La cruz del mercado
Las fuerzas del poder económico confabularon contra él y lo crucificaron
En vísperas de celebrar la resurrección de Jesús, como el hito más importante de la fe cristiana, cabe reflexionar en esta jornada de Sábado Santo sobre algunas causas que llevaron a este hombre a padecer uno de los castigos más brutales jamás narrados y finalmente perecer en una cruz como alguien indigno, cuyos pensamientos y sentimientos rompían el orden establecido.
Si hubo alguna acción que aceleró la crucifixión de este carpintero de Nazaret fue la arremetida contra los mercaderes del templo, que según el relato de los cuatro evangelistas, describen a un Jesús indignado y con mucho enojo al ver cómo el lugar donde debiera profesarse principios de igualdad, equidad y honestidad se convertía en un mercado donde primaba el afán mercantil y la generación de lucro sin el menor escrúpulo, ante la contemplativa mirada de los sacerdotes, quienes en esencia permitían este intercambio comercial por un porcentaje de las transacciones para luego transferirlas a sus arcas como si fuesen “dueños” del templo; de la fe.
La reacción de Jesús fue enérgica, a tal punto que con látigo en mano expulsó a los comerciantes de bienes y dinero, para luego encarar a los impávidos sacerdotes acusándolos de convertir ese lugar de oración, reflexión y práctica de valores en una “¡cueva de ladrones y corruptos!” Lo que vino después fue el desafío de Jesús, no al sentido religioso de los sacerdotes, sino al statu quo del poder económico y financiero protegido por ellos, ofrendando su vida al declarar que erigiría en tres días un nuevo templo con base en los principios que profesaba.
La respuesta de ese mercado manipulador, discriminador, tramposo y nada ético, encarnizado en una casta improductiva de rabiosos guardianes de la fe y otros tantos serviles operadores, se materializó en un castigo lleno de saña contra alguien que simplemente reclamaba por justicia e igualdad entre los más ricos y los desposeídos. Las fuerzas del poder económico también confabularon contra él y lo crucificaron.
Lo profundo de este hecho, independiente a la religión que profese cada habitante del planeta, radica en que a pesar de transcurridos más de 2.000 años desde la muerte de Cristo, la cultura de búsqueda de ganancias basada en la trampa, corrupción y abuso de poder, operado desde el ámbito mercantil salvaje, continúa como una forma de existencia cínicamente justificada con la existencia de fuerzas invisibles de oferta y demanda que en esencia son conceptos ejercidos en un ámbito de manipulación de mercancías y vidas por parte de los más poderosos en desmedro y sometimiento de los más débiles e indignados.
Jesús dio su vida por creer que la raza humana podría ser más justa e hizo la gran contribución en constituirse en la cruz del mercado.