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Sunday 12 May 2024 | Actualizado a 13:20 PM

Emilio Uquillas, de la CAF, se despide entre amigos y cuadros

/ 24 de agosto de 2017 / 04:53

Fotos, pinturas y esculturas de la muestra Arte: nota al pie Lo que amas, a veces te hace llorar —que se inauguró en Artespacio, bajo la firma de siete artistas— fue la ocasión para que CAF-Banco de Desarrollo de América Latina le dé una emotiva despedida a Emilio Uquillas. El director representante en Bolivia finaliza su labor en el país dejando como aporte el apoyo al arte y al deporte con la Carrera La Paz 3600 10K.

En los discursos, Cecilia Lampo, curadora de Artespacio, mencionó que de las 83 exposiciones realizadas en esa galería, unas 70 fueron coordinadas con Uquillas. “Con Emilio escogimos a los artistas y avanzamos en la manera de presentar el arte boliviano”, comentó la artista que presentó su trabajo junto a Sandra Boulanger, Keiko González, Felipe Jácome, Alfredo La Placa, Cecilia Lampo, Ramón Tito y Álex Zapata.

“Hace nueve años llegué a Bolivia con todas las ganas y el compromiso de trabajar en este país que mi familia y yo llevamos en el corazón”, dijo Uquillas, quien además agradeció la colaboración al “comprometido equipo de Bolivia”.

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Festín de sinfonías sacras del barroco indígena chiquitano

El XIV Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana ‘Misiones de Chiquitos’ se celebró con 130 conciertos

/ 12 de mayo de 2024 / 06:59

En el siglo XVIII, la música se usó para atraer y mantener en la fe católica a los indígenas americanos. Esto fue una constante en la historia misionera, pero además, como en cualquier iglesia de la época, la música también cumplió la función de alabanza y dedicación a Dios. Este puñado de historia no solo está registrado en el Museo Misional de San Javier, en el departamento de Santa Cruz, sino también en el quehacer y la vida diaria de sus habitantes.

Esta cultura fue reflejada en la primera ópera indígena chiquitana presentada la noche del martes 23 de abril en la Iglesia de San Javier. Antes del evento, una gran cantidad de personas se encontraba en las afueras esperando poder ingresar. Algunos minutos después se escuchaba a lo lejos el sonido de instrumentos de viento y cuerdas que se aproximaba poco a poco desde la plaza principal hasta la iglesia. El público esperó dividido en dos columnas dejando el espacio central vacío para la entrada triunfal de los artistas.

Danzantes con plumas en sus cabezas y máscaras de tela, cuya faz se asemejaba a la de los pájaros precedían al Coro y Orquesta Misional de San Xavier, quienes interpretaban instrumentos nativos. Se trataba de la danza de los yarituses, un ritual de los indígenas piñocas, antiguos habitantes entre el Gran Chaco y la Amazonía, que creían que el piyo (ñandú o avestruz americano) era un ave sagrada o un ser supremo, al que le atribuían el hecho de tener buena temporada de cosecha, cacería y pesca. Este ritual era celebrado en lugares altos porque el piyo es un ave que no puede volar, pero sí correr a mucha velocidad: precisamente yarituses, el nombre de la danza, significa “los que adoran en cerros y colinas”.

Este rito fue la antesala de la Ópera San Xavier, que gira alrededor de una conversación entre San Ignacio de Loyola y San Francisco Xavier en busca de la esperanza y la fe, siendo la primera ópera en lengua nativa. “El bésiro chiquitano es un idioma que ya solo los viejitos lo hablan y que se va a perder”, señaló Eduardo Silveira, director del Coro y Orquesta Misional San Xavier. “Durante la preparación de la obra, en lo que tardamos un poco más fue en la pronunciación porque tuvimos que trabajar con las solistas y con los mensajeros también. Es harto trabajo porque no es un idioma común, ya se ha perdido un poco, pero creo que el resultado valió la pena”.

La ópera estaba escrita para violines, violonchelo y dos solistas, así que Silveira tuvo que hacer los arreglos para darle más fuerza al canto del coro, contratar a un coreógrafo e insertar instrumentos nativos que formaron parte de la puesta en escena. “Se hizo revivir esos instrumentos ancestrales que estaban en el olvido como el sananá, el pachechise, el secu secu, que son instrumentos que había cuando llegaron los jesuitas, pero la gente ya no los utiliza, van olvidando y la ópera los ha hecho revivir”. Silveira apuntó que con esta ópera se resalta lo que sucedió hace más de 300 años que es cultura viviente, algo que no es comparativo con el barroco europeo. “Es un barroco indígena, pues son obras de 1740 hechas por un indígena”.

El alcalde de San Javier, Dany Añez Montalván, expresó su satisfacción luego de terminada la presentación de esta ópera. “Como alcalde de mi pueblo, siento una emoción grande al poder disfrutar la ópera. Los chicos vienen trabajando ya hace más de siete meses, no han tenido vacaciones en noviembre, diciembre ni enero. Han estado netamente metidos en su trabajo y hoy vimos el fruto del trabajo, que ha sido una ópera muy buena, muy bonita, completa. Y lo que pedimos es que esto se muestre a todo Bolivia y al mundo. Queremos que esta ópera se la pueda exhibir en otros departamentos del país y, por qué no soñar con llevar la ópera a exponerla a otros países de Europa, Estados Unidos y de todo el mundo”.

Por su parte, Percy Añez Castedo, presidente de la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), organizadora de este festival, dijo que “Chiquitos chiquitanizó la cruceñidad” porque Santa Cruz encontró su identidad resiliente gracias a esta cultura tan rica, por lo que seguro también llegará a chiquitanizar toda Bolivia. APAC además promociona una producción audiovisual que rescata los mejores momentos del festival y de la cultura chiquitana que empezó a grabarse en esta gestión.

El Festival ‘Misiones de Chiquitos’

Esta ópera, acompañada por el Coro y Orquesta Misional de San Xavier, fue una de las principales atracciones del XIV Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos”, fiesta que se lleva a cabo cada dos años gracias al Padre Piotr Nawrot, fundador y director artístico del festival hace más de tres décadas. “El festival explora sobre todo la música de nuestro pasado musical indígena chiquitano. El mundo no sería tan bello, ni tampoco podríamos sentirnos bien si estos tesoros, que son  universales, se hubiesen quedado dormidos en los archivos. Esta cultura musical tiene que ser parte de nuestras vidas”.

Es por ello que la belleza musical encerrada en estas partituras nativas lo llevó a hacer la primera tesis doctoral en el mundo sobre el manuscrito mismo. “Tanto me ha seducido esta música y esta historia que dejé todo y vine a vivir en este país”, enfatizó el sacerdote y musicólogo polaco.

Este festín musical —propagado por toda la ruta misionera chiquitana— se ha convertido en un gran atractivo no solo para los lugareños, sino también para los turistas nacionales e internacionales amantes de la música sacra.

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Estos conciertos bianuales son materializados gracias a los músicos, que llegan desde las diversas geografías locales, así como desde distintas latitudes del planeta. Entre el viernes 19 y el domingo 28 de abril se llevaron a cabo 130 conciertos —a cargo de elencos de 15 países— que se ejecutaron en Santa Cruz de la Sierra y en ciudades y pueblos provinciales del departamento, además de Tarija.

En la capital cruceña hubo recitales en los templos Los Huérfanos, San Roque y Jesús Nazareno, en el Centro de la Cultura Plurinacional (CCP)  y la iglesia San Agustín (Plan 3000). En provincias, se realizaron conciertos en Porongo, Santa Rosa del Sara, Cotoca, San Julián, San Xavier, Ascensión de Guarayos, Concepción, San Ignacio, Santa Ana, San Miguel, San Rafael, San José, Roboré, Chochís y Santiago.

Conciertos de música antigua

Fueron 10 días de conciertos; en cinco de ellos ESCAPE estuvo presente. El  sábado 20 de abril se presentó Helvetia Baroque, de Suiza, que tocó junto con el Coro y Orquesta Misional Santiago de Chiquitos en la Capilla Los Huérfanos, de Santa Cruz de la Sierra. Una de las integrantes del grupo suizo, Nina Lecocq, quien aseguró tocar una variedad de más de 10 flautas, dijo que para preparar la coproducción con el Coro y Orquesta Misional Santiago de Chiquitos vivió durante tres meses en la comunidad. “Fue realmente suficiente tiempo para conocer a la gente de allí que ahora son amigos con quienes no solo tocamos juntos. Por medio de ellos conocí una nueva cultura totalmente diferente a la mía, por eso tocamos la música tradicional de Suiza y de Santiago de Chiquitos, para combinar estas dos culturas”.

El mismo día, más tarde, en la Iglesia San Roque esuvo el grupo de la escuela de música Juilliard415 de Estados Unidos junto con el Coro Urubichá. Dani Zanuttini-Frank, estudiante de esta escuela que toca la guitarra barroca, contó que esta era la tercera vez que el grupo se presentaba en el festival y que para tocar junto con el coro habían practicado con ellos durante una semana. Otra estudiante de Juilliard415, la peruana Jimena Burga Lopera, resaltó el hecho de que la orquesta estaba compuesta tanto por estudiantes como por exestudiantes específicamente elegidos para los conciertos de este festival en la Chiquitanía. Por su parte, Mercedes Papu, directora del Coro Urubichá, expresó su emoción por esta maravillosa puesta en escena y por dirigir el coro en este su segundo festival consecutivo.

El domingo 21 de abril fue el turno del grupo francés Les Passions, en la Capilla Los Huérfanos de la capital cruceña. Jean-Marc Andrieu, director de la orquesta constituida hace 34 años en Toulouse, señaló que es su cuarta vez en este festival, la primera fue en 2014. “El estilo barroco me parece muy rico. Hay mucha música para descubrir y hay una libertad para interpretarla. Se puede tocarla de diferentes maneras, solo hay que elegir una propia con mucha libertad. Y esto en la música barroca me parece interesante. La segunda cosa es que es una música rítmica que combina muy bien la energía del ritmo de la danza y melodías que me parecen lindas”. Andrieu remarcó que su grupo dio más de 800 conciertos en 17 países diferentes y tiene grabados 14 discos.

Les Passions (Francia), Juilliard415 (EEUU) y el Coro Urubichá, Bach Society (Brasil), Helvetia Baroque (Suiza) y el Coro y Orquesta Misional Santiago de Chiquitos, y el violinista japonés Ryo Terakado junto con la clavecinista coreana Sungyun Cho.

El mismo día, en la Iglesia San Roque, actuaron el violinista japonés Ryo Terakado y la clavecinista coreana Sungyun Cho, quienes se presentaron junto con la Orquesta Barroca de Santa Ana. Terakado, quien nació en la colonia San Juan de Yapacaní, pero se fue a Japón al cumplir cuatro años de edad, dijo que siente un amor muy especial por la música barroca porque transmite simplicidad y emoción al mismo tiempo. Enfatizó que la primera vez que participó en este festival fue en 2004, hace ya 20 años.

El lunes 22, martes 23 y miércoles 24 de abril la música se escuchó en San Javier, municipio en la provincia Ñuflo de Chávez del departamento de Santa Cruz. Los tres días las presentaciones se realizaron en la iglesia del pueblo.

El 22 tocó la violinista alemana Nadja Zwiener con la Orquesta de Cámara Urubichá. “En total es más o menos una semana el tiempo que hemos ensayado juntos, pero la orquesta y yo practicamos por separado desde nuestro primer encuentro en febrero hasta el momento del concierto”, dijo Zwiener. “Para mí es muy importante este ritmo de música, ya que el Estado donde vivo en Alemania, Thüringen, es  donde nació Johann Sebastian Bach. Entonces tuve un contacto directo con ese tipo de música debido al bachillerato, y para mí ha sido muy importante seguir con la tradición de música barroca”.

El director de la Orquesta de Cámara Urubichá, Lisandro Anori, quien la comanda desde hace dos festivales, resaltó el hecho de que a pesar de no hablar el mismo idioma con Zwiener, llegaron a entenderse a la perfección musicalmente.

El 23 fue el turno de la mencionada Ópera San Xavier y el Coro y Orquesta Misional de San Xavier y el 24 subió al escenario el grupo brasilero Bach Society Brasil. Fernando Cordella, director y encargado del clavecín, explicó que su grupo forma parte de Bach-Stiftung, una fundación internacional que tiene sedes en varios países. “La sociedad Bach Brasil tiene alrededor de cuatro años. En la pandemia comenzamos los conciertos con músicos que se dedican a la investigación  histórica y la interpretación de la música barroca, especialmente de Bach”.

Por su parte, el Ministro Consejero, jefe del área cultural de la Embajada de Brasil en Bolivia, Paulo Azevedo, se mostró muy alegre al escuchar un concierto de “un grupo brasileño que se dedica a la difusión de la música de Bach, en el corazón de las misiones, en la Chiquitanía”.

Todos y cada uno de los intérpretes coincidió no solo en su amor por la música renacentista y barroca, sino también en su admiración por el público cruceño y boliviano que logró cumplir el objetivo de este encuentro: mantener vivo, latiendo en los corazones de la gente, el espíritu de la música antigua.

Texto y fotos: Mitsuko Shimose

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Cristhian Ortega: un médico naturópata con misión espiritual

El especialista hace abordajes terapéuticos integrales sobre los tres cerebros humanos: motor, emocional e intelectual

Por Mitsuko Shimose

/ 21 de abril de 2024 / 06:10

Un eneagrama enorme dibujado sobre el piso con lámparas encendidas en cada una de sus puntas y personas sentadas en loto vestidas con poleras blancas y pantalones negros delante de estas luces lo rodean. En el medio, se percibe una especie de mantel circular con cinco velas encima: cuatro en el sentido de los puntos cardinales y una que resalta por su altura al centro. El eneagrama es un mapa de la mente humana que ayuda a explicar con claridad cómo son las personas y su forma de relacionarse con los demás. Es un grafismo en forma de estrella de 9 puntas, representando los tipos de personalidad, rasgos, virtudes, defectos y tendencias psicológicas.

Es con esta exploración sobre las personas y su relacionamiento entre sí que Cristhian Ortega, médico naturópata, busca ayudar a sus pacientes. Para él, “no solamente somos un cuerpo, somos sensaciones, emociones, pensamientos y tenemos una vida espiritual muy profunda”. Es por ello que lleva más de siete años realizando abordajes terapéuticos integrales, es decir, abordajes que toman en cuenta, según explica, los tres cerebros humanos: el motor, el emocional y el intelectual, porque “somos seres tricerebrales”. Este entendimiento lo condujo a la Naturopatía, la cual “podría ser el puente que permita al campo de la salud crecer y abordar de maneras inteligentes y gentiles los procesos que actualmente están atravesando no solo las y los pacientes, sino toda la humanidad”.  

Camino de la Naturaleza

El término Naturopatía proviene del inglés Nature y Path o “Camino de la Naturaleza”; por lo tanto, es un camino natural por el que el ser humano transita en busca de la salud integral, tanto para curarse a sí mismo, como también, y sobre todo, para prevenir cualquier tipo de enfermedad. “Mi relación con lo que ahora se puede llamar Naturopatía fue bastante instintiva. Soy un autodidacta por naturaleza, tuve que reformular diversos conceptos”. 

A partir de esta exploración, progresivamente cambió su cosmovisión de la vida y de lo que es salud: epigenética, nutrición de los tres cerebros, biodrenaje, metilación, campos electromagnéticos, microbiota y microbioma, comunicación mente-cuerpo… investigó todos estos campos del conocimiento para reformular su práctica como terapeuta. Estos son algunos de los conceptos más importantes que poco a poco fueron modificando su forma de abordar lo que convencionalmente se conoce como enfermedad y que desde la Naturopatía se consideran procesos. Después de toda esta exploración conceptual, se contactó con el Centro Andaluz de Naturopatía y comprendió que la definición de Naturopatía tenía afinidad con todo lo que había estado investigando.

Ortega empezó a recorrer esta senda desde que le fueron insuficientes los conocimientos básicos que ofrece la medicina alopática, por lo que desarrolló una perspectiva propia en el tratamiento de los pacientes con una visión más natural de la medicina. Explica que este abordaje posee tres pilares fundamentales: aspectos nutricionales, procesos de biodrenaje (comúnmente conocido como desintoxicación) y aspectos psicoemocionales, relacionados con las tensiones que generan las relaciones humanas del paciente, no solo con su entorno social sino con su ecosistema tanto interno como externo. “Ahí es donde entra la parte emocional e intelectual, lo que siento y lo que pienso también es importante en el equilibrio de mi cuerpo y fisiología”, resalta.

Antes de ser naturópata, Ortega trabajó por un tiempo como médico general, pero cuenta que la forma de abordar los procesos que atraviesan las personas le pareció insuficiente, demasiado reduccionista, siendo su principal forma de tratamiento los fármacos y drogas de alta potencia, dejando de lado aproximaciones naturales, más accesibles y al mismo tiempo más sutiles y menos agresivas para el cuerpo: nutrición, herboristería, termoterapia, acupuntura, homeopatía, experiencia somática, biodrenaje, suplementos, etc. “Todos estos son métodos que parten de la propia naturaleza para alcanzar el equilibrio y que pueden aportar enormemente con sus investigaciones y fórmulas a la medicina occidental que se niega a ampliar la mirada”.

Respecto a que la Naturopatía sea concebida como “medicina alternativa”, Ortega dice que no le gusta ese término, ya que ese concepto implica una relación especialmente conflictiva entre la medicina occidental y el resto de abordajes que buscan equilibrar la salud y que se tiende a denominar como alterno. “Implica que la medicina desarrollada principalmente en Occidente es la principal y el resto de abordajes son alternativos, posibilidades relegadas a un segundo plano, porque se nos dice que las aproximaciones naturales carecen de la base científica que solo posee la medicina convencional”.

Si bien la medicina occidental contiene esa base, desde su punto de vista está dejando fuera de su cuerpo teórico importantes conceptos que también son fundamentales en la salud, frenando así su desarrollo. “Como ejemplo podemos hablar de la tensión emocional que muchos pacientes sufren en su vida, ya sea porque han perdido a un ser querido, o porque su ecosistema familiar se ha roto, o porque han sufrido violencia en su infancia. Desde la medicina alopática esto compete al psicólogo o, peor aún, al psiquiatra. Si revisamos la increíble cantidad de estudios científicos que ahora tenemos a la mano y que día a día se incrementan, veremos por ejemplo que muchos pacientes con enfermedades autoinmunes (artritis, lupus, fibromialgia, etc.) han sufrido emocionalmente cuando eran niñas y niños. Por tanto, no podemos dejar de lado esta parte de la dimensión humana si queremos ayudar a estos pacientes”.

Ahí es donde la Naturopatía puede ayudar, pues él asegura que “lo que necesitamos más que nunca en el campo de la salud son profesionales con manos y corazón cálidos. Si contamos con este tipo de profesionales, todo acto humano será seguro y para el bien de nuestros semejantes”. Ortega asegura que el campo de visión de la Naturopatía es más amplio, algo que la conduce a la investigación de conceptos que pueden permitir una evolución en el área de la salud.

El Cuarto Camino

eventos. Afiches de encuentros de Danzas Sagradas en Madrid, Santa Cruz y La Paz (arriba) y Taller de Nutrición para Niños en el CCELP en 2023 (abajo).
Afiches de encuentros de Danzas Sagradas en Madrid, Santa Cruz y La Paz (arriba) y Taller de Nutrición para Niños en el CCELP en 2023 (abajo).

Esta amplitud de visión que ofrece la Naturopatía y su manera de concebir la salud de manera integral se complementa con el Cuarto Camino, un laboratorio espiritual, una Enseñanza traída a Occidente por George Ivanovich Gurdjieff, con el fin de “permitirnos, en estos tiempos tan álgidos, conectar con algo más grande, despertar y afrontar la vida a la Luz de la Consciencia”.

“Personalmente he estudiado esta Enseñanza desde muy joven y me ha permitido integrar poco a poco las distintas dimensiones de mi vida interior. Vivimos muy afanados en el mundo exterior, afectados por el vaivén de los eventos, pero carecemos de la inteligencia suficiente para abordar con esa misma intensidad y atención nuestra vida interior: nuestras sensaciones, nuestras emociones y nuestros pensamientos. Ahí hay un campo rico de exploración del cual la educación actual prescinde casi totalmente. ¿Será esta la causa de la desesperación y el sufrimiento que estamos viviendo como especie?”, se pregunta.

Pero, ¿quién fue Gurdjieff? Ortega cuenta que Gurdjieff nació en Armenia, “una región sumamente interesante por su ubicación geográfica ya que se halla entre Oriente, Occidente y Rusia, lo cual implica que Gurdjieff tuvo la posibilidad de desarrollarse en un contexto de mucha riqueza cultural y espiritual”. Fue un buscador incansable que viajó por las distintas cunas donde se irguió la sabiduría milenaria. A principios del siglo XX, llegó a San Petersburgo donde fundó su primera Escuela. Allí se le unieron seres humanos de gran inteligencia que luego se harían cargo de difundir sus enseñanzas, agrega.

Una de las particularidades de su amplio cuerpo de estudios fueron las Danzas Sagradas, las cuales provienen de lo que él denominaba Arte Objetivo, no un arte para asombrar o acrecentar el ego, sino para Despertar a quien practicara con dedicación y entrega este Arte del Movimiento. En 1922 llevó su Escuela y Enseñanzas a Francia y luego a Estados Unidos donde realizó varias presentaciones de las Danzas Sagradas.

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Denominó a su Enseñanza como Cuarto Camino, que tenía por misión integrar el conocimiento científico de Occidente y la sabiduría de Oriente. Desde entonces varias escuelas se han formado alrededor de sus Enseñanzas, siendo una de ellas la Escuela Camino 4, cuya sede principal se halla en España pero que a lo largo del tiempo se ha establecido y difundido a distintos lugares de América Latina, incluida Bolivia. “Hoy en día en Bolivia, tenemos grupos de estudio tanto en La Paz como en Santa Cruz”.

Para las personas que estén interesadas en recorrer esta profunda investigación, los cursos se abren dos a tres veces al año, cuando llega el director de la Escuela, Uttam Módenes. Precisamente uno de esos cursos se llevó a cabo a inicios de este mes. “Es difícil explicar lo que realizamos durante este periodo Juntos, ya que una explicación verbal sucinta podría desvirtuar lo que se vive sutilmente desde la experiencia. Sin embargo, podemos decir que realizamos distintas prácticas dirigidas a despertar del sueño psicológico en que la humanidad se halla postrada, buscamos la posibilidad de Ser: transubstanciarnos para Ser. Una de esas prácticas, por supuesto, son las Danzas Sagradas que nos han llegado desde la sabiduría milenaria de una Humanidad Despierta”.

El grupo en La Paz se reúne cuatro veces a la semana para estudiar las Danzas Sagradas y otras prácticas. Las personas interesadas en saborear las Prácticas del Cuarto Camino, pueden contactarse al número 78845645.

Las prácticas —tanto las espirituales como las relacionadas a la salud física y emocional— son realizadas en AmanaSer, que se creó hace siete años como un espacio dirigido al equilibrio humano desde distintos abordajes: psicoemocionales, psicológicos, pedagógicos, artísticos, biológicos, etc. “Recientemente hemos ampliado su espacio físico en Miraflores, en la Av. Pasoskanki (edificio Killa, piso 2), donde nos dedicamos a implementar los tres pilares hacia el equilibrio de los cuales ya he hablado: nutrición, biodrenaje y manejo psicoemocional”.

AmanaSer busca ayudar a los pacientes con procesos crónico-degenerativos a través de terapias y protocolos naturales, cuyo fin es restablecer el equilibro humano, por lo que se ofrece couching en nutrición, consultas médicas, manejo de procesos metabólicos, terapias de relajación, sauna infrarojo, meditación, cursos y talleres dirigidos a prevenir el desarrollo de procesos patológicos.

Todo aquel que quiera formar parte de la comunidad AmanaSer, puede unirse al grupo de WhatsApp al 76767696 y seguir la página de Facebook  Fundación Cerebro.

“Hace 10 años abrí una página de Facebook llamada Fundación Cerebro, donde compartía posts sobre todos los aspectos teóricos relacionados con la neurología y su aplicación transversal en otros campos del conocimiento como marketing, psicología, creatividad, desórdenes psiquiátricos, etc., etc. En ese entonces no existía un espacio así en redes sociales y por eso llegué a captar a mucha gente (se suscribían alrededor de 10 personas por día)”.

A partir de ahí, Ortega señala que después, por alguna razón, Facebook empezó a limitar su contenido y por eso, aprovechando la cantidad de seguidores que ya tenía, decidió utilizar ese mismo espacio para subir conferencias relacionadas con la salud integral y la medicina natural y preventiva sin necesidad de cambiar el nombre de la página.

Texto: Mitsuko Shimose

Fotos: Cristhian Ortega

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‘El Chaco y después’: la pérdida desde lo femenino

Cárdenas opta por la perspectiva femenina para sus relatos, logrando una re-creación de la Historia antes narrada solo por voces masculinas

/ 7 de abril de 2024 / 06:32

El Chaco y después (2022) es el penúltimo libro del escritor paceño Adolfo Cárdenas (1950-2023) y su último en el género del cuento, publicado por la Editorial 3600. El libro contiene nueve relatos breves divididos en dos partes: la primera parte denominada El Chaco con cinco cuentos (Alajjpacha, Chacharcomani, Sepulturas, Operación Rosita y Felícitas) y la segunda, llamada Y después, con cuatro (El hombre que supo amar, Tío Humberto, La brigada fantasma y Victoria).

Esta colección, que relata la contienda bélica y la posguerra, es un homenaje, según indica el autor en su Nota preliminar, a Óscar Cerruto y su Aluvión de fuego (1935), y a Augusto Céspedes con su Sangre de mestizos (1936); además de Jesús Lara, Adolfo Costa Du Rels, Raúl Leytón y Raúl Otero Reich. Así también, reconoce “la memoria de personas que se convirtieron en personajes y cuyas historias han dado origen a estos cuentos y relatos”: Felicidad, Celinda y Raquel Franco; Isaac Haydar; Humberto Salvatierra; y Victoria y Genara Dick.

Habiendo dado un contexto general del libro, entraremos, sin más preámbulos, a su análisis. Diremos, pues, que los cuentos y relatos de El Chaco y después tienen un evidente hilo conductor: la pérdida. Esta pérdida, además, tiene la particularidad de ser desvelada por lo femenino, destacándose la participación de la mujer ya sea como narradora, como protagonista o desempeñando activamente distintos roles en los relatos, como bien lo señala Daniela Saraí Murillo en la contratapa del texto, siendo de igual modo el mismo Cárdenas quien ya da guiños de ello en su epígrafe que da paso a los cuentos/relatos: “También mi abuela fue a la guerra del Chaco con el grado de lavandera” (Julio Barriga). Sumado a eso, encontramos también que en algunos cuentos/relatos la presencia de la mujer como madre está relacionada con la (p/m)atria-tierra-Pachamama.

‘El Chaco’

En primer lugar, y como decíamos, el hilo conductor es la pérdida, que es puesta en escena desde distintas facetas, las cuales nombraremos en cada uno de los cuentos y relatos. En la primera parte El Chaco, en Alajjpacha, Pelagio pierde la vida en la refriega, suceso del cual nos llegamos a enterar gracias a su madre Ildefonza, cuyo relato comienza en un tono elegíaco llamando a su hijo, al que le sigue las injusticias ocurridas después de su partida: “El Chuquiago grande donde los doctores y generales dicen que la gente del campo debe comprar escarapelas, carnets, pagar impuestos de guerra; los alzamientos en todas partes y los ancianos que se preguntan por qué contraemos obligaciones, pero no derechos”.  A causa de estos atropellos, la narradora convoca al final a una “revolución masiva” y habla de “los sollozos cargados de tiempo y ardor de lágrima tatuada en la mejilla lítica de tu-mi madre, que desde tiempos sin tiempo te-me-nos llama”, haciendo alusión, desde mi punto de vista, a la Pachamama.

En Chacharcomani, Efraín opta por el destierro autoinflingido, el exilio voluntario, por asociarse con el capitán Armaza para reclutar a sus coterráneos, hecho que no descarta el que los militares lo busquen por desertor y sus pares, por traidor. Así, de esa manera, Efraín pierde su tierra, por no ir a “la guerra que nués de nosotros, a defender tierras donde nadies vive y donde solostán los gallinazos y los peones de los blancos del Chuquiago que no sián contentau con hacernos pagar plata pa entrar a la ciudad, ni con hacernos comprar sus documentos dellos”.

 Antes de pasar al siguiente cuento, resaltamos que en los dos primeros la oralidad está claramente presente, tradición que es casi el sello personal de la narrativa cárdenasiana. Si bien de aquí para adelante la oralidad continúa latente, no se encuentra tan marcada como en estos.

Sepulturas narra de manera excepcional la historia de Aniceto Arzabe, quien termina perdido en el monte y notificado como desaparecido. Esta su pérdida en la selva, sin embargo, no es casual, ya que él mismo se interna en la profundidad de la maleza para huir de su madre, habiendo sido antes desertor de guerra. Su progenitora, una autoritaria mujer de pollera, había dirigido su vida siempre con mano dura: “…la atemorizadora presencia de la madre, esa chola valluna, propietaria de castigos que invariablemente consistían en exigencias de contrición”. Es más, había obligado a su hijo a conseguir un trabajo y formar una familia, demostrando con esto que “ella esperaba con ansias cualquier acto contrario a su voluntad para imponerse por sobre el hijo”. En otro pasaje, se resalta que cuando Aniceto hacía su servicio militar, estas conductas dominantes persistían “pese al miedo por la represalia de la superioridad que ni con mucho se acercaba a la crueldad con la que su madre reprimía estas compulsiones”. Aquí, la madre representa claramente la (p/m)atria, una mediada por un Estado represor de los indígenas obligados a ir a una guerra ajena, pero que representaba orgullo y estatus social para las familias de quienes iban a combatir en nombre de aquella.

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En el relato Operación Rosita se da una pérdida del rastro de las dos protagonistas, Rosita y Adela Bello, quienes trabajaban como espías para el Gobierno boliviano para “descubrir diplomáticos comprometidos con la causa paraguaya”. Pero ante una misión fallida, “si luego de terminada la guerra regresaron al oriente es algo que no se sabe. Simplemente se perdieron en la bruma de la historia”.

Felícitas simboliza la pérdida de la esperanza. Este relato trata sobre una madre que busca “ávidamente el nombre de su hijo” “en la lista de caídos en acción o desaparecidos”, “deseando fervientemente que él regresara salvo y sano para volver a contribuir en la economía de la familia”. Sin embargo, tiempo después del cese de fuego, se le apareció un hombre apoyado en una muleta, a quien solo reconoció cuando le dijo “mamá”. “Felícitas, al ayudar al hijo a subir y bajar aceras o gradas supo que él nunca recuperaría su antiguo trabajo, supo que había llegado tullido e inútil y supo que se había hecho de una boca más para llenar y que la vida que ella imaginaba al regreso de él, no se plasmaría en quién sabe cuánto tiempo. Entonces, en silencio, lloró”.

’Y después’

En la segunda parte Y después, en El hombre que supo amar, un exmiembro del cuerpo de sanidad de la Asistencia Pública durante el conflicto bélico narra su historia a un parroquiano en un bar. Le cuenta además que se había enamorado de una indígena, con cuya familia había aprendido el arte de la herbolaria para curar todo tipo de males de la guerra. Cuando su receptor reaccionó del semisueño provocado por el relato y el licor juntos, se dio cuenta de la pérdida de sus objetos personales: “…al palpar su bolsillo, no encontró nada; se rebuscó entero, pero la billetera junto a algunas monedas y llaves habían desaparecido; al levantar la vista constató que su interlocutor también”.

Tío Humberto relata la “juventud invertida en la guerra” del protagonista y su historia de las botas que había tomado de un paraguayo a quien había disparado, y las cuales más tarde le otorgaron ciertos privilegios, pues “cuando los carceleros vieron que el soldado calzaba botas, dedujeron (erróneamente) que se trataba de un oficial con ciertas consideraciones que el resto de la tropa no tenía”. Tiempo después conoció a Rosalba, con quien formó una familia, la cual se cansó de oír la historia de las botas, a diferencia suya y de su esposa, quien falleció primero. Ante la pérdida de su compañera y la única persona que escuchaba su historia, “el viudo dedicó sus últimos años a relatar sus experiencias en la guerra y en la prisión, que solo escuchaban los perros, las palomas o el vacío sobre esas botas que poseía y que eran un vehículo para recordar el Chaco con dolor y a la Rosalba con amor”.

FAMILIA. Adolfo Cárdenas, Sonia Amusquívar (esposa), María Libertad (hija) Cárdenas y Luna Paredes Cárdenas (nieta).
Adolfo Cárdenas, Sonia Amusquívar (esposa), María Libertad Cárdenas (hija) y Luna Paredes Cárdenas (nieta).

En La brigada fantasma hay una pérdida de la realidad a causa del exceso de alcohol que tiene Saúl, nieto de don Hipólito Tellería, excombatiente del Chaco, quien termina falleciendo debido a sus viernes de borracheras. Saúl, quien acompañaba a su abuelo en las francachelas, se vuelve trovador después de su partida, complaciendo a todos los viejos soldados con canciones que alimentaban su nostalgia bélica. A la par que el tiempo transcurría, el aspecto de Saúl desmejoraba, algo que llamó sobremanera la atención del cantinero, quien decidió seguirlo una de esas noches. Saúl se dirigía cada noche al cementerio a interpretar sus temas para los soldados caídos, a quien el cantinero levantó del suelo, interpretando una tonada que hace referencia al olvido al que son condenados los beneméritos de la patria.

Finalmente, en Victoria se da la pérdida de la razón de la protagonista de nombre homónimo. Victoria, pues, esperaba a su prometido que había ido a luchar por la patria, el cual nunca regresó a pesar de no figurar en ninguna “nómina de muertos, desaparecidos o prisioneros probables”. Al no saber de su paradero, Victoria fue “víctima de una locura sin retorno y así quedó todo, con un epílogo nada concluyente sobre el destino de ese novio”, destino que “no era para nada tan dramático”, según se supo después gracias al relato de un viajero.

Así, la pérdida —de la vida, de la tierra, en la selva, del rastro, de la esperanza, de objetos personales, de la esposa, de la realidad y de la razón— es el hilo conductor de El Chaco y después, pérdida que conlleva en su interior, sea de la naturaleza que fuere, cierta amarga nostalgia de quienes sobrevivieron a un inefable combate. Esta nostalgia y todo su contexto son plasmados notablemente por Cárdenas, quien opta por la perspectiva femenina para los relatos de este su libro, el cual, desde la ficción y el testimonio, re-construye la memoria de un pasado histórico antes narrado solo por voces masculinas, logrando con esto una re-creación de la Historia.  

Texto: Mitsuko Shimose

Fotos: Sonia Amusquívar

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‘Anatomía de una caída’: la estructura del declive correlacional

El derrumbe mental, el desplome matrimonial y la caída testimonial son los niveles que estructuran el total desmoronamiento

La protagonista responde las preguntas de las autoridades judiciales.

Por Mitsuko Shimose

/ 24 de marzo de 2024 / 06:10

Anatomía de una caída (2023), película francesa ganadora del Mejor Guion Original en los Oscar 2024, escrito por su directora Justine Triet y  Arthur Harari, además de haber obtenido la Palma de Oro en el Festival de Cannes y el Premio Goya a Mejor Película Europea, entre otros reconocimientos, trata la historia sobre cómo se estructura una serie de declives que van en distintos niveles, pero que están concatenados entre sí. 

El primer nivel es el más evidente: la caída de Samuel Maleski (Samuel Theis) desde un tercer piso, hecho que lo lleva a la muerte y cuya escena se muestra casi al comenzar el largometraje –aunque antes de ésta, se ve una pequeña pelota caer de las escaleras de la casa, tornándose en una especie de guiño de lo que tratará el film y, al mismo tiempo, un hilo conductor de todos los eslabones que conforman la (ca/con)dena–. Como este primer nivel es el más evidente, la cinta gira alrededor de la investigación plasmada en un juicio: ¿fue un suicidio, un accidente o un asesinato?, siendo la última hipótesis la que inculpa directamente a Sandra Voyter (Sandra Hüller), la esposa del fallecido.

La reconstrucción de la forma en la que cae el cuerpo de Samuel desde el ático desvela los otros niveles de desmoronamiento que estaban ocultos. No se trata solamente de su caída física, sino también de su derrumbe mental y emocional, y del desplome de su relación con su esposa, cuyo testimonio también se cae en el juicio. Así, todo este engranaje constituye la anatomía y, por supuesto, la caída. Consideraremos estos distintos niveles haciendo una disección de los hechos empezando por el aparente último nivel.

y la de la declaración que la resuelve
y la de la declaración que la resuelve

Pero antes, tomemos en cuenta el escenario inicial como un aparente hecho aislado: los Alpes franceses. La familia Maleski-Voyter decide construir su casa en ese lugar gélido –un espacio que, por cierto, nunca llega a alcanzar la calidez de un hogar– y que está rodeado por ese blanco impoluto sin ningún tipo de matiz, que luego se mancha con el rojo de la sangre caliente de Samuel. Estas dos contraposiciones reflejan ambas personalidades extremas: por un lado, la fría racionalidad objetiva de Sandra y, por el otro, la ardiente emocionalidad subjetiva de Samuel, cuya caída es mostrada, naturalmente, desde un ángulo picado, el cual conlleva el sentido, además, de capitulación.

Retomando el tema de los niveles, si bien el juicio pareciera ser el último, se traspone en este análisis y pasa a ser el primero, pues es el que revela el suceso de caídas. La valoración judicial implacable de parte del fiscal muestra una justicia enteramente lógica y, por tanto, inmisericorde con la juzgada. Ante eso, Sandra no se siente escuchada en el juicio y, por tanto, mucho menos comprendida cada vez que hablaba sobre su relación con su esposo y los conflictos que tenían, los cuales no le parecían fuera de lo común, pues para ella todas las parejas tenían problemas. Entonces, al percibirse Sandra que su mensaje no estaba llegando de la manera que buscaba, opta por mentir por miedo a que no le creyesen, lo que lleva a la caída de todo su testimonio.

En esa escena llega a entenderse la razón por la que ella solía practicar su declaración, momentos en los que los primerísimos y primeros planos abundan para corroborar la concordancia entre sus palabras y sus expresiones faciales. Es interesante también la intrusión de una grabación casera durante la recreación de los hechos y en las tomas referentes a juicios, haciendo alusión a la cámara que usaba Samuel en busca de argumentos que le ayudasen como materia prima para su novela, pues tanto él como Sandra eran escritores, siendo ella la que había logrado el éxito en su oficio por medio de una ficción basada en algunos aspectos de su vida cotidiana. 

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Es justamente en el juicio donde se revela el desplome matrimonial de la pareja. La falta de entendimiento se apodera de ellos. El lenguaje que ambos hablan es distinto, lo que conduce a un ruido semántico que provoca una interferencia en la comunicación. Así, ambos se sitúan en medio de su propio espacio de dictamen entre culpables y culpabilidades, poniéndose uno en el lugar que juzga y el otro, en el banquillo de los acusados. Esta situación se torna insalvable en la convivencia, por lo que la única salida posible de ese oscuro túnel que se puede vislumbrar a lo lejos es la separación a través de la muerte.

La escena de muerte que desencadena la investigación
La escena de muerte que desencadena la investigación

Ese nivel es antecedido por el derrumbe mental y emocional de Samuel, el cual viene de la mano de una historia de dolor que tanto él como Sandra comparten, y lo hacen porque se trata precisamente de su hijo. Este desconsuelo común, sin embargo, en lugar de unirlos los separa porque viene detonado por la culpa; una culpa que conduce a innumerables miedos y renuncias, que coartan la capacidad de decisión, dirigiendo a quien los interioriza a un inminente fracaso.

Reconstruyendo estos niveles, surgen los siguientes cuestionamientos: ¿Hay un culpable? Y si lo hay, ¿es de un hecho en concreto o de una serie de eventos? ¿Hay culpa en quien deja caer o en quien se deja caer? Todos estos niveles sin resolver, finalmente lo hacen en el juicio, donde Daniel (Milo Machado-Graner), el hijo de ambos, decide conocer los hechos para llegar a la verdad asistiendo a cada una de las audiencias a pesar de su corta edad, desdeñando la protección de un sistema misógino que quiere poner en jaque a su madre. En esa escucha activa, escenas cabizbajas, ocultas y hasta desdibujadas del niño se aclaran junto con su decisión de mirar de frente y con valentía a través de su testimonio, el cual es clave para el veredicto final. En esta escena, cada vez que la jueza o el fiscal le bombardean con preguntas desde distintas posiciones, él gira su cabeza desenfrenadamente para responderles y la cámara da vueltas a la par denotando confusión de su parte. A pesar de su desconcierto mental, el niño elige desde ese lugar del entre (culpables y culpabilidades en el que convivían sus padres) y sentencia sin juzgar a través de su declaración que absuelve no solo a su madre, sino también a su padre, y lo hace porque testifica yendo más allá de sus sentidos –algunas veces oía sin escuchar las peleas de sus padres y casi no veía debido al daño sufrido en su nervio óptico–: él fue el único que miró con los ojos de la profunda comprensión las razones del incompatible actuar de sus dos progenitores.

Texto: Mitsuko Shimose

Fotos: Internet

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‘Los viejos soldados’: la amistad como alegoría de la unidad nacional

El afecto mutuo de los soldados trasciende sus diferencias socioculturales, humanizándolas

/ 17 de marzo de 2024 / 06:55

Los viejos soldados, película de Jorge Sanjinés estrenada en Bolivia hace poco más de dos semanas, es el relato no solo de la Guerra del Chaco, sino también de lo que pasó después, e incluso va mucho más allá de eso: el largometraje cuenta la historia de dos soldados que forjan una amistad entrañable en medio de la conflagración bélica.

Un compañerismo de este tipo no tendría por qué parecer extraño en esas circunstancias, ya que toda guerra despierta sentimientos nacionalistas en los compatriotas. Sin embargo, la particularidad de este es que ambos combatientes provienen de contextos socioculturales distintos, cuyo rasgo diferenciador no solo yace en su color de piel, sino, sobre todo, reside en sus apelativos: Guillermo Fernández de Córdova (Cristian Mercado) y Sebastián Choquehuanca (Roberto Choquehuanca). Pese a ello, el afecto mutuo trasciende estas diferencias, humanizándolas: ambos comparten la lucha por la sobrevivencia durante el conflicto armado — algo en lo que también coinciden con los pilas, sus supuestos enemigos, demostrándose que en el fondo no lo eran cuando uno de ellos le da un regalo a Sebastián— y, después del Chaco, la lucha por valores de igualdad y justicia los pone una vez más del mismo lado, teniendo en cuenta no solo la idiosincrasia racista de la época —la misma que, a pesar del tiempo transcurrido, persiste actualmente—, sino también su toma de conciencia tras percatarse de que habían ido a la guerra para “defender los intereses de tan solo 20 o 30 familias”.

Este aprecio recíproco los lleva a buscar incansablemente su anhelado reencuentro posguerra a lo largo de 30 años, periodo en el que se atestigua el cambio sociopolítico de Bolivia y con él, las transformaciones personales de los amigos. A pesar de que ambos encarnan los dos polos opuestos de un mismo país, logran erigir una camaradería tal que llegan a amar la esencia identitaria del otro. Así, Guillermo llega a enamorarse del concepto de comunidad del aymara, llevándolo no solo a casarse con una mujer indígena, sino a comprometerse también con su cultura de tal manera, que decide adoptarla como propia integrándose a su comunidad. En contraparte, Sebastián se apasiona con el fervor político transmitido por Guillermo en busca de “conformar una sola nación entre blancos e indios”, noción que lo lleva a convertirse en dirigente minero.

Este par de amigos provenientes de distintas realidades se encuentran en uno de los ambientes más hostiles como lo es el de una guerra, lugar donde llegan a re-conocerse por medio de la conversación reflexiva que se torna su refugio y, ¿qué es, pues, el diálogo, si no la plataforma privilegiada para la búsqueda de la verdad? Porque es solo en el encuentro que la verdad se descubre. Es solo a través del encuentro que es posible erigir la identidad: “Siento que hemos ido a la guerra no solo a matar pilas, sino a saber quiénes somos”, le dice al respecto Guillermo a Sebastián.

Jorge Sanjinés da indicaciones a los actores de 'Los viejos soldados'.
Jorge Sanjinés da indicaciones a los actores de ‘Los viejos soldados’.

Si bien toda identidad se constituye como elección propia, también se construye gracias al otro. “Hablamos con los otros para descubrir lo que somos”, diría el sacerdote y escritor español Pablo d’Ors. Por su parte, en el libro En el país del silencio (2007), de Jesús Urzagasti, se lee en varios pasajes Aruskipasipxañanakasakipunirakispawa, palabra aymara que en esencia significa “estamos obligados a comunicarnos”, siendo la comunicación la única vía posible para reconciliar nuestras diferencias y, con ello, re-encontrarnos.

Es claramente identificable el sello personal de Sanjinés en toda su cinematografía, y Los viejos soldados no es la excepción, pues al igual que en sus otras películas, conserva también en esta el transitar del pasado histórico —un pasado que sirve de brújula para el futuro—. Además de ello, este film contiene varios elementos estéticos plasmados en la narración como para ser considerado cine de poesía, sin dejar de incluir, claro está, la denuncia tan característica de su filmografía. La estética, entonces, no se encuentra desligada de la política, pues según Jacques Rancière, en su libro El reparto de lo sensible. Estética y política (2000), “hay en la base de la política, una estética”.

Así, pues, en cuanto a estética se refiere, la fotografía de César Pérez contribuye a retratar poéticamente los escenarios comunitarios y, sobre todo, del campo de batalla, hostil no solo por la contienda, sino también por la aridez del paisaje. Esta atmósfera, a su vez, es bien acompañada por la música de Cergio Prudencio, banda sonora que ambienta no solo los momentos más tensos de la refriega, sino también aquellos de profunda conexión humana.

La estética de la cinta se desvela de igual modo en la forma en la que Sanjinés cuenta la historia, la cual se da mayormente a través de planos generales, lo que permite situar a los personajes en su contexto, enfatizando de esa manera el sentido de colectividad. A esto se suman los ángulos picados, que se distinguen especialmente en las primeras tomas de la comunidad indígena como una muestra de dominación, la cual se traduce en el reclutamiento violento de los campesinos por parte de los soldados. El plano-secuencia como recurso típico del cine de Sanjinés es utilizado en este film, como en sus otros, para mantener la narración sin rupturas, por lo que el montaje de continuidad naturalmente lo acompaña (aunque resultan evidentes algunas falencias en el montaje, no van necesariamente en desmedro del conjunto).

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Como en la base de la política existe una estética, en esta cinta la “revolución estética” (que redistribuye el juego al volver solidarias la confusión de fronteras entre la razón de los hechos y la razón de las ficciones, y el nuevo modo de racionalidad de la ciencia histórica) ha producido una idea nueva de la “revolución política”, en palabras de Rancière. Entonces, solo se llegaría a la revolución política anhelada, mediante una estética específica que la haga posible.

Llegado este punto, lo interesante es que, en este largometraje, el qué (la hermandad como relato de fondo) y el cómo (la manera de contarlo por medio de elementos estéticos ya mencionados, diluyendo la línea divisoria entre ficción y realidad y, con ello, trastocando la Historia) llegan a fundirse conformando una alegoría: la alegoría de una conmovedora amistad fraternal entre distintos, pero, ciertamente, complementarios. Dos amigos que, a pesar de verse transformados después de tres décadas, mantienen intacto el cariño mutuo que se profesaban. Así, al igual que el qué y el cómo se funden en una alegoría, ellos lo hacen en un caluroso abrazo durante su reunión. Esa ética (qué) y estética (cómo) juntas son la esencia de la poética sanjinesiana, siendo el cine el espacio propicio para el re-encuentro con el otro a través del diálogo entre la ficción y la realidad, teniendo por norte esa revolución política soñada: la constitución de un imaginario de unidad plurinacional.

Texto: Mitsuko Shimose

Foto: Fundación Grupo Ukamau

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