Maritza Wilde: ‘Yo elegí el teatro’
El Espacio Simón I. Patiño le rendirá un homenaje a la actriz, directora, gestora y educadora teatral el jueves 17 de marzo a las 19.30.
Su secreto habita en una taza de té. En el ámbito teatral, los afortunados —que no son pocos— que han sido invitados una tarde al hogar de Maritza Wilde —la directora, la actriz, la dramaturga, la maestra, la gestora del Fitaz— saben que este gesto significa mucho: quiere decir que ella ha visto sus trabajos, que tiene sus observaciones y que hará todo lo posible para apoyar sus carreras.
Son las 09.00 y el teléfono no deja de sonar. Falta algo más de un mes para el inicio del Festival Internacional de Teatro de La Paz (Fitaz 2016) y el trabajo se torna abrumador. Pero Maritza simplemente lo acepta y lo disfruta. “Yo elegí al teatro, él no me eligió a mí. Y eso implica responsabilidad y el compromiso de trabajar”.
La vocación por el teatro le llegó de muy joven. Algo actuó en el colegio y luego ingresó a la Alianza Francesa, ahí vino la decisión. “Me casé con Agustín y él fue a hacer un masterado a España, así que ahí pude estudiar teatro. Me formé en el Teatro Experimental Independiente de Madrid; estuve también en la Real Escuela, pero la formación era algo anacrónica. Tuve grandes maestros. Y como desplazarse en Europa es fácil, hice todos los talleres que pude”, cuenta.
En Europa también tuvo la oportunidad de actuar en teleseries juveniles, aunque el audiovisual nunca pudo seducirla. “Si no sales en televisión, no existes”, le decían. Ella prefería no existir para las grandes masas.
“Me llamó del teatro la posibilidad de decir cosas a través de la representación, de decir textos con los que una sincroniza. Luego, cuando ya hice adaptaciones y escribí cosas mías, me abrió la posibilidad de decir mi pensamiento y la de hacer distintos personajes, representar a otros. El teatro te da la oportunidad de vivir muchas vidas, las de personajes ficticios o de protagonistas de la historia”.
En ese camino, la formación ha sido constante y, ya de regreso en Bolivia, asumió también el rol de maestra. “Nunca he pensado que ya llegué a ser directora o actriz; como en toda profesión, siempre hay que actualizarse y tener la mente abierta. La formación me entusiasmó a mi retorno. Empecé a trabajar en el entonces Instituto Boliviano de Cultura (IBC) y daba talleres en la Alianza Francesa. Fue una etapa muy simpática, con gente muy joven; muchos de ellos siguieron caminos artísticos”.
Uno de los hitos importantes en su carrera es la conformación de la compañía Amalilef. “Empezamos de una manera muy simpática, con las actrices Malena Orías —que hoy vive en Santa Cruz— y Francy Basurco —en Cuba— porque las tres queríamos hacer un grupo que trabaje sobre la temática de la mujer. Se nos unieron dos actores: Índalo Luque y Armando Iglesias, un músico. Las primeras letras del nombre de mis compañeras formaban el de la compañía”.
Con Amalilef, Maritza dirigió la obra El juego, de la venezolana Mariela Romero, con las actuaciones de Luque y Basurco. Con Iglesias trabajó en el unipersonal, Es niño o niña. Tiempo después dirigió a las experimentadas Norma Merlo y Tota Arce, en La casa de Bernarda Alba. “No encontrábamos el piso cuadriculado y pedimos permiso para que nos permitieran pintarlo. Y claro, luego lo entregamos tal cual. Fue muy buen trabajo como dirección”, recuerda.
Maritza se abstiene de utilizar la palabra “éxito” cuando habla de teatro. “Es muy variable. El teatro es un riesgo cada noche, aunque se presente lo mismo. Cada función es distinta, puede pasar cualquier cosa. La fama y el éxito no son palabras que se relacionan con el teatro”, reflexiona.
Y, a pesar de que este jueves 17 de marzo el Espacio Simón I. Patiño le rendirá un homenaje por su trayectoria a las 19.30 en el Edificio Guayaquil (Av. Ecuador esq. Pedro Salazar), ella no toma esto como un asunto de fama. No se considera una estrella. Es una actriz que espera que su próximo rol sea el mejor. Una directora que busca denunciar las injusticias que viven otros seres humanos en el mundo. Y aprovecharía también para hablar sobre la oferta que tiene el Fitaz —su hijo— para este año, pero el teléfono no deja de sonar.
‘Ha hecho más por potenciar a las mujeres de teatro que cualquiera’
Camila Urioste. Dramaturga y productora
Dicen que la diferencia entre las niñas y las mujeres es que las niñas compiten entre ellas, mientras que las mujeres se potencian unas a las otras. Maritza Wilde es, bajo esta definición, una mujer. En estos tiempos en que el feminismo puede significar sinfín de cosas y personajes diversos, se adjudican este término para lograr sus propios fines; Maritza simplemente trabaja por lo que cree necesario trabajar. Con creatividad y alegría, sin darse cuenta si su “ser mujer” la perjudica o la beneficia. Ella se ve a sí misma como un ser humano talentoso que trabaja. Y cuando ella te mira no ve una “mujer que escribe”, ve una escritora. Maritza ha hecho más por potenciar a las mujeres que trabajan en teatro que cualquier feminista, que cualquier eslogan, simplemente haciendo una de las cosas que ella hace mejor: abrir caminos y brindar oportunidades.
‘No le teme a los retos, los asume como parte de su discurso’
Eduardo Calla – Director y dramaturgo
Maritza es una persona visionaria, emprendedora. Es fuerte y luchadora. No teme a los retos, los asume como parte de la construcción de su discurso como artista y gestora. Es absolutamente generosa, lo cual ha demostrado de manera reiterada a través de la gestación y sostenibilidad permanente de espacios para aproximar el público al teatro, y viceversa. Un reto muy grande, que ella asume con toda pasión. Y lo más admirable es que esa pasión tiene el espejo de la honestidad. Maritza es honesta, es directa. Es un placer compartir con ella. Nos vemos pocas veces al año, pero cada charla es tiempo de calidad. Cada vez que puedo, le agradezco por todos los espacios de aprendizaje que siempre me ha brindado, como creador, como espectador y también como persona.
‘Mi historia con Bolivia y el teatro está ligada a Maritza Wilde’
Marta Monzón – Actriz, directora y dramaturga.
Mi historia con Bolivia (Marta nació en Argentina, pero vive y trabaja desde hace varias décadas en La Paz y Santa Cruz) y con el teatro boliviano está ligada a Maritza Wilde, ya que fue una de las primeras personas que conocí. Somos amigas, colegas y cómplices. La dirigí, me dirigió (la última colaboración entre ambas fue en la obra Filomena y Domingo, en 2015) y compartimos muchos de los mejores momentos del Festival Internacional de Teatro de La Paz.
Nos vemos, hablamos, charlamos, escribimos, nos ponemos de acuerdo, nos ponemos en desacuerdo, batallamos, discutimos, abrazamos y tomamos un café o una agüita…
Siempre de frente, siempre cara a cara… Porque, siempre también, al final… ¡siempre nos queda el teatro!