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Marcos Loayza: ‘Cuestión de fe’ ha envejecido bien

30 años del rodaje de ‘Cuestión de fe’

/ 18 de febrero de 2024 / 07:03

Se cumplen 30 años del rodaje de la primera película del realizador, un fenómeno social y cinematográfico

Este 2024 se cumplen los 30 años del rodaje de Cuestión de fe, la película debut del cineasta Marcos Loayza Montoya. Aquella camioneta (La Ramona), aquel tugurio (La Corajuda) y aquel trío de personajes carismáticos se constituyeron hace tres décadas en un auténtico fenómeno social y cinematográfico. El director paceño planea actos de conmemoración donde se proyectará su “opera prima” como nunca la escuchamos, pues está recién terminada una copia restaurada con sonido 5.1. “Por aquel entonces, los cines tenían muy mal sonido y estaban pensados para que los diálogos se lean y no se escuchen”. En esta nueva versión (re)aparecerán detalles que se habían perdido. “Será una sensación muy especial verla de nuevo pero nueva; han pasado los años pero por suerte han pasado bien”. Esta copia de Cuestión de fe se mostró el año pasado en Casa de América en Madrid; “la respuesta del público sigue siendo la misma desde siempre”. Esta es una charla nostálgica de cine con su hacer, don Marcos Loayza.

–A pesar de ser una “opera prima”, ¿crees que te agarró la película hace 30 años en un momento de madurez?

– Sí, dentro de lo que cabe, porque éramos muy changos, creo que sí, porque venía de hacer todo tipo de trabajo audiovisual, guiones, cámara, ediciones, talleres y también comerciales, documentales, reportajes, divertimentos, video arte, una serie de tv Historias de motel y hasta una telenovela Radio Pasión que llegó a los 75 capítulos, y que como la cancelaron de un día para el otro, decidimos sacarnos las ganas e hicimos escenas homenajes a Fellini, Piazzolla, a Don Jaime, a Marlon Brando y también hicimos cosas muy ocurrentes, que el público las festejaba. Por otro lado, por suerte los otros se perdieron, era como mi cuarto guion que había escrito.

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— ¿Por qué elegiste el género de comedia —con ingredientes de ironía, suspenso y desencanto— para tu debut?

— Creo, hasta ahora, que la comedia permite hablar de muchos temas que de otra manera no se podrían, mucho más en nuestra sociedad, que es —hasta ahora— tan poco tolerante a la crítica y tan proclive a la susceptibilidad. Sentía que nuestro cine estaba contaminado de mucha solemnidad y pretensión. Creo que una de nuestras caras menos lúcidas es la de la solemnidad, la del afán de denuncia, de concientizar, del subrayado, del lamento boliviano; imagínate, todavía campeaban intocables las viudas de Jaime Saenz, de Foucault, de Tarkovsky y de los adoradores de la noche.

Era ponerse en otro lugar respecto al público, ponerse a su altura y no subirse al púlpito para pontificar el agua tibia. El cine es algo tan serio que no se lo puede tomar tan en serio, porque vas a caer en dogmatismos. Además, pensaba que al cine boliviano le hacían falta personajes más íntegros, menos estereotipados, menos sociológicos, y más cercanos a todos nosotros; había la intención de hacer un homenaje a la cultura popular como manera de afirmar nuestra identidad y también claro estaban los fantasmas de la comedia social italiana a la cabeza de Mario Monicellli, el de don Luis Buñuel y el don Rafael Azcona.

— Si algo quedó en la retina/memoria de todos/todas es La Ramona (incluso dio nombre a un suplemento cultural en Cochabamba), ¿de dónde la sacaste? ¿dónde acabó esa camioneta legendaria?

El “Conejo” Beltrán —uno de los actores protagónicos— llegó a decir que esos tres Quijotes/caminantes sin aquel “caballo” no eran nada.

— Era un personaje más de la película, como el vientre materno que los contenía y donde se forjaba la amistad y la tolerancia, un personaje como la virgen. Para ello se hizo un casting, elegimos al final esa Chevrolet del año 1959 y desechamos una Ford más antigua. En el guion estaba que, como personaje, sufría cambios, internos como externos; así la trabajamos, cuando la pintan el guion decía que tenía que ser con reminiscencias a la cultura de pintura de los colectivos de la Línea 2, que todavía circulan en la ciudad, mezclada con la estética del Gran Poder, pero gracias a José Bozo le aumentamos unos toques de arte sacro, con toques de caporal (en ese entonces se discutía si en Bolivia teníamos “barroco andino” o “barroco mestizo”, imagínate). Al final usamos una camioneta abandonada de un compañero de colegio y con una fuerte inversión la hicimos andar. En un inicio nadie la quería pero después del éxito se convirtió en un trofeo y se la disputaban; hasta donde sé, terminó sus días cumpliendo su trabajo como volqueta arenera en la ciudad de El Alto.

Archivo Marcos Loayza Montoya

— Otro mito a estas alturas es la cantina La Corajuda, con una joven Marta Monzón al frente, ¿cómo fue el trabajo de diseño de arte para armar el boliche?

— En nuestra sociedad ha habido y hay muchos bares míticos, desde las bodegas hasta los “Cementerios de elefantes”; eran locación recurrente en el cine nacional. Cierran los viejos y abren los nuevos como el Río de Janeiro, donde se jugaba cacho, El Averno, el Socavón, el Bocaisapo, La Oficina, el Mangareva y La Caverna.  Había un par de Corajudas en Bolivia. Hay un montón de historias de la verdadera Corajuda que encara Marta Monzón, algunos la confundieron con La Chola con pito. La real vivió en Tarija en un antro que se ubicaba en una de las primeras curvas de ida a Padcaya.

El guion decía que “era un bar como un cuadro barroco mestizo, que tenía que contrastar con las imágenes de los santos de la secuencia anterior de los créditos”. El trabajo de arte se enriqueció con el aporte de cada uno del equipo, que estaba a la cabeza del “Pepe” Bozo junto jóvenes egresados de la carrera de Arte: Víctor Mamani, Jorge Altamirano y Jaime Guzmán, que después aportaron mucho más en el cine y el teatro boliviano.

Bozo le dio ese aire de altar de iglesia barroca y Jaime puso el carácter de fiesta con diablada. Estuvieron presentes en La Corajuda, entre otros: Luigi Antezana, Gory Patiño, Claudia Andrade, César Ajpi y Oscar García Guzmán. Por las dificultades de iluminación se recreó toda La Corajuda en el estudio de la productora FOCUS, que estaba en la plaza Abaroa, de Luis Prudencio Tardío, que era el productor ejecutivo y quien junto a mi hermano “Rulo” nos pusieron más de una vez los pies en la tierra para que la película se termine.

– El trío de protagonistas (Domingo, Pepe Lucho y Joaquín) te exigió una gran labor de dirección de actores. ¿Cómo fue trabajar con esos tres monstruos de la actuación (Jorge Ortiz, Raúl “Conejo” Beltrán y Elías Serrano)?

– Fue un arduo trabajo, además de lento. Sirvió mucho la entrega total de todos los actores, cada uno venía de una escuela diferente de actuación. Yo había trabajado con Elías en una película de Hugo Ara con otro registro y con Jorge en Radio Pasión. Cuando viajábamos, ellos siempre iban juntos en el mismo lugar que ocupaban en La Ramona y en Coroico también dormían juntos en la misma ubicación. Con Pepelucho al medio.

En los ensayos —primero individuales y después colectivos— lo más importante eran los gestos. Trabajamos mucho en la actitud de cada uno, más que en marcar las escenas. Se trataba de sacar de cada uno algo que no tenían en la superficie. En el “Conejo”, la manera de caminar; en Jorge, la manera de pararse; y en Elías, la manera de mirar. Además se diseñó cómo con la puesta en escena, la cámara ayudaría a marcar el carácter de los personajes. Domingo siempre de frente, Pepelucho al medio y el Joaquín Ballesteros siempre apareciendo sin aviso.

— Repasas la lista de secundarios y es una auténtica selección boliviana de la actuación. Con Norma Merlo como doña Celeste, con David Santalla como el curita, con el Toto Aparicio. Y no digamos los aspectos técnicos y de producción: Jean Claude Eiffel en su debut también, Óscar García y el “Mosca” Claros en la música junto a Juan Carlos “Loro” Orihuela y “Rodo” Ortiz, el laburo del maestro César Pérez… ¿Cómo lograste (con)juntar a todo ese gran equipo y qué recuerdos te vienen a la memoria?

— Eran días más precarios que los de ahora y con Jean Claude empezamos a reclutar a cada uno con la consigna de que el cine era una cuestión de fe. Así muchos otros amigos quedaron fuera porque no tuvieron lo que nosotros considerábamos la fe necesaria en nuestro proyecto y algunos fueron promovidos por su fidelidad.

Además era un asunto interdisciplinario, de alguna manera todos éramos parte de la misma movida cultural. Óscar además de música escribía poemas (Golpes de Tambor y Morena Rena) lo mismo que Jean Claude (Palabra Final y Territorios); Jorge Ortiz (El agua cóncava del ciego, Autorretrato acodado) y Elías Serrano (Caminos de niebla, Reversos, Cuerpos encendidos). El “Mosca” Claros además era productor musical de Coda 3 y de Jenny Cárdenas.

Recuerdo que el “Loro” Orihuela tenía una lucha interna de que su canción Estatuto vital se hiciera un tratamiento tan ocurrente y propuso una nueva letra que titulaba El tiro por la culata. Es la que se usó para el “trailer”, traté de compensar tal desatino con la versión de la misma canción versionada por Ismael Serrano en El corazón de Jesús.

Con el “Mosca” recuerdo con mucho cariño las llamadas telefónicas que recibíamos y hacíamos en la madrugada mientras mezclábamos con el doctor Ordóñez. En la noche que grabamos la canción final con Susana Baca, ella se pidió un “quita vergüenzas” (un “whisky”) y después de oírla cantar, todos terminamos llorando de la emoción.

Archivo Marcos Loayza Montoya

Para la realización del guion técnico, viajé a Cochabamba a la casa de César. Estuvimos una semana dedicados solo a eso. Él me ayudó a incluir algunas transiciones que ayudaron a que la película fluya. Recuerdo que cuando viajamos a Cuba para cerrar trato con el editor Nelson Rodríguez acaba de celebrar la ceremonia para hacerse santo en la santería y estaba en una profunda crisis. Cuando le ofrecimos el trabajo, no mostró ningún interés hasta que oyó el nombre Cuestión de fe y asumió que ese trabajo era para él y así lo confirmó su madrina. Él estuvo viviendo en La Paz por meses en la casa de mi madre con quien entablaron una profunda amistad llena de complicidades. Con Óscar debatimos y profundizamos grandes teoremas del uso de música en la banda sonora y discutíamos sobre nuestras diferencias musicales y cinematográficas.

—La película es un canto a la amistad, a la convivencia/tolerancia a pesar de las diferencias, a los principios, ¿la pensaste así desde un inicio?

— Al comienzo era más una reflexión sobre la fe y su variedad, pero al final quedó ese canto.

— El maestro Pedro Susz dijo en su momento que era la Chuquiago de los 90, que era un fenómeno social estético trascendente, que marcó un antes y después en el cine boliviano. ¿Crees que ha envejecido bien?

— En la primera convocatoria del Fondo de Fomento de la Ley del Cine de entonces, se presentaron once proyectos y Cuestión de fe, en la puntuación, estuvo en el puesto nueve. Había una manera distinta de entender el cine. Después nosotros tuvimos que presentarnos con el material rodado para mostrar que era un trabajo que valía la pena apoyar. Creo que sí envejeció bien.

Tiene algunas cosas que seguro ahora las cancelarían y me sonrojan. Esas películas y obras de esa época eran nuestra manera de sanar las cicatrices de la dictadura y festejar las libertades de la democracia. Nuestra cultura necesitaba nuevas maneras de reflejarnos y ahí estaban nuestros trabajos.

Creo que hubo en el siglo pasado tres momentos estelares en el desarrollo de la cultura: el primero, producto de la Guerra del Chaco y la Revolución Nacional, donde destacan el “Chueco” Céspedes, Oscar Cerruto, Miguel Alandia Pantoja y Gil Imaná; el segundo, la década del 60, cuando se juntaron todas las rebeldías y donde se destacan Jaime Saenz, Marcelo Quiroga Santa Cruz, René Zabaleta, Jorge Sanjinés y Raúl Lara; y el tercero, el nuestro, los años noventa, con la primera generación de la democracia y el desencanto.

— El rodaje fue en agosto del 94 en los Yungas, ¿cómo los recibió Coroico y todo el trópico paceño?

— Como sucede acá tuvimos que reunirnos con gente y organizaciones para tener las autorizaciones, en especial con el alcalde, que como todo político tenía su horizonte puesto en las próximas elecciones municipales. La película se estrenó al aire libre en la plaza de Coroico y fue un acto inolvidable con la plaza llena de gente hasta en la copa de los árboles, llegaron incluso de los poblados cercanos. Fue una prueba de fuego, la gente se reía de sus vecinos y de sus casas, además de lo que proponía la cinta y después hubo un concierto de desagravio donde teníamos que cantar la canción Coroiqueñita de manera correcta y “Uchumachi” y no “Uchumani”, como se grabó en la película.

— El crítico argentino Diego Lerer en Clarín de Buenos Aires dijo que Cuestión de fe era “humilde, fresca e inteligente”. ¿De dónde vino esa frescura?

— Antes del rodaje le di el guion a muchos amigos para hacer las últimas correcciones, todas valiosas y algunas demoledoras, me sirvieron para fortalecer más mis puntos de vista. Me acuerdo de que cuando lo leyó Pedro Susz, me dijo que la fuerza estaba en mantener la frescura que respira el libreto, fue una campanada y se convirtió en una consigna que seguimos a rajatabla en todo el rodaje.

En 1995 fue estrenada la cinta protagonizada por Jorge Ortiz, Elías Serrano y Raúl Beltrán.

— Se estrenó un año después (en 1995) como parte del “boom” y recién aprobada la Ley del Cine, a 30 años vista, ¿cómo ves nuestra cinematografía?

— La anterior Ley del Cine se aprueba en 1992; tres años después se estrenan cinco películas, que marcan un cambio total del cine en nuestro país (todas en el Tesla, por cierto) y marcan el año récord de asistencia en el cine nacional. Calculo que más de medio millón de espectadores en total la vieron. En cambio, la nueva ley se aprueba en 2018; hubo un nuevo “boom” con hermosas películas nacidas del PIU (Programa de Intervenciones Urbanas), y ni eso se aprovechó. Han pasado más de cinco años y no hay ni siquiera reglamento; y tengo la sospecha de que a muchos, más de lo que uno podría imaginar, les interesa de que no se implemente nunca la ley, para que las cosas se mantengan así, inmutables; para conservar para su beneficio el “status quo”.

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Además creo que es una manera de ver y entender la cultura. Recuerdo que para financiar Cuestión de fe visitamos muchas entidades, del Estado, de la empresa privada y de las organizaciones no gubernamentales, y en general todos nos decían que en Bolivia la prioridad del país era el desarrollo y no la cultura. Con los años vemos que “nuestro desarrollo” sigue más o menos igual, y nuestra cultura más precaria y depreciada y en ese afán de desarrollo constatamos cómo una generación de artistas se ha dejado el pellejo en trabajar en organismos dedicados al desarrollo en vez de ampliar su obra; entre esos colegas están Néstor “Japo” Agramont, “Chichizo” López, “Jechu” Durán, Pancho Cajías, Jaime Taborga…

Desafortunadamente a la fecha, la gente sigue pensando así respecto a la cultura y el arte, solo sirve si es funcional al desarrollo, a la política o la empresa. El resultado lo vemos en todo, en los presupuestos del Estado, en los medios de comunicación, en la oferta y la demanda y también se ve en una degradación de nuestra producción cultural.

— ¿La cantidad de premios que logró, especialmente de “opera prima”, llegó a abrumarte? ¿Lo esperaban?

— No esperábamos nada, solo deseábamos hacer una buena película, lo más digna posible. Estar a la altura de los otros cineastas del continente. Que se reconozca la mirada sobre la realidad y del cine que teníamos que estaba a contracorriente.

Cuestión de fe trata el mundo de los artesanos, de la paceñidad, del narco incipiente, pero especialmente de la religiosidad popular, sin embargo no es una “peli” sobre religión, sino sobre la fe. Y sobre la suerte.

— Una de las fortalezas que tiene es que cada personaje, más allá de lo que es, representa una manera muy diferente de encarar la fe, el azar y de entender de cómo suceden las cosas. Por ejemplo, uno de los diálogos más absurdos de la cinta es éste de Pepelucho: “compadre, si las cosas han pasado, han pasado; es que tienen que pasar”.

— ¿Crees que tu película marcó un hito a la hora de demostrar —una vez más— que se puede ser universal partiendo desde una historia tan local?

— Creo que sí, porque en esos años se discutía mucho acerca de nuestra identidad y de nuestra dependencia con Occidente y de cómo se puede ser universales. Si lo universal es lo judeo cristiano o va más allá. Recuerdo que algunas críticas locales decían que era una película demasiado localista y que como en el teatro popular no pasaría las fronteras de la ciudad de La Paz; que ya no eran tiempos de costumbrismos y que afuera de Bolivia no la entenderían porque tenía demasiadas referencias a nuestra idiosincrasia.

Por suerte después —para contrastar— una de las críticas en el festival de Rotterdam festejó que la cinta tenía mucho del particular humor holandés, y lo propio escribió un inglés calificando la cinta como influenciada por la comedia inglesa; y otra decía que se inscribía en la vieja tradición de las “road movies” del cine independiente de los Estados Unidos.

Texto: Ricardo Bajo H.

Fotos: Archivo Marcos Loayza Montoya

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Buscando desesperadamente a Khespy: ‘Haz lo que no debes’

La Expo Khespy convocó el último fin de semana de abril en el ex cine Princesa a más de cinco mil personas

Por Ricardo Bajo Herreras

/ 5 de mayo de 2024 / 07:00

Octubre de 2021. En los muros externos del Cementerio General de La Paz empiezan a aparecer “tantawawas” y escaleras al cielo, ñatitas y botellas de trago, flores y cruces cuadradas, velas y difuntos, perros callejeros y hojas de coca. Una señora de pollera —geometrizada— sostiene un cartel que dice “Nunca moriremos”. Es la cosmovisión andina sobre la muerte resumida en 500 metros cuadrados, es el “ukhu pacha”. La firma del mural es clara: Khespy. Este 2021 se celebra el sexto Festival de Arte Urbano Ñatinta, organizado por el colectivo Perros Sueltos. En la primera edición de 2016, Khespy Pacha (así firma sus primeros trabajos) pinta un mural dentro del cementerio. Es la primera galería de arte a cielo abierto dentro de un campo santo. Es un hombre haciendo una ofrenda. Comienzo a buscar desesperadamente a Khespy.

Los zapatistas al cubrirse el rostro se muestran. Desaparecidos de la historia, los derrotados regresan, como las almitas al cementerio. Han pasado tres años, no soy el mismo. Camino por la calle Comercio. “Jesús te ama, Jesús te busca”, me dice una señora que me entrega una hojita de una secta evangélica. Nota mental: ¿yo busco a Khespy y Jesús me busca a mí? Algo no está bien.

Una cuadra más allá, en la esquina de la plaza Murillo dos chicos vestidos de rojo y cajas cuadradas con chakanas tapando sus caras me entregan otro papelito que dice así: “Khespy. Exhibición única, 26 y 27 de abril de 2024, ex Princesa, Pasaje Sáenz, calle Comercio, 19.00”. En el folleto, un perro cuadrado mea a un policía. Detrás hay un QR y una vasija con el cocodrilo del alcoholcito Caimán en relieve. Llego a la esquina y un pasacalles cruza la vereda: “Expo Khespy. Aquí y ahora”. La cola da la vuelta a la esquina y llega hasta el Musef.

Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.
Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.

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Marzo de 2019. Camino por la avenida Quintanilla Zuazo de la zona norte de la ciudad. Voy rumbo a la cancha del Kilómetro Tres de Pura Pura a ver un partido de fútbol femenino entre las chicas del club The Strongest y las muchachas del CAR. Dos jóvenes (son Khespy y Nacho) están pintando un gigantesco mural. Es una pareja recostada, la cabeza de ella/él sobre el pecho/corazón de él/ella: dos monolitos geométricos tumbados en la larga noche de los tiempos. Edgar Arguedas graba el proceso de la obra y luego sube un video a Instagram. Ahí está el Khespy con un pasamontañas negro, como los lustras de La Paz, como los hermanos zapatistas de la selva Lacandona.

Cuando termina el mural agradece el apoyo de las caseras, del zapatero de la esquina. Siempre lo hace. La firma es clara: “Khespy. Ps”. Es un “perro suelto”, negro y callejero, como la canción del Tri.

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Último viernes y sábado de este abril, mes rojo. Unas cinco mil personas esperan pacientemente para entrar a la Expo Khespy en los salones altos del ex Cine Teatro Princesa, fundado hace un siglo. Las últimas imágenes que se proyectaron en el vetusto cine de la calle Comercio fueron pornográficas/transgresoras. Es una señal. Hay miles de personas haciendo cola en la noche fría para ver/probar/ser parte del arte. La ciudad ha sido empapelada con docenas de lienzos interactivos, es el juego del gato y el ratón.

La muestra es inmersiva, como nunca se ha gozado en La Paz. Los amigos de Khespy y la galería Miko Art (que está enfrente, en el pasaje Kuljis) intervienen el espacio de forma audaz, crean una narrativa subversiva con relatos en eterna disputa, como el retorno. La gente espera pegada a la pared de la derecha para entrar; los que salen se agarran de la barandilla de madera para bajar.

Una pintada —en lo más alto— recibe a los visitantes (la gran mayoría jóvenes con celular en mano): “Haz lo que no debes”. Debajo un corazón en negro, geométrico, por supuesto. Enfrente, la primera obra colgada del techo, suspendida. Es otra pareja, esta vez se besan, están —por supuesto— con máscaras cuadradas y aretes de flores y estrellas. Visten elegantes trajes futuristas con “jach’a qhanas” (grandes luces resplandecientes) y calaveritas. Son dos diablitos con cabezas rojas (como lxs chicxs que andan repartiendo folletos en la calle y que deambulan luego por toda la exposición de forma secreta e inquietante). Están con pucho en la mano, como algunos jóvenes espectadores. No tienen rostro real, como los retratos geométricos enormes del belga Stefaan De Croock.

Hay bodegones de alasitas, collages, cajas de Paceña colgadas en el aire, un retrato de “moreno” titulado Sin jefe, arte de cartón, bolsos para vender, corazones espinados de cactus: sincretismo vivo. Un DJ kusillo pincha música electrónica mientras un hombre de rojo ofrece relleno de papa a diez lucas, Coka Quina y té de kombucha. Hay videoinstalaciones (con guion y fotografía de Tizi) donde un actor (Edwin Villarroel) camina la ciudad (La Paz y El Alto) para “publicitar” la muestra. Hay obras con carros policiales en llamas y “cholets” insuperables. Hay un mural de aluminio (“alocubont”) de edición limitada de cuatro piezas con el mundo Khesy pintado como si fuera una cueva de arte rupestre. El domingo, tras la muestra de viernes y sábado, se organiza un tour privado para compradores. La jugada sale bien.

—¿Quién es este Khespy pues? —dice una chica mientras se saca una foto con espalda desnuda y graba un video para Tik Tok junto a uno de los cuadros.

—Es un artista callejero y son muchos, es uno y son todos —responde el chico que la acompaña, hecho al filósofo conquistador.

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Estamos en noviembre de 2023. Cerca de la Ceja de El Alto, junto a la estación roja de Teleférico, una instalación/cyber-mural es contemplado por la gente que espera por los baños. La obra tiene un QR para sumergirse en una realidad aumentada y vivir con los personajes del mural. Es una invitación a “fusionarse”, en palabras de Khespy. Ellos son (en el bodegón): un gato cubista que roza su hocico junto a un cuadro donde dos abuelos se besan en un puente; una radio canchera con el logotipo de ACAB (“All Cops Are Bastards”), una calavera con hojitas de coca, una botella blanca de “alcohol potable para cañar” (Caimán, por supuesto), una caja de cervezas (roja, por supuesto) y una gigantesca moneda de un boliviano rectangular: la unión es la fuerza con el logotipo de unas hojas de marihuana. Cerca de esa pared, otro mural con la palabra éter: un corazón multicolor hecho wiphala, rodeado de ocho rostros y unas manos acogedoras.

Las obras de Khespy están a la vuelta de la esquina. Un perro en la avenida 6 de Agosto; un monolito “chupaco” junto a una licorería en la 20 de Octubre; un mural en la zona de Puente Vela en El Alto, carretera a Oruro (“gracias a doña Dorita”); otra obra junto al teleférico de Irpavi; un papá cargando a su wawa en Carquín, Perú; una vaquita mil veces encuadrada en la Benedetto Vincenti; un unicornio con pistola de juguete lanzando estrellas andinas (en lugar de balas) a un paco sin rostro en la Sánchez Lima; un policía de alto rango y su sombra negra chorreando sangre y recibiendo una coima de 100 bolivianos, en la Zoilo Flores; otra “pareja” de uniformados con el apellido de “policía corrupta”, en el surtidor abandonado de la 17 de Obrajes; dos serpientes de colores besándose debajo de la pasarela de la Uno del mismo barrio; otro perro (verde) sobre una ventana en la avenida Ecuador. Son los personajes de Khespy que aparecen (también) en sus obras colgadas de la “expo”. De las calles al lienzo y viceversa.

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“Es una exposición redonda, congruente, cohesiva y con una gran capacidad inmersiva. Es una bellísima bola. Tiene autenticidad discursiva y energía creativa. Khespy tiene no solo algo que decir sino mucho; y desde una sensibilidad crítica y profunda. Se nota que tiene calle. Eres o no eres, el Khespy es. Lo que más me gusta es que lo que dice no es fácil ni obvio en el sentido panfletario, porque parece estar cargado de mucha emotividad, sensibilidad y sentimiento. Da lugar al espectador para la interpretación subjetiva pero también para la lectura objetiva de sus contenidos de crítica social”, me dice la crítica de arte Narda Alvarado que baja y sube las escaleras, de sala en sala, con la boca abierta.

“La gente, de forma masiva, ha venido a ver lo que Khespy tiene que decir. No han venido por el vinito del ‘vernissage’, para hacer acto de presencia o para hacer vida social alrededor del arte”, me dice mientras escuchar/mira el monólogo del actor Winner Zeballos, a ratos con rostro oculto.

A Narda Alvarado lxs de rojo le recuerdan a los personajes de Skibidi Toilet y sus cámaras de vigilancia en lugar de cabezas. Y los milicos/pacos a los roles de dominación jerárquica del chileno Nicolás Grum. El arte de Khespy es total.

Andrés Kuljis, de Miko Art, se suma al recorrido. “Lo más novedoso de esta exposición radica en su enfoque innovador al utilizar espacios no convencionales, lo que desafía las expectativas tradicionales de una galería. Además, el hecho de preservar el anonimato del artista añade un misterio intrigante a la experiencia, mientras que la curaduría intangible colectiva crea una atmósfera participativa y única para los espectadores”. ¿Dónde estás Khespi?

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Las obras se suceden cuartito tras cuartito, el espacio expositivo. En cualquier rincón oscuro te sorprende una, como una pesadilla en bucle. No hay miedo, hay atrevimiento/osadía. Las encapuchadas mujeres/hombres de rojo invitan a una chica en minifalda a pintar las paredes. No solo se observa se participa. Un chango flaco es apretado/abigarrado —cuerpo a cuerpo— por dos obesos hombres/mujeres de rojo. Explosión. “Callas mientras duermes, grita un “graffiti”. Las “haches” de Khespy se parecen mucho a las “haches” mudas del enigmático y omnipresente Shon.

En la sala de venta de obras y productos/objetos (“blows ups”, vaciados) del mundo de Khespy veo cartón, es “cardboard art”. Es otro santo y seña. Hay esculturas en cartón, ese material abandonado en las calles (como los perros) junto a los contenedores de basura. Hay una frazada con un tigre en salto. Ñu, ñu, ñu, ñu. También está en 3D, el tigre te mata. Son todos objetos insaciables.

El montaje de la exposición merece un párrafo aparte. La curaduría colectiva y la adaptación museográfica/intervención performática son principios medulares, son declaraciones. La apuesta/apropiación del lugar y la oscuridad son manifiesto. Khespy no escogió una galería de la zona sur, no optó por un museo nacional o espacio acartonado oficial, acorde a los modos/modas audiovisuales del arte contemporáneo, se fue a un viejo y abandonado ex cine porno con sus salones altos y sucios, con sus paredes listas para ser ensuciadas de nuevo.

El ex cine porno Princesa fue tomado para esta exposición de arte contemporáneo.

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El arte/mundo de Khespy —ecléctico/andino por naturaleza— emerge del olvidado pasado y se proyecta a un futuro distópico/autoritario. Modernidad y ancestralidad. Tradición y tecnología. (No) viene de las viejas vanguardias soviéticas (y el arte geométrico/suprematista de Malevich), de Kandinsky y del cubismo y la psicodelia. Aunque pueda parecerlo. Su geometrismo es de (más) lejos; llega desde los ancestros que aprendieron a mirar el cielo en la noche, de la Cruz del Sur y la forma astronómica/geométrica de una cruz andina/cuadrada; viene desde la chakana (en quechua, “puente”) y las formas geométricas de los aguayos y el arte textil milenario.

Su paleta va desde el rojo al verde, pasando por el ocre, el amarillo y el naranja. Los colores —de la tierra— prohibidos han regresado, el dios sol (y el mundo de arriba) brillan de nuevo.

El mundo/arte (paralelo) de Khespy se mixtura/superpone con el muralismo mexicano/boliviano del siglo pasado, con los rostros marrones del indigenismo, con la animación y el cómic (con estética cohetillo), los videojuegos, el arte callejero/clandestino de Banksy y las nuevas formas del arte digital con QR y obras tridimensionales que se mueven y reviven en tu celular.

Khespy —una esponja— pinta de golpe en las paredes pacos y militares “cuadrados”, los jefes verdaderos del próximo Estado policial. Su anti-autoritarismo no es negociable, su crítica (frontal/burlona) a los poderes fácticos, tampoco. Pinta perros callejeros de color ocre, son los verdaderos habitantes de la ciudad, los príncipes libres y salvajes del mundo de aquí.

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Abril rojo 2024, tres años de búsqueda. He paseado la ciudad siguiendo los rastros que deja como murales/migas. He subido hasta lo más alto de un antiguo cine porno. Me he manchado de pintura. Me he perdido en la oscuridad. He mandado un cuestionario al “feis” y al “insta” de Khespy. Me ha jurado en vano varias veces que respondería. He visto en dos canales de televisión a encapuchados con chakanas rojas hablar en su nombre (incluso en un programa de ATB salió un tipo que decía ser Khespy y no era). He buscado desesperadamente a Khespy y lo he encontrado sólo en sus murales, pinturas, obras. Khespy se cubre el rostro para mostrar su mundo. Y aún lo busco.

Texto y Fotos: Ricardo Bajo Herreras

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La Auténtica: Amalgama de culturas y sabores en la 21 de Calacoto

Por Fernando Cervantes

/ 5 de mayo de 2024 / 06:53

Crónicas gastronómicas

Gilson Aguilar era un integrante más de la numerosa colonia boliviana que vive en la gigantesca metrópoli brasileña de Sao Paulo, donde conoció a su actual esposa, Samara Paixao do Espirito Santo, a quien conquistó llevándola a conocer la gastronomía y cultura de Bolivia presentes en la Feira  Kantuta, un  punto de encuentro para todos los connacionales en el vecino país.

Años después, este feliz matrimonio se encuentra liderando un emprendimiento de salteñas bolivianas, empanadas estilo argentino y especialidades de la cocina brasilera como las tradicionales coxinhas (bocaditos rellenos de pollo) o la popular feijoada que se puede acompañar con una deliciosa caipirinha todos los fines de semana.

Este lugar se encuentra ubicado en la zona Sur de la ciudad de La Paz, exactamente en la 21 de Calacoto, donde también se ofrecen empanadas de pollo, carne, jamón con queso o empanadas fritas dulces, tucumanas especiales y jugos de frutas, empanadas horneadas de dulce de leche y diversos sabores de salteñas como la de pollo, carne, pollo picante, carne picante o fricasé. El precio de cada salteña es de siete bolivianos.

La Auténtica

  • Dirección: Calle 21 de Calacoto, Galería Sol de Illimani, local 14  (Al lado del Banco Unión)
  • Teléfono: 69741647  
  • Plato Estrella: Feijoada
  • Rango de precios: De Bs 5 (coxinhas de pollo) a Bs 30 (feijoada)   
  • Atención:  Lunes a domingo de 8.30 a 15.00. 
  • Estacionamiento propio: No

Contáctenos: Fernando  recomienda, Fernandorecomienda @fernandorecomienda ,Correo: [email protected]

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Texto: Fernando cervantes

Fotos: La Auténtica

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¡Muere, Walking Dead, muere!

Por Cristian Callejas

/ 5 de mayo de 2024 / 06:49

(una obra de teatro corta)

El 31 de octubre de 2010, un programa arribó a la grilla para apasionar a multitudes: The Walking Dead, serie de televisión estadounidense de drama horror postapocalíptico de la compañía AMC Networks Inc basada en la exitosa serie de cómics homónima de Robert Kirkman.

14 años después, y luego de una serie de spin off que bebieron de ese éxito, el crítico de cultura pop Cristian Callejas propone esta “obra de teatro” para explicar el fenómeno.

Acto 1: Cuando los personajes se enamoran. De 2010 a 2015

Fan enamorado: Wow, nunca había conocido una serie así. Haces que tenga mariposas en el estomago. ¡Y tus personajes! Uh. Cuando los matas siento que mi corazón palpita el doble. Solo no le hagas nada al coreano, como en los cómics.

Robert Kirkman: Ka-ching. Money, money, money.

Frank Darabont: Prometo que esta será una serie de calidad y con una lógica que respete… ¿qué? ¿Cómo que estoy despedido de mi propia serie? Yo no… ¿cuánto piensan darme? Ah. Ya, claro, la serie es toda tuya AMC.

Fan enamorado: Qué bonita granja. Qué fea prisión. Qué malvado gobernador. ¿Cabezas? ¿Qué es un Terminus? Ah, Alexandria. Cómo te amo Walking Dead. Nunca te voy a dejar.

The Walking Dead: Es hora de matar al coreano.

Acto 2: Una relación empieza a volverse tóxica. De 2016 a 2020

The Walking Dead: Mi fan enamorado, ¿sabes que te quiero mucho, no? Quiero presentarte a mi hermana. Creo que los tres podemos hacer una linda familia. Puedes quererla como me quieres a mí.

Fear the Walking Dead: Lo mío es la familia, pero ten en cuenta que luego ya no será de eso y mientras avancemos en nuestra relación trataré de mantener tu interés trayendo a Morgan de vuelta porque según las estadísticas a la gente no le gusta tener a una mujer empoderada de principal.

Fan enamorado: Oigan, me siento un poco abrumado. ¿Podemos ir un poco más lento? Siento que hay demasiada información y no todas las cosas que estamos viviendo juntos me gustan. Osea, ¿un tigre? ¿Ese meme de Rick llorando? ¿Carl muere? Chao, Rick, susurradores… paren por favor…

World Beyond: Hola que tal, soy la prima lejana que nadie quiere y solo estoy aquí para distraerlos de las malas tramas que están pasando.

Acto 3: Una amplia familia que nadie pidió. 2021 a 2023

Fan enamorado: Creo que ya no estoy enamorado.

The Walking Dead: ¡No puedes dejarme! Cambiaréééé. Sí, sé que Fear te aburrió hasta la muerte este tiempo y que Beyond no nos aportó nada, pero mira, mi amiga Tales te juro que te dará lo que necesitas para que sigamos juntos.

Tales of the Walking Dead: ¿Uh?

Fan enamorado: No, no, no. Suficiente. Creo que debemos ver a otras series. No eres tú, soy yo. Tomarnos un tiempo.

Dead City: Yo soy el hermano y ¿sabes qué, fan? Tú no te vas a ninguna parte. Los ratings dicen que te gusta Negan, pues toma Negan. En par con Maggie y que buscan rescatar a su hijo en Nueva York zombie. Sí, pérdida de tiempo pero son solo seis episodios y al final el malo será el hijo que rescatan y que los traicionará. Y hablaremos de eso que le hicimos al coreano.

Daryl Dixon: Hola, yo soy el otro hermano y con mis seis episodios te llevaré a una Francia trucha y te mostraré esos famosos hiper zombies de los que hablan las otras series y también veremos una que otra extravagancia porque, pues, es Europa ¿no? (vemos una extraña orquesta zombie) Fan enamorado: Eh…

Acto final: El regreso del amado. 2024 a futuro.

The Ones Who Live: Ok, sé que ya no creías en este amor, pero ¡mira¡, he traído de vuelta a Rick y a Michonne. Dos episodios brillantes de inicio. Un cuarto experimental donde sólo hablan y finalmente el reencuentro que estaba esperando toda américa latina: Rick y sus hijos. Si esto no te saca una lágrima tú debes estar muerto. (Vemos al fan llorando y abrazando a Ones who live. Se besan)

El libro de Carol: Me dicen que aquí aceptan a viejos personajes en series donde un personaje busca a otro por seis episodios, ¿es cierto?

(Baja telón. Fin)

Tales está disponible en Prime desde el 20 de marzo. Dead City desde el 3 de abril. The ones who live desde el 19 de abril y Daryl Dixon estrena el 3 de mayo.

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Personajes

Fan enamorado: Vio The walking dead desde su lanzamiento y pese a las constantes decepciones en el camino, sigue enamorado de la serie y cree que mejorará.

The Walking Dead: Serie de zombies lanzada el 31 de octubre de 2010 que para sobrevivir su propia muerte en vida creó diferentes spin off de cuestionable calidad.

Robert Kirkman: Creador del cómic en el que se basa la serie.

Frank Darabont: Creador de la serie y la última persona a la que le importó la calidad de la misma. Despedido en medio de la segunda temporada.

Fear the Walking Dead: Ocho sosas temporadas de las aventuras de Madison, Morgan y un grupo de personajes olvidables.

The Walking Dead: World Beyond: Serie presentada en el “futuro” que busca justificar todo ese tema del CRM (Republica Civil Militar) y la serie de Daryl y Rick Grimes. 

Tales of the Walking Dead: ¿Por qué Parker Posey, por qué?

The Walking Dead: Dead City: ¿En serio ellos dos serán los protagonistas?

The Walking Dead: Daryl Dixon: Uh-la-la en Francia

Walking Dead: The Ones Who Live: La serie que vino a salvar la franquicia y explica aún más esa tontera del CRM.

Texto: Cristian Callejas

Foto: Internet

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Un puente de integración a través del arte

El Centro de la Cultura Plurinacional de Santa Cruz entró en diálogo con la muestra del Museo Nacional de Arte

Por Jackeline Rojas Heredia

/ 5 de mayo de 2024 / 06:42

Creadoras, proyecto museográfico que nació en el Museo Nacional de Arte, ha construido un puente de integración en todo el país y sobre todo, entre oriente y occidente, hecho con las obras de mujeres artistas bolivianas. En la Paz, se encuentra vigente la muestra Creadoras, mujeres artistas en Bolivia y en Santa Cruz, se inauguró el 11 de abril una exposición temporal que lleva el título de: Creadoras, mujeres del oriente boliviano, que puede ser visitada en el Centro de la Cultura Plurinacional, CCP. Ambas instituciones, tanto el MNA como el CCP, dependen de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB).

Creadoras surge de la necesidad de llevar adelante una muestra bienal con obras realizadas solo por mujeres; antes del mencionado proyecto, no se tomó en cuenta la capacidad creadora de las mujeres, o bien, las obras eran incluidas como parte de una temática en contextos o muestras en las que lo fundamental era destacar la creación de artistas varones.

Años atrás, para las artista mujeres era difícil acceder con sus obras a una sala del Museo Nacional de Arte; hoy están presentes obras que dialogan con las creaciones que, a su vez, se constituyen en el legado de precursoras y pioneras, obras contemporáneas y otras propuestas más en concordancia con la época actual.

Sin embargo, cuando la propuesta se manifestó atravesó por la oposición de quienes creyeron que llevar adelante una muestra solo con obras de mujeres era un exceso innecesario; aun así la tenacidad del equipo del Museo, con el apoyo del Consejo de administración de la FC-BCB, sobre todo, de la consejera Susana Bejarano, hizo posible que hoy esté montada la muestra Creadoras en diez salas, dos pisos del Museo Nacional de Arte.

La muestra integra, además, el trabajo de 104 artistas provenientes de ocho departamentos de Bolivia, más un grupo de obras de artistas extranjeras de países como México, Brasil, Perú, Colombia, Argentina, Yugoslavia, Inglaterra y Chile.

La exposición narra una historia no lineal, una que surge de la tierra, de la fuente de vida, y se enlaza a la misma historia de lucha de la mujer porque se le respeten sus derechos y se les permita ejercerlos, la lucha colectiva y cotidiana aún vigente, en paralelo al contexto histórico y político de Bolivia en su vida como país. Todas esas historias, solitarias y plurales, están plasmadas en obras pictóricas, grabados, instalaciones, fotografías, videos, obras digitalizadas, tejidos, cerámicas y más.

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Una extensión, casi similar, se llevó adelante en el CCP en Santa Cruz, a cargo del equipo curatorial dirigido por Andrea Hinojosa, en coordinación con la jefatura de la Unidad de Museo del MNA. En Santa Cruz se dirigió el trabajo museográfico sobre la base de tres ejes temáticos: Creaciones antiguas y actuales con alto contenido temático en distintas técnicas y materiales; la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos y el ejercicio de los mismos; y el nexo de la mujer con la tierra (lugar al que pertenecen).

La muestra en la capital oriental cuenta con la participación de reconocidas artistas como: Ejti Stijh, Raquel Schwartz, Aless Abruzzese, Magenta Murillo y Wara Cardozo , así como de artistas jóvenes como Gabriela Zeballos y Kelly Ledezma.

El MNA llevó, en el marco de su programa “El Museo dónde tú estás”, las obras de colección de artistas, entre la década de los 40 al 90 como: Norah Beltrán, María Luisa Castro, Teresa Córdova, María Haydée Aguilar, Agnes Ovando, Julia Meneses, Elisa Ballivián, Inés Córdova, Marina Nuñez del Prado y María Luisa Pacheco.

También están presentes los trabajos de creadoras más contemporáneas como Giomar Mesa, Ángeles Fabbri y Beatriz Nogales Iturri. De Brasil, se exhibe una obra de Teres Nicolau; de Inglaterra, una de Elisabeth Wisheropp y de Perú, una pieza  de Patricia Eyzaguirre.

La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.
La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.

Son obras que nunca antes fueron expuestas en Santa Cruz y que se integran a las obras de las artistas cruceñas, benianas, pandinas, además, porque la museografía de Creadoras lo permite. 

Por otro lado, en este marco se realizará un homenaje especial, recordando a la artista cruceña Etelvina Peña, una gran artista pictórica, actriz de teatro y televisión, una maestra cruceña que falleció el 1 de febrero de 2008.

A la vez, el CCP —con el apoyo y participación de la organización Apoyo para el Campesino Indígena del Oriente Boliviano (APCOB) y el Centro de Investigación, Diseño Artesanal y Cooperativa (CIDAC)— hace posible la participación de tejedoras de tierras bajas, las obras de artistas de las naciones indígenas originarias del oriente boliviano.

Creadoras, mujeres artistas en el oriente boliviano estará abierta al público hasta el 31 de mayo, la entrada es libre y será una experiencia que la población de Santa Cruz y de Bolivia pocas veces tendrán la oportunidad de apreciar.

Texto: D. Jackeline Rojas Heredia

Fotos: Centro de la cultura plurinacional de santa cruz

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Letras bolivianas, letras hispanas: una celebración que suma

La Academia Boliviana de la Lengua entregó un reconocimiento a la investigadora Ximena Soruco por el Día Mundial del Libro

El acto de la Academia Boliviana de la Lengua en el Centro Cultural de España.

Por Bruce Aramayo

/ 5 de mayo de 2024 / 06:35

Desde que en 1995 se proclamara en la Conferencia General de la UNESCO el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor para celebrar y promover la lectura, muchos países se han unido, a su manera, a esta fiesta de los libros. En el mundo hispano en particular esta fecha es especialmente importante porque se conmemora el entierro de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la obra cúspide de la literatura en español.

La Real Academia Española, por ejemplo, celebra en su sede institucional la Semana Cervantina con actividades culturales abiertas al público y organiza todos los años las honras fúnebres al autor del Quijote en el Convento de las Trinitarias de Madrid. También en esta fecha se entrega el Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de Cervantes” que es considerado el máximo galardón a la actividad creadora de autores españoles e hispanoamericanos; este año el escritor español Luis Mateo Díez ha sido merecedor de dicho reconocimiento.

De la misma manera, en América, las Academias organizan celebraciones similares en sus sedes con eventos que solo acrecientan el festejo universal de las letras hispanas. Nuestro país no es la excepción; su Academia, la Academia Boliviana de la Lengua (ABL), organizó el miércoles 24 de abril en el salón de actos del Centro Cultural de España en La Paz un evento en el que presentó su Anuario Nº 32 y dio un reconocimiento a la estudiosa Ximena Soruco Sologuren por su labor filológica. La celebración estuvo dirigida por la directora de la institución, España Villegas Pinto, y los académicos Hugo César Boero Kavlin y Juan Marcelo Columba Fernández; este último dio un discurso titulado Sobre algunos proyectos editoriales contemporáneos de Bolivia, que fue preparado para la ocasión.

El Anuario de la ABL se viene publicando desde 1985. Empezó bajo el nombre de Anales de la Academia Boliviana de la Lengua hasta su número 23 en 2008 y desde entonces se imprime como el Anuario de la Academia Boliviana de la Lengua. El número que se entregó la semana pasada sigue cumpliendo, como dice en su presentación, “las funciones conmemorativas mencionadas para el Día del idioma [y] las finalidades prácticas de materializar las metas de la misión institucional de la Academia”; en él se publican diferentes estudios e investigaciones sobre asuntos filológicos, lingüísticos y literarios en Bolivia. El reciente número incluye, además, los discursos de ingreso de sus más flamantes miembros (Juan Marcelo Columba Fernández, Diego Valverde Villena y Hugo José Suárez), homenajes póstumos y en vida a personajes de las letras nacionales y cuatro evocaciones in memoriam a Gaby Vallejo Canedo, quien falleció el 20 de enero de este año.

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El motivo del reconocimiento que se otorgó a Ximena Soruco fue su obra de edición e investigación Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930), publicada en 2022 por el Instituto de Investigaciones Literarias, la Carrera de Literatura de la UMSA y Plural editores. Con este galardón la ABL quiso, por un lado, evocar el trabajo literario de Medinaceli y, por otro, distinguir la labor de Soruco respecto al autor y su obra. Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930) es el primer libro de una colección de cinco volúmenes donde la investigadora reúne toda la obra del autor de La Chaskañawi, novela que se editará como último volumen de la colección. En el primer y el segundo libro (ambos publicados) se reúnen los ensayos en los que Medinaceli analiza y comenta obras de literatura nacional y extranjera. El discurso de reconocimiento escrito por los académicos Tatiana Alvarado Teodorika, Hugo Boero Kavlin y Alba María Paz Soldán Unzueta, señala que “más allá del aporte que representa para las letras bolivianas, su mejor conocimiento y su divulgación, esta obra es una prueba de la construcción intelectual más allá de las fronteras” y en él se agradece a Ximena Soruco por haber iniciado esta labor de investigación y compilación. “La felicitamos por el rigor con el que está llevando a cabo este trabajo, hacemos público nuestro reconocimiento y compartimos nuestro sincero deseo de que todos los volúmenes salgan pronto a la luz”, concluyen los académicos.

Entrega del reconocimiento a Ximena Soruco. Abajo: Ejemplar del Anuario de la ABL.

Tanto en nuestro país como en el resto del continente, de este y del otro lado del Atlántico, el reconocimiento a los escritores en lengua española es una forma común de expresar el amor a la literatura. En el mes de abril se elogian los libros y la lengua; y todas las personas e instituciones que aprecian el español se suman a este festejo para distinguir a los escritores que nos deleitan con su prosa o sus versos y para recordarnos que las letras hispanas, y las letras las bolivianas, son motivo de orgullo.

Texto: Bruce Aramayo

Fotos: Bruce Aramayo y Archivo ABL

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