El teatro es una burbuja
El teatro paceño —para bien o para mal— es una burbuja, antes se decía “rosca”. Tercer apunte: hay demasiado desnivel actoral. Y cuarto: caemos fácilmente en el cliché, en la caricaturización pobre, en el didactismo pretencioso, en los temas de moda.
La Escuela de Espectadores de La Paz lleva dos años reuniéndose una vez al mes para charlar y aprender a ver teatro; entre todos se aprende harto. El lunes, en el acogedor Cedoal (del Espacio Patiño), con mate de coca, café y pastitas, tocó hablar de El cuerpo de Urioste; sin Camila. Once mujeres (¿por qué van más chicas que chicos al teatro?) y tres hombres salieron de sus casas en una noche fría y lluviosa para reunirse en círculo durante dos horas.
No hablaré de nuevo sobre los defectos del (mal) teatro de denuncia, sino de unas cuantas pinceladas, de cuatro apuntes. El teatro paceño no tiene espacios adecuados: el espectador se siente intimidado y/o incómodo en muchas obras (en El Desnivel) por la proximidad “íntima” de los actores-actrices, por los rodillazos de los presentes en la fila de arriba; y muchas veces se prioriza la taquilla y no se piensa en los “cuerpos” de todos nosotros.
El teatro paceño —para bien o para mal— es una burbuja, antes se decía “rosca”. Tercer apunte: hay demasiado desnivel actoral. Y cuarto: caemos fácilmente en el cliché, en la caricaturización pobre, en el didactismo pretencioso, en los temas de moda. Obviamente, hay miles de cosas positivas, pero hoy no toca. Post scriptum: ¿por qué en El cuerpo nadie se toca?
Ricardo Bajo es periodista.