Amigos del Billar, el salón más antiguo de la urbe paceña
En la calle Comercio se encuentra el referente más antiguo de los billares, que además de buenos jugadores conserva varias historias.
Nuando Belisario Ochoa atraviesa la puerta metálica con ventanas de vidrio, al final del pasillo del tercer piso de la casona Kuljis —en la calle Comercio de la ciudad de La Paz—, se escucha el sonido del timbre que funciona como sensor de movimientos. El dispositivo, al parecer, es lo único moderno de este recinto con piso de madera vieja en una infraestructura vetusta con paredes de adobe de un metro de grosor, que brinda un ambiente especial a este gran salón de billar.
Muchos lo llaman Apolo, otros lo denominan Billarteca, aunque se trata de ADB (Amigos del Billar), el más antiguo en actual funcionamiento y con más tradición en la urbe paceña.
La llegada de Belisario no pasa inadvertida, ya que con cada paso rechina el piso y es inconfundible el sonido del bastón que le ayuda a caminar. El personaje nonagenario saluda a los concurrentes y se sienta en su sitio preferido, cerca de una de las ventanas, desde donde se puede observar el movimiento constante de la Comercio.
El billar, explica, es un juego de destreza que se ejecuta impulsando con un taco (vara de madera dura, pulimentada, más gruesa por un extremo que por el otro) bolas de marfil en una mesa rectangular forrada de paño, rodeada de barandas elásticas y con troneras o sin ellas.
La mesa debe ser rectangular y el tablero perfectamente plano y horizontal. Ésta se halla rodeada por rebordes (bandas) de unos cinco centímetros de altura, de caucho o resortes metálicos, recubiertos por el mismo paño verde que cubre el tablero. Hay dos clases de mesas: las pequeñas, sin troneras (francesas o de carambola), y las grandes, con seis troneras, cuatro en los ángulos y una en mitad de cada banda larga.
“El billar ahora no me interesa para nada”, sentencia Belisario, aunque no por ello deja de observar la mesa donde dos personas están jugando carambola, una modalidad de billar muy popular entre quienes asisten a este salón.
Mientras varios concurrentes dedican su tiempo a practicar este deporte que combina física, aritmética y matemática, otros, principalmente los de la tercera edad, se acomodan en las banquetas de madera que rodean los muros de adobe. En la pared no puede faltar el clásico póster de los perros que juegan una partida, al igual que los receptáculos para las bolas y los tacos. El humo del cigarrillo que inunda el salón otorga un color opaco al ambiente iluminado por focos fluorescentes que cuelgan sobre las mesas.
El sonido del timbre con sensor de movimiento, las risas, discusiones, charlas, la música y el piso que se hunde con cada paso no impiden que los billaristas continúen concentrados para dar el próximo tiro. “Bola nueve en la buchaca superior izquierda”, avisa uno de ellos justo antes de calcular el ángulo de tiro, la fuerza con la que impulsará el taco y la posición de la mano donde se apoyará la lanza de madera.
Desde el Apolo hasta el ADB
La historia de este salón se remonta a otro que surgió en la década de los 50, el Apolo, ubicado en el primer piso del Kuljis, una casona construida en los años 30, que mantiene la fachada de estilo neoclásico y barroco. “Desde las diez de la mañana hacían fila para entrar”, recuerda Víctor Archondo, uno de los habituales visitantes. No obstante, —aclara— la razón no era su apego al deporte, sino que ganaban dinero a través de apuestas por mesa ganada.
Uno de los juegos populares era el platillo, que consistía en poner la pieza de porcelana en medio de la mesa de billar. El reto se basaba en hacer carambola sin tocar la vajilla. Quien perdía debía colocar una moneda en el recipiente, hasta que se llenara, que es cuando el ganador se llevaba todo. Antonio García, quien asiste al lugar desde mediados del siglo pasado, comenta que esos años había restricción para practicar este juego. “Antes no te dejaban entrar al billar si no tenías la libreta de servicio militar”, cuenta riendo. Es por ello que cuando salió del cuartel, una de sus primeras actividades como mayor de edad fue ir al salón de la Comercio donde aguardaban sus amigos.
Según Antonio Valda, actual administrador de ADB, antaño había 12 mesas: cuatro para jugar carambolas y ocho para las “guerritas”, modalidades de juego que aún hoy se practican. Para la década de los años 90, el billar redujo la cantidad de mesas a la mitad y hace diez años cambió de salón al piso superior de la casona. Pero la tradición se mantiene, pues las personas que visitan el salón son las mismas de antes, a las que además se suman varios jóvenes. Por el alquiler de la mesa —que cuesta diez bolivianos la hora—, jugadores y espectadores disfrutan del juego en el ADB, que abre de lunes a sábado, desde las 12.00 hasta las 23.00.
“Somos una familia, porque compartimos todo; aquí hay abogados, ingenieros, carpinteros, cerrajeros, pintores… no hay miramientos, solo es el mundo del juego con charlas para pasarla bien”, afirma Antonio.
“La gente concurre al billar más que todo por las apuestas”, refiere Eddy Lema, un cliente que informa que por cada juego se puede ganar desde 10 hasta 40 bolivianos. “Cuando llegan extranjeros, la apuesta puede llegar a 100 o 200 bolivianos por mesa”.
Belisario ha dejado de jugar billar hace mucho tiempo, según confiesa porque le falla la vista y debido a que ahora se mantiene en pie gracias a un bastón. Sin embargo, ello no es impedimento para que continúe yendo al salón de la casona Kuljis, pues es uno de los amigos de los ases del billar.
Modalidades de Juego
Carambola libre. En esta modalidad se utilizan tres bolas de colores: una roja, una amarilla y una blanca. La mesa no tiene troneras, es totalmente lisa y sobre el paño se marcan cinco moscas, que indican los lugares que deben ocupar las bolas al inicio de la partida. La bola amarilla, o del contrincante, se ubica en la mosca que marcamos en la zona de inicio, la bola roja se ubica en la mosca que marcamos en la zona opuesta a la zona de inicio de la mesa y la bola blanca, o tacadora, se ubica en alguna de las dos moscas ubicadas a cada lado de la mosca de inicio o de la bola amarilla.
La modalidad de carambola libre se juega haciendo que la bola tacadora, o bola 1, choque con la bola 2 y con la bola 3, sin importar el número de bandas que toque, a este choque de bolas en el billar se le denomina carambola.
Partida a tres bandas. Esta modalidad de billar es considerada la reina de todas, pues es la más popular entre quienes practican este juego. Debido a su complejidad y exigencia física y mental, despierta el interés no solo de los deportistas, sino también del público.
El objetivo del billar a tres bandas es hacer carambolas, pero en esta modalidad, la bola 1, o tacadora, debe tocar como mínimo tres bandas antes de tocar la bola 3. La bola 1 puede hacer contacto con la bola 2 y luego hacer el recorrido de tres bandas como mínimo antes de impactar a la bola 3.
Esta modalidad se juega a tres y cinco sets de 15 carambolas cada uno. Gana el set el primer deportista que logre conseguir las 15 carambolas, mientras que la partida se supera cuando uno de los deportistas consigue ganar dos de los tres sets o tres de los cinco sets disputados.
Las ‘guerritas’ o escalera. Seis de las diez mesas del billar de ADB están destinadas al juego de las “guerritas” o también denominada escalera.
Para esta modalidad se suelen emplear las bolas con las numeraciones desde el seis hasta el 15.
El objetivo es emplear la bola blanca, sin numeración, para hacer ingresar las demás esferas en alguna de las seis buchacas disponibles en la mesa, de manera correlativa. Obviamente, siempre con la ayuda del taco. Cuando no se logra introducir la esfera correcta en la buchaca, el jugador tiene que ceder su turno al contrincante.
En caso de que la bola blanca salga de la mesa, el contrincante tiene derecho a dos turnos.
Para ganar las “guerritas” se debe meter la última bola, es decir, la 15.
En el salón de la Comercio se apuesta por bola o por mesa, dependiendo de los jugadores.
Origen del juego. La historia del billar es larga y muy rica. De acuerdo con algunos especialistas, en el antiguo Egipto y en Grecia se desarrollaba un juego sobre el suelo con grandes cayados o bastones con los que se impulsaban unas bolas a agujeros destinados para tal fin.
En la Edad Media están documentados entretenimientos de este tipo, tanto en Irlanda como en Inglaterra. A pesar de la disputa entre franceses e ingleses sobre cuál de los dos países inventó el juego del billar tal y como hoy lo conocemos, parece que la balanza se decanta en favor de los galos, teniendo en cuenta que el rey Luis XI, en el siglo XV, ya lo practicaba en el salón de su casa. De hecho, la mesa de billar apareció como mueble fijo por el año 1510.
Luis XIII de Francia, gran aficionado a este juego, fue el primero en permitir que los plebeyos también pudieran practicarlo. Fue en esta época cuando se sustituyeron las bolas que había por otras un poco más pequeñas de marfil.
A finales del siglo XVIII se incorporó una pequeña pieza de cuero al extremo del taco, que permitía efectos antes no vistos.
El primer campeonato de billar que se celebró oficialmente se hizo en Inglaterra en 1827. El billar ha evolucionado desde entonces y así han aparecido diferentes tipos de juego, como el billar francés, el inglés (snooker) y el americano. En 1835, el galo Gaspar Gustave de Coriolis escribió la Teoría matemática del juego del billar, obra que descubrió la posibilidad de trayectorias parabólicas por ataque no horizontal.