Monday 6 May 2024 | Actualizado a 14:16 PM

Steven Spielberg: ‘El miedo es mi combustible’

Ha sembrado el pánico, hecho llorar y sacudido en sus butacas a los espectadores de todo el mundo. Regresa este año a la ciencia-ficción con ‘Ready Player One’

/ 4 de abril de 2018 / 04:00

A los 16 años, Steven Spielberg (Cincinnati, 1946) compró un pase de turista para entrar en los estudios Universal durante tres días. Al cuarto, saludó al vigilante, éste le devolvió el saludo y entró como si nada. Se pasó tres meses mamando el oficio en un recinto ubicado a los pies de esas colinas con la palabra “Hollywood”. Aprendió a editar, accedió a un rodaje de Hitchcock, vio desnudo a Marlon Brando. Poco después, ya no hubo forma de sacarlo del perímetro. Corría el rumor de que el chico había logrado hacerse con un despacho y un teléfono. Lo contrataron a los 22 años, cuando le enseñó al jefe su primer corto profesional, Amblin (1968). En este lugar dirigió su primer episodio de una serie, su primera película para televisión, su primer largometraje para cine. Con el segundo, Tiburón, el sobrecoste y los retrasos auguraban una catástrofe bíblica. La estrenó en 1975. Tenía 28 años. Se convirtió en la pelícu­la más taquillera de la historia. En 1981 presentó ante el mundo al arqueólogo Indiana Jones y fundó su productora, que bautizó como aquel corto: Amblin. Levantó sus oficinas en el mismo recinto. Y aquí sigue, promocionando su próxima película, Ready Player One. El argumento se inspira en un best seller homónimo de ciencia-ficción: año 2045, el mundo está en ruinas y la humanidad vive enganchada a OASIS, un espacio de realidad virtual más hermoso que la vida, donde cada uno puede decidir su nombre, su género, su aspecto.

Entra Spielberg en la sala, delgado y algo renqueante, con un termo de café en la mano. Viste chaqueta negra, pantalón claro, deportivas. Ronda el metro setenta. Se sienta en la silla con respaldo ergonómico y dice: “No soy el atleta que solía ser”. Su voz desprende los matices arenosos de la senectud. Sus ojos color mar chispean tras las gafas.

— Ahora estrena la película Ready Player One. ¿Qué le gustaría contar de ella?

— Hemos tratado de inventar un nuevo género de aventuras. Uno que sucede en dos lugares de forma simultánea. Es casi como viajar a la tierra de Oz, pero sin necesidad de golpear los talones para volver a Kansas. De hecho, es más difícil escapar de OASIS, el mundo digital, que salir de Oz. Es una parábola actualizada de muchas historias que han invitado al público a abandonar el mundo conocido y adentrarse en otro imaginario. Y quizá sea el universo más emocionante del que he tenido el honor de formar parte como cineasta.

—¿Por qué?

— En OASIS puedes ser lo que quieras. Creas la persona o la criatura. Diseñas tu avatar y puedes vivir la vida del personaje; ser el héroe que siempre has deseado, el villano de tu subconsciente. Me ha permitido rodar una película sobre dos mundos. Es una aventura, una gran competición entre el mundo real y el digital.

— En la novela se describe el mundo virtual: “Se ha convertido una prisión autoimpuesta para la humanidad. Un lugar placentero para que laspersonas se escondan de sus problemas mientras la civilización se desmorona”. ¿Nos dirigimos hacia ese colapso?

— Es solo una película, aunque se puede leer como un cuento con moraleja: demasiado de algo bueno resulta perjudicial. Recuerdo cuando tenía tres años y llegó a casa la primera tele. Mis padres vieron que era peligrosa, te podías volver un adicto al tubo. Me limitaron las horas, a un par por semana. Tenían gran capacidad de anticipación. Muchos de mi generación se perdieron en ella, aunque también aprendimos mucho.

Cualquier nuevo medio puede ser usado o abusado. Y, en este caso, la moraleja consiste en que el mundo real se cae a pedazos en 2045, en lo económico y también moral y espiritualmente. Y mucha gente, por poco dinero, puede escapar a otra existencia de su creación. Y olvidarse de cómo les afecta el mundo real.

— ¿Le preocupa cómo comienzan a mezclarse las redes sociales y la realidad virtual?

— Las redes sociales han creado una excusa para perder el contacto visual entre seres humanos. Los nuevos medios no requieren del cara a cara para comunicarse, y creo en el valor de mirar a los ojos de una persona y tener una conversación. Me asusta eso. Hoy existe menos contacto social. Nunca he estado en Facebook ni en Twitter.

Spielberg en pleno rodaje.

En esa ficción hay refugiados, cambio climático, crisis energética, multinacionales fascistas. Parece querer advertir de algo.

— Las personas deberíamos centrar la atención en el mundo que nos rodea. Todo nuevo medio que proporciona una válvula de escape de nuestras responsabilidades es un peligro. Esta película trata de ilustrar cuántos preferirían vivir en un mundo de su creación antes que transformar aquel en el que nacieron. No digo que esté pasando ahora.

— Pero es una advertencia.

— Hoy hay más noticias que nunca. Pero son tantas que tenemos que elegir qué creer. Cuando era pequeño solo había tres canales y unos pocos periódicos, y cuando me contaban lo que pasaba les creía. En esta época, con ese horrible hashtag de las fake news y una plétora de canales de distribución dando todo tipo de ángulos sobre la misma historia, algunos de ellos con la intención de alejarte de la verdad, se vuelve cada vez más complicado descubrir qué es cierto y qué no.

— Hace poco, un grupo de adolescentes me daba su interpretación de cuándo algo se convertía en noticia: “Cuando aparece en Instagram”.

— Me recuerda al juego del teléfono estropeado. Uno dice la verdad, pero la persona número 500 ya no ha oído palabra por palabra lo que la segunda persona escuchó de la primera. Es un juego de niños. No me creo nada de Instagram.

— Abordó este tema en la reciente Los archivos del Pentágono. ¿Por qué casi han coincidido ambos estrenos?

— Llevaba trabajando en Ready Player One tres años. Me sobraba tiempo mientras completaban los efectos digitales. Y entonces leí el guion de Los archivos… y me di cuenta de que lo ocurrido en 1971 era escandalosamente similar a lo que está pasando hoy en el Gobierno de nuestro país. Sentí que todos nosotros —Tom Hanks, Meryl Streep, yo mismo, y los guionistas y las productoras— teníamos una responsabilidad social; debíamos hacernos eco de la historia para que aterrizara en el ciclo de noticias actual. Lo hicimos un poco como un servicio público. Ninguno cobró.

Parece como si rodara dos tipos de películas: las de aventuras y aquellas que siente la necesidad de hacer.

— Necesito hacer cada una de ellas. Incluso las que solo pueden ser valoradas como puro entretenimiento escapista. Siento el ansia de entretener, y también de llamar la atención sobre materias relevantes para que los jóvenes puedan aprender de ellas.

— ¿Unas las hace por puro divertimento y otras como servicio público?

— A veces hago películas porque sé que el público las va a disfrutar, porque son una aventura, con muchos efectos especiales y grandes personajes, y sé que los espectadores van a gritar y a reír y se van a volver locos. He hecho Ready Player One por ese motivo. Pero no la hubiera elegido si no tuviera ese mensaje tan relevante sobre las decisiones que hemos de tomar hoy ante esa disyuntiva: comprometerse con los asuntos sociales o perderse en un mundo de realidad virtual.

¿Primero echa la vista atrás, a la historia, para explicar el presente, y luego va al futuro, con el mismo objetivo?

— La historia está por todas partes, nos rodea. Está en nuestro futuro, y también en nuestro pasado. Me encanta la historia. Me vuelve loco, es mi tema favorito.

Un crítico asegura que usted se ha convertido en “nuestro profesor de historia natural”.

— Supongo que ya soy lo suficientemente viejo. No hubiera reaccionado muy amablemente hace 20 años, pero ahora mi aspecto es más el de un profesor. Así que no me ofende la descripción, es acertada. Pero no soy un cineasta didáctico. No hago películas solo para impartir una lección. Cada una, incluso aquellas con un mensaje contemporáneo muy relevante que quiero que todos escuchen, también tiene que ser entretenida.

Los archivos del Pentágono debía tener suspense, y ser rápida, como una redacción, no me interesaba hacer una película educativa tipo Discovery Channel que fuera todo medicina y sin nada de azúcar.

— Probablemente, ha moldeado la mente de millones de personas. ¿No le hace sentir cierta responsabilidad?

—No siento esa responsabilidad porque nunca he tenido la intención de llamar la atención sobre mí mismo. Siento, modestamente, que he tenido mucha suerte en mi carrera. Adoro hacer cine. Pero no suelo mirar atrás. No me obsesiono. Raramente vuelvo a ver una película que he dirigido. Solo he regresado a ellas a través de mis hijos, como cuando quisieron ver E.T. Sabía que el principio daba miedo, así que me senté con ellos, para que no fuera demasiado angustioso. Suelo estar bastante liado planificando la siguiente como para volver atrás.

— ¿Cuántos proyectos suele tener en mente?

— Normalmente preparo solo uno cada vez, pero siempre estoy pensando en qué voy a hacer cuando acabe, así que tengo cuatro o cinco guiones en desarrollo. Probablemente, solo acabe dirigiendo uno, pero ese trabajo ha de suceder antes. De otro modo se volvería un paréntesis demasiado grande. Y me encanta trabajar. No me gusta estar en casa mientras sueño con trabajar. Me gusta soñar mientras trabajo.

En alguna ocasión usted se ha retratado así: “No era divertido ser yo entre proyectos”.

— ¡No lo era! Y sigue sin serlo. Es verdad… El miedo, el estrés de la infancia y la adolescencia nunca se marchan. Incluso cuando superas la adolescencia, se queda contigo. Siempre me he sentido mejor en acción que en espera. Cuido de mí haciéndome trabajar.

Hay quien le critica —a usted y a Lucas— por haber empobrecido la cultura.

— La crítica más habitual que oigo dirigida hacia George y hacia mí es que inventamos el taquillazo. Por supuesto, no lo inventamos. Cecil B. DeMille inventó el taquillazo. Lo que el viento se llevó y D. W. Griffith inventaron el taquillazo. A lo largo de las décadas, cientos de películas se han convertido en las más populares sobre la Tierra. Y cuando la gente dice que Tiburón o Star Wars arruinaron el negocio porque Estados Unidos desarrolló una mentalidad únicamente dirigida al taquillazo, es una teoría absolutamente corrupta nacida de personas sin ningún respeto por la historia del cine. El taquillazo ha existido desde la primera película que se proyectó en un nickelodeon (los primeros cines, que cobraban la entrada a cinco centavos de dólar, un nickel).

— ¿Puede la cultura de masas ser arte?

— ¿Quién puede determinar qué es arte? ¿Quién tiene derecho a decir que hay una única definición y que estos ejemplos no caen dentro de esa categoría? Todo el mundo tiene derecho a definirlo del modo en que lo percibe. Para mí, existe arte en todo. Incluso en las malas películas. Siempre hay una escena interesante, y digo: “Ese momento fue tocado por la genialidad”. Encuentro arte en cualquier lugar al que miro; en películas como Black Panther: es tanto un triunfo artístico como comercial y cultural. Cuando alguien trata de estrechar el foco del arte para satisfacer su propia definición, yo prefiero no contar con ese individuo.

— Sting, en la cima de su carrera, se preguntaba: tengo éxito y dinero, ¿sobre qué voy a componer ahora? ¿Cree que hay un precio creativo a pagar cuando uno se vuelve rico y es aplaudido?

— El único precio es la pérdida de anonimato. Es un pequeño precio para mí. Pero ha sido una imposición sobre mi familia. Cuando mis hijos estaban creciendo y veían cómo a su padre lo paraban extraños en la calle, se preguntaban por qué hablaba con esa gente si ni siquiera los conocía, por qué no estaba con ellos. Era muy duro estar en público. Miraba a mis hijos y no les gustaba. Ésa ha sido la cara amarga.

— ¿Y desde un punto de vista creativo?

— Mire, no soy el tipo de creador que diga: sufro por mi arte. No sufro por mi arte. Me deleito con él. Me entusiasma. Sencillamente, me da una nueva vida cuando estoy trabajando. Amo hacer películas. ¿Si me preocupo? Por supuesto. ¿Si me equivoco? A menudo. ¿Tengo inseguridades en el trabajo de cada día? Por supuesto. Pero eso para mí es combustible para encontrar caminos que me saquen del atolladero en el que me gusta colocarme. Porque cuanto más nervioso estoy como cineasta, más ideas me vienen para resolver los problemas que todos los cineastas encuentran para contar historias.

— Y si pierde esa sensación, ¿se acabó?

— No haría esto nunca más. El miedo es mi combustible. No me gusta sentirlo. Pero la inseguridad que provoca el miedo es esa cosa única que realmente me inspira con mejores ideas para contar historias de una forma distinta, lo adoro. Bueno, no lo adoro, no lo disfruto, pero trabajo mejor desde la ansiedad que desde un lugar de confianza.

¿Tiene usted un primer recuerdo relacionado con lo que es hoy, con su oficio, una de esas imágenes que se comprenden años después, como un primer fogonazo que le indicara que se convertiría en cineasta?

— Recuerdo lo bien que me sentía cuando alguien me leía. Un sentimiento cálido y hermoso de crianza. Lo experimentaba cuando mi abuela me leía un cuento a los dos o tres años, cuando mi padre me leía ciencia-ficción a los siete u ocho, cuando mi madre, a una edad temprana, me leía poesía. Me encantaba que me leyeran. Liberaba mi imaginación. Sus palabras disparaban imágenes en mi mente, me tocaba a mí rellenar los huecos, el aspecto de los monstruos y de los ángeles y del héroe y la heroína. Cuando empecé a ver películas, no quedaba sitio para la imaginación. En la mayoría de ellas, todos los huecos habían sido cubiertos por el cineasta. Aunque te atrapaban con una historia estupenda. Y, si era buena, me gustaba verla una y otra vez. Diría que el hecho de que me leyeran me ayudó a crear un lenguaje visual que luego me sirvió bien en mi carrera.

— Según ha contado, le marcó Lawrence de Arabia, sobre todo ese instante cuando Peter O’Toole, ensangrentado, parece preguntarse: “¿Quién soy?”. ¿Por qué hace usted cine? ¿Para entenderse mejor?

— No lo observo desde un punto de vista intelectual. Me entiendo lo suficiente como para darme cuenta de que no me conozco nada. Y entonces creo que me comprendo y descubro que en absoluto. Si algún día descubro realmente quién soy, no me quedarán más historias que contar. Así que necesito mantener esa opción abierta, siempre.

— ¿Y no es esa la gran pregunta, quiénes somos?

— Sí, quiénes somos, qué hacemos aquí. Pero su respuesta no nos corresponde. Nunca me ha detenido la búsqueda de esa pregunta sobre quiénes somos. Y, si fallo al encontrarla, quizá el siguiente proyecto me revele algo más. Pero tampoco es lo que me empuja a contar historias. No estoy buscando una guía sobre lo que me hace ser quien soy. Me aburro solo de pensarlo.

— ¿Por qué ve películas?

— Porque me gusta perderme. Y perder el control. Y, cuanto mejor la película, más pierdo el control. Me convierto en un jugador en el escenario de otro, y lo amo. Si es lo suficientemente bueno, olvido quién soy y dónde estoy. Ésa es mi definición de una gran historia.

— Su cine suele mostrar una visión positiva de la vida: si algo se rompe, puedes arreglarlo; si quieres algo, puedes lograrlo. ¿Comparte esa visión de la raza humana?

— Tengo una visión muy positiva. Incluso cuando las cosas parecen lo más oscuras, sé que habrá un amanecer. Siempre he estado convencido de ello. Soy más pragmático en la vida real, sé que las cosas no cambian de un día para otro. Lo que sí puedo hacer es que las cosas cambien de un día para otro en una película, y ése es el motivo por el que adoro contar historias, porque puedo manipular el hecho de que algo que lleva 40 años cambie entre el segundo y el tercer acto. Es una de las grandes ventajas de este oficio, y quizá el motivo por el que me dedico a ello: porque soy capaz de controlar el cambio, a mi ritmo.

— Y lanzar un mensaje…

—Trato de demostrar a la gente que hay una forma mejor de solucionar los problemas. Algunas de mis películas hacen eso.

— Volviendo a su época de E.T., ¿cuánto queda en usted de ese niño, Elliot, que necesita ser sorprendido por lo extraordinario?
Creé esa película, con (la guionista) Melissa Mathison, así que estoy vivo dentro de Elliot, y él sigue medrando dentro de mí. Estará conmigo toda la vida. Me siento muy unido a él. Y sé lo que es sentirse el hijo de un divorcio. Y sé lo que se siente cuando uno trata de reemplazar a un padre ausente con una criatura o un alienígena. Yo reemplacé a mi familia rota con un montón de personajes rotos a través de los cuales podía contar mi propia historia. No todas mis películas, pero sí muchas, iban de cómo era ser el hijo de unos padres divorciados.

— Y, a menudo, un niño corriente frente a lo extraordinario.

— Me gusta lo extraordinario porque no sucede todos los días. Y me gusta contar historias que no suceden todos los días. No puedo hacer ese tipo de películas de Sundance, me encantan, y admiro el talento de quienes logran hacerlas. Pero yo necesito añadir algo que sea superior a lo que ocurre en la vida real.

— Ahora tiene 71 años…

Los 71 son los nuevos 51.

— Buena respuesta. ¿Y nietos?

Tengo cuatro.

— ¿Hay algo que considere esencial transmitirles, esa pista clave para la vida?

— A mis nietos les digo siempre lo mismo: antes de hablar, párate y escucha al otro. Es lo que mi padre me decía. Y es lo que mi abuelo le decía a mi padre. Y eso ha estado en mi linaje y a lo largo de mi experiencia en este planeta. Es algo que he aprendido desde niño: has de escuchar, porque, si no, careces de raíces y de una base para hablar. Se lo digo todo el rato: ¡Eh! Escucha.

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Buscando desesperadamente a Khespy: ‘Haz lo que no debes’

La Expo Khespy convocó el último fin de semana de abril en el ex cine Princesa a más de cinco mil personas

Por Ricardo Bajo Herreras

/ 5 de mayo de 2024 / 07:00

Octubre de 2021. En los muros externos del Cementerio General de La Paz empiezan a aparecer “tantawawas” y escaleras al cielo, ñatitas y botellas de trago, flores y cruces cuadradas, velas y difuntos, perros callejeros y hojas de coca. Una señora de pollera —geometrizada— sostiene un cartel que dice “Nunca moriremos”. Es la cosmovisión andina sobre la muerte resumida en 500 metros cuadrados, es el “ukhu pacha”. La firma del mural es clara: Khespy. Este 2021 se celebra el sexto Festival de Arte Urbano Ñatinta, organizado por el colectivo Perros Sueltos. En la primera edición de 2016, Khespy Pacha (así firma sus primeros trabajos) pinta un mural dentro del cementerio. Es la primera galería de arte a cielo abierto dentro de un campo santo. Es un hombre haciendo una ofrenda. Comienzo a buscar desesperadamente a Khespy.

Los zapatistas al cubrirse el rostro se muestran. Desaparecidos de la historia, los derrotados regresan, como las almitas al cementerio. Han pasado tres años, no soy el mismo. Camino por la calle Comercio. “Jesús te ama, Jesús te busca”, me dice una señora que me entrega una hojita de una secta evangélica. Nota mental: ¿yo busco a Khespy y Jesús me busca a mí? Algo no está bien.

Una cuadra más allá, en la esquina de la plaza Murillo dos chicos vestidos de rojo y cajas cuadradas con chakanas tapando sus caras me entregan otro papelito que dice así: “Khespy. Exhibición única, 26 y 27 de abril de 2024, ex Princesa, Pasaje Sáenz, calle Comercio, 19.00”. En el folleto, un perro cuadrado mea a un policía. Detrás hay un QR y una vasija con el cocodrilo del alcoholcito Caimán en relieve. Llego a la esquina y un pasacalles cruza la vereda: “Expo Khespy. Aquí y ahora”. La cola da la vuelta a la esquina y llega hasta el Musef.

Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.
Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.

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Marzo de 2019. Camino por la avenida Quintanilla Zuazo de la zona norte de la ciudad. Voy rumbo a la cancha del Kilómetro Tres de Pura Pura a ver un partido de fútbol femenino entre las chicas del club The Strongest y las muchachas del CAR. Dos jóvenes (son Khespy y Nacho) están pintando un gigantesco mural. Es una pareja recostada, la cabeza de ella/él sobre el pecho/corazón de él/ella: dos monolitos geométricos tumbados en la larga noche de los tiempos. Edgar Arguedas graba el proceso de la obra y luego sube un video a Instagram. Ahí está el Khespy con un pasamontañas negro, como los lustras de La Paz, como los hermanos zapatistas de la selva Lacandona.

Cuando termina el mural agradece el apoyo de las caseras, del zapatero de la esquina. Siempre lo hace. La firma es clara: “Khespy. Ps”. Es un “perro suelto”, negro y callejero, como la canción del Tri.

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Último viernes y sábado de este abril, mes rojo. Unas cinco mil personas esperan pacientemente para entrar a la Expo Khespy en los salones altos del ex Cine Teatro Princesa, fundado hace un siglo. Las últimas imágenes que se proyectaron en el vetusto cine de la calle Comercio fueron pornográficas/transgresoras. Es una señal. Hay miles de personas haciendo cola en la noche fría para ver/probar/ser parte del arte. La ciudad ha sido empapelada con docenas de lienzos interactivos, es el juego del gato y el ratón.

La muestra es inmersiva, como nunca se ha gozado en La Paz. Los amigos de Khespy y la galería Miko Art (que está enfrente, en el pasaje Kuljis) intervienen el espacio de forma audaz, crean una narrativa subversiva con relatos en eterna disputa, como el retorno. La gente espera pegada a la pared de la derecha para entrar; los que salen se agarran de la barandilla de madera para bajar.

Una pintada —en lo más alto— recibe a los visitantes (la gran mayoría jóvenes con celular en mano): “Haz lo que no debes”. Debajo un corazón en negro, geométrico, por supuesto. Enfrente, la primera obra colgada del techo, suspendida. Es otra pareja, esta vez se besan, están —por supuesto— con máscaras cuadradas y aretes de flores y estrellas. Visten elegantes trajes futuristas con “jach’a qhanas” (grandes luces resplandecientes) y calaveritas. Son dos diablitos con cabezas rojas (como lxs chicxs que andan repartiendo folletos en la calle y que deambulan luego por toda la exposición de forma secreta e inquietante). Están con pucho en la mano, como algunos jóvenes espectadores. No tienen rostro real, como los retratos geométricos enormes del belga Stefaan De Croock.

Hay bodegones de alasitas, collages, cajas de Paceña colgadas en el aire, un retrato de “moreno” titulado Sin jefe, arte de cartón, bolsos para vender, corazones espinados de cactus: sincretismo vivo. Un DJ kusillo pincha música electrónica mientras un hombre de rojo ofrece relleno de papa a diez lucas, Coka Quina y té de kombucha. Hay videoinstalaciones (con guion y fotografía de Tizi) donde un actor (Edwin Villarroel) camina la ciudad (La Paz y El Alto) para “publicitar” la muestra. Hay obras con carros policiales en llamas y “cholets” insuperables. Hay un mural de aluminio (“alocubont”) de edición limitada de cuatro piezas con el mundo Khesy pintado como si fuera una cueva de arte rupestre. El domingo, tras la muestra de viernes y sábado, se organiza un tour privado para compradores. La jugada sale bien.

—¿Quién es este Khespy pues? —dice una chica mientras se saca una foto con espalda desnuda y graba un video para Tik Tok junto a uno de los cuadros.

—Es un artista callejero y son muchos, es uno y son todos —responde el chico que la acompaña, hecho al filósofo conquistador.

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Estamos en noviembre de 2023. Cerca de la Ceja de El Alto, junto a la estación roja de Teleférico, una instalación/cyber-mural es contemplado por la gente que espera por los baños. La obra tiene un QR para sumergirse en una realidad aumentada y vivir con los personajes del mural. Es una invitación a “fusionarse”, en palabras de Khespy. Ellos son (en el bodegón): un gato cubista que roza su hocico junto a un cuadro donde dos abuelos se besan en un puente; una radio canchera con el logotipo de ACAB (“All Cops Are Bastards”), una calavera con hojitas de coca, una botella blanca de “alcohol potable para cañar” (Caimán, por supuesto), una caja de cervezas (roja, por supuesto) y una gigantesca moneda de un boliviano rectangular: la unión es la fuerza con el logotipo de unas hojas de marihuana. Cerca de esa pared, otro mural con la palabra éter: un corazón multicolor hecho wiphala, rodeado de ocho rostros y unas manos acogedoras.

Las obras de Khespy están a la vuelta de la esquina. Un perro en la avenida 6 de Agosto; un monolito “chupaco” junto a una licorería en la 20 de Octubre; un mural en la zona de Puente Vela en El Alto, carretera a Oruro (“gracias a doña Dorita”); otra obra junto al teleférico de Irpavi; un papá cargando a su wawa en Carquín, Perú; una vaquita mil veces encuadrada en la Benedetto Vincenti; un unicornio con pistola de juguete lanzando estrellas andinas (en lugar de balas) a un paco sin rostro en la Sánchez Lima; un policía de alto rango y su sombra negra chorreando sangre y recibiendo una coima de 100 bolivianos, en la Zoilo Flores; otra “pareja” de uniformados con el apellido de “policía corrupta”, en el surtidor abandonado de la 17 de Obrajes; dos serpientes de colores besándose debajo de la pasarela de la Uno del mismo barrio; otro perro (verde) sobre una ventana en la avenida Ecuador. Son los personajes de Khespy que aparecen (también) en sus obras colgadas de la “expo”. De las calles al lienzo y viceversa.

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“Es una exposición redonda, congruente, cohesiva y con una gran capacidad inmersiva. Es una bellísima bola. Tiene autenticidad discursiva y energía creativa. Khespy tiene no solo algo que decir sino mucho; y desde una sensibilidad crítica y profunda. Se nota que tiene calle. Eres o no eres, el Khespy es. Lo que más me gusta es que lo que dice no es fácil ni obvio en el sentido panfletario, porque parece estar cargado de mucha emotividad, sensibilidad y sentimiento. Da lugar al espectador para la interpretación subjetiva pero también para la lectura objetiva de sus contenidos de crítica social”, me dice la crítica de arte Narda Alvarado que baja y sube las escaleras, de sala en sala, con la boca abierta.

“La gente, de forma masiva, ha venido a ver lo que Khespy tiene que decir. No han venido por el vinito del ‘vernissage’, para hacer acto de presencia o para hacer vida social alrededor del arte”, me dice mientras escuchar/mira el monólogo del actor Winner Zeballos, a ratos con rostro oculto.

A Narda Alvarado lxs de rojo le recuerdan a los personajes de Skibidi Toilet y sus cámaras de vigilancia en lugar de cabezas. Y los milicos/pacos a los roles de dominación jerárquica del chileno Nicolás Grum. El arte de Khespy es total.

Andrés Kuljis, de Miko Art, se suma al recorrido. “Lo más novedoso de esta exposición radica en su enfoque innovador al utilizar espacios no convencionales, lo que desafía las expectativas tradicionales de una galería. Además, el hecho de preservar el anonimato del artista añade un misterio intrigante a la experiencia, mientras que la curaduría intangible colectiva crea una atmósfera participativa y única para los espectadores”. ¿Dónde estás Khespi?

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Las obras se suceden cuartito tras cuartito, el espacio expositivo. En cualquier rincón oscuro te sorprende una, como una pesadilla en bucle. No hay miedo, hay atrevimiento/osadía. Las encapuchadas mujeres/hombres de rojo invitan a una chica en minifalda a pintar las paredes. No solo se observa se participa. Un chango flaco es apretado/abigarrado —cuerpo a cuerpo— por dos obesos hombres/mujeres de rojo. Explosión. “Callas mientras duermes, grita un “graffiti”. Las “haches” de Khespy se parecen mucho a las “haches” mudas del enigmático y omnipresente Shon.

En la sala de venta de obras y productos/objetos (“blows ups”, vaciados) del mundo de Khespy veo cartón, es “cardboard art”. Es otro santo y seña. Hay esculturas en cartón, ese material abandonado en las calles (como los perros) junto a los contenedores de basura. Hay una frazada con un tigre en salto. Ñu, ñu, ñu, ñu. También está en 3D, el tigre te mata. Son todos objetos insaciables.

El montaje de la exposición merece un párrafo aparte. La curaduría colectiva y la adaptación museográfica/intervención performática son principios medulares, son declaraciones. La apuesta/apropiación del lugar y la oscuridad son manifiesto. Khespy no escogió una galería de la zona sur, no optó por un museo nacional o espacio acartonado oficial, acorde a los modos/modas audiovisuales del arte contemporáneo, se fue a un viejo y abandonado ex cine porno con sus salones altos y sucios, con sus paredes listas para ser ensuciadas de nuevo.

El ex cine porno Princesa fue tomado para esta exposición de arte contemporáneo.

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El arte/mundo de Khespy —ecléctico/andino por naturaleza— emerge del olvidado pasado y se proyecta a un futuro distópico/autoritario. Modernidad y ancestralidad. Tradición y tecnología. (No) viene de las viejas vanguardias soviéticas (y el arte geométrico/suprematista de Malevich), de Kandinsky y del cubismo y la psicodelia. Aunque pueda parecerlo. Su geometrismo es de (más) lejos; llega desde los ancestros que aprendieron a mirar el cielo en la noche, de la Cruz del Sur y la forma astronómica/geométrica de una cruz andina/cuadrada; viene desde la chakana (en quechua, “puente”) y las formas geométricas de los aguayos y el arte textil milenario.

Su paleta va desde el rojo al verde, pasando por el ocre, el amarillo y el naranja. Los colores —de la tierra— prohibidos han regresado, el dios sol (y el mundo de arriba) brillan de nuevo.

El mundo/arte (paralelo) de Khespy se mixtura/superpone con el muralismo mexicano/boliviano del siglo pasado, con los rostros marrones del indigenismo, con la animación y el cómic (con estética cohetillo), los videojuegos, el arte callejero/clandestino de Banksy y las nuevas formas del arte digital con QR y obras tridimensionales que se mueven y reviven en tu celular.

Khespy —una esponja— pinta de golpe en las paredes pacos y militares “cuadrados”, los jefes verdaderos del próximo Estado policial. Su anti-autoritarismo no es negociable, su crítica (frontal/burlona) a los poderes fácticos, tampoco. Pinta perros callejeros de color ocre, son los verdaderos habitantes de la ciudad, los príncipes libres y salvajes del mundo de aquí.

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Abril rojo 2024, tres años de búsqueda. He paseado la ciudad siguiendo los rastros que deja como murales/migas. He subido hasta lo más alto de un antiguo cine porno. Me he manchado de pintura. Me he perdido en la oscuridad. He mandado un cuestionario al “feis” y al “insta” de Khespy. Me ha jurado en vano varias veces que respondería. He visto en dos canales de televisión a encapuchados con chakanas rojas hablar en su nombre (incluso en un programa de ATB salió un tipo que decía ser Khespy y no era). He buscado desesperadamente a Khespy y lo he encontrado sólo en sus murales, pinturas, obras. Khespy se cubre el rostro para mostrar su mundo. Y aún lo busco.

Texto y Fotos: Ricardo Bajo Herreras

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La Auténtica: Amalgama de culturas y sabores en la 21 de Calacoto

Por Fernando Cervantes

/ 5 de mayo de 2024 / 06:53

Crónicas gastronómicas

Gilson Aguilar era un integrante más de la numerosa colonia boliviana que vive en la gigantesca metrópoli brasileña de Sao Paulo, donde conoció a su actual esposa, Samara Paixao do Espirito Santo, a quien conquistó llevándola a conocer la gastronomía y cultura de Bolivia presentes en la Feira  Kantuta, un  punto de encuentro para todos los connacionales en el vecino país.

Años después, este feliz matrimonio se encuentra liderando un emprendimiento de salteñas bolivianas, empanadas estilo argentino y especialidades de la cocina brasilera como las tradicionales coxinhas (bocaditos rellenos de pollo) o la popular feijoada que se puede acompañar con una deliciosa caipirinha todos los fines de semana.

Este lugar se encuentra ubicado en la zona Sur de la ciudad de La Paz, exactamente en la 21 de Calacoto, donde también se ofrecen empanadas de pollo, carne, jamón con queso o empanadas fritas dulces, tucumanas especiales y jugos de frutas, empanadas horneadas de dulce de leche y diversos sabores de salteñas como la de pollo, carne, pollo picante, carne picante o fricasé. El precio de cada salteña es de siete bolivianos.

La Auténtica

  • Dirección: Calle 21 de Calacoto, Galería Sol de Illimani, local 14  (Al lado del Banco Unión)
  • Teléfono: 69741647  
  • Plato Estrella: Feijoada
  • Rango de precios: De Bs 5 (coxinhas de pollo) a Bs 30 (feijoada)   
  • Atención:  Lunes a domingo de 8.30 a 15.00. 
  • Estacionamiento propio: No

Contáctenos: Fernando  recomienda, Fernandorecomienda @fernandorecomienda ,Correo: [email protected]

También puede leer: Semilla, picantería boliviana: Sabores tradicionales para disfrutar en Achumani

Texto: Fernando cervantes

Fotos: La Auténtica

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¡Muere, Walking Dead, muere!

Por Cristian Callejas

/ 5 de mayo de 2024 / 06:49

(una obra de teatro corta)

El 31 de octubre de 2010, un programa arribó a la grilla para apasionar a multitudes: The Walking Dead, serie de televisión estadounidense de drama horror postapocalíptico de la compañía AMC Networks Inc basada en la exitosa serie de cómics homónima de Robert Kirkman.

14 años después, y luego de una serie de spin off que bebieron de ese éxito, el crítico de cultura pop Cristian Callejas propone esta “obra de teatro” para explicar el fenómeno.

Acto 1: Cuando los personajes se enamoran. De 2010 a 2015

Fan enamorado: Wow, nunca había conocido una serie así. Haces que tenga mariposas en el estomago. ¡Y tus personajes! Uh. Cuando los matas siento que mi corazón palpita el doble. Solo no le hagas nada al coreano, como en los cómics.

Robert Kirkman: Ka-ching. Money, money, money.

Frank Darabont: Prometo que esta será una serie de calidad y con una lógica que respete… ¿qué? ¿Cómo que estoy despedido de mi propia serie? Yo no… ¿cuánto piensan darme? Ah. Ya, claro, la serie es toda tuya AMC.

Fan enamorado: Qué bonita granja. Qué fea prisión. Qué malvado gobernador. ¿Cabezas? ¿Qué es un Terminus? Ah, Alexandria. Cómo te amo Walking Dead. Nunca te voy a dejar.

The Walking Dead: Es hora de matar al coreano.

Acto 2: Una relación empieza a volverse tóxica. De 2016 a 2020

The Walking Dead: Mi fan enamorado, ¿sabes que te quiero mucho, no? Quiero presentarte a mi hermana. Creo que los tres podemos hacer una linda familia. Puedes quererla como me quieres a mí.

Fear the Walking Dead: Lo mío es la familia, pero ten en cuenta que luego ya no será de eso y mientras avancemos en nuestra relación trataré de mantener tu interés trayendo a Morgan de vuelta porque según las estadísticas a la gente no le gusta tener a una mujer empoderada de principal.

Fan enamorado: Oigan, me siento un poco abrumado. ¿Podemos ir un poco más lento? Siento que hay demasiada información y no todas las cosas que estamos viviendo juntos me gustan. Osea, ¿un tigre? ¿Ese meme de Rick llorando? ¿Carl muere? Chao, Rick, susurradores… paren por favor…

World Beyond: Hola que tal, soy la prima lejana que nadie quiere y solo estoy aquí para distraerlos de las malas tramas que están pasando.

Acto 3: Una amplia familia que nadie pidió. 2021 a 2023

Fan enamorado: Creo que ya no estoy enamorado.

The Walking Dead: ¡No puedes dejarme! Cambiaréééé. Sí, sé que Fear te aburrió hasta la muerte este tiempo y que Beyond no nos aportó nada, pero mira, mi amiga Tales te juro que te dará lo que necesitas para que sigamos juntos.

Tales of the Walking Dead: ¿Uh?

Fan enamorado: No, no, no. Suficiente. Creo que debemos ver a otras series. No eres tú, soy yo. Tomarnos un tiempo.

Dead City: Yo soy el hermano y ¿sabes qué, fan? Tú no te vas a ninguna parte. Los ratings dicen que te gusta Negan, pues toma Negan. En par con Maggie y que buscan rescatar a su hijo en Nueva York zombie. Sí, pérdida de tiempo pero son solo seis episodios y al final el malo será el hijo que rescatan y que los traicionará. Y hablaremos de eso que le hicimos al coreano.

Daryl Dixon: Hola, yo soy el otro hermano y con mis seis episodios te llevaré a una Francia trucha y te mostraré esos famosos hiper zombies de los que hablan las otras series y también veremos una que otra extravagancia porque, pues, es Europa ¿no? (vemos una extraña orquesta zombie) Fan enamorado: Eh…

Acto final: El regreso del amado. 2024 a futuro.

The Ones Who Live: Ok, sé que ya no creías en este amor, pero ¡mira¡, he traído de vuelta a Rick y a Michonne. Dos episodios brillantes de inicio. Un cuarto experimental donde sólo hablan y finalmente el reencuentro que estaba esperando toda américa latina: Rick y sus hijos. Si esto no te saca una lágrima tú debes estar muerto. (Vemos al fan llorando y abrazando a Ones who live. Se besan)

El libro de Carol: Me dicen que aquí aceptan a viejos personajes en series donde un personaje busca a otro por seis episodios, ¿es cierto?

(Baja telón. Fin)

Tales está disponible en Prime desde el 20 de marzo. Dead City desde el 3 de abril. The ones who live desde el 19 de abril y Daryl Dixon estrena el 3 de mayo.

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Personajes

Fan enamorado: Vio The walking dead desde su lanzamiento y pese a las constantes decepciones en el camino, sigue enamorado de la serie y cree que mejorará.

The Walking Dead: Serie de zombies lanzada el 31 de octubre de 2010 que para sobrevivir su propia muerte en vida creó diferentes spin off de cuestionable calidad.

Robert Kirkman: Creador del cómic en el que se basa la serie.

Frank Darabont: Creador de la serie y la última persona a la que le importó la calidad de la misma. Despedido en medio de la segunda temporada.

Fear the Walking Dead: Ocho sosas temporadas de las aventuras de Madison, Morgan y un grupo de personajes olvidables.

The Walking Dead: World Beyond: Serie presentada en el “futuro” que busca justificar todo ese tema del CRM (Republica Civil Militar) y la serie de Daryl y Rick Grimes. 

Tales of the Walking Dead: ¿Por qué Parker Posey, por qué?

The Walking Dead: Dead City: ¿En serio ellos dos serán los protagonistas?

The Walking Dead: Daryl Dixon: Uh-la-la en Francia

Walking Dead: The Ones Who Live: La serie que vino a salvar la franquicia y explica aún más esa tontera del CRM.

Texto: Cristian Callejas

Foto: Internet

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Un puente de integración a través del arte

El Centro de la Cultura Plurinacional de Santa Cruz entró en diálogo con la muestra del Museo Nacional de Arte

Por Jackeline Rojas Heredia

/ 5 de mayo de 2024 / 06:42

Creadoras, proyecto museográfico que nació en el Museo Nacional de Arte, ha construido un puente de integración en todo el país y sobre todo, entre oriente y occidente, hecho con las obras de mujeres artistas bolivianas. En la Paz, se encuentra vigente la muestra Creadoras, mujeres artistas en Bolivia y en Santa Cruz, se inauguró el 11 de abril una exposición temporal que lleva el título de: Creadoras, mujeres del oriente boliviano, que puede ser visitada en el Centro de la Cultura Plurinacional, CCP. Ambas instituciones, tanto el MNA como el CCP, dependen de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB).

Creadoras surge de la necesidad de llevar adelante una muestra bienal con obras realizadas solo por mujeres; antes del mencionado proyecto, no se tomó en cuenta la capacidad creadora de las mujeres, o bien, las obras eran incluidas como parte de una temática en contextos o muestras en las que lo fundamental era destacar la creación de artistas varones.

Años atrás, para las artista mujeres era difícil acceder con sus obras a una sala del Museo Nacional de Arte; hoy están presentes obras que dialogan con las creaciones que, a su vez, se constituyen en el legado de precursoras y pioneras, obras contemporáneas y otras propuestas más en concordancia con la época actual.

Sin embargo, cuando la propuesta se manifestó atravesó por la oposición de quienes creyeron que llevar adelante una muestra solo con obras de mujeres era un exceso innecesario; aun así la tenacidad del equipo del Museo, con el apoyo del Consejo de administración de la FC-BCB, sobre todo, de la consejera Susana Bejarano, hizo posible que hoy esté montada la muestra Creadoras en diez salas, dos pisos del Museo Nacional de Arte.

La muestra integra, además, el trabajo de 104 artistas provenientes de ocho departamentos de Bolivia, más un grupo de obras de artistas extranjeras de países como México, Brasil, Perú, Colombia, Argentina, Yugoslavia, Inglaterra y Chile.

La exposición narra una historia no lineal, una que surge de la tierra, de la fuente de vida, y se enlaza a la misma historia de lucha de la mujer porque se le respeten sus derechos y se les permita ejercerlos, la lucha colectiva y cotidiana aún vigente, en paralelo al contexto histórico y político de Bolivia en su vida como país. Todas esas historias, solitarias y plurales, están plasmadas en obras pictóricas, grabados, instalaciones, fotografías, videos, obras digitalizadas, tejidos, cerámicas y más.

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Una extensión, casi similar, se llevó adelante en el CCP en Santa Cruz, a cargo del equipo curatorial dirigido por Andrea Hinojosa, en coordinación con la jefatura de la Unidad de Museo del MNA. En Santa Cruz se dirigió el trabajo museográfico sobre la base de tres ejes temáticos: Creaciones antiguas y actuales con alto contenido temático en distintas técnicas y materiales; la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos y el ejercicio de los mismos; y el nexo de la mujer con la tierra (lugar al que pertenecen).

La muestra en la capital oriental cuenta con la participación de reconocidas artistas como: Ejti Stijh, Raquel Schwartz, Aless Abruzzese, Magenta Murillo y Wara Cardozo , así como de artistas jóvenes como Gabriela Zeballos y Kelly Ledezma.

El MNA llevó, en el marco de su programa “El Museo dónde tú estás”, las obras de colección de artistas, entre la década de los 40 al 90 como: Norah Beltrán, María Luisa Castro, Teresa Córdova, María Haydée Aguilar, Agnes Ovando, Julia Meneses, Elisa Ballivián, Inés Córdova, Marina Nuñez del Prado y María Luisa Pacheco.

También están presentes los trabajos de creadoras más contemporáneas como Giomar Mesa, Ángeles Fabbri y Beatriz Nogales Iturri. De Brasil, se exhibe una obra de Teres Nicolau; de Inglaterra, una de Elisabeth Wisheropp y de Perú, una pieza  de Patricia Eyzaguirre.

La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.
La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.

Son obras que nunca antes fueron expuestas en Santa Cruz y que se integran a las obras de las artistas cruceñas, benianas, pandinas, además, porque la museografía de Creadoras lo permite. 

Por otro lado, en este marco se realizará un homenaje especial, recordando a la artista cruceña Etelvina Peña, una gran artista pictórica, actriz de teatro y televisión, una maestra cruceña que falleció el 1 de febrero de 2008.

A la vez, el CCP —con el apoyo y participación de la organización Apoyo para el Campesino Indígena del Oriente Boliviano (APCOB) y el Centro de Investigación, Diseño Artesanal y Cooperativa (CIDAC)— hace posible la participación de tejedoras de tierras bajas, las obras de artistas de las naciones indígenas originarias del oriente boliviano.

Creadoras, mujeres artistas en el oriente boliviano estará abierta al público hasta el 31 de mayo, la entrada es libre y será una experiencia que la población de Santa Cruz y de Bolivia pocas veces tendrán la oportunidad de apreciar.

Texto: D. Jackeline Rojas Heredia

Fotos: Centro de la cultura plurinacional de santa cruz

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Letras bolivianas, letras hispanas: una celebración que suma

La Academia Boliviana de la Lengua entregó un reconocimiento a la investigadora Ximena Soruco por el Día Mundial del Libro

El acto de la Academia Boliviana de la Lengua en el Centro Cultural de España.

Por Bruce Aramayo

/ 5 de mayo de 2024 / 06:35

Desde que en 1995 se proclamara en la Conferencia General de la UNESCO el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor para celebrar y promover la lectura, muchos países se han unido, a su manera, a esta fiesta de los libros. En el mundo hispano en particular esta fecha es especialmente importante porque se conmemora el entierro de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la obra cúspide de la literatura en español.

La Real Academia Española, por ejemplo, celebra en su sede institucional la Semana Cervantina con actividades culturales abiertas al público y organiza todos los años las honras fúnebres al autor del Quijote en el Convento de las Trinitarias de Madrid. También en esta fecha se entrega el Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de Cervantes” que es considerado el máximo galardón a la actividad creadora de autores españoles e hispanoamericanos; este año el escritor español Luis Mateo Díez ha sido merecedor de dicho reconocimiento.

De la misma manera, en América, las Academias organizan celebraciones similares en sus sedes con eventos que solo acrecientan el festejo universal de las letras hispanas. Nuestro país no es la excepción; su Academia, la Academia Boliviana de la Lengua (ABL), organizó el miércoles 24 de abril en el salón de actos del Centro Cultural de España en La Paz un evento en el que presentó su Anuario Nº 32 y dio un reconocimiento a la estudiosa Ximena Soruco Sologuren por su labor filológica. La celebración estuvo dirigida por la directora de la institución, España Villegas Pinto, y los académicos Hugo César Boero Kavlin y Juan Marcelo Columba Fernández; este último dio un discurso titulado Sobre algunos proyectos editoriales contemporáneos de Bolivia, que fue preparado para la ocasión.

El Anuario de la ABL se viene publicando desde 1985. Empezó bajo el nombre de Anales de la Academia Boliviana de la Lengua hasta su número 23 en 2008 y desde entonces se imprime como el Anuario de la Academia Boliviana de la Lengua. El número que se entregó la semana pasada sigue cumpliendo, como dice en su presentación, “las funciones conmemorativas mencionadas para el Día del idioma [y] las finalidades prácticas de materializar las metas de la misión institucional de la Academia”; en él se publican diferentes estudios e investigaciones sobre asuntos filológicos, lingüísticos y literarios en Bolivia. El reciente número incluye, además, los discursos de ingreso de sus más flamantes miembros (Juan Marcelo Columba Fernández, Diego Valverde Villena y Hugo José Suárez), homenajes póstumos y en vida a personajes de las letras nacionales y cuatro evocaciones in memoriam a Gaby Vallejo Canedo, quien falleció el 20 de enero de este año.

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El motivo del reconocimiento que se otorgó a Ximena Soruco fue su obra de edición e investigación Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930), publicada en 2022 por el Instituto de Investigaciones Literarias, la Carrera de Literatura de la UMSA y Plural editores. Con este galardón la ABL quiso, por un lado, evocar el trabajo literario de Medinaceli y, por otro, distinguir la labor de Soruco respecto al autor y su obra. Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930) es el primer libro de una colección de cinco volúmenes donde la investigadora reúne toda la obra del autor de La Chaskañawi, novela que se editará como último volumen de la colección. En el primer y el segundo libro (ambos publicados) se reúnen los ensayos en los que Medinaceli analiza y comenta obras de literatura nacional y extranjera. El discurso de reconocimiento escrito por los académicos Tatiana Alvarado Teodorika, Hugo Boero Kavlin y Alba María Paz Soldán Unzueta, señala que “más allá del aporte que representa para las letras bolivianas, su mejor conocimiento y su divulgación, esta obra es una prueba de la construcción intelectual más allá de las fronteras” y en él se agradece a Ximena Soruco por haber iniciado esta labor de investigación y compilación. “La felicitamos por el rigor con el que está llevando a cabo este trabajo, hacemos público nuestro reconocimiento y compartimos nuestro sincero deseo de que todos los volúmenes salgan pronto a la luz”, concluyen los académicos.

Entrega del reconocimiento a Ximena Soruco. Abajo: Ejemplar del Anuario de la ABL.

Tanto en nuestro país como en el resto del continente, de este y del otro lado del Atlántico, el reconocimiento a los escritores en lengua española es una forma común de expresar el amor a la literatura. En el mes de abril se elogian los libros y la lengua; y todas las personas e instituciones que aprecian el español se suman a este festejo para distinguir a los escritores que nos deleitan con su prosa o sus versos y para recordarnos que las letras hispanas, y las letras las bolivianas, son motivo de orgullo.

Texto: Bruce Aramayo

Fotos: Bruce Aramayo y Archivo ABL

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