Linchamientos
Todos estos asesinatos ocurrieron frente a niños, jóvenes y adolescentes
Días atrás lamentábamos en este mismo espacio la muerte de un joven de 17 años que fue quemado por otro adolescente motivado por los celos, alertando que este execrable hecho devenía en gran medida debido al mal ejemplo de algunos adultos que cotidianamente utilizan la violencia para resolver sus problemas y se atribuyen el derecho de “ajusticiar” a los delincuentes.
El linchamiento de dos varones en diferentes regiones del país en tan solo una semana ha venido a fortalecer esta hipótesis, a tiempo de poner en evidencia la cada vez mayor animadversión de la población contra el sistema judicial, lo que da lugar a la conformación de respuestas colectivas contra la inseguridad ciudadana.
El primer caso ocurrió el domingo en la localidad beniana de Reyes, luego de que una turba enardecida atacase la comisaría del pueblo, en la que se encontraba recluido un joven de 22 años que había sido detenido pocas horas antes, luego de ser encontrado con manchas de sangre y de barro en su ropa en inmediaciones del lugar donde buscaban a una niña de cuatro años que se había perdido el sábado en la madrugada durante el festejo de una boda. El hallazgo del cuerpo de la menor, con signos de haber sido violada, confirmó los temores de sus familiares y enardeció a la población, que procedió a sacar al sospechoso de la comisaría, pese a la resistencia de los policías, para después lincharlo en la plaza principal. Apenas dos días después un hecho similar se reprodujo en la localidad de Entre Ríos (trópico de Cochabamba), cuyos pobladores arrebataron de las manos de la Policía a un presunto delincuente para quemarlo en vida, tal como ocurrió en Reyes. Pero en esta ocasión el delito que movilizó a la turba fue mucho menos aberrante: el robo de una motocicleta.
Con estos asesinatos ya son al menos tres las personas que han muerto linchadas en el país en lo que va del año. Igual suerte corrió Carlos Llano Rodríguez, de 32 años, en marzo. Su cuerpo fue encontrado en el barrio de San Luis en El Alto atado de pies y manos, con signos de haber sido brutalmente golpeado y quemado cuando aún se encontraba vivo. Su único delito fue haber manifestado síntomas de una enfermedad mental en el lugar equivocado.
Todos estos asesinatos ocurrieron frente a niños, jóvenes y adolescentes, a quienes los adultos les han proporcionado un modelo muy claro de cómo se debe actuar frente a la delincuencia: de la peor manera, atacando la violencia con más violencia, vulnerando derechos fundamentales como el de la vida o el de ser juzgados por una autoridad competente, pasándose por las narices la ley y las instituciones llamadas a garantizar el Estado de derecho y una convivencia pacífica en la sociedad. Y seguramente estas mismas personas son las primeras en rasgarse las vestiduras cuando son víctimas de alguna injusticia o a tiempo de condenar la violencia que impera entre las nuevas generaciones del país.