista en Gestión Pública y Desarrollo

/ 8 de mayo de 2023 / 08:17

El ciudadano común muchas veces desconoce los entretelones de las elecciones para elegir la nueva directiva del Concejo Municipal. Sin embargo, las luchas internas de los concejales en busca de sus intereses personales, han dejado en evidencia la falta de compromiso con la ciudad y la ciudadanía. Los concejales con el afán de lograr sus oscuros intereses, fueron capaces de cruzar «ríos de sangre».

Las sesiones del Concejo Municipal de La Paz han sido escenario de participaciones bochornosas de algunos concejales que olvidan su rol de autoridades electas para protagonizar actos más propios de una comedia dramática. A través de una verborrea de improperios, peleas y discusiones desordenadas, han mostrado un pobre desempeño en la función pública.

En días previos a la elección de la nueva directiva del Concejo Municipal, estos mismos concejales son capaces de dejar a un lado sus diferencias para alcanzar una pacificación temporal “negociada”. Sin embargo, esta actitud responde a negociados previos donde se buscan intereses personales, sean económicos o políticos: «me hago el loco si me apoyas” o “retiro mi denuncia si me das tu voto».

Estas circunstancias han llevado a la negación de principios éticos y morales, donde se negocian votos a cambio de beneficios personales, espacios laborales, posiciones en la directiva o las presidencias de las comisiones. Incluso, algunos concejales han expuesto sus ambiciones personales de poder para recibir el respaldo de quienes componen la alianza oficialista de Somos Pueblo.

En el ruedo de las negociaciones se incorporan los intereses de sectores inmobiliarios que conformaron un bloque de concejales afines que, de manera extraoficial, podríamos denominar la “bancada 046”, en honor a una norma que puso en evidencia sus intenciones, donde no existe distinción de partido político ni ideología, pero sí el interés económico. Todo este accionar responde a un plan maquiavélico que busca asegurar sus intereses y resultados, y para ello han pactado compromisos a cambio de favores, beneficios personales u otras dádivas.

Además, se incorpora el ingrediente del nuevo proyecto político que viene impulsando la corriente de los supuestos “renovadores” del MAS, quienes han declarado abiertamente su interés de construir un frente amplio sin considerar antecedentes ni ideología, para conformar una “juntucha” con personas que principalmente no tienen principios ni ideales.

En definitiva, la situación en el Concejo Municipal de La Paz es lamentable y, en gran medida, con las pocas excepciones que existen, sus miembros no piensan en los intereses de La Paz, sino en sus propios beneficios. Es doloroso que la ciudad esté en manos de gente que no la ama y que, en lugar de trabajar por el bienestar de todos, buscan solo beneficios personales.

Entre negociados y negociantes, la única perdedora es la ciudad.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

¿Hasta cuándo la desidia?

/ 24 de abril de 2022 / 00:22

Ha trascurrido un año desde que asumieron las nuevas autoridades municipales, tiempo suficiente para demostrarnos hacia dónde están conduciendo los destinos de La Paz, sede de gobierno y principal urbe de Bolivia. Sin embargo, quienes vivimos en nuestra querida “hoyada” no sabemos qué está pasando con nuestra ciudad y menos qué están haciendo nuestros administradores urbanos.

Nos dice una intensa campaña publicitaria que La Paz es una “Ciudad en Movimiento”, pero… ¿qué dirección tiene ese “movimiento”?, pues por los acontecimientos que estamos viviendo, La Paz está en un notablemente retroceso. No hemos avanzado en planes y proyectos concretos que mejoren la calidad de vida de los paceños, por el contrario, las medidas y acciones asumidas, claramente demuestran que la ciudad está sometida a una combinación peligrosa de desidia e intereses personales, que solamente nos destruirán la ciudad en que vivimos.

La Paz ha caído en procesos de improvisación, sin ninguna visión ni planes de largo plazo que muestren un claro horizonte de la ciudad que se pretende construir. La ciudad ha generado normativa que motiva la continuidad de construcciones irregulares sin importar el riesgo, el patrimonio o la seguridad. La ciudad se asfalta solo en espacios donde se construyeron edificios de los socios políticos, mientras que cientos de barrios y miles de kilómetros de calles están llenos de huecos, semejantes a poblados de una posguerra.

La desidia de la gestión municipal es tan elevada que ni siquiera las contrataciones de la anterior gestión son fiscalizadas adecuadamente, teniendo obras totalmente lentificadas sin importar el perjuicio que provoca a los vecinos el cierre de calles y el bloqueo de aceras. La desidia es tan grande que aún no hay un avance concreto para rehabilitar los puentes Trillizos, pues al parecer se conformaron con que solo sean “Mellizos”.

La desidia es tan alarmante que ni siquiera están evaluando propuestas para solucionar los múltiples problemas que tiene La Paz. La ciudad está totalmente congestionada y no hay planes de movilidad urbana; la ciudad está sucia y con acumulación de basura que afecta la salud de las personas y no hay planes de manejo integral de residuos; la ciudad está sometida a los usurpadores y loteadores de terrenos y no hay un plan para definir límites ni catastro; la ciudad se nos cae a pedazos producto de los deslizamientos y no hay acciones concretas de gestión preventiva de riesgos.

Ni siquiera ha primado la racionalidad al momento de contratar un financiamiento, llegando a gestionar un crédito que endeuda la capacidad de la ciudad a tasas de interés muy altas en comparación con las disponibles en otras instancias de financiamiento como el BID, CAF u otros.

Así está mi ciudad, presa de la desidia y el desinterés; presa de los intereses personales y los favores políticos; presa de una inacción peligrosa que nos conducirá vertiginosamente a que cada día la calidad de vida de sus habitantes se deteriore estrepitosamente.

¿Qué debemos hacer ante esta situación? ¿Qué debemos hacer si después de un año de gestión nos han demostrado que la ciudad no marcha de manera positiva hacia un necesario desarrollo urbano? Urge que nosotros, los habitantes de La Paz quienes vivimos y amamos este hermoso espacio que nos cobija, hagamos conciencia de la situación y generemos encuentros ciudadanos participativos que nos conduzcan a evaluar situaciones concretas que mejoren la calidad de vida de los vecinos; es imprescindible que de manera conjunta propongamos soluciones que se pongan a consideración de nuestras autoridades, para incidir desde la sociedad en la formulación de políticas, planes, programas y proyectos urbanos que realmente sean de beneficio de todos los vecinos. Se trata de que participemos de “Jornadas por nuestra Ciudad de La Paz”, para que periódicamente nos nutramos de la vida de nuestra gente y generemos propuestas que nos permitan construir la ciudad que soñamos y merecemos.

Estoy convencido de que desde la colectividad podemos impulsar a nuestras autoridades municipales a ponerse a trabajar por nuestra ciudad y dejar de una vez la desidia que nos tiene postergados.

César Dockweiler Suárez es economista y presidente de la Fundación Ciudad Humana.

Comparte y opina: