No me gusta ganar así
Imagen: La Razón
Ricardo Bajo
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Introducción: el Tigre afronta su edición número 30 de Copa Libertadores, la decimotercera de forma consecutiva. Todo un récord. Con el tiempo se valorará. El rival es Gremio de Porto Alegre que deja en casa a sus estrellas. Los brasileños no “necesitan” los puntos y priorizan el torneo regional. Lavallén se juega su continuidad en esta Copa tras un inicio irregular en el campeonato local. Convencerá con el resultado, quedará en deuda con el juego.
El argentino sorprende con Rojas de lateral derecho. Y Wayar, de cinco (a ratos de central para dar salida). Los brasileños de Renato Gaucho tienen dorsales como el 53 y el 51. Y en la banca, hay solo seis suplentes (en la del Tigre, hay doce) en una actitud de menosprecio y falta de respeto. En la curva sur aparece de nuevo el “trapo” de Sergio Luna sobre la pelota. Hay 15.000 hinchas gualdinegros (y 50 de Gremio en la gélida curva norte).
Nudo: el Tigre arranca como motorcito diesel, de a poco. No acelerará jamás. Será un equipo lento, previsible; sin intensidad, pesado; sin ritmo, cansino; sin fútbol, sin ideas. Vencerá por dos a cero pero dejará más dudas que certezas. ¿Por qué se descansó seis días con la Libertadores a la vuelta de la esquina? ¿Por qué no se jugó durante tres semanas? El Tigre necesita partidos para aceitar la idea de Lavallén.
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Las dos únicas chances de gol en la primera parte llegan de la mano de Ortega: la primera, con una apertura a Lino que centra para el gol de Ursino; la segunda, una pared dibujada con Triverio. Nada más. El Tigre es Ortega, que a ratos inventa espacios y regala exquisiteces. Con el uno a cero, el Tigre se mete atrás. Lavallén había resultado una fotocopia idéntica de la ínclita pareja Díaz/Ramondino; una versión gualdinegra del timorato Beñat San José. El argentino, apurado por la necesidad de resultados, está cometiendo el peor de los pecados: desconocer la idiosincrasia del club que dirige.
Desenlace: la segunda parte es más de lo mismo. Los cambios marcan la idea de Lavallén: mete al central Aimar para sacar a Rojas. Y pone a Caire de lateral derecho. A la hora, saca a Ortega, toda una declaración de principios. En su lugar, no entra el mexicano López, su relevo natural sino un hombre de marca (Cuéllar) para borrar de la cancha al creativo de Gremio, Queirós. Lo que no cambia es la lentitud y la previsibilidad. Tras una jugada a pelota detenida y un despiste visitante, llega el segundo gol. De Triverio, muy solo toda la noche.
Post-scriptum: los tres primeros puntos se quedan en casa. Objetivo cumplido. Cuando todos nos vamos del Siles, las dudas siguen ahí, como los pitos que no pararon de sonar desde la primera media hora. El Tigre de Lavallén no transmite, no contagia. Gana, eso sí. Pero a mí, lo siento, no me gusta ganar así.
(03/04/2024)