Milena tiene duende
Imagen: José Montes y Sandra Boulanger yJerez Puro
Imagen: José Montes y Sandra Boulanger yJerez Puro
El espectáculo ‘Creciente’ de puro flamenco (con bailaora paceña, guitarrista y dos cantaores de lujo) llega directamente de Sevilla a La Paz
Una muchacha paceña descubrió el flamenco y cayó embrujada. Se fue a Sevilla y apareció el tablao, el sarao, la fiesta. Entonces descubrió que cuando bailaba afloraban sus sentimientos más profundos. Era el poder de las palmas, los taconeos y las castañuelas, la guitarra y los quejíos del alma. Aquella muchacha había logrado entrar a través de un proceso de introspección íntima en el mundo del flamenco. Hoy muchos años después regresa a Bolivia esa paceña, Milena Tejada, nieta de otra artista, Graciela Rodo Boulanger. Y regresa con un espectáculo de flamenco puro, directamente de los tablaos sevillanos del barrio de Triana a La Paz (viernes 15, Teatro Doña Albina de Sopocachi; sábado 16, Teatro Nuna de la zona sur en programación doble; y martes 19, Teatro Grito).
Es —quizás— la primera gira por Bolivia de un espectáculo flamenco procedente de Sevilla, con artistas jóvenes de trayectorias ya destacadas. Es Creciente, un “show” diferente. Milena Tejada Boulanger es una convencida de que las danzas bolivianas, al igual que el baile flamenco, son un ejemplo de naturalidad, riqueza y libertad emocional. Son las “alegrías” de Milena, una boliviana que siente y transmite el “duende” como nadie, como ninguna.
—¿Cómo nace tu sueño de ser bailaora de tablao flamenco?
—Desde muy pequeña sueño con bailar profesionalmente. Así, a muy temprana edad comencé a tomar clases de ballet y jazz en el CAP. Más adelante, en torno a los 10 años de edad, llegó el flamenco. Me fascinó. En un primer momento no entendía muy bien cómo funcionan sus códigos, sus ritmos, sus palos… pero supe que era exactamente la música que más caracterizaba mi forma de sentir la danza. Desde entonces me dediqué plenamente a estudiar el baile flamenco. A esa edad, y siendo de Bolivia, un lugar tan apartado del epicentro de la música flamenca, ya puedes imaginar la falta de conocimientos que tenía sobre la materia. Desconocía hasta la existencia de los tablaos.
No fue hasta los 15 años, cuando viajé a Sevilla por primera vez, que empecé a vislumbrar la complejidad e inmensidad del mundo flamenco. Asistí a clases, espectáculos y tablaos y se despertó en mí una increíble motivación e ilusión de querer ser parte de este mundo. Así nació este increíble sueño que persigo sin cesar desde entonces.
—¿Qué te llamó la atención la primera vez y qué te sigue embrujando?
—Lo que más me sorprendió y embrujó del arte flamenco fue su capacidad de transmisión. Es una música capaz de expresar todos nuestros sentimientos de una manera tan humana y tan natural… Incluso pude comprobar como el baile flamenco era la vía perfecta para descubrir mis sentimientos más profundos, que conseguía destapar a través de un profundo trabajo de introspección.
A medida que han ido aumentando mis conocimientos, he descubierto más aspectos que han atraído mi atención como la guitarra y el cante. Además, al subirme al escenario de una manera más continua sigo experimentando la adrenalina y satisfacción que se genera en mí cada vez que bailo, algo que me sigue embrujando aún más todos los días.
—¿Puede una boliviana/paceña transmitir lo que los puristas/flamencos llaman duende, ese encanto misterioso/inefable, esa gracia?
—Sí, aunque muchos creen que la transmisión del “duende” es algo puramente español, yo entiendo el duende como algo personal, como una sensación compartida y a la vez subjetiva. Es un concepto complicado. Por ejemplo, puede que estemos todos en el mismo teatro, viendo a los mismos artistas, y algunos en el público sentirán el duende y otros no. Federico García Lorca decía: “el duende […] sube por dentro desde la planta de los pies, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto”.
Así puedo decir que no es una cuestión de nacionalidad, de orígenes; es una cuestión de sensibilidad, parte fundamental de cualquier artista de cualquier disciplina. Lograr alcanzarlo depende de numerosos factores, pero el más importante es el mostrarte en el escenario tal y cómo eres, con tu identidad. A esto se unen otros elementos externos a uno mismo, que ayudan a que este pueda ser alcanzado: luces, sonido, silencio…
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—Con 15 años llegaste a la Fundación Cristina Heeren de Sevilla, ¿qué viste/sentiste para darte cuenta que aquello iba a marcar tu vida?
—Llegué a Sevilla para un curso intensivo de verano en la Fundación Cristina Heeren. Este curso significaba jornadas de seis horas de clases teóricas y prácticas durante un mes completo. Eran agotadoras, pero cambiaron mi forma de ver el flamenco. Todos esos conceptos y conocimientos que nos transmitían calaban en mí de tal manera que cada vez sentía la necesidad de aprender más y de ser mejor. Así, poco a poco, nació en mí este deseo de dedicarme a tiempo completo a este arte y de superarme cada día, con unas ganas insaciables por alcanzar algún día el mismo nivel que aquellos que siempre han sido mis referentes. Así, sigo enamorada de este arte y de esta disciplina que marcan las pautas de mi vida diaria.
—¿Dudaste en algún momento poder llegar a actuar profesionalmente en un tablao como lo haces ahora en Sevilla, Andalucía?
—Sí, muchas veces. Como anteriormente hemos comentado, el flamenco está lleno de tópicos y estereotipos muy significativos, como la nacionalidad. Es muy común la idea de que los extranjeros no podremos hacer flamenco de una manera profesional como los propios españoles. Este hecho muchas veces se ha traducido en miedos y dudas de poder alcanzar estos sueños, no pudiendo evitar mis propias comparaciones con compañeras españolas a las que se le brindan otro tipo de oportunidades por el simple hecho de no ser extranjeras.
Aun así, la disciplina, la confianza y el trabajo duro han conseguido superar estas dudas y perseguir mis sueños hasta el final. Me siento muy afortunada de todas las oportunidades que día a día se brindan ante mí.
—¿Se sorprenden en un barrio tan legendario y flamenco como Triana en Sevilla que la “bailaora” no sea ni gitana ni andaluza ni siquiera española sino una paceña de Bolivia?
—La mayoría de las veces, sí. El público que asiste normalmente al tablao es un público extranjero que busca la experiencia de lo andaluz, de lo típicamente español. Por lo cual, sorprende que busquen esas sensaciones a través de una artista que no es ni andaluza ni gitana, sino boliviana, en mi caso. Aun así, estas normas están cada vez menos presentes en el mundo profesional. La gran mayoría de mis compañeros y artistas flamencos obvian estos aspectos y se ha instaurado un flamenco más abierto, más internacional.
—¿Qué tiene el flamenco que seduce a tantas mujeres bolivianas y latinoamericanas? ¿Qué ríos subterráneos ancestrales conectan raíces de ambos lados del océano?
—Ha sido una recompensa al trabajo y la constancia. Todo reconocimiento al esfuerzo siempre se convierte en una nueva y renovada motivación e ilusión para seguir creciendo como artista y como bailaora. Además este premio me ha abierto las puertas a nuevos tablaos y lugares en los que poder seguir desarrollando mi baile.
—Llegas a Bolivia con un elenco de lujo, un guitarrista emergente (de gran talento como Álvaro Mora también recientemente premiado) un “cantaor” (Roberto Montaño) y una “cantaora” (Indiera Aparici), ambos de alto nivel. En La Paz y otras ciudades se acostumbra a ver espectáculos voluntariosos de flamenco pero que rayan en lo amateur. ¿Qué puede esperar el espectador de esta gira Creciente?
—Puede esperar un flamenco auténtico, genuino y espontáneo. Esta es probablemente la primera gira de un espectáculo flamenco procedente de Sevilla, con artistas jóvenes de trayectorias ya destacadas, que se hace en Bolivia. A pesar de nuestra juventud, somos todos artistas emergentes en el panorama actual. El espectáculo Creciente es una realización personal en el cual compartiré mi deseo profundo de transmitir mis sueños, sentimientos y respeto profundo al flamenco, sentimientos compartidos por los maravillosos compañeros de escenario que me acompañan es este espectáculo.
—Si tuvieses que convencer a un boliviano o boliviana que jamás ha visto un “show” de flamenco, ¿cómo lo convencerías para ir y dejarse sorprender? Por la afición que tenemos a las cuerdas, ¿la guitarra de Álvaro Mora podría ser un gancho?
—A todos los convencería diciéndoles que el flamenco es un arte maravilloso, lleno de ritmos, melodías y espontaneidad, que conmueve, exalta, sorprende y transmite emociones de manera muy personal. El arte flamenco está poco presente aún en nuestro país, por lo que esta es una gran oportunidad para disfrutar de su magia y de ver artistas que se presentan de manera regular en tablaos de Sevilla.
La guitarra de Álvaro Mora siempre es un gancho allá donde vaya. Él es un guitarrista pulcro, sensible, un compositor talentoso, y un intérprete maravilloso. Ha compuesto una música preciosa para Creciente y será un estreno mundial. Desde el primer momento supo transformar mis ideas en música para el espectáculo. Además, son numerosos los premios que figuran en su carrera hasta el momento. Él último y más significativo, el reciente Bordón Minero del Festival internacional del Cante de la Minas de la Unión 2022, un prestigioso reconocimiento que lo coloca entre unos de los guitarristas con más proyección en la actualidad.
—¿Qué papel juega en el show Creciente el baile, la guitarra y el cante?
— Lo que siempre llama más la atención en el flamenco es el baile, y por lo general, fuera de España, se hacen espectáculos de baile flamenco con música grabada, simplemente porque en muchos países fuera de España no hay guitarristas y cantaores flamencos profesionales. Lo que quiero mostrar es que el baile por sí solo no representa el flamenco en su totalidad, y que el cante y la guitarra son elementos esenciales en un espectáculo de flamenco. Estos aportan muchísima riqueza musical y tienen un valor irremplazable. Es por ello que en “Creciente” he querido dar espacios a estas disciplinas en solitario además de su papel como elemento acompañante del baile.
—El flamenco ha sido declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, ¿cuál es el palo que más te gusta?
—Al ser el flamenco un arte en el que las emociones y sentimientos siempre están a flor de piel, es muy difícil elegir uno concreto, ya que depende mucho del contexto. No todos los días nos sentimos del mismo modo, por lo que hay veces que me apetece bailar más un palo, un ritmo más que otro. Es cierto que ahora mismo me siento muy identificada con el baile por soleás y tarantos como palos más solemnes, y las alegrías como palo más juvenil y alegre. Es por eso que estos palos están representados en “Creciente”.
—¿Quiénes son tus referentes en el flamenco, tus espejos/ídolos?
— Son muchos los referentes que he tenido a lo largo de mi carrera. Podría citar infinidad de artistas con los que siempre me he sentido muy identificada. De los maestros más antiguos tengo que mencionar a Milagros Mengíbar, de la cual he tenido la suerte de aprender durante muchos años y con la que mantengo una bonita amistad actualmente. De las generaciones más actuales destacaría a Lucía Álvarez ‘’La Piñona’’, Luisa Palicio, Paula Comitre y a la chilena Florencia Oz.
—¿Hay algún guiño en la gira/show a las culturas bolivianas y su riqueza de folklore?
—La riqueza folclórica de mi país siempre ha estado muy presente en mi ser como artista. Es por ello que es muy difícil crear desprendiéndose de las raíces que me representan como persona y bailaora. Así, estas siempre salen a flote en mi baile aunque no sea de una manera explícita. Creciente, como no podía ser de otro modo, será partícipe de ello.
—Has llevado tu espectáculo de flamenco por países como Canadá, ¿qué será diferente actuar en La Paz, Sucre y Santa Cruz?
—Bailar en el país que me vio nacer y crecer siempre es diferente a bailar en cualquier otro sitio. Llevo mucho tiempo sin bailar en mi tierra, por ello hacerlo con mi primer espectáculo lo hace extremadamente especial y emocionante. Además, me ilusiona mucho bailar para gente que me ha visto bailar desde muy pequeñita y me ha apoyado durante todo el camino, particularmente mi familia.
—¿Dónde te ves dentro de 20 años?
—Dentro de veinte años me veo trabajando por todos aquellos sueños que aún me quedarán por cumplir, y bailando con las mismas ganas que hasta ahora he tenido. El baile me hace feliz y solo deseo que siga siendo mi forma de vivir y sentir, que sea un camino y una razón de ser. Con trabajo y constancia todo es posible. Sigo pensando que Sevilla será mi casa pero me gustaría seguir incentivando el amor por el flamenco en mi país, Bolivia, al que prometo volver pronto con nuevas propuestas y mucho flamenco.
Texto: Ricardo Bajo H.
Fotos: José Montes y Sandra Boulanger