Abstinencia digital, ¿hay vida fuera de la ‘Matrix’?
Hay una tendencia a desconectarse de las redes producto de la polarización política y la pandemia, pero a la vez hay una creciente presión social de tener que estar constantemente conectados. ¿Es la solución una abstinencia digital moderada?
¿Conoces a alguna persona que en 2019 tras el golpe y la polarización se salió de las redes sociales por las campañas de odio y ataques personales? Seguro que sí. ¿Sabes de alguien que haya abandonado Facebook en estos últimos meses cuando las esquelas, las malas noticias y el pesimismo inundan todos los perfiles? Seguro que también. La abstinencia digital está de moda y sirve para desconectar. ¿Pero es una decisión fácil de tomar y especialmente de mantener? ¿Somos extremadamente adictos a las redes sociales y al internet y no lo sabemos? ¿Se puede vivir sin tecnología? ¿Quién no ha experimentado por el exceso de tecnificación y dependencia de internet ciertos grados de impaciencia, enojo, hiperestimulación, superficialidad y una excesiva tendencia a la multitarea?
Si llevas tiempo con la decisión entre ceja y ceja, las primeras preguntas serán: ¿seré capaz y lograré subsistir desconectado? La respuesta es simple: la vida en las redes seguirán sin ti. Al comienzo, podrás estar irritado, desesperado pero luego lograrás retomar el control de tu vida, gestionarás más y mejor tus tiempos y tus niveles de ansiedad descenderán drásticamente. Pero son muchos los llamados y pocos los elegidos: mantener en el tiempo, aunque sea a medio plazo, una decisión así no es fácil pues la tecnología adictiva y consumista lo invade todo. Y las tentaciones, también: de amigos y de familiares. La sensación de exclusión (de perderte algo todo el rato) es el mayor obstáculo. Para los casos más extremos de dependencia (especialmente de jóvenes que se han quedado sin relaciones personales face to face) incluso existen retiros para meditar, clínicas especializadas, programas de ayuda psicológica o incluso hoteles sin wi-fi.
Pero ¿dónde está la clave para logra la abstinencia digital? En el cambio de hábitos y en el equilibrio. Por eso, la piscología aconseja un plan para tener costumbres más saludables y estrategias para el uso de las redes. E incluso calcular tiempos de absoluta desconexión para recuperar la concepción clásica del ocio.
Los expertos proponen un equilibrio entre las interacciones digitales y presenciales, entre las virtuales y las físicas con especial cuidado a las medidas de bioseguridad para no caer en la cadena de contagios, más propensa en las reuniones de familia y amigos. Resumiendo: construir un uso de las redes crítico y selectivo.
Estar pendiente en exclusiva del celular provoca un uso homogéneo de la información que recibimos y conlleva la carencia de un pensamiento y percepción propia de lo que sucede a nuestro alrededor. Resultado (nefasto): nos transformamos en personas altamente vulnerables al sesgo, a la parcialidad, a la polarización, a las mentiras/fake news y a la publicidad engañosa.
Si en el mundo pre-COVID 19, muchos optaban por la desintoxicación digital durante sus vacaciones, la polarización política extrema y la larga pandemia han provocado una nueva oportunidad más allá de las “vacas”. Por cierto, ¿cuántas de tus amistades se desconectan totalmente durante el periodo vacacional? ¿Cuántas aprovechan para postear el lugar idílico de su descanso para alardear y dar “envidia”? ¿Cuántos no pueden evitar realmente que su mundo virtual paralelo sea el motor de sus vidas? ¿Estamos preparados para el nivel repentino de “sobreinformación” multimedia que consumimos a diario por el uso masivo de dispositivos electrónicos?
El cerebro necesita descansar de esta hiperconexión dañina y nociva. Y no se trata de abandonar la tecnología por completo (sus beneficios saltan a la vista) sino de lograr el desapego. Físicamente, dice la psicología, todo son ventajas: se descansa mejor (no es bueno tener el celular cerca de la cama), se gana horas de sueño e incluso nuestras articulaciones (¿cuántos dolores y molestias musculares son atribuibles al dichoso teléfono?) lo notan. ¿Y qué decir de nuestros pobres ojitos? La venta de gotas en nuestras farmacias para retinas dañadas ha aumentado durante la pandemia por la excesiva exposición a las pantallas grandes y chicas (computadoras, smartphones, tabletas…) merced al teletrabajo, la enseñanza digital y el ocio online.
Las consecuencias sobre la in/capacidad de nuestra niñez y adolescencia para concentrarse en una sola tarea se verán a medio y largo plazo. La disminución de la tolerancia hacia la frustración, el deterioro del juicio propio y la pérdida de atención, dicen los estudios, serán un problema a futuro como los problemas de sordera (por nuestra exposición constante a ruidos y altos volúmenes de sonido en los famosos headphones).
Las pruebas que se han realizado en el mundo del trabajo sobre la abstinencia digital han dado siempre los mismos resultados: soluciona problemas de insomnio (no todo se arregla con pastillas para dormir) y mejora relaciones humanas en grupos de trabajo.
Si bien en países como el nuestro, estos problemas de adicción no son mayoritarios y la penetración digital no es aún masiva, en sociedades muy individualistas como la japonesa la adicción ha tocado ya al 60% de su población. En sus restaurantes, cines, teatros y cafeterías, existen contenedores para depositar los celulares. En Bolivia, en algunos cafés se puede leer carteles como éste: “No tenemos wi-fi, charlen entre ustedes”. No obstante, la inversión media en internet de la ciudadanía se acerca a las cuatro horas en Bolivia, de las cuales casi tres son a través de dispositivos móviles. Estas estadísticas durante la pandemia se han visto incrementadas, sin lugar a dudas. La abstinencia digital moderada puede ser una solución.
Las cinco fuentes
La abstinencia digital moderada es beneficiosa. Vivir de espaldas a lo virtual es una temeridad, incluso laboral. Las chances que generas en este ámbito dependerán de la gestión que hagas de tu presencia digital. La frontera entre la integración y la desconexión digital es muchas veces más fina de lo que pudiéramos pensar. Así se confunde medio con fin o cuando mezclamos nuestra vida real con el escenario virtual. Ensanchar el mundo tiene que ver con sacar partido a la red y a la vez salirse de los cuatro lados de las pantallas que se habitan. Las redes pueden ser fuente de información (conocimientos, tendencias y actualizaciones); fuente de formación (se han multiplicado en pandemia los cursos y charlas virtuales); fuente de proyección (cuando tu “yo virtual” está acorde a tu “yo analógico”); fuente de dispersión (los estímulos están por todo lado: ¿cuántas veces renegamos del tiempo perdido en el “Feis”?); y fuente de adicción. Y recuerda: proyectar tu ego no es lo más efectivo ni lo más sano para tus relaciones, tus interacciones o tu salud mental.
(*) Susana Pinto, psicóloga