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Fuertes, una buena película (o no)

La cinta boliviana, dirigida por Óscar Salazar Crespo, se inspira en hechos de la Guerra del Chaco

/ 23 de octubre de 2019 / 00:00

El cine boliviano viene de una mala racha de estrenos. La hinchada cinéfila coloca las esperanzas en tres fichas, por orden de estreno: Fuertes de Óscar Salazar Crespo, Santa Clara de Pedro Antonio Gutiérrez (un “western” beniano que llegará en noviembre) y Mi socio 2 de Paolo Agazzi (en diciembre). Ahora ha entrado en cancha la esperada película sobre la Guerra del Chaco y el club The Strongest.

Goles a favor:

Uno: Fuertes es un cruce de filme romántico (una historia de amor que roza la cursilería) y película épica de guerra con espíritu nacionalista. Apuesta por la sencillez, por la mirada hegemónica y por eso que algunos llaman “industria”. Tendrá, sin duda, una buena respuesta del gran público, ávido de reconciliarse con el cine boliviano y sus historias encaminadas a levantar la autoestima.

Dos: Fuertes es también una cinta de época. Pocas veces en el cine boliviano hemos podido ver una obra tan cuidada en lo formal y en lo técnico con el objetivo (logrado, al fin) de reconstruir el pasado, en este caso los tumultuosos años 30 del siglo XX. Es un acierto de la dirección rodearse de connotados especialistas en sus rubros. Gustavo Soto regala una fotografía mimada que pasa de las tonalidades brillantes y coloridas de la preguerra a la paleta desgastada y polvorienta del Chaco en la segunda parte bélica del filme. Pilar Groux, la productora por excelencia de nuestro cine, demuestra otra vez su trabajo avalado a nivel internacional. Serapio

Tola en la dirección de arte y Melany Zuazo en la dirección de vestuario colocan a Fuertes a la altura de películas históricas de cinematografías potentes de factura extranjera. Los efectos especiales de los enfrentamientos también son un punto alto. La banda sonora del oscarizado chileno Juan Cristóbal Meza, grabada por la Orquesta Sinfónica de Bratislava (Eslovaquia) aporta momentos de gran emotividad y grandielocuencia, propios del género, aunque por momentos la música se engolosina y abusa del espectador.

Tres: Fuertes tiene momentos altamente emotivos por su carácter épico y su potencial emotivo. Destacan dos escenas que ponen nudos en la garganta: la escena final y el discurso del presidente del club, Víctor Zalles Guerra (dos de sus hermanos murieron en los fortines y cañadas) cuando compromete la participación de todos los jugadores, dirigentes, socios y simpatizantes stronguistas al Ejército. Luigi Antezana, actor y fiel gualdinegro, se emociona y emociona.

Cuatro: Fuertes sabe cerrar (se); mérito no menor en nuestro cine donde los finales son un hándicap. Aunque, hay que decirlo, le sobran 20 minutos.

Goles en contra:

Uno: Fuertes, que se presenta como un relato de ficción “inspirado” en hechos y personajes históricos, descuida detalles de la historia. En aras de contentar y atraer a la mayor cantidad de espectadores, omite verdades.

Cuando la Guerra del Chaco estalló y The Strongest se retiró del torneo para acudir como club al frente de batalla, el campeonato de La Paz Football Association no se interrumpió, como asegura la película. Continuó, y sin los gualdinegros en cancha; el club Bolívar salió campeón en el primer título de su historia desde que jugaba al fútbol en 1927. El apodo del club no era “Tigre”, como es ahora. La denominación de “tigres” fue acuñada una década después, en los años 40. Juan Lechín Oquendo no era jugador stronguista (aún), antes de la guerra era parte del equipo de la fábrica Said&Yarur por el origen palestino de su padre (Lezín) y los dueños de la empresa que confeccionó los uniformes del Ejército boliviano. El capitán del team no era José Rosendo Bullaín (que había dejado, por cierto The Strongest para jugar en Huracán de Viacha por imperativos militares), sino Renato “Choco” Sainz (retratado en la película bastante más moreno de lo que era).

La lista de inexactitudes históricas es larga aunque ésta no afecta a la verosimilitud del filme. Lo que sí molesta es el sesgo clasista. The Strongest nunca fue un club elitista de la clase alta y adinerada de la sociedad paceña, como es retratado en el filme. Estaba formado por la incipiente clase media profesional y trabajadora. Fuertes presenta una ciudad de La Paz (rodada en Sucre, por cierto) irreal, colonial, carente del sustrato popular que siempre alimentó a la urbe y al club del oro y el negro. El extremo cuidado en lo técnico es abandonado a su suerte en el empaque histórico-sociológico del filme. Una pena, la labor se quedó a medias.

Dos: Fuertes tiene un gran reparto, disparejo a ratos, que tropieza especialmente en su pareja protagonista. El director hizo la apuesta riesgosa de elegir como protagonista masculino (Christian Martínez es Mariano) a un exjugador juvenil de fútbol, no a un actor. Con esta elección, la película gana en las escenas futboleras (“bien jugadas”) pero pierde en peso actoral. Elegir como protagonista femenina (Claudia Arce es Matilde) a una expresentadora de televisión sin apenas carrera interpretativa es menos entendible. La interpretación de Fernando Arze —en el rol de José Rosendo Bullaín, caído en combate en Cañada Strongest en mayo de 1934— está raramente contenida, cuando esta vez no tocaba y hace extrañar un mayor trabajo de interiorización en el personaje.

Tres: la ausencia de la música popular de la época es otra falencia. Es un pecado capital (producto de una pobre investigación histórica) que no suene la mítica Cacharpaya del soldado del maestro  Alberto Ruiz Lavadenz. Los soldados stronguistas no cantaban —como en la peli— tonadas de tribuna o adaptaciones de melodías religiosas sino letras como “Negra zamba, por qué tienes que llorar / negra linda, tu llanto debes calmar. Si el Chaco es boliviano / nadie nos puede quitar.

Uka jinchu q’añu patapila / lawampi churtañani pek’e pata / alis nuquñani Chacu pata / Ukat mantañani utaparu patapila lapakumu”. Por cierto, los soldados paraguayos hablan en guaraní mientras el quechua, aymara y el propio guaraní están ausentes en nuestras filas, otro “descuido” (in)consciente.

Cuatro: la historia bélica deja sabor a poco. La gigantesca y heroica batalla de Cañada Strongest es reducida a una caricaturesca escaramuza. La historia de amor cojea por falta de química, por desprolija, por balbuceante. La dirección de actores brilla por su ausencia y da por resultado a un elenco abandonado a su suerte, en el que cada uno rema a su propio ritmo.

Arce, a contra ruta del espíritu de la película, llegó a decir en la “premiere” el pasado lunes en La Paz que “los bolivianos, para no variar, perdimos la Guerra del Chaco”. Otra vez el lamento de la derrota contra el que pretende luchar el filme de Salazar. Alguien debió explicarle a la ex Miss Bolivia que tenemos gas y petróleo porque vencimos en la toma de Boquerón, en las cañadas y especialmente en la última gran batalla de la guerra, la de Villa Montes. Recordarle, en fin, que los bolivianos y bolivianas somos Fuertes.

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El punto (y el corazon) que se necesita

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 25 de abril de 2024 / 07:04

Introducción: el grupo C de la Libertadores no era “a priori” el “de la muerte”.  Pero lo es. El rival más “débil”, según los “expertos”, era Huachipato de Chile.

Los resultados en la primera rueda han sorprendido: la victoria chilena ante Gremio en Porto Alegre y los tres puntos rescatados por los brasileños en La Plata. ¿Bastará con que el Tigre gane todo de local para avanzar? ¿o necesitará algún punto fuera de casa? ¿Es Chile el terreno/hado propicio?

El “eleven” stronguista suena así (de raro): Viscarra; Caire, Aimar, Jusino y Lino; López-Ursino; Amoroso-Arrascaita-Sotomayor; y Miranda. Un onceno “Frankenstein”. Jugadores, otrora titulares como Ortega, Triverio, Ramallo, Wayar y Quiroga, aparecen en la banca. ¿Prioriza el argentino el torneo local?

Nudo: a los diez minutos (por lesión de Arrascaita que estaba de enganche con Amoroso y Sotomayor por los extremos) entra… Rojas, Daniel. Sin comentarios, capítulo uno. Lavallén, al de diez minutos, cambia a línea de cinco: tres centrales con Rojas de carrilero por derecha y Lino, por el otro costado.

La improvisación, al poder.  ¿Un ejemplo más? El mexicano Leo López no es el mixto, es el volante de contención. Sin comentarios, capítulo dos. ¿Cuántas veces jugó ahí? Ninguna.

Los “acereros” del sur de Chile crearán ocasiones pero fallarán con la puntería descalibrada (abusando con el centro a la olla, con poco fútbol). En la única llegada del Tigre, gracias a una trepada al contragolpe de Amoroso por derecha, aparece como centro delantero….Jusino. Sin comentarios, capítulo tres. El yungueño define como central.

Desenlace: el entrenador local Javier Sanguinetti mete un delantero centro más. Lavallén mantiene a Ortega y Triverio en la banca. Sin comentarios, capítulo cuatro.

El partido no cambia demasiado, el Tigre sigue metido atrás (con 5-4-1), como manda Lavallén. Sobre el final, se anima a montar “contras”, buscando el milagro. Las piernas frescas de Ramallo y Angulo así lo permiten. Los chilenos, imprecisos y con más ímpetu que juego, arrinconan la valla de Viscarra. Tendrán el punto de mira desviado toda la noche. Con la entrada de Rojas por Quiroga, Lavallén vuelve a línea de cuatro. Sin comentarios, capítulo cinco.

Post-scriptum:  Chile era el hado/territorio propicio para arañar/arrancar ese puntito de visita que sirva para el pase a octavos. Nadie se acordará del planteamiento ultraconservador de Lavallén ni de su improvisación a ultranza.

Se llama resultadismo. Los dos siguientes/consecutivos partidos en el Siles (ante Estudiantes y Huachipato) marcarán el destino del equipo gualdinegro, que a falta de fútbol es puro coraje, puro corazón. Gremio es último en la tabla.

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El oficio del Tigre (y de Viscarra)

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 20 de abril de 2024 / 21:40

Introducción: el Tigre no se fía de F.C. Universitario (después de la sorpresa de San Antonio Bulo Bulo) y Lavallén coloca el equipo titular. Los laterales siguen siendo una lotería: esta vez toca Osorio (sub 20) y Quaglio (sub 23).

El resto son los que jugarán (probablemente) en Chile por Copa Libertadores: Caire y Jusino, de centrales; Wayar y Ursino; Amoroso-Ortega-Arrascaita; y Triverio. El “Capriles” se viste -otra vez- de oro y negro. ¿Por qué tiene más apoyo el Tigre de visita que en el Siles? El técnico de los “manzaneros”, el paraguayo Pablo Godoy, deja afuera a su mejor hombre, “Maxi” Núnez.

Nudo: el partido arranca con un extraño dominio gualdinegro. Durante diez minutos, Lavallén deja de ser Lavallén y ataca de inicio. Espejismo, nomás. Todo cambia en el minuto treinta: comienza el recital (innecesario) del “referee” de apellido Revollo, de nombre, Javier. Expulsa injustamente al mejor hombre del Tigre, Amoroso.

Los árbitros en Bolivia no favorecen a los grandes o perjudican a los chicos.  O al revés. No, todo es mucho más sencillo: son muy malos. No tienen la capacidad para dirigir un fútbol dizque profesional. Así de sencillo. La solución pasa por su profesionalización y por elevar su nivel con capacitación constante.

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Con uno menos, Lavallén vuelve a ser el Lavallén que todos conocemos. Saca a Ortega de la cancha. ¿Por qué siempre es el sacrificado? ¿Porque no corre, no defiende? Todos sabemos que el poco fútbol que tiene el Tigre aparece cuando aparece el “Mago”. Enoumba entra para ocupar el lateral derecho (por un lesionado Osorio) y el juvenil riberalteño Fernando Kuqui ocupa el lugar del colombiano.

Desenlace: en la segunda parte, con un hombre más, los de Godoy son incapaces de entrar en la doble línea de cuatro que coloca Lavallén. El partido se convertirá en un “blooper”, en una vergüenza. Apenas se juega. Somos una de las ligas del mundo donde menos minutos de juego disputamos. De fútbol, vemos poco. Domina la lucha libre, el rugby, las simulaciones, las protestas, los golpes, los errores groseros de los árbitros (no se salva ni uno) y el mal llamado teatro. Un penal convertido por Ursino coloca un cero a uno. El “score” quedará así porque Viscarra así lo quiere. El arquero del Tigre es de otro torneo, de otro país. No te merecemos, Billy.

Post-scriptum: el Tigre gana la ida de la semifinal con oficio, con la camiseta; a la heroica, jugando al final con dos menos. Se volverá a hablar de todo menos de fútbol, nos pasaremos días discutiendo mucho de los árbitros y poco del paupérrimo espectáculo futbolístico que ofrecen nuestros equipos. Por eso, la gente ha dejado de ir a la cancha.

(20/04/2024)

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Acá está San Antonio Bulo Bulo

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 18 de abril de 2024 / 23:01

Introducción: el presidente Claure -siempre desde la lejanía y desde la impunidad de las redes sociales- calienta el partido después de la derrota de su equipo en el Chapare.

“El jueves los vemos”. Esas palabras desafiantes hacia un equipo recién ascendido son gasolina para los hombres de San Antonio. Robatto coloca otra vez un onceno con jugadores fuera de lugar: José Sagredo no es central y Algarañaz no es extremo.

Leitao va a ganar la partida de ajedrez a Robatto: el brasileño es más/mejor técnico que el argentino. Leerá mejor el “match” y Bolívar caerá en su inteligente trampa. El movimiento ciudadano Bunker/Tercera República inunda de propaganda política la Preferencia.

Nudo: el partido es trabado. Los dos equipos patean. San Antonio defiende con las líneas apretadas, es un equipo solidario/comprometido; todos marcan/meten. Así van a eliminar a la “Academia”, desde la fortaleza mental.

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Los celestes no saben como entrar y desaprovechan las bandas. Solo Ramiro Vaca intenta hacer algo diferente. Luego desaparecerá “asustado” por la pierna fuerte de la visita.

San Antonio no solo se defiende con uñas y dientes, también juega (mejor) al fútbol. Leitao coloca un atrevido dibujo ofensivo (4-3-3): pone a dos extremos (Preciado y Ribera) para hacer atacar a a los laterales de Bolívar. Ordena presión alta porque sabe que el hándicap celeste es su defensa. Así llega el cero a uno con Orihuela dormido, con el arquero Lampe pensando en Babia. Luego Preciado perdona un mano a mano con el arquero local. Aparecen los primeros pitos.

Desenlace: Bolívar asedia pero sigue equivocando el camino. Insiste en meterse por el medio donde el “General” Leitao -expulsado por salir tarde su equipo después del descanso- puebla con sus soldados un terreno minado. Se juega a lo que ha planificado San Antonio que no renuncia jamás a los contragolpes.

Los cambios de Robatto son incomprensibles: Saavedra (fuera de forma) entra de lateral derecho; un individualista Henry Vaca por un desaparecido Algarañaz; y Uzeda por Ramiro. Sobre el final, entra un chico de 17 años, Bruno Méndez. ¿Y “Papu”? Bien, gracias.

Los cuatro cambios al hilo de Leitao refrescan al equipo y solo sobre en el minuto 45 -de pelota parada- empata la “Academia”. Ya no se escuchan los pitos, solo un silencio ensordecedor.

Post-scriptum: Leitao, que ha sufrido la segunda parte pegado a la malla de la Preferencia, tuitea nada más termina el partido. Arroba a Claure y dice: “¡Acá estoy!”. Acá está San Antonio, la gran revelación de este torneo, un equipo intenso, trabajador, humilde que también juega bien al fútbol con un entrenador valiente que sabe leer (y también escribir).

(18/04/2024)

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El Tigre no cambia

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 17 de abril de 2024 / 23:14

Introducción: la Banda Intergaláctica Poopó (con 17 músicos) estrena la morenada “La garra del Tigre”. Lo hace frente a la curva sur media hora antes de que inicie el partido mientras la hinchada hace largas colas para entrar al estadio. Sin comentarios.

El presidente Ronald Crespo, que reniega del escaso apoyo del público gualdinegro en el Siles, verá todo el partido desde la cancha, cerca del acceso de la puerta cinco. Lavallén pone a Enoumbá de central haciendo pareja con un intocable del argentino, Caire.

En los laterales, están Bustos y Lino. En el doble cinco, Quiroga con un Ursino en estado dulce; el mexicano López es el sustituto de Ortega para abrir el juego con Amoroso y Sotomayor por los costados. El nueve es el ecuatoriano “Cuco” Angulo.

En la banca esperan titulares como Jusino, Wayar, Arrascaita, Triverio. GV San José no dará por perdida la eliminatoria y va a tener más la pelota que el local. Sin comentarios, capítulo dos.

Nudo: el Tigre arranca bien con una sociedad que ilusiona. Son Ursino y Amoroso. Es un espejismo. El gol de la apertura llega a la salida de un “corner” gracias a un bello testarazo de Enoumbá.

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Luego, los de Lavallén se quedarán poco a poco para convertir en figura -otra vez- a Viscarra. Solo tendrán ocasiones de gol cuando jueguen al contragolpe, cuando aparezcan espacios para que corra mucho y bien Joel Amoroso.

El empate de un ex atigrado como Percy Loza no cambia el partido: la cancha sigue inclinada sobre el arco de Viscarra. Da igual el rival y el ”score”, a Lavallén le gusta meterse atrás.

Sin hacer presión alta, sin salir -apenas- al contragolpe. Lo peor de todo es que el plantel tiene jugadores para ofrecer un mejor fútbol, para brindar otra cara, más ofensiva.

Desenlace: la segunda arranca igualita. La pelota es orureña. Y la paciencia, stronguista, a media máquina siempre. Entonces Lavallén hace un cambio marca de la casa. Saca de la cancha a… Ursino y Amoroso. Sin comentarios, capítulo tres.

La entrada de Víctor Cuéllar sirve para jugar con un doble cinco defensivo (junto a Quiroga) frente un rival sumamente limitado. Sobre el final se va un decepcionante Sotomayor para que juegue por afuera otro que está en deuda, Bruno Miranda. Sobre el final, otro “corner” trae el segundo tanto gualdinegro, esta vez de Cuéllar. Otra vez la pelota parada escondiendo la falta de fútbol, de ideas.

Post-scriptum: el Tigre clasifica a semifinales y eso es lo único que cuenta. Parece. Lavallén “cumple”, el Tigre no cambia. El rival será Universitario de Vinto y la ida será este sábado en Cochabamba. Otra vez las velas serán puestas en los tres santos de la iglesia stronguista: san Billy, San Michael y San Quique.

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Es el Tigre más práctico

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 14 de abril de 2024 / 23:10

Introducción: el grito que más se va a escuchar en el Jesús Bermúdez de Oruro es el grito de los stronguistas: “y ya lo ve y ya lo ve, somos locales otra vez”. Hay 25.000 hinchas en la cancha y la mayoría son gualdinegros. El argentino Rolando Adrián Carlen coloca a cinco ex “tigres” en su onceno: Banegas, Torres, Loza, Melgar y Ronaldo. Su compatriota, Pablo Hernán Lavallén, deja a Triverio (medio resfriado) en la banca para colocar de nueve a Bruno Miranda. ¿Por qué no apuesta por el ecuatoriano “Cuco” Angulo, bigoleador en el último partido? No entiendo a Lavallén. De “wing” derecho va Amoroso que va camino de quitarle el puesto a Ramallo.

Nudo: la primera parte es aburrida. GV San José quiere pero no puede. Tiene la posesión de la pelota y llega con peligro al arco de Billy Viscarra. Perdón, San Billy Viscarra, para ser más exactos. El arquero cruceño va a regalar otro partidazo, ahogando el grito de gol en dos y hasta tres ocasiones diáfanas de los hombres de la “V” azulada. Cuando se lesione Sanguinetti, se acabará el fútbol de los locales. GV San José es un equipo corto y limitado.

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Y el Tigre de Lavallén, un equipo rácano, ratonero a más no poder. Tiene jugadores para regalar mejor fútbol pero Lavallén prefiere el orden, la paciencia, el miedo. ¿Será por eso que Ortega desaparece y camina, camina y desaparece? El colombiano necesita la posesión de la pelota, Lavallén no la necesita, no la quiere. Sin el diez y sin Triverio en cancha, el gualdinegro es la vulgaridad con patas.

Desenlace: la segunda arranca igualita que la primera. Hasta que GV se rinde sin ideas, hasta que el Tigre comienza a jugar su mini partido sobre el último tercio del “match”. Entonces Lavallén mete un cambio incomprensible. Saca a Ortega cuando decide ir a por el partido y la pelota y mete un volante de contención como Víctor Cuéllar. También saca a un inoperante Miranda para meter a un delantero de verdad como Triverio. Antes había entrado, tras el descanso, el “Pito” Sotomayor (por un improductivo Arrascaita).

No entiendo a Lavallén. Pero en la primera que toca Cuéllar, llega el penal. Y sobre el final, la sentencia con un gol de Sotomayor (que pide más minutos) tras una trepada (de las pocas) de Lino por banda izquierda.

Post-scriptum: dirán los resultadistas que el Tigre manejó bien los tiempos del partido, que esperó el cansancio de los orureños, que Lavallén acertó en los cambios (lo que es totalmente cierto), que leyó bien lo que pedía/necesitaba el partido. Es verdad. El Tigre jugó esperando la vuelta y se encontró, sin querer queriendo, con una llave solucionada de antemano. Es el Tigre más práctico y eficaz; el que le gusta a Lavallén.

(14/04/2024)

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