El disperso camino de las oposiciones en Bolivia
Un diálogo con el abogado y analista político Daniel Valverde sobre las diferentes expresiones y trayectorias de quienes están en contra del MAS.
El abogado y analista político Daniel Valverde habla sobre las diversas versiones y complicaciones existentes en la vereda contraria al MAS.
El punto sobre la i
A todas luces resulta evidente que la disputa interna del MAS copa la atención al observar la evolución de la disputa por el poder en el campo político boliviano. Con todo, no menos interesante, e igualmente problemático, es el panorama que presentan las oposiciones. Si la incertidumbre reina en la vereda oficialista, también esto es cierto en la vecindad al frente.
Así como la situación en el oficialismo preocupa y la cuestión debe abordarse sin apasionamientos y con respeto, lo mismo cabe respecto a las oposiciones. Corresponde ir más allá de la crítica fácil, en ambos casos, que repite frases de memoria pero que aporta poco o nada en lo reflexivo.
Con ese fin, entrevistamos al abogado y analista político cruceño, Daniel Valverde. Él tiene una trayectoria muy interesante, cuenta con una maestría en gobiernos autonómicos y administración pública, además en derecho constitucional. Fue diputado, subalcalde y secretario de desconcentración municipal de la alcaldía cruceña. Un par de años atrás estaba a cargo del Observatorio Político Nacional de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno. Todo ese recorrido le permite ver las cosas desde una perspectiva conocedora, generosa y a la vez crítica.
– Empecemos por ver a las dos organizaciones políticas de oposición que tienen representación parlamentaria, Comunidad Ciudadana (CC) y Creemos. ¿Cuál es la situación de ambas?
– Las dos tienen problemas internos. Mucho se habla de la división dentro del MAS, pero hay también una oposición fragmentada. Quizás el caso más extremo sea en realidad el de Creemos, que está totalmente fragmentado. Hay una corriente de quienes le hacen la venia incondicional a Luis Fernando Camacho y otra con quienes han expresado su rebeldía y que a partir de eso han intentado generar alguna otra corriente. Además de todo, presentan una posición extremadamente regionalizada. Pienso que Creemos básicamente parte de Santa Cruz y termina en Santa Cruz, ese es su drama.
En cuanto a CC, también tiene sus fracciones internas. Hay algunos desacuerdos, hay disidencias, gente que ha tomado su propio camino, como Silvia Salame. Así, tiene sus propias limitaciones internas que no le permiten ampliar su espectro, que no le permiten competir totalmente.
Entonces, el gran problema que tiene la oposición es que está tan fragmentada que no tiene una visión común. No es competitiva porque no es orgánica y no ha generado un relato alternativo que tenga proyección nacional, está todo muy limitado a la coyuntura. Tampoco hay verdaderos articuladores políticos que puedan tejer acuerdos, que puedan dialogar con los sectores populares. Se quedan mucho en el ámbito de las redes sociales, de la altisonancia. Esos son los problemas centrales que uno ve en la oposición, que no ha salido de su zona de confort. No han hecho el trabajo que tienen que hacer, que es el de dialogar con la Bolivia diversa, profunda, que es entender esta dinámica y, aprovechando además la crisis que tiene el MAS, plantear un relato alternativo. Para los políticos audaces este sería el mejor momento para poder capitalizar una proyección alternativa, que no tiene que ser la negación de lo que son las bases del MAS. Tiene que ser más bien, quizás, un proyecto político que, aprovechando gran parte del planteamiento que no ha llegado a desarrollar el MAS, parte de eso. Que reconozca los logros de estos 15 o 16 años de gobierno y que más bien plantea mejorar esos avances. Resguardar lo caminado en materia de inclusión, de lucha contra la pobreza, pero dándole otros matices o teniendo una propuesta, por ejemplo, para los jóvenes.
– ¿Qué pasa con los grupos más extremos de la oposición?
– Yo creo que, por ejemplo, si miramos de Santa Cruz, estamos de alguna manera atrapados en esa trampa que plantea esta posición regionalista, fanatizada, recalcitrante, de muchas arengas, que plantea una visión unidireccional de lo que es lo cruceño, cuando esto tiene tanta diversidad de por medio. De esa manera, pienso que terminamos mirándonos mucho al ombligo y perdemos la posibilidad de capitalizar lo que puede ser Santa Cruz, partiendo del reconocimiento de esa diversidad.
En gran parte, esto se debe a la falta de una reflexión política amplia, madura, con tolerancia. Esto se replica desde los medios de comunicación, donde muchos de ellos son cajas de resonancia de ese discurso reiterativo de que los cruceños somos los mejores, que estamos diez pasos adelante, pero sin reconocer que mucho de eso tiene que ver también con posiciones poco democráticas y unidireccionales, que miran con un solo enfoque y desde una sola perspectiva, a partir de un ente emisor único de ese discurso. El momento en que Santa Cruz pueda sobreponerse a eso, yo creo que va a surgir una alternativa mucho más amplia, más democrática, mucho más real a lo que es Santa Cruz hoy en día. Pero eso va a ser muy difícil, porque eso significa también ponerse en algún momento en la espalda a los grupos de poder, al discurso oficialista que hay en Santa Cruz. No hay que olvidar que éste tiene también legitimidad en su crítica hacia el MAS, al Gobierno, que no han hecho buena letra con Santa Cruz.
Entonces, hay una tarea pendiente que Creemos no la va a hacer, porque Creemos que está cada vez más atrincherada, más reducida a la figura de una persona, a una coyuntura. Eso está generando un quiebre muy serio en Santa Cruz, que habrá de verse como superar. No sé si va a ser los próximos años, antes de 2025, o va a ser después. Creo que va a ser muy dura esa disputa.
En CC ocurre algo parecido, donde existe una visión muy urbana y andinocentrista. Está muy anclada en ese ámbito. Aunque tiene algunas voces que expresan un espíritu más amplio, más democrático, pero terminan autocensurándose. Van calculando y viendo de que más fácil para ellos es tener una posición de negación al proyecto plurinacional, al diseño estatal actual, por mucho que uno pueda recoger cosas positivas, pero se autocensuran y terminan prácticamente repitiendo posiciones similares al conservadurismo que tenemos en Santa Cruz, pero desde el occidente.
– ¿Por qué terminan prevaleciendo estas voces más estridentes, en oriente y occidente?
– Es que están atrapados en el antimasismo y la vocería más potente que hay contra el MAS la tiene Creemos. Con CC han terminado compitiendo por ver quién es más crítico, quién hace la declaración más fuerte, quién niega todo lo que hace el gobierno y lo califica como malo, negativo y desacertado. Eso es caer en la trampa y no proyectar algo distinto, no abrir un horizonte mucho más amplio de entendimiento, de diálogo, de propuesta de país. Finalmente, no hay un proyecto de país que tenga por lo menos algunas líneas que se esté difundiendo. Todo está vinculado a la coyuntura que genera el gobierno de Luis Arces. Se han concentrado tanto en eso que han descuidado lo profundo, lo estratégico, que es hacer política, dialogar, hacer política que permita enarbolar banderas, unificar.
La polarización hace mucho daño y ellos, en vez de ir generando un ambiente de despolarización, apuestan por mantener la polarización porque eso les permite a ciertos actores políticos tener visibilidad en los medios, en las redes sociales. Es el precio que están pagando por no atreverse a hacer reflexión política y sobre todo mirar a mediano y largo plazo.
¿Qué sucede con los otros actores de oposición por fuera de creemos y CC??
Pienso que todavía es muy incipiente lo que hay ahí. No tiene consistencia, no hay algo que permita avizorar de que de eso pueda salir algo que pueda conectarse con las aspiraciones de un buen sector de la población. Creo que no pasa todavía de deseos muy personales de buscar una cierta visibilidad política, pero que no está acompañado con una propuesta al país, de una reflexión política. Antes de buscar tribuna mediática, ellos debieron ya tener una base documental, principista, operativa. En la última reunión de esta semana con el Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade) en Santa Cruz, por ejemplo, se percibe que han salido divididos, más desconcertados de lo que llegaron. Generaron alguna expectativa, porque se pensó que de ahí iba a comenzar un trabajo más orgánico, pero creo que más bien han salido desinflados. Algunos están pidiendo elecciones primarias, otros dicen que no, que todavía no es el momento, pero no están planteando temas centrales que tengan que ver con las aspiraciones y la realidad de la gente. No están hablando de cómo se puede fortalecer el aparto económico, generar empleo, conectarse con los jóvenes, que siendo la mayoría de la sociedad boliviana no tienen quién dialogue con ellos y recoja sus expectativas. Quizás por eso los jóvenes, o al menos una buena parte de ellos, está buscando referencias afuera. Están más interesados en lo que hace Nayib Bukele o Javier Milei, o lo que hace algunos los actores locales. Veo que ese es el precio de la improvisación.
– Carlos Börth presentó su iniciativa Alianza por Bolivia Unida y Solidaria (Al-Bus) hace poco. También están las personas del colectivo El Búnker, con Agustín Zambrana a la cabeza. ¿Qué posibilidades tienen?
– A ver, yo creo que ellos están tocando la guitarra, pero sin tener la música con acordes. Están guitarreando y su instrumento está todavía muy destemplado. En el caso del amigo Carlos Börth, hay que reconocer que es un hombre con mucha experiencia política, pero que también la misma está muy vinculada con las formas muy tradicionales. No se observan mensajes concretos de qué poder hacer, más allá de la crítica nuevamente al gobierno, que es legítima, pero que no puede ser el principio y el fin.
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Algo muy parecido ocurre con los que se autodenominan los bunkeros, donde aparece fundamentalmente uno de ellos como el jugador principal, que intentó ya ser candidato en el Comité Pro Santa Cruz. A partir de eso uno entiende cuál es el espectro que estaría intentando captar. Va a intentar competir con la votación de Luis Fernando Camacho, va a intentar arrebatarle algo o aliarse con ellos, pero no se lo ve, digamos, con overol, con esas ganas de entender, por ejemplo, esa Santa Cruz que está más allá de lo unidireccional.
– ¿En qué situación está el camachismo en Santa Cruz y en el resto del país?
– Veo que hay dos cosas ahí. Lo primero es con el paro de los 36 días y cómo ha quedado Camacho luego de ello. Él tiene un nicho que le es incondicional en Santa Cruz, que debe estar alrededor del 25% del área urbana de la capital cruceña, que está conformado también por jóvenes, clase media y algunos sectores populares, pero no han crecido. Digamos que eso le permite sostenerse y después de los 36 días parecía que el Camacho iba a bajar a lo mínimo, pero la detención, la manera que se manejó todo eso, lo ha vuelto a posicionar como una figura que tiene conexión con esa Santa Cruz conservadora, muy vinculada a esa tradición falangista que todavía se irradia desde el discurso muy cruceñista y regionalizado. Entonces viene lo otro. Cuando el resto de la gente hace la evaluación del costo y los resultados de los 36 días de paro, ven que hubo mucha falta de responsabilidad con la misma población, en sacrificar a la gente y no haber tenido la capacidad de llegar al mismo final en un tiempo mucho más corto.
Por otro lado, pienso que se está generando una mayor frustración en la gente al ver cómo se maneja la Gobernación. Entonces, ahí creo que se tensiona más y se atrinchera la gente del círculo palaciego. Las estructuras vigentes se logran consolidar utilizando y desgastando la gestión de la Gobernación, sacrificando a toda Santa Cruz, porque creo que la gran mayoría de la población, en lo que uno sondea, no está de acuerdo con que se maneje de la manera que se está manejando. Hay falta de gestión, mucha improvisación, falta de institucionalización, de respeto al mismo Estatuto Autonómico. Entonces, no solamente que el centralismo le hace daño a la autonomía y a la gestión pública, sino que también aquí se le está haciendo mucho daño a la autonomía y a la gestión del Gobierno Autónomo Departamental, que es la principal y la más importante institución política territorial que tiene Santa Cruz.
– ¿Cómo afecta esto la forma en que ven a Santa Cruz desde el resto del país?
– Primero que nada, ¿qué hacemos nosotros para que se nos vea bien? Vuelvo al tema de la autonomía. Santa Cruz de la Sierra es el municipio más grande que tiene el país y debería ser un modelo de gestión municipal. Tendría que demostrar una experiencia exitosa al resto de los municipios, contar con una Carta Orgánica que sea una expresión de autogobierno, por ejemplo. Así, constituirse en un referente con transparencia, rendición de cuentas, una planta de servidores públicos que permita al ciudadano sentirse confiado y orgulloso de la autonomía, de la gestión autónoma municipal o departamental, pero no ocurre eso. El municipio más grande está en otra situación, está con denuncias permanentes de corrupción, está desacreditado y no desde esta gestión. Pienso que esto es algo que se ha agravado mucho desde 2015 en adelante. Ahí ya hemos ido tocando suelo, hemos ido ya en lo más profundo de la crisis. Entonces, no somos un modelo a seguir. Creo que hay otros municipios y gobernaciones que funcionan mucho mejor.
(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político