Las mesas estaban listas en el salón Ikebana del Jardín Japonés para recibir a las integrantes de instituciones y organizaciones femeninas que desarrollan trabajos de voluntariado, actividades en beneficio de la capacitación de la mujer y labores cívicas y de formación.
Durante el transcurso de la tarde, las asistentes, que serían distinguidas con la Kantuta Dorada de la Amistad 2016 por la Confederación Nacional de Instituciones Femeninas (Conif), fueron llegando poco a poco para el té de confraternidad.
“Conif entrega cada dos años la Kantuta —símbolo patrio que primero fue de plata, hace 33 años; y luego de oro, desde 2008— a mujeres que han estado al servicio del voluntariado en sus organizaciones”, dijo Roxana Ascarrunz, presidenta nacional de la confederación.
Japón y Bolivia, más de un siglo de amistad y cooperación
Este 2024 se cumplen 125 años de la primera inmigración japonesa a Bolivia y 110 años del establecimiento de relaciones diplomáticas. El Embajador de Japón aborda ambos hitos históricos en esta entrevista exclusiva.
Japón y Boliva tienen una larga historia de amistad, la cual este 2024 cumple 125 años desde la llegada de los primeros japoneses a Bolivia. Esta fraternidad se extendió también a ambos Gobiernos, estableciéndose estrechas relaciones diplomáticas hace 110 años. El embajador del Japón en Bolivia, Hiroshi Onomura, aborda ambos hitos históricos en esta entrevista exclusiva.
—¿Por qué llegaron los primeros japoneses a Bolivia hace 125 años?
Hay tres razones que explican la llegada de japoneses a Bolivia, hace 125 años: el escape de la crisis, los sueños promovidos por el magnetismo de Sudamérica y dos auges concretos en Bolivia. A modo de resumen, en las últimas décadas del siglo XIX, Japón llevó a cabo un proceso de modernización que implicó varias transformaciones económicas y sociales. Estas reformas ocasionaron el desplazamiento de ciudadanos desde el campo hacia la ciudad, el desempleo en las zonas rurales y una sobrepoblación urbana, problemas que se sumaron a la inflación y desajustes monetarios que ocasionaba el viejo sistema de múltiples monedas.
Desde este punto de vista, la emigración a otros países se vio como una solución que inclusive fue apoyada por el Gobierno. La segunda razón está en el otro lado del planeta. La economía sudamericana pasaba por un momento de apogeos, como por ejemplo la fiebre del caucho, el boom del guano, los auges del azúcar, del cobre o de los ferrocarriles, o la era de la plata. Fue en esta época que azucareras privadas de Perú demandaron una gran cantidad de fuerza de trabajo por lo que surgieron empresas, en Japón, dedicadas al reclutamiento y colocación de mano de obra.
El antagonismo entre la situación japonesa y la hispanoamericana creó una ola de emigraciones llenas de sueños y proyecciones de un futuro brillante y exitoso. La tercera razón está en Bolivia, que vivió la fiebre del caucho y el auge del ferrocarril. Ya podrá intuir el porqué entraron a Bolivia.
—¿Cómo llegaron los primeros inmigrantes japoneses a Bolivia?
Era la época de los barcos y la tracción animal, antes de la invención del avión o la llegada de los automóviles. La travesía comenzaba en el puerto de Yokohama, en Japón, y un viaje por barco de 36 días hasta Callao, en Perú. Desde allí, había dos maneras de ir a Bolivia: una por tren, hasta Arequipa, y otra por barco hasta Mollendo, de unos dos o tres días. Arequipa y Mollendo son regiones peruanas que están cerca de la frontera con Chile. Hay datos sobre uno o dos jóvenes japoneses que conocieron a un maquinista de la empresa The Antofagasta Bolivia Railway Co. Ltd., quien iba de retorno a Oruro.
Ellos tuvieron que usar la ruta por Arequipa. Hay otro grupo, el más estudiado y conocido, de 93 japoneses, que usaron la vía por Mollendo para tomar el tren que iba a Puno, en las orillas del lago Titicaca. En esa época había barcos a vapor que cruzaban todo el lago hasta Puerto Pérez, en Bolivia. Desde allí, seguramente cargaron su equipaje en carretas o mulas, y tuvieron que ir a pie, primero hasta Sorata y luego a San Antonio, a las plantaciones de caucho de Adalberto Violand, en el norte de La Paz.
Lo bueno es que hay registros de la llegada a San Antonio. Fue el 23 de septiembre de 1899, tres semanas y dos días después de la partida desde Lima. La llegada a San Antonio para residir en Bolivia simboliza el inicio de la inmigración japonesa a Bolivia. Por eso celebramos el 23 de septiembre como el Día de la Inmigración Japonesa a Bolivia.
—¿Cuántos japoneses llegaron a Bolivia?
Uno o dos a Oruro, y 93 a San Antonio. Sin embargo, de este grupo grande que llegó para trabajar en las plantaciones de caucho, solo quedó un puñado, y la mayoría retornó a Perú o Japón. Pero fueron llegando otros que usaron el río Madre de Dios para ir a las plantaciones de goma del norte boliviano. En 1923 se contó a 601 japoneses en Bolivia. En la posguerra llegaron 1.685 a San Juan y 3.229 a Okinawa, ambas colonias que se crearon en Santa Cruz después de la firma de un convenio migratorio. Hoy tenemos más de 14.000 nikkeis, es decir, inmigrantes japoneses y sus descendientes, incluyendo a los recién llegados o a los tataranietos de los antiguos. De todos ellos, cerca de 3.200 tienen nacionalidad japonesa.
—¿Cuáles fueron las regiones bolivianas escogidas por los japoneses?
Como decíamos, la inmigración japonesa comenzó en Oruro y la provincia Larecaja de La Paz. Los siguientes grupos de japoneses se esparcieron por varias ciudades. Antes de la Segunda Guerra Mundial, había presencia japonesa en unas 15 ciudades. Las más importantes ―y en este orden― fueron Riberalta, La Paz, Santa Cruz de la Sierra, Trinidad, Oruro y Cachuela Esperanza. En la posguerra, destacaron las colonias japonesas San Juan y Okinawa, donde actualmente está la mayor parte de la comunidad japonesa de Bolivia.
—¿A qué se dedicaron los primeros japoneses en Bolivia?
En las primeras dos décadas del siglo XX, había unos 200 japoneses registrados como “rescatistas de goma”, todos en Riberalta. Pero en todo el país había agricultores, almaceneros, arrendatarios, dueños de restaurantes, peluqueros o vendedores ambulantes. También hubo algunos oficios que ahora no están ocupados por japoneses, como por ejemplo los artesanos de bambú, los leñadores o los palafreneros, es decir, los mozos de caballos. En 1917, solo se registró a un médico, un fotógrafo y un herrero, que eran las ocupaciones minoritarias.
—¿Qué rastros dejaron los primeros japoneses en Bolivia?
Escuché de lo importante que fueron los negocios de los japoneses en la calle Comercio, cerca del kilómetro cero y donde está el Palacio de Gobierno, y en las calles aledañas. La Casa Komori o la Casa Ochiai son ejemplos de esto, y una de ellas tenía sucursales en Oruro, Cochabamba, Santa Cruz, Sucre y Tarija. Tenían fábricas de camisas, pañuelos, pijamas y ropa interior, lo que quiere decir que impulsaban la producción boliviana. Claro, todo esto se detuvo en la Segunda Guerra Mundial.
El judo fue introducido por un japonés y las marcas de vehículos japoneses más conocidas en Bolivia fueron traídas inicialmente por inmigrantes. En el norte de Bolivia, hay comunidades con nombres que muestran el paso de los japoneses hacia las zonas gomeras, como por ejemplo Nuevo Japón, Yokohama, Tokio o Mukden. También hay apellidos japoneses que, a lo largo de casi un siglo, se han bolivianizado y se escriben diferente, como por ejemplo Osinaga (Oshinaga), Kuajara (Kuwahara), Jiguchi (Higuchi), Takussi (Takushi), Ave (Abe) o Siguekuni (Shigekuni). Más adelante, también se notan algunas huellas de japoneses en la comunidad boliviana, como por ejemplo el gusto por el karaoke o la comida japonesa, traídas a este país por inmigrantes.
—¿Cómo fue el proceso para el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, las cuales cumplen 110 años este 2024?
La parte boliviana fue la que tomó la iniciativa. Antes del inicio de nuestras relaciones diplomáticas, Bolivia había suscrito tratados con casi todos sus países vecinos y algunos europeos, pero ningún asiático. Tal vez el desarrollo de Japón, después de las reformas Meiji, llamó la atención de los diplomáticos bolivianos. En 1908, la Cancillería boliviana inició algunos acercamientos, pero el fin del mandato del presidente Ismael Montes Gamboa detuvo este impulso.
En 1913, el reelecto presidente Montes volvió a promover el acercamiento con Japón y el 13 de abril de 1914 se firmó el Tratado de Comercio entre Bolivia y Japón. El primer artículo de este tratado dice: “Habrá sólida y perpetua paz y amistad entre Bolivia y Japón, y sus respectivos súbditos y ciudadanos”, un mandato que estoy seguro que se ha cumplido y lo seguimos promoviendo hasta ahora. Las relaciones entre nuestros Gobiernos son tan buenas como las que hay entre nuestros pueblos.
—¿Cómo está la cooperación japonesa a Bolivia?
Seguimos cooperando a Bolivia. Hay proyectos clásicos y que ya son parte de la sociedad boliviana, como por ejemplo el aeropuerto Viru Viru, la carretera internacional Patacamaya – Tambo Quemado, los hospitales gastroenterológicos en La Paz, Cochabamba y Sucre, el Materno – Infantil de Trinidad, el Japonés de Santa Cruz o la trucha del lago Titicaca que comen los bolivianos, que fue introducida por expertos japoneses. Hay otros proyectos que llegan directamente a comunidades y barrios, que han servido para construir aulas, equipar centros de salud u ofrecer agua en comunidades alejadas.
Ya superamos los 700 proyectos de este tipo, contando solo aquellos ejecutados en Bolivia. También siguen llegando voluntarios japoneses y continuamos recibiendo a profesionales bolivianos para su especialización o capacitación. En general, nuestra agencia de cooperación, JICA, está realizando un buen trabajo en Bolivia. Entre los proyectos nuevos, hace poco inauguramos defensivos en la carretera antigua que une Cochabamba y Santa Cruz, en zonas que fueron seleccionadas debido a que solían derrumbarse cada año. Esperamos que la tecnología japonesa que aplicamos y enseñamos a los técnicos bolivianos aguante las siguientes épocas de lluvia.
Sería gratificante escuchar, dentro de unos años, que estos tramos dejaron de cortarse debido a los deslizamientos. Solo tenemos una obra inconclusa, en la carretera que une Okinawa con el Parque Industrial de Santa Cruz. La cooperación japonesa terminó de construir la parte que le correspondía, y esperamos que pronto se logre algún mecanismo para que Bolivia pueda cumplir su parte del compromiso y se logre la conexión entre ambas zonas.
—Se habla mucho de un préstamo para el COVID-19. ¿De qué se trata?
Es un diálogo iniciado en la primera mitad de 2021, durante la pandemia. En ese entonces, todos los Gobiernos del mundo utilizaban sus preciados recursos económicos para enfrentar al virus y sus efectos médicos, económicos y sociales. Comprendiendo esta difícil situación, Japón ofreció un esquema de préstamos para algunos países amigos, incluida Bolivia. Este ofrecimiento complementaba el apoyo que estuvimos dando, en forma de donaciones, para el equipamiento especializado en hospitales de tercer nivel. Se trata de un sistema de reposiciones de gastos ya ejecutados, y Bolivia solo debe demostrar que realizó ciertos gastos a favor de su población o para fortalecer sus servicios de salud, con el fin de iniciar el trámite de desembolsos.
Por diversos motivos, la firma de las notas reversales recién se logró en marzo del año pasado. En cuanto a los detalles, se trata de un préstamo de hasta 15.000 millones de yenes, a una tasa de 0.01% anual y un plazo de 15 años, que incluye un periodo de gracia de cuatro años. Creo que son condiciones realmente concesionales. Mucha gente cree que podemos desembolsar este dinero inmediatamente, pero no es así, dado que hay trámites bancarios y otros formalismos necesarios para depurar los gastos admisibles. En caso de aprobarse y ser utilizado, me gustaría que, a los ojos de los bolivianos, este préstamo haya sido útil y aprovechado eficazmente. De nuestra parte, siempre estaremos atentos a las necesidades de un pueblo amigo con el que tenemos una larga historia de amistad y excelentes relaciones.
El Centro Cultural de España en La Paz hospedará la muestra de fotografías, pintura, instalaciones, video, performances y poesía curada por Galo Coca, Ara Goudsmit y José Orsag.
El mapa de Bolivia convertido en dije de plata con un corazón en cualquiera de los nueve departamentos es parte de la colección Patria de la marca Churka Designs, creada por María José Sarabia, más conocida como Churka. Esta colección nació en noviembre de 2019 a causa de los conflictos sociales en el país suscitados durante ese mismo periodo.
“Hasta ahora tengo desarrollados casi 70 diseños de la colección, algunos que han sido edición limitada y otros que se siguen repitiendo como el mapa de Bolivia con corazón en diferentes departamentos, que es el que más vendo”, dice Churka.
Los diseños de los dijes están divididos por departamentos. Así, cada uno de ellos tiene distintos símbolos que los caracterizan. En el caso de La Paz, por ejemplo, está el Illimani, los micros, los teleféricos, el sombrero de chola paceña, el lluchu, la máscara de morenada, entre otros. Para Cochabamba se tiene el sombrero y la pollera de la chola cochabambina. La flor de patujú y la máscara de abuelo chiquitano en Santa Cruz, y así para cada uno de los departamentos de Bolivia.
“Esta colección la lancé en un momento de creatividad y depresión. Cuando surgieron los conflictos, creé Patria desde el fondo de mi corazón”, resalta la diseñadora.
Churka asegura que esta colección le salvó de la banca rota en ese momento complicado, sumado el periodo de la pandemia y pospandemia donde no tenía mucha entrada económica y afirma que incluso hasta ahora le sigue generando réditos, pues siempre hay alguien que va a buscar los dijes de esa colección. Gracias a eso ella puede confirmar que “en toda crisis, hay una oportunidad”.
A la colección Patria le fue tan bien con sus dijes que pueden ser adaptados a collares, pulseras, aretes y anillos, y por eso también la replicaron, cuenta Churka. “Si bien el mapa de Bolivia lo han hecho antes, el concepto de esta colección ha sido mío y ahora ves diseños parecidos en todas las joyerías… prácticamente he creado una tendencia nacional porque me han copiado no solo en La Paz, sino en todo el país”.
De clientes a diseñadores por una tarde
Las joyas de autor de Churka Designs la hacen una marca versátil y viajera, por lo que muchas de sus creaciones surgen de sus vivencias y del trabajo en su taller. A ella le gusta romper los esquemas en parte del diseño, perspectiva que se materializa en los aretes desiguales o en las pulseras que no son de una sola línea, es decir, mitad rígida y mitad móvil. “Es una propuesta más juvenil, más atrevida, más de innovación, que se da también por la experiencia y los viajes, por la apertura mental donde trato salir de los esquemas”.
De esta praxis surgió la iniciativa de que las parejas hicieran sus propios aros de matrimonio. ¡Y el primer casamiento que lo experimentó fue el suyo propio! Churka comparte que como ella es diseñadora de joyas, la gente tenía altas expectativas, así que para disminuir toda esa presión, ella decidió hacerle hacer los aros a su esposo Marcelo Iturriaga, más conocido como Itu. Así que los diseñaron entre los dos, ella hizo la mitad de los aros y él la otra mitad, soldaron las dos mitades de ambos anillos y después los bañaron en oro y les pusieron el grabado.
“Los aros nunca van a salir iguales porque hay que tomar en cuenta de que los hacen clientes que no son expertos en joyería, pero sí que van a salir únicos porque justamente lo están haciendo ellos”, dice.
Otra experiencia de autoelaboración de aros que salió maravillosa fue la de Selene Pinto y su esposo Rafael Madrid, cuyo concepto de bodas fue hobbits.
En cuatro a cinco horas se saca la base de los anillos, así que “en ese tiempo tienen que ser súper efectivos”, explica la joyera. El paquete también incluye una sesión de fotos con Itu en la que él va registrando todo el proceso, un vídeo que también les sirve tanto a ellos como a Churka, además de un brindis con champagne como toque final.
Cultura y vanguardia
Churka estudió joyería en la Haute École de Joaillerie en París, Francia gracias a una de sus tías que conoció a uno de los profesores en Bolivia. Así, a Churka le abrieron un espacio allá, siendo la primera boliviana en llegar a esa escuela de joyería.
Aunque ella no hablaba francés, enfatiza que siempre tuvo habilidad para los trabajos manuales, así que no le resultó particularmente difícil destacar entre sus compañeros.
Después de dos años de estudio, se graduó como técnico superior. Antes de obtener ese título, hizo sus prácticas en una empresa de joyería que trabaja con reconocidas marcas francesas como Cartier, Chaumet, etc.
“Las grandes marcas que se mueven en París trabajan con diferentes talleres y en uno de ellos yo fui a hacer mi práctica. Como les gustó mi trabajo, me emplearon ahí, lo que hace que me quede en Francia por un periodo de más o menos cinco años”.
Tiempo después se encuentra en ese espacio con otra diseñadora de joyas que le invita a mudarse con ella a Estados Unidos para trabajar en su oficio. Churka se queda dos meses en el Norte y decide volver a Bolivia para crear su marca como tal.
Así nace Churka Designs con sucursales desde el aeropuerto, hasta la Sagárnaga, entre otros. Actualmente, su tienda se encuentra en la Av. Montenegro, en San Miguel.
“Las joyas que elaboro son de autor con un toque un poco más minimalista. Me gustan las joyas más simples, de un solo trazo, que tengan formas asimétricas. Están acompañadas de piedras y el material principal es la plata al 90%. Lo que va variando son las piedras en cada diseño”.
Churka parte con todo ese background vanguardista obtenido en el extranjero y lo hace conversar con la cultura boliviana, tanto en su ya mencionado catálogo Patria como también en su otra colección Suyay, en la que trabajó con artesanas kallawayas de Charazani.
Este proyecto se hizo con un propósito social durante su trabajo como consultora en Usaid, interviniendo los telares y la joyería, para luego juntarlos y que producto de eso salieran nuevas técnicas.
“Me adapté a su técnica, aporté con acabados finos y elegantes, dando el toque de la plata. Además, por el solo hecho de ir y quedarme casi un año con diferentes comunidades de artesanos, me introduje a su sistema para entenderlo”.
Para ella, este aprendizaje experiencial es lo máximo porque se considera una persona más de taller que de dibujo, se concibe como más de “las que hacen”, viendo los materiales y las técnicas que utilizan para luego poder innovar y sacar un nuevo producto final gracias a su habilidad y creatividad, las cuales la llevaron en 2016 a ganar el primer lugar en diseño de joyas en ferias de diseño de arte y diseño en Estados Unidos.
En la Calle 10 de Obrajes esquina Ormachea hay un espacio donde los libros son accesibles para todos, con una curaduría especial que refleja la diversidad y la complejidad de la literatura independiente con énfasis en la producción boliviana y, sobre todo, de mujeres, señala Wara Godoy, la responsable de esta “plataforma cultural autogestionada e independiente que busca circular libros audaces dentro y fuera de Bolivia”.
El sueño de abrir esta librería se materializó en febrero de este año “con la intención de convertirse en un punto de encuentro para todos quienes son parte del ecosistema del libro”, enfatiza la librera. Sobre el nombre La Audacia, Godoy explica que representa el atrevimiento y la decisión de abrir una librería independiente en tiempos en los que la lectura y el acceso a la literatura enfrentan desafíos significativos. “Es un reconocimiento a la valentía de los autores, editores y lectores que se atreven a explorar y compartir ideas nuevas y provocadoras”.
Los libros que se hallan aquí provienen de cerca de 25 editoriales bolivianas, sobre todo de La Paz, con un enfoque especial en literatura boliviana, además de varias editoriales de América Latina que no tienen presencia en las librerías establecidas en la Ciudad Maravilla.
Algunas de estas editoriales nacionales son: Perra Gráfica, Mama Huaco, Parc, Pirotecnia, Piedra Rota, Maricas Bolivia, Sobras Selectas, Almatroste, Heterodoxia, Escándalo en tu barca, Nuevos Clásicos, 3600, Matabuey, Feminismo Comunitario, Mantis, El Cuervo, Nuevo Milenio, Dum Dum, que destacan por su dedicación a la calidad literaria y la promoción de voces innovadoras. De igual manera, La Audacia colabora con librerías alternativas, como es el caso de Perry Lee, que tiene un catálogo brillante de libros para coleccionistas y cuya estantería en la librería siempre está llena de tesoros bibliográficos.
Según Godoy, en La Audacia, los lectores pueden encontrar una amplia variedad de géneros que incluyen ficción, poesía, ensayo, crónica, libros ilustrados, historieta, literatura infantil y juvenil, así como libros de arte y fotografía. “Nuestra selección se centra en obras que ofrecen nuevas perspectivas y que, a menudo, son difíciles de encontrar en otros espacios comerciales”, enfatiza.
Actualmente, la librería cuenta con un inventario de aproximadamente 1.000 libros, que se actualiza constantemente para incluir las últimas novedades de las editoriales colaboradoras y obras que el equipo de La Audacia considera esenciales para cualquier lector apasionado. Bajo este criterio, Godoy resalta que los libros están rotando todo el tiempo, y que casi nunca pueden repetir stock dada las circunstancias del mercado.
Respecto a los autores emergentes, la librera dice que le llena de emoción colaborar con varios de ellos que están empezando a dejar una marca significativa en el panorama literario. Entre los nuevos talentos que destacan en su colección se encuentran Fher Masi con Política de Dukes, Isabel Antelo con Memorabilia, Adhemar Manjón con Los belgas, y Mónica Heinrich con Las desapariciones. “Estas obras han sido muy bien recibidas por nuestros lectores, consolidando a sus autores como voces prometedoras en la literatura”.
Entre la libreríay la FIL La Paz
Hablar de los libros más vendidos siempre es un reto cuando se apuesta por la diversidad, ya que las ventas no siempre reflejan grandes picos, manifiesta Godoy. Sin embargo, subraya que algunos títulos han destacado por capturar el interés de sus clientes. Entre ellos, los dos volúmenes de 31 mitos y leyendas, dos libros que compilan los integrantes de Muy Waso y Salvador Pomar, cuyo mérito ha sobresalido por su originalidad y la profundidad de su investigación. Antes, en cualquier parte de Claudia Peña también ha sido muy valorado, consolidando su voz dentro de la cuentística boliviana. Asimismo, resalta que El secretario de su Delirio de Alison Spedding se ha convertido en uno de los favoritos, especialmente porque es uno de los pocos lugares donde se puede encontrar esta obra, y su autora cuenta con un público fiel que sigue su trabajo.
Durante la feria, algunos títulos que resonaron especialmente entre los visitantes fueron Política de Dukes de Fher Masi, señalando un creciente interés por la poesía. Área protegida de Edmundo Paz Soldán, también muy solicitado, ofrece una mirada profunda y especulativa sobre la crisis climática y la naturaleza, invitando a explorar nuevas posibilidades. Además de ello, durante los últimos días de la feria llegó un libro muy esperado y que vendió bien: Márgenes (T)sex(T)uales: antología de cuento LGBTIQ+ boliviano, antología de César Antezana y Edgar Soliz Guzmán.
Otro de los libros demandados fue Luenga Liga de Luis Rico, ya que muchos padres y madres aprecian el trabajo del cantautor y desean compartirlo con sus hijos. Finalmente, Conóceme y cuídame de Carolina Paz, con sus dos volúmenes dedicados a los animales del altiplano y la Amazonía en Bolivia, desacó como una opción informativa para toda la familia.
Alison Spedding, Silvia Rivera y Luis Rico visitaron el stand de Audacia & Algarabía.
“El balance de la feria de este año ha sido sumamente positivo, especialmente dado que nos presentamos como Audacia & Algarabía, una plataforma que no solo promueve el trabajo de nuestra librería, sino también el de otras editoriales afines, bajo la convicción de que todos somos actores interdependientes en la cadena del libro. Optamos por una postura colaborativa en respuesta a las dificultades que a menudo enfrentan las editoriales pequeñas y los autores independientes, quienes suelen ser relegados a los peores espacios en la Feria del Libro, debido a la falta de un criterio que verdaderamente fomente la producción intelectual nacional. Como decía don Werner Guttentag, ‘No leer lo que Bolivia produce, es ignorar lo que Bolivia es’”, remarca Godoy.
Y desde esa perspectiva, para ella la Cámara Departamental del Libro de La Paz pareciera estar ignorando su lugar como bisagra fundamental para promocionar el libro boliviano, sobre todo en las estructuras comerciales de sus asociados.
A pesar de estos retos, para Godoy la feria continúa siendo un espacio cultural profundamente arraigado en el imaginario de la ciudad. “Como parte del ecosistema literario, hemos notado con entusiasmo un interés renovado por la literatura independiente y una creciente participación de lectores jóvenes. Además, el programa cultural de la feria nos brindó la oportunidad de establecer conexiones valiosas con otras librerías y editoriales, lo que contribuye a fortalecer el ecosistema literario en su conjunto. Ese es uno de los aportes simbólicos más importantes de esta cita anual convocada de forma privada y con un escaso involucramiento del Estado”, dice.
En cuanto a las actividades que realizaron en la feria, comenta que organizaron una serie de presentaciones de libros, lectura de poesía, charlas con autores, miniconciertos en vivo, además de performances que ahondan entre la relación de la palabra y el arte, lo que permitió a los asistentes interactuar directamente con los creadores y profundizar en sus obras. En la librería regularmente realizan club de lectura infantil, presentaciones de libros y talleres literarios, que buscan crear una comunidad activa de lectores y escritores audaces de todas las edades.
Texto: Mitsuko Shimose
Fotos: Vassil Anastasov, Wara Godoy y Patricia Lucero
El grupo que renovó el panorama musical con su album Hybrid Theory vuelve a los escenarios, superando el fallecimiento de su vocalista, Chester Bennington.
Los emprendimientos de base tecnológica de Bolivia no solo han crecido en el último año, sino que han dado pasos cruciales para internacionalizarse. Ésos son algunos de los principales hallazgos del Mapeo TIC 2024, que se presentó en La Paz.
El informe, elaborado por Funda-Pró, Fundación Solydes, Fundación Emprender Futuro, Bolivian Investment Management Ltd., ICCO y la Universidad Católica Boliviana – La Paz, es una radiografía del panorama tecnológico actual en nuestro país y sirve como plataforma para analizar los avances, desafíos y oportunidades del ecosistema digital.
Pese al contexto de crisis económica que afecta a las startups a escala global, el Mapeo TIC identificó que en Bolivia “ha habido un incremento en 2024 respecto al año anterior en el número de startups”. Pasaron de 147 en 2023 a 167 en la actual gestión.
Más allá del número, la sexta versión del informe encontró un dato muy relevante: las startups bolivianas han expandido sus operaciones a países como Paraguay, Perú, México y Chile.
Envíos Pet, MOBI, DeltaX, Quantum, Sommos, Vaka, Yaigo y TuGerente son algunos de los emprendimientos que decidieron dar el salto y apuestan por operar más allá de nuestras fronteras.
“La internacionalización de startups de base tecnológica en Bolivia es crucial porque permite a estas empresas acceder a mercados más amplios, lo que incrementa sus oportunidades de crecimiento y sostenibilidad”, destaca el informe.
Entre otros hallazgos, el informe destaca que Santa Cruz mantiene su posición del departamento con mayor número de startups (41% del total), seguido de La Paz (36%) y Cochabamba (16%). En este caso, se incorporan Chuquisaca (5%) y Tarija (1%).
Otro punto importante es que las Fintech se consolidan como las de mayor presencia, ya que representan el 32%, seguidas por las Edtech con 16% y eCommerce-Marketplace con 10%.
Cabe destacar el crecimiento de startups con conexión urbano-rural, como es el caso de Vaka y Hola Tractor.
Uno de los aspectos más alentadores de este año es el surgimiento y consolidación de fondos de inversión bolivianos que apuestan por los emprendedores nacionales. Sumados a la presencia de fondos internacionales, robustecen el ecosistema y mejoran las oportunidades.
El Mapeo TIC, que se publica desde el 2019, se elabora en base a encuestas y entrevistas en profundidad, recopilando información de primera mano de las startups y los diferentes actores del ecosistema.
El documento está disponible para su descarga gratuita en la web www.mapeoticbolivia.org.
Andy Summers, exguitarrista de la icónica banda inglesa The Police, considerada fundamental en la historia del rock, se encuentra en gira por Latinoamérica junto a su propia banda tributo llamada Call The Police, que se presentó en La Paz el lunes 5 de agosto en el teatro 16 de Julio en una única función. Temas como So Lonely, Every Breath You Take, Message in a Bottle, Driven to Tears, Roxanne, Every Little Thing She Does Is Magic, entre otros éxitos, formaron parte de su repertorio de la noche.
Además del guitarrista, este grupo está integrado por Rodrigo Santos (bajista y cantante de la banda brasileña representativa de los 80 y 90 Barão Vermelho), quien conoció a Summers en 2014 a través de su amigo en común y empresario Luíz Paulo Assunção y, en 2016, fue invitado a unirse al dúo João Barone (fundador y baterista del mítico grupo Paralamas do Sucesso, banda conocida por el hit Uma brasileira). Al año siguiente, en 2017, Call The Police realizó sus primeras presentaciones sobre todo en Brasil, y, en 2019, estuvieron en Uruguay, Perú y Chile, con un repertorio de grandes éxitos y algunos lados B de la banda inglesa. En esta su quinta gira, les tocó Bolivia, Guatemala, El Salvador, Colombia, entre otros países.
Summers integró The Police junto a Stewart Copeland y Sting, con quienes grabó seis álbumes en estudio (1977-1983) y llegó a vender más de 60 millones de discos y ganar siete premios Grammy.
Summers también está considerado entre los mejores guitarristas de rock por medios escritos como Rolling Stone, ya que fue el creador del sonido de la mítica banda londinense y calificada como principal referente del sonido new wave.
El guitarrista desarrolló una amplia discografía después de la separación de The Police, pues grabó 16 discos desde 1987.
El músico tiene además el cine como segunda ocupación. En 2016 estrenó el documental Can’t Stand Losing You (nombre del primer sencillo de la agrupación inglesa), que cuenta su versión de la historia de The Police. El filme consiguió buenos comentarios en los diferentes festivales en que se presentó.
Entre sus pasiones también está la fotografía y siendo esta su tercera vez en La Paz, aseguró durante la conferencia de prensa que disfruta mucho del paisaje y que, además de la ciudad, conoce el lago Titicaca y también el Cerro Rico en Potosí, donde tuvo una aventura increíble.
Respecto a los más jóvenes y lo que escuchan actualmente, opinó que el concepto de generaciones es una especie de cliché porque una persona desarrolla un buen gusto si le gusta la música y descubre más sobre ella si realmente le interesa.
Summers, Barone y Santos confesaron no conocer a músicos bolivianos, pero “tenemos una noción un poco general de cómo la música andina tiene un papel fundamental en la cultura de Bolivia”, resaltó Barone.
En cuanto al legado de The Police, Summers dijo que si bien la banda estuvo en la cima de la historia del rock junto con grupos como The Rolling Stones y The Beatles, la gente no piensa en eso, solo disfruta la música, por eso él considera que Call The Police es su mayor legado actual.
La Alianza Francesa, en La Paz, presenta una muestra que celebra al movimiento que cambió la estética y la cultura popular, cuyo impacto se vive hasta el presente.
El grupo que renovó el panorama musical con su album Hybrid Theory vuelve a los escenarios, superando el fallecimiento de su vocalista, Chester Bennington.