La no columna
Este domingo toca publicar la columna después de una semana con un feriado de por medio. Pudo haber sido una semana más ligera, más llevadera, llena de oportunidades. De hecho, cuántas personas tomaron un día libre para hacer el consabido puente y viajar. Esta A está más bien en el otro grupo, en el que no pudo viajar ni hacer un puente de descanso.
A esta A le tocó más bien una semana muy golpeada, con bastante trabajo en el periódico, con trámites y, como llueve sobre mojado, con el deber de presentar la columna quincenal de LA RAZÓN.
Sobre el tema. No hay mucho pierde para encontrar el asunto: el conflicto Israel y Palestina nos ha mostrado que no hay revolución tecnológica, ni digital, ni diplomática, que despierte nuestro sentido común, que despierte el básico principio humano de la vida, el principio que detenga el odio antes de castigar la vida de bebés, niñas, niños, mujeres, civiles y hasta animales. Las sociedades actuales, tan modernas, no pueden hablar de desarrollo cuando los periódicos y las pantallas de todo tipo se tiñen de sangre provocada por la guerra. No podemos apuntar a la paz cuando la violencia es tan desproporcionada, cuando los ojos del mundo miran, sin actuar, el desastre monumental. Otro tema para abordar este domingo que también estaba servido, con papas y todo, es la guerra política en territorio boliviano, llámese MAS, Comunidad Ciudadana o Creemos. Las tres principales fuerzas políticas nos están dejando un sabor tan cercano a la mezquindad que vale la pena decirlo en la columna y lamentar que los instintos del poder y la falta de generosidad política estén desportillando a las dos oposiciones con peso real y, por otro lado, estén astillando lo que alguna vez fue el árbol masista. Lo que había como proyectos políticos parece caerse a pedazos. Y si pensábamos que estábamos libres de llegar a una triste elección como la que acaban de tener aquí al lado, en Argentina, con Milei, Bullrich y Massa como las candidaturas con mayores posibilidades, llegó el momento de caerse de la cama y prepararse para un encapotado futuro político boliviano.
Sobre el tiempo para escribir. No solo hace falta un tema, hace falta tiempo para escribir. Y aquí la cosa se complicó un poco más porque no venimos de pasar cualquier feriado. Era el encuentro con nuestros seres más queridos que llegan desde una dimensión que siempre es trabajoso comprender. Más si una acaba de escuchar a Edgar Arandia en la entrevista dedicada a Todos Santos. Edgar, el antropólogo de Chuquiago Marka, nos devuelve al centro de esta hermosa celebración: estamos transitando en el ciclo agrícola, pasamos del tiempo seco al tiempo húmedo. De la maduración pasamos a la cosecha. Y los muertos ayudan a que estas semillas crezcan. Los muertos ayudan en la reconstitución de la vida. Por esto el ritual de las mesas para nuestros muertos tiene incontables símbolos. Así, esta A, en lugar de ponerse a escribir su texto, con buena letra, antes del feriado, se largó al mercado de allí arriba a buscar, pero sobre todo a encontrar, el caballo de pan, las t’antawas, los dulces de colores, las flores, sobre todo las “siempre vivas”, el singani, el vino, la comida para las mascotas que nos dieron su cálida vida, las nueces, las velas, todo con el objetivo inamovible de que mis seres queridos hagan su fiesta en mi hogar y que las puertas para ellos queden abiertas el año redondo. De esta manera, amables, lectores, no pude escribir la columna de esta semana. El agua, la alegría y llanto con los que recibí a los míos me sumergió en boleros de caballería, en tangos, en cuecas, hasta fijarme en el último disco de David Portillo, “El color de los sonidos”, en la composición “Kamaken”. Pedazos sueltos de esta canción siguen retumbando, hoy domingo, en lo más profundo: Máscara de oro/profundo mirar/mis despojos partirán/ sigue vivo este cadáver/soy perpetuo amanecer/ canto de reencarnación/carne y hueso de los tiempos/por la obscura claridad, mi sombra partirá/buscando algún relámpago para anunciar tempestad/soy grito de la lluvia/agua que acaricia tu piel/ no olvides darme chicha para calmar mi sed/no olvides darme coca, mi segundo cuerpo necesita verte otra vez/ mi segundo cuerpo necesita oírte otra vez/contigo viviré.
En lugar de escribir, esta semana fue pensar y sentir. Sentir y entender. La muerte gira. Nadie se muere para siempre. Gira la vida. Esta semana nos dice, con agua y pan, que la muerte no existe. Solo puede haber vida.
Contigo viviré. Contigo viviré. Contigo viviré.
Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.