Maximilino Siñani: ‘Mixtura, la moneda de la fiesta’
La muestra ‘Sindicato Comercio’ se verá en el Museo Nacional de Arte.
Sumaj Orck’o, el Cerro Rico de Potosí: ingentes cantidades de plata salían de ahí durante la Colonia para acuñar valiosas monedas. Pero… ¿Qué es una moneda o un billete sino un objeto al que se le asigna un valor determinado para emplearse como forma de pago? Billetes y mixtura se hacen igual: una máquina corta el papel para crear un objeto de transacción. Con el billete se compran cosas; con la mixtura se hace más: se sienta presencia, se agradece, se bendice, se celebra. Es que la mixtura es la moneda de la fiesta.
Con todas estas ideas en la cabeza, al igual que la mixtura traviesa —morada, amarilla, naranja, azul, verde, blanca, roja…— que se cuela por todos los rincones del taller ubicado en El Alto, el artista paceño Maximiliano Siñani ultimaba detalles para su exposición Sindicato Comercio, que se abrirá este 23 de enero las 19.00 en el Patio de Cristal del Museo Nacional de Arte (MNA, calle Comercio esq. Socabaya 485).
La pieza principal de la muestra: una montaña de 5.000 kilos de mixtura. “En 2017 me invitaron a hacer una exposición en el Museo Nacional de Arte, el tema ya lo tenía en la cabeza y lo había conversado con Juan Fabbri (artista y curador). El año pasado hice una residencia en Italia. Allí fui a una fábrica de mixtura, ubicada en un pueblo del norte. Me hice amigo del dueño, Emanuelle, quien me regaló una placa de metal y cinco dientes metálicos para comenzar a hacer mixtura con un mecanismo de placas para perforación. Con eso me concentré en crear mi propia máquina”.
Con este primer diseño, Siñani produjo 400 kg de mixtura de forma manual durante tres meses. Si bien había trabajado antes con este elemento —“no soy el único artista que lo hace, está Galo Coca, con quien hablé para consultarle algunas cosas y él me contó historias maravillosas sobre la mixtura”, enfatiza—, ahora tenía las herramientas para crear una montaña de papel. Eso sí, requería más investigación, para plasmar la obra en una instalación y cerrar el concepto.
Así fue construyendo este Sumaj Orck’o con piedras de colores para conformar la estructura—se utilizaron tres tipos de piedras (cascajo, rocas grandes y piezas que se obtuvieron en el Dragón Dormido, Carabuco) coloreadas con distintos elementos, experimentando con yupi, anilina, Coca-Cola, pintura en spray y otros— y papeles recolectados e intervenidos con tintes. “Desde abril he estado trabajando en la obra. En noviembre llegué a Bolivia e inmediatamente fui a conocer la fábrica La Diablada, que es la que abastece a los vendedores de la calle Illampu. Conocí a Carlos Peralta, el dueño, y me explicó los múltiples significados de la mixtura, cuál se usa para matrimonios, para prestes… para cada ocasión. Trabajan con papel de seda”. En Italia, en cambio, la mixtura se utiliza solamente en la fiesta de Carnaval y su elaboración es más artesanal.
El siguiente paso fue ir a Potosí. “Allí vi la máquina de monedas y diseñé mi propia máquina industrial de mixtura. En el museo, el cerro de mixtura seguirá produciendo: estaré dos veces a la semana haciendo mi propia mixtura. Acuñar monedas es como acuñar mixtura, porque la fiesta es el capital boliviano”.
Para Siñani —nacido en La Paz en 1989, arquitecto y con formación artística en la School of Visual Arts de New York— la mixtura además da cuerpo a la palabra estido. “Cuando te vas de la fiesta, la mixtura que te pusieron se queda ahí, estás pero no estás. Sabes que alguien estuvo en un lugar, hay registro, no se puede barrer fácilmente. Es imposible de limpiar y se queda siempre en la ropa, en las esquinas”, explicaba mientras observa la mixtura que había quedado atrapada en telarañas del techo del taller.
La exposición incluirá, además, dibujos y obra escultórica en torno a la forma y el color de la mixtura, donde el fucsia resultó determinante. También habrá mixtura de Potosí, en tonos metálicos. “La mixtura es como algo vivo sin vida, se mantiene y está presente”.
Habrá mixtura por montones y motivo de fiesta en Sindicato Comercio, que permanecerá abierta en el MNA hasta el 3 de marzo.
La fábrica del estido
Un fragmento del texto incluido en la publicación ‘Sindicato Comercio’ (A ediciones, 2019) sobre la exposición de Maximiliano Siñani
Marisabel Villagómez – curadora
Cómo nos estimos? Maximiliano Siñani propone como posible respuesta un Cerro de Potosí colectivamente construido, armado, pero deforme y colapsando.
Después de haber planteado experimentos con mixtura en varios lugares del mundo, la exposición que nos implica hoy supone un viaje al país natal, cosa que ineludiblemente se construye de una carga particular en la que cada quien enfrenta sus propios demonios, los demonios familiares, los demonios del país que habita en uno, y los del país que habitamos. Max diseña una línea estratégica que le permite afrontar este retorno. Se puede a fuerza de mano, volver a experimentar una construcción colonial a través de la máquina artesanal imaginaria Estti, la máquina con la que el artista produce la mixtura. Estti es la palabra italiana inventada por Max como traducción libre de “Estir,” ese verbo inexistente que, según el escritor William Camacho, encierra una forma de conocer el mundo desde la fragilidad y ambigüedad paceñas. Es una máquina entonces que responde a un diccionario bilingüe en el que ambos idiomas se trastocan para presentarse como el léxico de una gran maquinaria colonial y sus resultados.
En este viaje de retorno, Max propone un país natal trastocado por los resultados de esa “maquinaria”, el monstruo, real y del imaginario, que fue Potosí, paradigma discursivo que estableció el orden capitalista mundial. Imaginar la gran máquina de producción, perfilada como extensión corpórea del trabajo y de la explotación mundial, como ya se ha presentado en Principio Potosí (2009), hace pesado y dificultoso un entendimiento de la lógica incorporada que establece el colonialismo. El propio viaje a la montaña y las búsquedas en los archivos de Sucre y Potosí cansan a Max, lo absorben corporalmente, no lo invitan a continuar la experiencia si no que más bien lo repelen, lo cuestionan e incluso cree que las montañas le dicen “esto no es para ti”. Este viaje de retorno que recorre la cordillera de los Andes lo lleva también a Carabuco, sitio desgarrador en el sentido familiar, donde un antepasado decidió blanquear su nombre y reniega del apellido Siñani. Esta pesantez del cuestionamiento conceptual al que ha alcanzado el tratamiento de la mixtura se resuelve en una imagen: la montaña de plata colonial, hoy hecha montaña de mixtura, que se desploma, se desmorona, que se ha estido. (…).
Este juego nos lleva a un entendimiento sobre el frágil posicionamiento que tenemos en relación al capitalismo mundial, como familias y como nación. Finalmente, el capital nos evade en este territorio, y como la mixtura, se desprende físicamente y se traslada a otras geografías, dejando vacíos, estiéndose. La forma amorfa de la mixtura que produce la máquina Estti parece seguir la idea de que las deformaciones son las únicas respuestas posibles al sistema laboral colonial. Esas deformaciones proponen un antiuniversalismo, ninguna forma puede ser considerada totalmente redonda, ni triangular, ni forma primaria, porque así es estirse: es perderse en un amorfo del futuro. Lo incierto de los límites de la deformidad (espacial y temporal) y lo incierto de dónde y cuándo se acaba se plantean en esta obra que une el pasado colonial con el contemporáneo en el juego de la experimentación.