Que 2016 sea un mejor año
El año que pasó fue muy duro para el deporte boliviano, en especial para el fútbol, que cayó a lo más profundo del precipicio.
Por eso 2016 tiene que ser diferente, mejor en todo sentido, y que así sea está exclusivamente en manos de quienes dirigen, ya sea desde las esferas gubernamentales como de las propias entidades, en su mayoría privadas.
Durante el año pasado fue entregado un Proyecto de Ley del Deporte, documento que según sus proyectistas (empezando por el Ministro de Deportes), de ser aprobado marcará el cambio que necesita esta actividad en el país.
No es tan así para algunos sectores que, como el fútbol, ya han puesto sus observaciones, y el mayor reparo que le hacen es una supuesta injerencia donde más bien se debe respetar la independencia de las instituciones.
Los gobiernos bolivianos no se han caracterizado en el transcurrir del tiempo —salvo excepciones—, con decisiones atinadas que favorezcan a los deportistas. El apoyo verdadero escasea y donde más se siente es en la falta de formación.
La ley tiene que ser un instrumento verdadero de apertura para generar cooperación y no provocar más estancamiento ni distanciamiento. Eso en lo relacionado tanto con las entidades —a las que hay que exigirles que cumplan con sus obligaciones pero también respetar sus derechos—, como con los dirigentes y los deportistas.
El fútbol tiene para este año un reto aparte: hacer que sus estructuras cambien de manera adecuada y el manejo, aparte de ser eficiente, sea transparente. En la medida que eso ocurra —a partir, seguramente, del próximo Congreso Ordinario de la FBF, que elegirá al nuevo presidente— las cosas pueden cambiar y mejorar.
En la cancha, no hay que esperar grandes resultados. La selección nacional no está para milagros y los clubes hacen lo que pueden. Días mejores se tienen que construir con tiempo y proyectos, mientras ello no suceda y se siga actuando de la noche a la mañana, las cosas van a seguir igual.