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Saturday 7 Dec 2024 | Actualizado a 02:49 AM

¿Qué ocurrirá en Haití?

La historia registra a Jean Bertrand Aristide como el único presidente haitiano democráticamente elegido desde 1804

Javier Bustillos Zamorano

/ 1 de abril de 2024 / 06:57

Lo que desde hace varias décadas ocurre: un grupo de países, con Estados Unidos a la cabeza, invadirá de nuevo el país con tropas para someter a los insurrectos, conformarán un gobierno transitorio y… pondrán a un nuevo gerente que cuide sus intereses. Con el tiempo, este nuevo gerente será repudiado porque los haitianos ya no quieren más intervenciones extranjeras, habrá nuevas revueltas, otras intervenciones, y así.

Siguen haciendo creer al mundo que los haitianos no pueden gobernarse solos. Francia y Estados Unidos, los mayores saqueadores de este país, no les perdonan aún su atrevimiento de llevar a cabo la primera revolución exitosa de esclavos en América, en 1791, y la primera independencia, en 1804. La rebelión de esclavos que echó de su territorio a Francia y cimbró al gobierno esclavista estadounidense que, tras varios intentos de represión, se vio obligado a abolir la esclavitud en 1863. Desde esos tiempos los castigan imponiéndoles títeres que no gobiernan para ellos, sino para los invasores. Francia invadió Haití en 1697 y se quedó casi 100 años; Estados Unidos, cuatro veces: 1915-1934, 1994-1995, 2004-2017 y 2017-2019.

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Haití tuvo 65 gobernantes, la mayoría militares, que llegaron al poder no a través de elecciones, sino mediante golpes de Estado financiados desde el exterior. Por eso, según Jake Johnston, investigador del Center For Económic and Policy Research, Haití, más que un Estado fallido, es un “Estado dependiente”, un Estado separado de la gente, con un contrato social roto que no representa a la población en sí porque no controla la economía, pues un 80 % de los servicios públicos están en manos de organismos privados, la mayoría conectados con empresas extranjeras.

La historia registra a Jean Bertrand Aristide como el único presidente haitiano democráticamente elegido desde 1804. Fue dos veces presidente, en 1991 y 2001. Fue de los pocos que vio por su pueblo y el único que se atrevió a desafiar de nuevo a Francia: le reclamó la devolución de esa millonaria indemnización que le cobró a la nueva república de Haití, luego de su independencia. Y no le pidió todo, solo $us 21.000 millones para ayudar a su empobrecido país. Lo tacharon de loco y lo único que logró fue un golpe de Estado y una nueva invasión estadounidense que lo sacó del gobierno en 2004.

Ese año, Estados Unidos, Francia y Canadá ocuparon la isla con una nueva coartada: la Minustah  (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití),  “para apoyar al Gobierno de Transición a fin de garantizar un entorno seguro y estable…” ¿Le suena la frase? Se quedaron hasta 2017. Después, estos mismos países, volvieron a invadir Haití en 2017 con la Minujusth (Misión de las Naciones Unidas de Apoyo a la Justicia en Haití) “que busca transitar…” Se quedaron hasta 2019.

¿Qué buscan hoy estos países, cobijados por la ONU y ahora con la complicidad de otras naciones del Caribe? Lo mismo, incluso con las mismas palabras: “Un Consejo Presidencial de transición, integrado por representantes de los diferentes sectores del país, que…”

Pero además de todo, y ya para finalizar con el tema, Estados Unidos, Francia y Canadá tienen otras 20.000 millones de razones para no dejar que los haitianos se gobiernen solos.

En 2012, Dieuseul Anglade, exfuncionario de la agencia minera de Haití, denunció que empresas estadounidenses y canadienses descubrieron nuevas vetas de oro, plata y cobre por unos $us 20.000 millones en colinas que antes no habían sido exploradas. Según una investigación de la organización Haití Grassroots Watch, son las canadienses Eurasian Minerals y Majestor, y las estadounidenses Newmont Mining y VCS Mining que, junto a sus subsidiarias locales, ya habían comprado licencias de explotación y otros permisos, y ya realizaban perforaciones.

En 2023, estudios realizados en otra zona de Haití, conocida como el macizo norte, donde están las localidades de Morne Bossa, Faille B y Grand Bois, descubrieron otros tres grandes yacimientos de oro de unas 26. 800 toneladas, junto a otros de cobre, aluminio, lignito, plata y carbonato de calcio. También petróleo e iridio. Las mineras canadienses y estadounidenses tienen actualmente la concesión de un 15% del territorio haitiano. ¿Se entiende ahora por qué seguirá la intervención extranjera en Haití?

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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El lado oscuro del poeta (I)

/ 25 de noviembre de 2024 / 06:07

Orgullo de los mexicanos, el Nobel de Literatura Octavio Paz tiene, como cualquier mortal, sombras y claridades en su biografía. De su luz nos beneficiamos todos, pero de sus oscuridades debemos avergonzarnos, porque hizo víctimas a su primera mujer Elena Garro y a su única hija Laura Helena Paz Garro, de lo que hoy se tipifica como violencia emocional y maltrato sicológico. Por órdenes de un gobernante, no sólo las expulsó de su vida, sino también de su patria a la que regresaron después de muchos años, sólo a morir en un total abandono. 

Es la otra historia de este inmenso poeta, que nos la cuentan la escritora Elena Poniatowska, que fue amiga de los tres, y Patricia Rosas Lopátegui, biógrafa de Elena Garro. De sus libros y artículos, viene este breve resumen, dividido en dos entregas, a propósito de este 25 de noviembre en que se conmemora el Día Internacional en Contra de la Violencia hacia las Mujeres.

Fue en 1935, cuando el joven Octavio Paz conoció, en una fiesta, a la mujer que voltearía de cabeza su vida: la inteligente y hermosa Elena Garro Navarro de 19 años de edad, estudiante de Filosofía y Letras en la UNAM, coreógrafa del teatro universitario y bailarina de ballet clásico.

El flechazo fue mutuo. Se enamoraron y en 1937 se casaron. El escritor y la bella fueron el centro de atención del mundillo intelectual de entonces. Los primeros años, felices: engendraron a su hija y exitosos textos, él como poeta y ella como periodista. Hasta que, en la guerra de poderes, que se establece en toda relación, fue imponiéndose sólo uno.

Elena Poniatowska en su libro “Las siete cabritas” (Era, 2000) cuenta: “guapa, provocativa, competía con Octavio Paz. Cuando estaban los dos presentes era Elena la que atraía todas las miradas y era a ella a quien escuchaban… alzaba la voz y hablaba a veces como el oráculo de Delfos. Octavio, entonces, se iba a otra pieza y desde allí, tras la puerta, disfrutaba la alocución de Elena”.

Cuando discutían, cuenta Poniatowska, Elena se imponía a Octavio ¡a Octavio Paz, el gran polemista! y este callaba, primero inquieto, luego confundido y finalmente resentido. Publicó su conocido poema “Entre la piedra y la flor” pero su mujer lo rebasó con un reportaje sobre mujeres presas que acaparó la atención pública. Elena creció tanto, que empezó a crearle problemas a su marido: en 1941 fue la primera intelectual que escribió una serie de artículos en defensa de los derechos de las mujeres, cuando la sociedad mexicana se caracterizaba por su misoginia y sexismo. Simultáneamente, se dedicó a defender indígenas en contra de terratenientes y el gobierno.

Los periódicos de ese tiempo retrataban a Elena Garro, elegante, con abrigos de pieles, joyas y de imponente belleza, rodeada de indígenas con abarcas y sombreros de paja. Ella misma diría después, que esa era precisamente su táctica: presentarse lo más bella y mejor vestida posible, ante funcionarios que iban del asombro al miedo y de ahí al deslumbramiento. Y por supuesto, todos cedían.

Encaraba a gobernadores y los acusaba de enriquecerse a costa del erario público; al presidente de la república le dijo que no se creyera dios; que no era más que un empleado del pueblo. Todo esto en un tiempo —entre 1940 y 1960— en el que el gobierno era tan poderoso como autoritario y el Presidente era intocable junto a la Virgen de Guadalupe y el Ejército.

A los intelectuales los acusó de ser cómplices del gobierno por los favores y prebendas que les asignaba. En una reunión internacional en la que Octavio Paz y la crema y nata de la intelectualidad mexicana agasajaban al escritor venezolano Rómulo Gallegos (que en su discurso exaltaba el pasado indígena de los pueblos latinoamericanos) se presentó Elena Garro al mando de 30 campesinos y les pidió que firmaran un pliego petitorio para que el gobierno les devuelva sus tierras. Y como nadie firmó, en represalia, Elena y sus indios desinflaron las llantas de todos los automóviles que los intelectuales habían estacionado en las calles adyacentes al sitio.

Esto sacó de sus casillas a Paz y comenzó a quebrarse el matrimonio. El entonces presidente Adolfo López Mateos le ordenó al poeta sacar del país a Elena. “Su mujer es muy revoltosa, es mejor que la mande lejos”. Elena y su hija Laura Helena fueron enviadas a Francia…

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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Cuba, a pesar del odio

/ 11 de noviembre de 2024 / 06:00

Un día de 1919, le preguntaron al entonces presidente estadounidense Woodrow Wilson si había algo más efectivo que una guerra para someter a un país, y éste respondió: “Sí, hay algo más tremendo que la guerra: un aislamiento absoluto, que hace entrar en razón a una nación, del mismo modo que la asfixia elimina del individuo toda inclinación a luchar. Apliquen este remedio económico, silencioso y mortal y no habrá necesidad de la fuerza. No cuesta una vida fuera de la nación boicoteada y ejerce una presión que ningún país podrá resistir”.

Él la llamó “The economic weapon” (el arma económica) que fue empleada con éxito durante la Primera Guerra Mundial en contra de Alemania, Austria, Hungría y Turquía, donde miles de personas murieron de hambre y enfermedades por el bloqueo económico que interrumpió el flujo de mercancías, energía y alimentos. Una poderosa arma que Estados Unidos usa contra Cuba desde 1960 y que durante la pandemia de Covid-19 fue reforzada para dar la estocada final a este país, que no sólo resistió la nueva embestida, sino que dio una lección al planeta de cómo enfrentar una epidemia con inteligencia, audacia y recursos científicos propios. Una historia que, si no nos los cuenta el propio presidente cubano, Miguel Díaz Canel, nunca nos habríamos enterado.

En una entrevista que le dio al escritor y periodista Ignacio Ramonet, en mayo de este año, le contó: “Empezaban las primeras noticias del Covid-19, no había ningún caso en Cuba todavía —estamos hablando de enero de 2020—, y Raúl Castro nos dijo: hay que estudiar de inmediato lo que está pasando en el mundo y preparar un plan nacional de enfrentamiento a la epidemia… que asumiéramos un plan-país que nos permitiera adelantarnos, prepararnos antes de que llegara el primer caso. Eso significó capacitación de nuestro personal en las experiencias que había en el mundo, estudiar la enfermedad…

“De inmediato mandamos brigadas médicas cubanas a más de 46 países, donde estaba el epicentro de la enfermedad. Eso nos permitió apoyar a esos pueblos, pero aprendimos también. Cada vez que una brigada regresaba, nos reuníamos con ellos y nos aportaban todas esas experiencias, y las íbamos incorporando al plan… con la red de laboratorios de investigaciones de biología molecular, procesamos las muestras… muchas de estas enfermedades hay que enfrentarlas también con una lógica epidemiológica: cómo se corta la transmisión, cómo se evita…

“La articulación del sistema de salud con la agencia reguladora cubana de medicamentos y con la industria biofarmacéutica, acortó los plazos de ensayos clínicos y de generación de nuevos medicamentos… Sistematizamos un encuentro con los científicos y las instituciones que trabajaban en el Covid-19 y de ahí salió todo un grupo de investigaciones científicas. Aquí hubo un programa de más de mil investigaciones y evaluación de resultados de las mismas. De ahí salió la generación de nuestras vacunas… hoy tres son vacunas bien probadas en eficiencia y en eficacia; otras dos siguen en ensayos clínicos. Compartimos y transferimos esa tecnología a otros países…

“Es tener la capacidad de hacer tus vacunas, pero también la capacidad de enfrentar una campaña de vacunación masiva en poco tiempo. Aplicamos 40 millones de dosis en menos de dos años. Cuando teníamos vacunada a más de 60 por ciento de la población con una sola dosis, bajó el pico pandémico…Además de usar los PCR, llegamos a diseñar mecanismos propios de diagnóstico y pudimos compartir con el mundo los estudios de las secuelas que deja el Covid-19”.

Díaz Canel dijo también que, a pesar del bloqueo económico, el gobierno cubano e instituciones norteamericanas trabajan actualmente en una vacuna contra el cáncer pulmonar y en el perfeccionamiento de un tratamiento contra la úlcera del pie diabético con un medicamento cubano llamado Heberprot-P, que evita la amputación. También en una vacuna contra el dengue.

El desarrollo de la biotecnología cubana no es nuevo. Ya desde 1979 creó la vacuna contra la meningitis B y C y fue el primer país del orbe en eliminar la trasmisión de madre a hijo de VIH y sífilis, y el segundo en eliminar la poliomielitis.

Así, cuando alguien nos diga que vamos a convertirnos en otra Cuba, respondamos a coro: ojalá, ojalá.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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Los nutrientes de la peste

/ 28 de octubre de 2024 / 06:00

En una novela escrita en 1947 titulada La Peste, Albert Camus describió proféticamente lo que vivimos con el Covid 19: miedo e impotencia frente a la enfermedad y rabia y desilusión ante la falta de ayuda. Lo redondeó en una sola frase: “la peste se nutre de la indiferencia, la desesperanza y la falta de solidaridad”.

No sé si usted sepa, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) está buscando un mecanismo efectivo, rápido y coordinado, para enfrentar las próximas pandemias, a través de un organismo internacional cuya finalidad sería “ofrecer una mejor protección a las personas, comunidades y países”. Un acuerdo mundial para reforzar la prevención, preparación y respuesta ante las próximas epidemias globales, con igualdad en el acceso a vacunas, diagnósticos, tratamientos, datos genéticos y tecnologías.

Una maravilla. Lo malo es que ya se tardaron 4 años y hasta la fecha no hay nada concreto. Empezaron en noviembre de 2020 y aún no hay un acuerdo definitivo por la reticencia de los países ricos del llamado Norte Global —Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, entre otros— y sus transnacionales de medicamentos, más preocupadas por maximizar sus ganancias que tender la mano a los países pobres del Sur Global. Así, creo que no hay razones para el optimismo.

Lo vimos con la pandemia del SIDA a finales de los años 80. Mientras en los países ricos del norte se distribuían masivamente los fármacos para atacar a la enfermedad, en África morían por miles porque no los tenían. Según la revista científica Nature Portfolio, en total, murieron 12 millones de africanos por falta de tratamiento. En Latinoamérica los medicamentos llegaron a costar 10 mil dólares por paciente. Sólo cuando se autorizó su fabricación genérica los costos bajaron hasta 100 dólares por enfermo.

Esta primera experiencia mundial tendría que haber sido suficiente para crear ese mecanismo internacional que evitara muertes innecesarias y estableciera una distribución más equitativa de medicamentos. Pero no. Ocurrió lo mismo con la pandemia de Covid- 19.

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¿A quiénes se les dio el monopolio de la fabricación de vacunas? A las farmacéuticas transnacionales. Una vez que tuvieron las vacunas, ¿a quiénes se distribuyó primero? A los países ricos. ¿Y dónde murieron masivamente por falta de esas vacunas? En los países pobres. Mientras los gobiernos de los países latinoamericanos desequilibraron sus finanzas públicas para pagar las vacunas, las empresas farmacéuticas transnacionales se hicieron multimillonarias. Pfizer, BioNTech, Moderna, entre otras, ganaron mil dólares por segundo durante la pandemia, según la organización Alianza People’s Vaccine, de la que el movimiento global OXFAM forma parte.

Pero no sólo eso. Estas poderosas empresas pueden frustrar, incluso, intentos de integración latinoamericana para enfrentarlas. En enero del año pasado, gran entusiasmo causó la creación de la primera Agencia de Medicamentos de Latinoamérica y el Caribe (Amlac) que según se informó entonces, garantizaría el acceso a medicamentos de calidad fabricados en la región, para dejar de depender de proveedores externos. Un mecanismo solidario de compra-venta que aseguraría el acceso a vacunas, terapias innovadoras y dispositivos médicos en beneficio de la salud pública de toda la zona. Varios países, entre ellos Bolivia, México y Colombia, signaron el convenio y anunciaron próximas reuniones para concretar el deseo. ¿Qué pasó? Nada. No se ha vuelto a hablar del asunto.

La novela de Camus termina con esta frase: “la bacteria de la peste no muere ni desaparece; puede permanecer durante decenas de años dormida en los muebles y en la ropa; espera pacientemente en las habitaciones, en las bodegas, en las maletas, en los pañuelos y en los papeles. Y llegará un día en que, para desgracia de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”. Es pues cuestión de tiempo. Pero de que la peste regresará, regresará y nos hallará en las mismas condiciones.

¿Qué hacer? Primero dejar de soñar con esa ilusión que nos quiere vender la OMS y trazar estrategias con base en nuestros propios recursos, como hizo Cuba en la pandemia de Covid 19. Una estrategia tan audaz como inteligente, que, si no nos los cuentan, no lo creeríamos. ¿Quiere saber cómo fue? Se lo contaré en la próxima columna.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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¡A la salud del Che, asesino!

El pasado 9 de octubre se recordó el asesinato del comandante Guevara y por eso creí necesario volver a contar este suceso

Javier Bustillos Zamorano

/ 14 de octubre de 2024 / 06:01

Ocurrió a las 4 y media de la tarde de un 26 de julio de 2001, en la sala principal de un conocido centro cultural de la Ciudad de México. Junto a decenas de personas que atiborraban el sitio, conversaban el catedrático mexicano Alberto Híjar y el periodista argentino José Steinsleger, cuando un murmullo creciente atrajo la mirada de todos hacia la puerta por donde ingresó un hombre en silla de ruedas, rodeado de varias personas, entre ellas una mujer.

Consulte: ¿Un maximato boliviano?

Alberto Híjar fijó la mirada en el hombre y le preguntó al periodista, “oye, ¿no es ése Gary Prado? Y el periodista le confirmó: “sí, es el embajador de Bolivia”. El catedrático, que tenía en la mano una copa de vino blanco, caminó hacia el sitio y se abrió paso con los codos hasta llegar frente al hombre en silla de ruedas, cruzaron las miradas, y sin más, le echó en la cara el vino de su copa gritándole ¡A la salud del Che, asesino!

Han pasado 23 años del hecho y a sus 88 años de edad, lúcido y sonriente, el profesor Híjar aún lo recuerda y le cuenta a este reportero:

“Yo no preví si llevaba escolta o qué iba a pasar, pero inmediatamente sentí un empujón hacia atrás, de una barrera de gente, puras mujeres, hasta que quedé con la espalda recargada en una pared. Eran compañeras a las que yo no conocía, hicieron una valla que me echó para atrás, protegiéndome, mientras se armaba el escándalo. La esposa de Gary Prado me gritaba ‘él sólo cumplió órdenes militares, frente a un invasor, frente a un ejército invasor’…”

“José Steinsleger me dijo: no te muevas de aquí y salió corriendo. Luego regresó y me dijo mañana es primera plana en La Jornada (periódico mexicano). Ya cuando tomé conciencia de lo que había hecho, dije ¿ahora cómo me voy?, pero no hubo mayores problemas, salí despacio, caminando y me fui a mi casa”.

Su casa está en una zona alejada del centro de la Ciudad de México, al sur, en Tlalpan. Ahí, en medio de libros y cuadros, el excatedrático de la UNAM, crítico de arte y escritor, me contó que el escándalo alteró el ritmo de su vida, pues de inmediato empezó a recibir llamadas telefónicas, unas de apoyo, pero las más de amenazas de muerte.

“A tantos años, pienso que fue importante lo que hice, sobre todo por dar certeza de que el Che no cayó en combate, como mintieron, sino que fue asesinado en la escuelita y que Gary Prado fue el comandante de la operación en la Quebrada del Churo”. Le pregunto si no tiene algún cargo de conciencia o arrepentimiento.

“No, ninguno, a pesar del argumento de los defensores de Gary Prado; me acuerdo de un General que dijo que yo no entendía el honor militar y que había sido una barbaridad lo que había ocurrido. Pues ese argumento de que el honor militar está por encima de las posiciones políticas es algo que no admitimos quienes hemos pertenecido a alguna organización político-militar contra el capitalismo…”

El hecho le trajo varios enemigos, pero también amigos que, en otras circunstancias, no habría conocido, como le ocurrió con Osvaldo Peredo Leigue, el Chato Peredo, un día que anduvo por México.

 “Lo conocí en una comida que organizaron unos compañeros, aquí en Tlalpan, y había vino y empezaron a servirlo, y a la dueña de la casa se le ocurrió hacer una broma diciendo cuidado con Alberto porque avienta copas de vino, y salta el Chato Peredo y dice ¿usted fue? Entonces corrió y nos abrazamos y desde ahí nos hicimos entrañables amigos. Con todas esas cosas, ¿cómo puedo arrepentirme de lo que hice?, al contrario, me enorgullezco y lo volvería a hacer”.

Actualmente, Alberto Híjar se dedica a dar conferencias y escribir libros, pero dice que lo recuerdan más por lo de la copa de vino, no obstante que en su biografía también aparece que fue militante de la organización guerrillera Fuerzas de Liberación Nacional, detenido, torturado y encarcelado en 1974; que fue discípulo, amigo y albacea del pintor mexicano David Alfaro Siqueiros y que en 1994, cuando surgió la guerrilla zapatista, fue de nuevo encarcelado porque descubrieron que en la universidad había sido maestro y asesor de tesis de Rafael Sebastián Guillén Vicente ¿quién es? Nada menos que el mismísimo Subcomandante Marcos.

El pasado 9 de octubre se recordó el asesinato del comandante Guevara y por eso creí necesario volver a contar este suceso. Para quien no lo sabía, o para quien prefiere olvidarlo.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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¿Un maximato boliviano?

/ 30 de septiembre de 2024 / 06:00

En política no hay nada nuevo, sobre todo en Latinoamérica, donde las historias y personajes se parecen, tanto, que a veces se repiten. En México ocurrió un fenómeno político que a finales de los años 20 se conoció como el Maximato, en el que un expresidente tuvo tanto poder e influencia, que controló a tres gobiernos consecutivos a los que no sólo impuso ministros y legisladores, sino también programas gubernamentales. Ninguno pudo decidir nada y se limitaron a llevar a cabo lo que el “jefe máximo” consideraba que era bueno para el país.

Ese expresidente mexicano se llamó Plutarco Elías Calles y le decían “El Jefe máximo de la revolución”, porque, efectivamente, como militar, había tenido un papel importante en la Revolución Mexicana que empezó en 1910 y acabó en 1920, con el cese de la lucha armada. Precisamente en ese año, empezó la carrera política de Calles pues fue nombrado Ministro del Interior del entonces presidente Álvaro Obregón que gobernó México de 1920 a 1924. Costumbre desde esos años, al término de su mandato, Obregón designó como su sucesor a Calles, que gobernó de 1924 a 1928.

Ya como presidente, Calles se mostró tal cual: un hombre de carácter recio, siempre echado para adelante, pero autoritario e intolerante, tanto, que desafió a la poderosa Iglesia Católica con la que terminó enfrentado en un sangriento pleito que en la historia mexicana se conoce como la guerra cristera: una contienda entre laicos y católicos; ejército contra guerrilleros comandados por curas y obispos, un hecho del cual les hablaré en otra ocasión.

El caso es que Calles fue un presidente fuerte y temido, pero también un hábil estratega político: al término de su mandato, logró que su exjefe, Álvaro Obregón, se postulara de nuevo para la presidencia, aún en contra de la consigna revolucionaria de “sufragio efectivo, no reelección”. Maniobra que, sin embargo, duró poco, pues Obregón fue asesinado por católicos cristeros días antes de iniciar su segundo periodo presidencial. ¿Qué hizo ante eso el poderoso Calles? Puso a un abogado llamado Emilio Portes Gil como presidente interino durante 2 años, hasta convocar a nuevas elecciones. Le dijo a quiénes debía poner en su gabinete y a quienes rechazar. Qué actos de gobierno realizar y cuáles no.

Como vio que los otros caudillos revolucionarios empezaron a protestar, se le ocurrió crear un partido en el que los reunió a todos con la promesa de repartirles cuotas de poder; un partido, claro, presidido por él. Así nació lo que después fue el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó México más de 70 años.

Desde su despacho, Calles eligió después al próximo presidente, un político gris llamado Pascual Ortiz Rubio, a quien también manejó como a un títere imponiéndole un gabinete que, tras dos años, lo obligó a renunciar, pues protestó por el asfixiante poder del “Jefe máximo”. Y Calles puso a otro, Abelardo Rodríguez, a quien también manipuló a su antojo. Y así quiso seguir, pero acabó mal. El Maximato terminó en 1934, cuando llegó a la presidencia Lázaro Cárdenas, quien no sólo despidió de un plumazo al gabinete que le había impuesto Calles, sino también a él, pues lo obligó a salir del país. Calles terminó en el exilio y regresó a México después de muchos años, sólo a morir.

Recientemente el presidente Luis Arce dijo que Evo Morales lo quiso manejar como a un títere, lo que hace pensar que hubo un Maximato ¿fallido? de parte del expresidente. Semanas antes, también dijo que había un acuerdo con Morales respecto a las candidaturas, que Evo no respetó. Luego entonces hubo un acuerdo entre Morales y Arce desde 2020. ¿Cuál fue? ¿Qué acordaron? ¿Por qué Evo llama traidor a Luis Arce? En la marcha, Morales exigió varias cabezas y ya renunció el exministro Iván Lima. ¡Y Morales suspendió el bloqueo! En su carta de despedida, Lima dice todo menos la razón de su renuncia y, hasta el cierre de esta columna, el gobierno tampoco aclaraba el por qué…

Sería sano para todos, sobre todo para el gobierno del presidente Arce, que el país sepa de una vez lo que hasta ahora permanece en la neblinosa zona de los acuerdos, en lo oscuro. Airear esas cañerías del poder que, de tanta mugre, se tapan y cuando revientan salpican de inmundicia no sólo a las partes, sino a todo el país. Y mientras más pronto sea, hará menos daño.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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