La valoración de dos buenos cambios
Entraron en el complemento y cambiaron un partido cantado para el cero a cero. Abdón Reyes (que salvo error u omisión no se lo termina de comprender como suplente) asistió, luego de encarar, para el cabezazo de Ángel Orué y José Gabriel Valverde que, a balón detenido, dejó parado a Marcelo Barovero —protagonista de una noche deficitaria— a la hora de consolidar la victoria.
Sí, lo mejor de San José radicó en eso. En la importancia del resultado frente a un rival copetudo, encumbrado, que no por nada lograba, a falta de diez minutos, el desenlace que fue a buscar a Oruro.
Y es que tampoco puede ignorarse que a través de largos pasajes el local no le encontró la vuelta al cotejo, salvo cuando Ricardo Verduguez mostró el camino, pero, en contrapartida, la dupla Bustamante-Orué transitó generalmente disociada, librada a que cada cual produjera en el terreno del individualismo.
También corresponde poner de manifiesto que mientras la igualdad se sostenía en el tiempo resultaba contradictorio conservar una línea defensiva tan nutrida, cuando el adversario solamente atacaba mediante Rodrigo Mora, si de pisar el área de Carlos Lampe se trataba. Excesivo respeto.
El cuadro argentino redujo espacios, fue una expresión de juego corta en lo que a longitud respecta, tuvo en Leonardo Ponzio a un constante recuperador de pelotas en el medio y ocasionalmente, detrás del único atacante, emergió el talento de Gonzalo Martínez, el que más inquietud provocó.
Acaso el ganador haya quedado en deuda por algunos matices: velocidad y sorpresa. No desgastó al oponente como pudo suponerse en el contexto de la estrategia y abusó de los centros aéreos.
Sin embargo, el fútbol se dilucida por momentos puntuales y está claro que Teodoro Cárdenas acertó cuando determinó las modificaciones señaladas.
Aparte (y al margen de cualquier limitación) el dueño de casa no dejó nunca de creer en la opción de triunfo. Por eso ganó en la recta final. Podrá señalarse que su éxito se fraguó tras fallas específicas del oponente. No obstante, en ello también tuvo que ver la convicción —a momentos con tibieza— para no desmayar en la faena de quebrar la paridad. Y se sabe que la persistencia adoquina la ruta de la cosecha. Lo de anoche en el Bermúdez no hizo más que corroborarlo.
Óscar Dorado Vega
es periodista.