Saturday 7 Sep 2024 | Actualizado a 14:46 PM

Milena tiene duende

/ 10 de diciembre de 2023 / 07:05

El espectáculo ‘Creciente’ de puro flamenco (con bailaora paceña, guitarrista y dos cantaores de lujo) llega directamente de Sevilla a La Paz

Una muchacha paceña descubrió el flamenco y cayó embrujada. Se fue a Sevilla y apareció el tablao, el sarao, la fiesta. Entonces descubrió que cuando bailaba afloraban sus sentimientos más profundos. Era el poder de las palmas, los taconeos y las castañuelas, la guitarra y los quejíos del alma. Aquella muchacha había logrado entrar a través de un proceso de introspección íntima en el mundo del flamenco. Hoy muchos años después regresa a Bolivia esa paceña, Milena Tejada, nieta de otra artista, Graciela Rodo Boulanger. Y regresa con un espectáculo de flamenco puro, directamente de los tablaos sevillanos del barrio de Triana a La Paz (viernes 15, Teatro Doña Albina de Sopocachi; sábado 16, Teatro Nuna de la zona sur en programación doble; y martes 19, Teatro Grito).

Es —quizás— la primera gira por Bolivia de un espectáculo flamenco procedente de Sevilla, con artistas jóvenes de trayectorias ya destacadas. Es Creciente, un “show” diferente. Milena Tejada Boulanger es una convencida de que las danzas bolivianas, al igual que el baile flamenco, son un ejemplo de naturalidad, riqueza y libertad emocional. Son las “alegrías” de Milena, una boliviana que siente y transmite el “duende” como nadie, como ninguna.

—¿Cómo nace tu sueño de ser bailaora de tablao flamenco?

—Desde muy pequeña sueño con bailar profesionalmente. Así, a muy temprana edad comencé a tomar clases de ballet y jazz en el CAP. Más adelante, en torno a los 10 años de edad, llegó el flamenco. Me fascinó. En un primer momento no entendía muy bien cómo funcionan sus códigos, sus ritmos, sus palos… pero supe que era exactamente la música que más caracterizaba mi forma de sentir la danza. Desde entonces me dediqué plenamente a estudiar el baile flamenco. A esa edad, y siendo de Bolivia, un lugar tan apartado del epicentro de la música flamenca, ya puedes imaginar la falta de conocimientos que tenía sobre la materia. Desconocía hasta la existencia de los tablaos.

No fue hasta los 15 años, cuando viajé a Sevilla por primera vez, que empecé a vislumbrar la complejidad e inmensidad del mundo flamenco. Asistí a clases, espectáculos y tablaos y se despertó en mí una increíble motivación e ilusión de querer ser parte de este mundo. Así nació este increíble sueño que persigo sin cesar desde entonces.

 —¿Qué te llamó la atención la primera vez y qué te sigue embrujando?

—Lo que más me sorprendió y embrujó del arte flamenco fue su capacidad de transmisión. Es una música capaz de expresar todos nuestros sentimientos de una manera tan humana y tan natural… Incluso pude comprobar como el baile flamenco era la vía perfecta para descubrir mis sentimientos más profundos, que conseguía destapar a través de un profundo trabajo de introspección.

A medida que han ido aumentando mis conocimientos, he descubierto más aspectos que han atraído mi atención como la guitarra y el cante. Además, al subirme al escenario de una manera más continua sigo experimentando la adrenalina y satisfacción que se genera en mí cada vez que bailo, algo que me sigue embrujando aún más todos los días.

 —¿Puede una boliviana/paceña transmitir lo que los puristas/flamencos llaman duende, ese encanto misterioso/inefable, esa gracia?

—Sí, aunque muchos creen que la transmisión del “duende” es algo puramente español, yo entiendo el duende como algo personal, como una sensación compartida y a la vez subjetiva. Es un concepto complicado. Por ejemplo, puede que estemos todos en el mismo teatro, viendo a los mismos artistas, y algunos en el público sentirán el duende y otros no. Federico García Lorca decía: “el duende […] sube por dentro desde la planta de los pies, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto”.

Así puedo decir que no es una cuestión de nacionalidad, de orígenes; es una cuestión de sensibilidad, parte fundamental de cualquier artista de cualquier disciplina. Lograr alcanzarlo depende de numerosos factores, pero el más importante es el mostrarte en el escenario tal y cómo eres, con tu identidad. A esto se unen otros elementos externos a uno mismo, que ayudan a que este pueda ser alcanzado: luces, sonido, silencio…

También puede leer: El canto de las musas

‘Creciente’ se presentará en La Paz los días 15, 16 y 19 de diciembre.

 —Con 15 años llegaste a la Fundación Cristina Heeren de Sevilla, ¿qué viste/sentiste para darte cuenta que aquello iba a marcar tu vida?

—Llegué a Sevilla para un curso intensivo de verano en la Fundación Cristina Heeren. Este curso significaba jornadas de seis horas de clases teóricas y prácticas durante un mes completo. Eran agotadoras, pero cambiaron mi forma de ver el flamenco. Todos esos conceptos y conocimientos que nos transmitían calaban en mí de tal manera que cada vez sentía la necesidad de aprender más y de ser mejor. Así, poco a poco, nació en mí este deseo de dedicarme a tiempo completo a este arte y de superarme cada día, con unas ganas insaciables por alcanzar algún día el mismo nivel que aquellos que siempre han sido mis referentes. Así, sigo enamorada de este arte y de esta disciplina que marcan las pautas de mi vida diaria.

 —¿Dudaste en algún momento poder llegar a actuar profesionalmente en un tablao como lo haces ahora en Sevilla, Andalucía?

—Sí, muchas veces. Como anteriormente hemos comentado, el flamenco está lleno de tópicos y estereotipos muy significativos, como la nacionalidad. Es muy común la idea de que los extranjeros no podremos hacer flamenco de una manera profesional como los propios españoles. Este hecho muchas veces se ha traducido en miedos y dudas de poder alcanzar estos sueños, no pudiendo evitar mis propias comparaciones con compañeras españolas a las que se le brindan otro tipo de oportunidades por el simple hecho de no ser extranjeras.

Aun así, la disciplina, la confianza y el trabajo duro han conseguido superar estas dudas y perseguir mis sueños hasta el final. Me siento muy afortunada de todas las oportunidades que día a día se brindan ante mí.

 —¿Se sorprenden en un barrio tan legendario y flamenco como Triana en Sevilla que la “bailaora” no sea ni gitana ni andaluza ni siquiera española sino una paceña de Bolivia?

—La mayoría de las veces, sí. El público que asiste normalmente al tablao es un público extranjero que busca la experiencia de lo andaluz, de lo típicamente español. Por lo cual, sorprende que busquen esas sensaciones a través de una artista que no es ni andaluza ni gitana, sino boliviana, en mi caso. Aun así, estas normas están cada vez menos presentes en el mundo profesional. La gran mayoría de mis compañeros y artistas flamencos obvian estos aspectos y se ha instaurado un flamenco más abierto, más internacional.

 —¿Qué tiene el flamenco que seduce a tantas mujeres bolivianas y latinoamericanas? ¿Qué ríos subterráneos ancestrales conectan raíces de ambos lados del océano?

—Ha sido una recompensa al trabajo y la constancia. Todo reconocimiento al esfuerzo siempre se convierte en una nueva y renovada motivación e ilusión para seguir creciendo como artista y como bailaora. Además este premio me ha abierto las puertas a nuevos tablaos y lugares en los que poder seguir desarrollando mi baile.

—Llegas a Bolivia con un elenco de lujo, un guitarrista emergente (de gran talento como Álvaro Mora también recientemente premiado) un “cantaor” (Roberto Montaño) y una “cantaora” (Indiera Aparici), ambos de alto nivel. En La Paz y otras ciudades se acostumbra a ver espectáculos voluntariosos de flamenco pero que rayan en lo amateur. ¿Qué puede esperar el espectador de esta gira Creciente?

—Puede esperar un flamenco auténtico, genuino y espontáneo. Esta es probablemente la primera gira de un espectáculo flamenco procedente de Sevilla, con artistas jóvenes de trayectorias ya destacadas, que se hace en Bolivia. A pesar de nuestra juventud, somos todos artistas emergentes en el panorama actual. El espectáculo Creciente es una realización personal en el cual compartiré mi deseo profundo de transmitir mis sueños, sentimientos y respeto profundo al flamenco, sentimientos compartidos por los maravillosos compañeros de escenario que me acompañan es este espectáculo.

La bailaora Milena Tejada nació en La Paz, Bolivia, y se profesionalizó en España.

 —Si tuvieses que convencer a un boliviano o boliviana que jamás ha visto un “show” de flamenco, ¿cómo lo convencerías para ir y dejarse sorprender? Por la afición que tenemos a las cuerdas, ¿la guitarra de Álvaro Mora podría ser un gancho?

—A todos los convencería diciéndoles que el flamenco es un arte maravilloso, lleno de ritmos, melodías y espontaneidad, que conmueve, exalta, sorprende y transmite emociones de manera muy personal. El arte flamenco está poco presente aún en nuestro país, por lo que esta es una gran oportunidad para disfrutar de su magia y de ver artistas que se presentan de manera regular en tablaos de Sevilla.

La guitarra de Álvaro Mora siempre es un gancho allá donde vaya. Él es un guitarrista pulcro, sensible, un compositor talentoso, y un intérprete maravilloso. Ha compuesto una música preciosa para Creciente y será un estreno mundial. Desde el primer momento supo transformar mis ideas en música para el espectáculo. Además, son numerosos los premios que figuran en su carrera hasta el momento. Él último y más significativo, el reciente Bordón Minero del Festival internacional del Cante de la Minas de la Unión 2022, un prestigioso reconocimiento que lo coloca entre unos de los guitarristas con más proyección en la actualidad.

—¿Qué papel juega en el show Creciente el baile, la guitarra y el cante?

— Lo que siempre llama más la atención en el flamenco es el baile, y por lo general, fuera de España, se hacen espectáculos de baile flamenco con música grabada, simplemente porque en muchos países fuera de España no hay guitarristas y cantaores flamencos profesionales. Lo que quiero mostrar es que el baile por sí solo no representa el flamenco en su totalidad, y que el cante y la guitarra son elementos esenciales en un espectáculo de flamenco. Estos aportan muchísima riqueza musical y tienen un valor irremplazable. Es por ello que en “Creciente” he querido dar espacios a estas disciplinas en solitario además de su papel como elemento acompañante del baile. 

 —El flamenco ha sido declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, ¿cuál es el palo que más te gusta?

—Al ser el flamenco un arte en el que las emociones y sentimientos siempre están a flor de piel, es muy difícil elegir uno concreto, ya que depende mucho del contexto. No todos los días nos sentimos del mismo modo, por lo que hay veces que me apetece bailar más un palo, un ritmo más que otro. Es cierto que ahora mismo me siento muy identificada con el baile por soleás y tarantos como palos más solemnes, y las alegrías como palo más juvenil y alegre. Es por eso que estos palos están representados en “Creciente”.

—¿Quiénes son tus referentes en el flamenco, tus espejos/ídolos?

— Son muchos los referentes que he tenido a lo largo de mi carrera. Podría citar infinidad de artistas con los que siempre me he sentido muy identificada. De los maestros más antiguos tengo que mencionar a Milagros Mengíbar, de la cual he tenido la suerte de aprender durante muchos años y con la que mantengo una bonita amistad actualmente. De las generaciones más actuales destacaría a Lucía Álvarez ‘’La Piñona’’, Luisa Palicio, Paula Comitre y a la chilena Florencia Oz.

 —¿Hay algún guiño en la gira/show a las culturas bolivianas y su riqueza de folklore?

—La riqueza folclórica de mi país siempre ha estado muy presente en mi ser como artista. Es por ello que es muy difícil crear desprendiéndose de las raíces que me representan como persona y bailaora. Así, estas siempre salen a flote en mi baile aunque no sea de una manera explícita. Creciente, como no podía ser de otro modo, será partícipe de ello.

 —Has llevado tu espectáculo de flamenco por países como Canadá, ¿qué será diferente actuar en La Paz, Sucre y Santa Cruz?

—Bailar en el país que me vio nacer y crecer siempre es diferente a bailar en cualquier otro sitio. Llevo mucho tiempo sin bailar en mi tierra, por ello hacerlo con mi primer espectáculo lo hace extremadamente especial y emocionante. Además, me ilusiona mucho bailar para gente que me ha visto bailar desde muy pequeñita y me ha apoyado durante todo el camino, particularmente mi familia.

 —¿Dónde te ves dentro de 20 años?

—Dentro de veinte años me veo trabajando por todos aquellos sueños que aún me quedarán por cumplir, y bailando con las mismas ganas que hasta ahora he tenido. El baile me hace feliz y solo deseo que siga siendo mi forma de vivir y sentir, que sea un camino y una razón de ser. Con trabajo y constancia todo es posible. Sigo pensando que Sevilla será mi casa pero me gustaría seguir incentivando el amor por el flamenco en mi país, Bolivia, al que prometo volver pronto con nuevas propuestas y mucho flamenco.

Texto: Ricardo Bajo H.

Fotos: José Montes y Sandra Boulanger

Temas Relacionados

Mario Conde ¿Y la exposición?

El artista paceño presenta la exposición ‘Opera Summa’ en la galería Altamira de La Paz

Por Ariel Mustafá R

/ 1 de septiembre de 2024 / 06:17

Una parte fundamental del mundo de las artes plásticas es la publicación de libros que acompañen la producción creativa de los artistas. Huelgan los ejemplos de todos los museos del mundo y las grandes editoriales dedicadas casi exclusivamente a este fin. Nuestro país no es ajeno a ello, aunque a decir verdad la producción editorial vinculada a las artes plásticas es altamente limitada. Son contadas las publicaciones referenciales de arte en Bolivia, este motivo nos llevó, el año 2020, a publicar el libro Arte contemporáneo en Bolivia.

Sin embargo, la publicación de obras monográficas tiene una producción más intensa. Tal es así que de autores como Raúl Lara, Alfredo La Placa, Enrique Arnal, María Luis Pacheco, María Esther Ballivián, por citar algunos, hay libros publicados en los que se da a conocer al

artista y a su obra. Un común denominador entre todos ellos es que normalmente se realiza de artistas que ya no están entre nosotros. Esto tiene algunas explicaciones válidas, pero creemos que no debería ser necesariamente una norma. Por ello, en pocos días presentaremos el libro monográfico de un artista vivo, probablemente el artista en activo más importante de este momento en el país, nos referimos al maestro Mario Conde Cruz.

Trabajando en una sola técnica: la acuarela, Mario Conde despliega en técnica y contenido una maravillosa propuesta que despierta la admiración tanto en los grupos que defienden como en los que defenestran el arte moderno. Con un trabajo realista y surrealista al mismo tiempo, y su pensamiento anarquista con obras cargadas de ironía y sabiduría hacen sorna de la política —independientemente de la ideología— los manierismos del folclore, las instituciones sociales y su devenir en nuestro tiempo.

Dueño de un gran sentido del humor, su influencia entre los artistas, tanto nóveles como con trayectoria, es innegable y todos lo consideran un Maestro en el campo de las artes; pues en estos tiempos de cambios en las premisas del arte y con artistas conceptuales que pugnan por ganar protagonismo en las esferas del movimiento artístico con instalaciones, performances y propuestas innovadoras, la presencia de Conde y la admiración que se le profesa lo convierten en la bisagra que une el arte moderno con el arte contemporáneo.

Son tantos los motivos que justifican la publicación de este libro, que utilizamos este espacio dedicado a su exposición para promoverlo.

Por cierto, ¿y la exposición?, fantástica, como siempre. Irreverente, desafiante, provocadora. Opera Summa se exhibirá hasta en la galería Altamira (calle José María Zalles Nº834 – bloque M-4, San Miguel).

Mario Conde: maestro acuarelero.

También puede leer: Ramiro Blacut: Tirando paredes con Müller y Beckenbauer

Perfil

Mario Conde Cruz  nació en La Paz, en 1956, ciudad en la que reside. Estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes Hernando Siles, institución que actualmente lo cobija como docente, donde obtuvo la especialidad en pintura y grabado, decantándose por la acuarela. Es considerado un gran maestro en esta especialidad. Comenzó exponiendo sus obrasa en la plaza Humboldt de la ciudad de La Paz.

Texto: Ariel Mustafá R.

Fotos: Mario Conde

Temas Relacionados

Comparte y opina:

El Ring de las maravillas

La obra dirigida por Jorge Calero es una de las elegidas por el XXXIII Premio Nacional de Teatro Peter Travesí Canedo

Por Camilo Gil Ostria

/ 1 de septiembre de 2024 / 06:09

La tercera semana de agosto la ciudad se llenó de arte: de danza, de teatro, de estrenos. La Paz vuelve a tener cierta movida cultural que alegra incluso en tiempos de crisis. ¡Qué nacionalistas anti-coloniales, se guardaron sus obras para agosto, el mes patrio!

En ese contexto, El Ring de las Maravillas —una de las piezas elegidas para presentarse en el XXXIII Premio Nacional de Teatro Peter Travesí Canedo— es quizás el mejor estreno de este 2024. La obra, brillantemente protagonizada por Ale Quiroz y Cintia Cortez, bajo la dirección de Jorge Calero, cuenta un futuro distópico, donde el teatro ha dejado de existir más que bajo la forma del Cachascán, el falso enfrentamiento de cholitas que, en medio, montan entremeses de Cervantes. La autoría (ficcional) de la obra la toma una tal Marianella, clon de Raúl Salmón, autor que hoy debe estar feliz de ser recordado con tanto tino.

La estructura de la obra es la del fragmento y la de la espiralidad, pues este futuro solo puede imaginarse como recordando el pasado, como algo ya vivido: esto que parece metáfora, en la obra es muy concreto, ya que se clonan a nuestros grandes escritores del siglo XX para que vuelvan a hacer de las suyas en el futuro. Pero el gran secreto de esta obra es que cada palabra habla solamente del presente, este gran nudo de tiempos que fueron, que podrían haber sido y que podría ser. El ring de las maravillas, entonces, se torna crítico y aunque muchos de los textos podrían tomarse como “políticamente incorrectos”, salen desde la confusión ante este, nuestro tiempo, que como el mestizo —esos seres fragmentados que somos, hijos de miles y todos al mismo tiempo y que por eso parecemos condenados a la insatisfacción (algo así ya se había dicho en La Chaskañawi, citada en la obra)—, es mezcla de mil verdades y mentiras.

En ese camino, la obra toma como centro y eje la figura de la chola: “¿es ético que yo, que en la vida real no visto pollera, lo haga en el teatro?”, se pregunta (más o menos) Alejandra. ¿Lo hace por anti-imperialista, por anti-colonial (porque es más fácil ser anti que con) o por ganar algún fondo estatal o municipal?, como ella misma señala. No lo sabemos, un poco de todo, y todas las modas de las Barbies al puente de plata que podríamos haber hecho de aquí a España serán puestas en la mesa de operaciones. Y es que ante las obras de nuestro tiempo, muchas parecen caer en el indigenismo y otros ismos por ganarse un fondo. El humor de la obra se ríe de esto con valentía, pero no se olvida tampoco reírse de sí misma y de lo mal armados que estos fragmentos estarían.

También puede leer: Lak’a Uta, 10 años de un huerto orgánico que empezó con un ‘no se puede’

Y es que hay varios pedazos que juegan a lo onírico, pero no por ello pierden la belleza estética y conceptual de la obra. Por ejemplo, hay un muerto en ring: entra con máscara de moreno y saco de cascabeles, mientras una de ellas cuenta su historia: la de la sangre que chorreaba. El muerto mira nomás, se mueve al son lento del moreno, sin bailar, pero su historia nos hace bailar a nosotros, los espectadores, que, confundidos, nos vemos obligados a entrar al campo de la interpretación. ¿Será el moreno metáfora de lo masculino que no existe en este futuro donde la clon de Cervantes o de Salmón nacen mujeres? ¿Será este un recordatorio de que aunque todo es ficción, la ficción habla sobre lo Real, sobre Tanatos?

Cargada de mil sentidos y de mil vacíos, varios señalados por la propia obra (como la duda de si la República de Santa Cruz seguirá siendo parte de “lo que queda de Bolivia”); cargada de mil referencias al mundo literario y teatral, a las grandes mujeres de pollera o sin pollera, o de ese dios de la comedia que se pone pollera quién sabe por qué….

La obra enfrenta con cabalidad grandes desafíos y las dos actrices, como buenas cholitas luchadoras, salen ilesas y dejan al público queriendo mucho más. No puedo evitar pensar que, si Raúl Salmón estaría hoy vivo, concordaría con que esta es la mejor versión de Hijo de chola de los últimos años, la precisa para nuestro tiempo, y estaría orgulloso de estas sus clones que, pasando con habilidad de un tono cómico a un tono melancólico, recordaron tan bien nuestro futuro…

Hubo muchos estrenos en agosto. ¡Que nos dure y que seamos todos del Grupo de terrorismo para que vuelva (se mantenga, no se vaya) el teatro!

P.S. Me sueño que la obra se vuelve performance anarquista: se presenta en oficinas estatales donde la Ale Quiroz, disfrazada en Infierno Verde, hace volar escritorios y funcionarios mientras les grita con amor sus verdades. La Cintia, disfrazada de la virgen o el ángel o como se llame, la espera en un auto ultramoderno para hacerse bola de los policías que, tan flojos (ya sea en el 2024 o el 2064), apenas las persiguen entre amenazas…

Taller de crítica teatral en el Festival Bertolt Brecht

El XXVI Festival de Teatro Bertolt Brecht de Cochabamba presentará su “Tercer Taller del Ciclo de Talleres”. La primera parte estará dedicada a la Crítica de Teatro, dictado por Xavier Jordán del 2 al 6 de septiembre. La segunda parte, El crítico/espectador ante la obra, estará dictada por Camilo Gil Ostria del 9 al 13 de septiembre. Ambos se realizarán vía zoom.

El taller de Gil Ostria, autor de la crítica de estas páginas, ofrecerá un “Ejercicio de análisis conjunto de Princesas”, como explica: “Esto será un taller, justamente, porque implicará partir del vacío juntos: aceptar que para hacer crítica no existe un solo método o receta.

Para ello, es necesario alejarnos de nociones como la ‘crítica constructiva’ o la mera opinión, ambas meras simplificaciones históricas. Juntos, entonces, puliremos la escritura estructurada y nos acercaremos al ejercicio de análisis sin que nadie ocupe el lugar único de la Verdad. Para ello, dos textos serán nuestros provocadores: Princesas (obra dramática y montaje escénico de El Masticadero) y Mitologías (el libro de 1957 de Roland Barthes, donde el escritor analiza mitos que, como en la obra de Eid, son lugares comunes de una sociedad). Así, balanceándonos ante al abismo, como críticos/espectadores viviremos la experiencia única e irrepetible de escribir sobre un hecho escénico”.

Consultas al 67413473.

Inscripciones: https://forms.gle/ExEUFA6uebKkFwh4A.

Texto y fotos: Camilo Gil Ostria

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Ayo Di: ‘muchas veces la música es la única compañera’

El músico boliviano lanzó en plataformas ‘Ni rebajándome te alcanzó’, el primer sencillo de su nueva producción

Por Miguel Vargas

/ 1 de septiembre de 2024 / 06:06

Ni rebajándome te alcanzó es el primer sencillo que el músico Ayo Di sacó en las plataformas digitales a manera de presentación de su uevo materail. Se trata de una invitación a dejar atrás las lágrimas y abrazar el amor propio.

— Vivió y trabajó como DJ durante cinco años en China, ¿cómo ha influido esto en su vida y su música actual?

— Mi tiempo en China marca en mi vida un antes y un después. La cultura tan distinta y la mezcla de estilos a los que me expuse me ayudaron a abrir la mente y ampliar mi creatividad. Desde la electrónica underground con la que trabajaba en clubs hasta la música que escuchaba en la calle me ayudaron a tener un mayor repertorio de ritmos y sonidos. Cada evento y ciudad dejó una huella que influenció en mi estilo y mi música.

—¿Qué es la música para usted?

—La música es mi lenguaje más puro, mi manera de hablar sin filtros y de transmitir emociones que a veces ni las palabras alcanzan a expresar. Además, es una forma de acompañar a las personas con algún sentimiento o situación, la música es una herramienta poderosa para conectar con los demás y una forma de sanación personal. A mí no me gusta hacer música feliz, porque cuando estás feliz, ya estás lo suficientemente acompañado y cualquier canción o cualquier letra puede sacarte más sonrisas. Pero cuando estás triste es cuando más solo te sientes. Muchas veces la música es tu única compañía, y es en ese estado de tristeza cuando más atención se pone al mensaje. Es a esos momentos a los que me gusta dirigirme, entregando un mensaje que pueda ayudar o letras que resuenen con la situación que la gente está pasando.

—¿Cuál ha sido el proceso de Historias de desamor 1?

—Historias de desamor 1 nació en un momento en que necesitaba canalizar ciertas emociones intensas y complejas. Cada canción del EP fue compuesta y producida en momentos de mucha reflexión, donde la necesidad de crecimiento personal estaba muy presente, y sin querer, terminó siendo un proceso bastante terapéutico. Es un viaje que va desde la tristeza hasta el empoderamiento, cada track está conectado con el desamor, la superación y el amor propio, pero cada uno cuenta una historia diferente y con su propio mensaje.

—¿Cómo surge este primer sencillo?

—Ni rebajándome te alcanzó surge de la idea de que, a veces, ni siquiera rebajando nuestros estándares una persona puede ser suficiente y el problema más grande es que esa persona quiere tratarte como si el insuficiente fueras tú. Quería crear un himno para aquellos que deciden no conformarse, para quienes conocen su valor. Es una canción que te invita a ver una ruptura de diferente forma, a dejar los lamentos y abrazar el amor propio para salir de ese hoyo, porque considero que es la única forma de superar un corazón roto, darte cuenta que mereces más. Escuché muchas veces a mis amigas, una vez superado el ex, decir “¿cómo me fijé en él?”, “Estaba ciega”, “mi momento más humilde” y es porque al fin se dieron cuenta de que son mucho para esa persona, es ahí cuando el ex queda superado, esa es la esencia de esta canción.

— ¿Alguna experiencia personal?

— Es imposible no plasmar en mi música lo que vivo, pienso y siento. Este track tiene algunas frases inspiradas en una relación que me hizo olvidar quién era, pero también me ayudo a ser alguien aún mejor y a saber lo que sí y no merezco. No solamente una ruptura, pero cada evento trágico es una oportunidad para crecer como persona y en el caso de una ruptura, el objetivo debería ser mejorarse a tal punto que dejes a tu ex atrás y estar consciente que esa persona ya no tiene lo necesario para estar a tu lado, por eso la parte de la letra que dice “Ahora obsérvame de lejos, de cerca ya no me mereces” es tan poderosa.

También puede leer: La Torre de Pizza: Tres años de sabores napolitanos

Texto: Miguel Vargas

Fotos: Ayo Di

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Adulterio

Un análisis de la trilogía literaria conformada por ‘La Regenta’ de Leopoldo Alas, ‘Anna Karenina’ de León Tolstoi y ‘Madamme Bobary’ de Gustav Flaubert

Por Christian J. Kanahuaty

/ 1 de septiembre de 2024 / 05:58

La trilogía del adulterio está compuesta por La Regenta de Leopoldo Alas, Anna Karenina de León Tolstoi y Madamme Bobary de Gustav Flaubert. Las tres son novelas de larga extensión, en las que dan cuenta de un mundo. Sólo en un caso se utiliza un nombre de ficción para referirse a la realidad. Alas nombra Vetusta a la ciudad donde se desarrollan los acontecimientos, pero se sabe que el lugar que tuvo en mente a la hora de escribir su gran novela fue Oviedo. Dos de las protagonistas comparten el mismo nombre para la protagonista (Anna).

Las tres hacen de los personajes masculinos que son engañados, seres mezquinos, mediocres en sus oficios y con ínfulas de grandeza. Son fácilmente detestados por el lector e incluso se llega a sentir un poco de lástima por ellos. Pero son ellas las verdaderas constructoras del mundo, porque bajo sus deseos cubiertos y visibles, logran al mismo tiempo, describir, analizar y explorar su tiempo y sus circunstancias.

Gustave Flaubert Ruan (Francia), 12 de diciembre de 1821- Croisset (Francia), 8 de mayo de 1880
Gustave Flaubert Ruan (Francia), 12 de diciembre de 1821- Croisset (Francia), 8 de mayo de 1880

Las ciudades que nos presentan sufren transformaciones sociales y políticas (La Regenta), económicas y desarrollistas (Anna Karenina) y políticas además de científicas (Madamme Bobary). Es conocido el pasaje de los comicios agrícolas de la novela de Flaubert gracias, sobre todo a La orgía perpetua, el ensayo que Mario Vargas Llosa dedicara en su día a la novela que para él lo cambió todo. Y es que en la novela el mundo de la política y sus respuestas frente a la expansión imperial y la demanda de democracia es fantasmal. Su presencia, más que verse, se intuye. Y se presenta en menor medida que en La educación sentimental, donde lo político es el eje sobre el cual se desarrollan sus dos hilos argumentales. En Madamme Bobary, en lugar de ser la política y lo político el centro del debate, se presenta el de la ciencia. Con los avances en medicina inicia la novela y aunque el autor se demora más de una quinta parte del libro en presentar este acontecimiento lo hace con la única finalidad de describir con todo detalle a Charles Bobary, marido de Emma.

Es él quien no puede ser más que un mediocre medico de provincias, y no logra entender los avances de la ciencia y las transformaciones en el orden de la medicina, tratamientos y cirugías. Se resiste a pesar de su juventud en ingresar a la modernidad.

También puede leer: La Audacia

Por su parte, el mundo militar es de nuevo explorado en la novela de Tolstoi, pero su visión no es tan exhaustiva como en La guerra y la paz, porque los militares aquí son aquellos personajes de carácter y no de destino, que sirven para exponer las reformas políticas y agrícolas que afronta Rusia. La reforma sobre la tenencia, arriendo y uso de la tierra sirven como contrapunto a la intriga de celos, romance y ambición que cubre la vida de Anna Karenina.

En clave de sociología del desarrollo la novela se podría leer como una obra de ficción en la que se ponen ideas que luego serán desarrolladas por Maurice Godelier y Karl Polanyi. Pero, esos debates no le restan fuerza a la novela, hacen, al contrario, un universo más rico intelectual y emocionalmente justificado, porque al leer los debates políticos, económicos, entendemos las motivaciones de los personajes y cómo las fuerzas conservadoras de los ricos sobre los pobres se hacen presentes. Así descubrimos que la protagonista de Tolstoi está motivada por el deseo, por la pasión y por cierto sentido altruista y revolucionario, intentando encontrar razones para que el mundo y la distribución de la riqueza sean diferentes.

Y es aquí cuando La Regenta, Ana Osores, es importante. Primero porque también ella está inconforme con el mundo que le ha tocado por suerte. El mundo de la restauración de la España del siglo XIX. Un tiempo en el que las costumbres, la moral y la identidad estaban marcadas tanto por la riqueza como por el apego a la doctrina católica.

Ana Osores no piensa sino en un modo de entender su mundo repleto de contradicciones, intrigas y apariencias. Está asqueada de ese mundo y pretende romperlo, pero no tiene el poder político para hacerlo, así que instintivamente encuentra que el amor fuera del matrimonio le abre nuevas esperanzas sobre un mundo que resulta más grande y provechoso que el de su ciudad. Este es el debate. No es que el adulterio suceda por las bajas pasiones, sucede porque en principio hay una seducción por el descubrimiento de algo más que aquello que se presenta de manera natural ante los ojos de la protagonista y ese algo más se encarna en dos hombres. Uno rico y viajero que pretende establecer una nueva forma de hacer las cosas y otro, anclado en la figura del magistral. Pero es la contundencia moral y sus dudas y miedos sobre sus propios deseos que hace del magistral el antagonista perfecto. Ambos serán la pareja sobre la cual Alas deposita lo bueno y lo malo, lo antiguo y lo nuevo, lo conservador y lo revolucionario, lo terrenal y lo celestial del mundo que habitan y del cual, cada uno a su manera desean dejar.

Las tres novelas muestran facetas distintas del mundo y del alma humana. Las pasiones no son los únicos motivos para ejercer el adulterio, pero él se presenta como insustituible ante la mirada de propios y extraños.

Las tres protagonistas no son mujeres de su tiempo, son de alguna manera precursoras del porvenir. Por ello, las tres tienen a lo largo de las novelas varias escenas en las que las encontramos leyendo. Se podría decir que mientras los hombres hacen la guerra y se dejan corroer por las intrigas, ellas leen. Leen, en principio, por aburrimiento. Pero luego, por conocer a través de la lectura, un poco mejor los temas sobre los cuales hablan los hombres. Y también leen porque encuentran que es la única manera de conversar intelectualmente con alguien que no les pide que guarden silencio y se dediquen mejor a los besos y al amor.

Otra novela sobre el adulterio que reclama en el acto de lectura un acompañamiento de la pasión. Pasión desmedida y que no guarda silencio es La letra escarlata. Quizá porque es una novela donde los libros y la lectura tienen sentido dado que se tratan de los soportes con los cuales se construirá el nuevo mundo. La novela de Nathaniel Howthorne sirve de contrapunto a las tres anteriores. Primero porque el puritanismo como perspectiva moral no impide que los personajes de la novela salten de las páginas y se los encuentre con más vida que los demás personajes. Además, Hester Prynne (la protagonista) no está narrada desde el punto de vista de un narrador omnisciente que lo conoce todo, sino que está contada por su propia hija. La novela por eso se da el lujo de dudar e ir a tientas en el descubrimiento de la infidelidad y no es tan enfática en algunas apreciaciones. La letra escarlata contiene además por su brevedad frente a las otras tres, rasgos que la hacen más veloz. Las descripciones son medidas y referidas al mundo que se descubre mientras se desarrolla la pasión. En La letra escarlata asistimos a otro tipo de castigo por la infidelidad: el estigma. La letra A que se borda para ser llevada siempre en el pecho.

Texto: Christian J. Kanahuaty

Fotos: Internet

Temas Relacionados

Comparte y opina:

La Trampa

La más reciente película del director M. Night Shyamalan propone giros de guion que no terminan de concretarse

Por Pedro Susz K.

/ 1 de septiembre de 2024 / 05:50

Veinticinco años ha, el estreno, en 1999, de El sexto sentido, tercer largometraje del director M. Night Shyamalan, de origen hindú afincado desde muy joven en los Estados Unidos, se convirtió en un resonante éxito de público y crítica apuntalado por las seis nominaciones a los premios Oscar a que se hizo acreedor, incluyendo los de mejor dirección y mejor guion. Parte de los comentarios afirmó que había entrado en escena quien tomaría la posta del maestro del género de suspenso, Alfred Hitchcock. Y otra parte creyó identificar al mejor émulo de Steven Spielberg, con serias posibilidades de superarlo pronto.

Dicho sea de paso, en efecto ambas figuras han sido los referentes preferidos de Shyamalan, que a sus ocho años pidió a sus padres regalarle una cámara de Super 8 milímetros afanado en querer seguir los pasos de Spielberg, y con la cual hizo más de medio centenar de películas caseras.

Sus siguientes realizaciones —El protegido, que llegó a las pantallas el 2000, y Señales puesta a consideración de los espectadores el 2002— fueron asimismo muy bien acogidas, aun cuando algunas recensiones ya detectaron ciertas dubitaciones en la construcción de las historias abordadas, flaquezas hasta cierto punto disimuladas por el desenvuelto estilo de puesta en imagen y por el atrevimiento del realizador en los giros argumentales, ajenos por entero a las fórmulas usuales del cine comercial, tanto así que aquellos trabajos fueron tildados de ejemplos del cine independiente, que por entonces afrontaba una seria crisis en la imposibilidad de competir con los productos de multimillonarios presupuestos que plagaban las salas, desalentando a quienes aspiraban a continuar haciendo del cine un medio de expresión personal y una ventana abierta a la exploración de los conflictos humanos y de un mundo cada vez en mayor medida complejo.

El hecho es que de pronto los próximos eslabones de la filmografía de Shyamalan aguaron todas las expectativas iniciales, semejando hechuras por encargo de una industria voraz, al punto de dejar en la banquina a quienes no se someten a sus patrones focalizados exclusivamente en los números de la taquilla.

El prolongado bache en la carrera del director, quien figuró varias veces como candidato a los premios Razzie, o anti-Oscar creados en 1980 por el crítico y escritor de cine John Wilson para elegir la peor película del año, sin haber dejado tampoco de merecer una campaña que sumaba votos para devolver a Shyamalan al curso básico de una escuela de cine, pareció haber llegado a su fin el 2016 con Múltiple o Fragmentado una bizarra pero interesante película a propósito de Kevin, hombre con 23 personalidades distintas el cual mantiene secuestradas en el sótano de su casa a tres chicas jóvenes en un claustrofóbico relato lleno de sorpresas y sobresaltos gracias a los giros del guion, elaborado por el propio director, quien aparece asimismo como actor en varios momentos sin pronunciar palabra, copiando, a modo de homenaje, similares cameos recurridos en su tiempo por Hitchcok precisamente, ingrediente que, a su vez, Shyamalan ha utilizado en todas sus películas.

Pero La trampa, el más reciente trabajo del director que nos ocupa, permite evidenciar cuán circunstancial fue ese paréntesis en la pérdida de brújula de un cineasta con buenas ideas y franco atrevimiento para poner sobre el tapete los lugares comunes, de fondo y forma, constatables en el penoso estancamiento de la industria cinematográfica enfangada en la monótona reiteración. Tales potencialidades de Shyamalan colisionan, sin embargo, con su terco extravío en el laberinto de su egolátrica autovaloración como autor, impidiéndole encontrar el modo de articular las ideas y la irreverencia en relatos consistentes, fórmula, queda claro, que no supo aprender de los dos referentes cuya senda quiso seguir.

En compañía de Riley, su hija de 12 años, el bombero Cooper asiste a cierto espectáculo de música pop en un gigantesco estadio atiborrado de público, mayormente adolescente, magnetizado hasta el delirio por las interpretaciones de Lady Raven, estrella de moda con un estilo muy semejante al de Taylor Swift, interpretada por Shaleka Shyamalan, la hija mayor del director, quien, en la vida real es cantante de cierta notoriedad, dato imprescindible para descifrar la verdadera intención del film, según veremos más adelante.

Volvamos empero a la trama. Fingiendo estar también ensimismado en la música, en realidad Cooper se muestra inquieto. Ocurre que antes de comenzar el show y desde su ingreso al lugar le llamó la atención la presencia de cientos de policías y agentes del FBI fuertemente armados. Consiguió empero develar muy pronto el porqué de tal despliegue cuando un locuaz vendedor de camisetas le comentó que todo era una trampa montada para aprehender a un peligroso asesino serial, con 12 homicidios en su haber. Y como el amoroso papá Cooper, enseguida caemos en cuenta, es el asesino en cuestión, conocido como El Carnicero, nos hacemos cómplices de las argucias que va tramando y la película va develando, para zafar de la celada y llevar a buen resguardo a la pequeña y tierna Riley, entretanto simula atender al detalle cuanto ocurre sobre el escenario.

Valga recordar. El que la platea sea puesta al tanto de pistas desconocidas por los personajes que acompañan o confrontan al pérfido personaje central, en tanto eventuales víctimas de este, fue uno de los recursos narrativos usuales, denominado Mcguffin, en los films de Hitchcock a fin de sostener la intriga y escalar la tensión haciendo que el espectador no deje de preguntarse cómo reaccionarán aquellos en el intento de salvar su pellejo ante las demenciales maquinaciones del antagonista de turno.

En todo caso la mencionada soltura del director para sorprender con inesperadas inflexiones del desarrollo dramático, manteniendo así el suspenso, hace inicialmente un tanto llevadera la cosa. Entretanto la historia de La trampa transcurre en el estadio y no obstante la inverosimilitud sustancial de la trama y la demasiado evidente caricaturesca personificación de los agentes del orden pintados como un gran pelotón de lelos reclutados, se podría pensar, por haber aprobado su examen de incompetencia y, por ende, asimismo adivinamos muy pronto, no podrán cumplir con su misión.

No obstante la endeblez del guion, escrito por el propio Shyamalan, en esa mitad inicial el interés se mantiene a flote, pero naufraga no bien cambia de escenario, convirtiendo la segunda parte de la película, ambientada en el seno de la familia de Cooper y focalizada en la doble personalidad de este, en una intragable sucesión de anécdotas sin ton ni son, a menudo lindantes con la absoluta estupidez. Es entonces cuando queda en evidencia el caprichoso propósito último de la película: servir de una suerte de largo y caro spot promocional de la hija del director, a fin de darle definitivo impulso a su carrera musical.

El primordial, casi exclusivo, amén de insuficiente, soporte de La trampa termina siendo la esforzada interpretación, en el papel de Cooper, de Josh Hartnett, quien volvió a los primeros planos en Oppenheimer luego de años negándose a ser parte utilizado por las empresas del mainstream. Sin embargo, resulta patente que ni el guion ni la dirección encuentran la manera de aprovechar a cabalidad el esfuerzo del protagonista para entregar un creíble sujeto afectado del trastorno de identidad disociativo, que aparenta ser un padre y esposo ejemplar entretanto forcejea con el monstruo sociópata que asimismo lleva en su interior. Tratándose de un thriller de suspenso la tensión del relato viene a ser insuficiente, por no decir inexistente.

También puede leer: Miedo. Muerte. Memoria

La decisión de Shyamalan focalizando el grueso de la señalada segunda mitad del metraje en el personaje de Lady Raven, en sintonía con las descaradas intenciones de padrinazgo paternal, antes referidas, acaba fragilizando al máximo la contextura del relato. No aporta gran cosa la fotografía de Sayombhu Mukdeeprom, que ya en el tramo de la historia dentro del estadio privilegia inexplicablemente las tomas de las gigantescas pantallas colocadas alrededor del escenario donde Lady Raven canta en lugar de incidir en las maniobras de Cooper para fugar de sus fallidos captores. Y tampoco el insípido montaje de Preiswerk contribuye a enrarecer la atmósfera. Si es correcto el aprovechamiento del sonido para describir la envolvente euforia colectiva, lindante con la histeria, propia de los espectáculos de música pop.       

Por lo demás la descaminada idea de utilizar un film de suspenso como pretexto para promocionar a una cantante, entreverando dos hilos argumentales incompatibles en el fondo, queda patentizado en los pedestres diálogos y en los inconsistentes, cuanto superfluos, toques de humor encajados a la fuerza en la que en definitiva vendría a ser uno de los peores trabajos, entre los varios desorejados emprendimientos de quien en su momento, vuelvo al principio, aparentaba ser uno de los futuros renovadores de aquel cine perdido y añorado cuando dirigir una película representaba una tarea muy distinta a la de tan solo fabricar cualquier producto destinado a terminar pronto en el  basurero merced a la obsolescencia incorporada.

Texto: Pedro Susz K.

Fotos: Internet

Temas Relacionados

Comparte y opina: